LA FAMILIA CON NIÑOS AUTISTAS
La relación madre – hijo
Àngels Petit Pons
Introducción
En este texto intentaré situar aspectos de la familia, más concretamente, la relación de la madre con su hijo en los primeros momentos de vida del niño, al mismo tiempo, poder situar algunos aspectos que creo que son fundamentales del niño autista.
Plantearé la hipótesis del por qué del autismo desde el psicoanálisis lacaniano y lo haré a partir del contrario, es decir, a partir de cómo un niño entra en el campo simbólico y por definición cuando no entra en este campo.
En la clínica con niños, sean estos neuróticos, psicóticos o autistas, trabajamos siempre con las familias. En cierta medida, necesitamos de ellos, de los padres, para poder escuchar en su discurso aquello que nos explican referente a su hijo. Nuestra escucha nos permitirá saber qué lugar ha tenido o tiene el niño en el deseo y el goce de los padres.
Este trabajo con la familia y ciertas teorizaciones en algunas épocas, ha llevado en ocasiones, a que los psicoanalistas fuésemos acusados de que culpamos a los padres de las situaciones de sus hijos. Tenemos que ser humildes y decir que en ocasiones ha habido profesionales que han sostenido este discurso acusatorio. Pero hay que dejar claro que cuando desde la teoría psicoanalítica y concretamente desde el psicoanálisis lacaniano, intentamos localizar ciertos aspectos de la familia, sean del padre, de la madre o de la familia más extensa, que hayan podido incidir en el hijo, en ningún momento se pretende culpabilizarlos; más bien es el intento de comprender cuáles han sido o son las particularidades de estos Otros que han podido incidir en la situación del hijo. Cuando los psicoanalistas hablamos de la “construcción del caso”, esta construcción la podemos hacer después de haber escuchado.
Al contrario que la ciencia, el psicoanálisis no es predictivo, construye el caso siempre “a posteriori” y siempre caso por caso.
Diferentes teorías sobre el autismo
Tenemos autores importantes en su época, que han teorizado mucho sobre el niño autista y la familia y que han sido un referente teórico i clínico en su momento:
-Leo Kaner, médico- psiquiatra 1943 “Psiquiatría infantil siglo XXI” Ed. Siglo XXI-Bs.As.-1966
Planteaba que el autismo era debido a un déficit intelectual, que no se había de confundir con la debilidad mental y añadía que en esta patología había un denominador común en todos los casos, este denominador común era: ciertos rasgos de los padres que incidían en el hijo, éstos eran personas muy detallistas, inteligentes, pero poco afectivos con sus hijos.
-Margaret Mahler, pediatra-psicoanalista (1897-1985) “Estudios 1 Psicosis infantiles y otros trabajos” Paidós 1990
Para ella el defecto se había producido en la fase simbiótica, donde la madre y el hijo estarían en una continuidad ideal. La madre seria el soporte del niño para el acceso de este al mundo exterior. Debido a una deficiencia, el niño se ve impedido para hacer servir a la madre como representante de este mundo exterior. El padre no entraría en esta unidad madre-hijo.
-Bruno Bettelheim, psicólogo infantil (1903-1990) “La fortaleza vacía – Autismo infantil y el nacimiento del yo” Paidós 2001
El punto nodal de la patología la situaba en las primeras experiencias que el niño había vivido dentro del medio más primordial, creía que el trato hostil que podía recibir el niño de sus padres podría ser un motivo de su enfermedad.
-Frances Tustin, psicoanalista infantil (1913-1994) “Autismo y psicosis infantil” Buenos. Aires. Paidós 1977
Para ella, el autismo seria el producto de una ruptura de la continuidad ilusoria en las primeras relaciones entre el cuerpo de la madre y el cuerpo del niño, es decir, entre el pecho y la boca. El niño viviría esta situación como la pérdida de una parte de su propio cuerpo, haciendo servir la auto-sensualidad para no confrontarse con la pérdida que representaría la ruptura.
Entramos en “materia”
A partir del retorno a Freud de Jacques Lacan y de la teoría estructuralista que utilizó para dar cuenta del psicoanálisis, nos permite situar las cosas de manera diferente.
El hecho de que el Otro primordial, habitualmente la madre, estuviera estructurada a partir de la Metáfora Paterna, es decir, del significante fálico, no asegura que la significación fálica la pueda transmitir a cada uno de sus hijos.
En este sentido podemos decir: la intersección entre lo real biológico del hombre, infans, y su advenimiento humano gracias a la palabra del Otro, es el punto “clave” del debate sobre el autismo
Nos podemos hacer diferentes preguntas:
En el caso de una madre que se ve afectada de algún malestar en el tiempo del embarazo, ¿cómo incide la sintomatología materna en el “infans”?
Hemos de tener en cuenta que no todas las madres que han podido sufrir un estado depresivo y otros malestares en el embarazo, tienen como consecuencia un niño autista.
¿Qué hace que este Otro materno no haya podido transmitir el significante fálico a su hijo?
A un hijo se le espera y cuando nace puede representar para la mujer la realización de un deseo “soñ ado” en su infancia, en su adolescencia… Una vez la mujer se encuentra embarazada, le habla, y le sigue hablando una vez ha nacido; le habla de sus cosas, de los aconteceres diarios, de cosas diversas y lo hace como si el hijo la entendiera. El niño le responde con balbuceos, sonrisas, llantos, movimientos de su cuerpo. Todas estas manifestaciones del uno y el otro son un diálogo entre madre e hijo.
Esta situación que todos hemos visto infinidad de ocasiones y que lo vemos como la cosa más natural, es de un gran valor.
¿Por qué tiene tanta importancia?
Estas palabras de la madre hacia su hijo, para éste, éstas se transforman en un goce positivo, necesario, es decir, en un goce sexual [1] en estos primeros momentos de vida. Es este goce, el que permite que el niño disfrute del contacto con el Otro primordial. Las palabras de la madre son “la fuente misma de este goce”[2]
¿Por qué se puede producir esta situación entre madre e hijo? ¿Por qué se produce este goce entre los dos?
Esto ha sido posible debido a que el significante fálico, letra Phi, ha intervenido en la relación madre – hijo a partir de las palabras de la madre; éste ha sido su vehículo. Este significante Phi al cual el niño se identifica es la identificación primera. Él es, en estos momentos, la falta del Otro.
Estos primeros momentos de vida del niño los podemos dibujar:
Cuerpo Lenguaje
Es decir, cuerpo y lenguaje se encuentran separados, es cuando Lacan habla del niño como “infans” o viviente.
En un segundo momento y a raíz de la intervención del significante fálico, se ha producido un anudamiento de una manera particular del cuerpo y el lenguaje, convirtiéndose ambos en un campo diferente: imaginario y simbólico[3]
Si el nudo ha sido hecho de tal manera, lo que tenemos como resultado es un nudo que lo podemos llamar estructura, el nudo Borromeo. Y donde el tercer nudo, es el goce, el Real.
imaginari
real
simbòlic
Esta escritura nos permite entender las condiciones de anudamiento. Y al mismo tiempo, que pueda haber el nacimiento de un sujeto que hable. El cuerpo ha sido recubierto por el lenguaje. En el caso de que el lenguaje no hubiera recubierto el cuerpo, lo que tendríamos son dos redondeles, cuerpo y lenguaje como apilados pero no articulados; es en este punto donde podríamos situar el autismo El cuerpo del “infans” no habría sido bañado por el lenguaje.
Para que un cuerpo devenga sujeto de la palabra, tenemos que poder dar cuenta de la intervención del significante fálico. En el autismo este significante no ha intervenido. El “infans” no ha podido situarse como producto en el lugar de “a” como “plus de goce para la madre”.[4]
Viñeta clínica
A tenia 6 años cuando sus padres consultaron porqué no hablaba. Llevaban 4 años por diferentes instituciones; estimulación precoz, logopedia, optometrista. Estaba escolarizado en una escuela ordinaria donde se le había aplicado un curriculum adaptado con una técnica de comunicación (sistema Bcard Marquer SPC). Había sido diagnosticado de “Retardo global debido a la prematuridad”
A era hermano mellizo de otro niño afectado de parálisis cerebral; este niño no hablaba, no andaba, era atendido en todas sus necesidades. A. físicamente, era un niño con un desarrollo normal.
Nacieron el 6º mes de embarazo, la madre, después de dos meses en la cama decidió “no aguantar más” “se soltó” a las pocas horas nacían. Fueron colocados en incubadora por dificultades respiratorias hasta alcanzar un peso suficiente.
Notifican a la familia que A se encuentra muy grave y con pocas posibilidades de sobrevivir. M, el hermano evolucionaba más favorablemente.
La madre, debido a una infección, estuvo 5 días sin ver a sus hijos. Pasados estos días, le notifican que A, al que “ella daba por muerto”, evolucionaba favorablemente mientras que M, que era el que estaba mejor, había hecho un derrame cerebral.
Los primeros meses todo iba bien, no habían diferencias, los dos comían, dormían… Hacia los 7-8 meses mientras estaban ambos estirados, A, el paciente, empezó a hacer pequeños sonidos, fonemas, “lo que hacen los niños”; la madre lo cogió en brazos y pensó: “no, no hables, no vayas tan deprisa, tu hermano aún no lo puede hacer”; a los pocos días A dejó de hacer sonidos guturales para no hacerlos más.
Durante los 6 años intentó evitar las diferencias entre los hermanos; además los dos niños eran como dos gotas de agua y la madre expresaba: “yo y los niños somos un todo”.
De esta viñeta podemos destacar la falta de deseo de la madre hacia A, la pulsión de muerte, lo daba por muerto, la no respuesta al intento de A de contactar con el Otro.
La hipótesis fue que el significante fálico no intervino.
Presentación hecha el 12 de mayo 2012 en el Foro Psicoanalitic Barcelona
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