PERÍODO: 2023- 2024
Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
8va Sesión 22/06/2024
¿Con
Angustia no se juega?
Walter
García (FARP)
Elegí, para
iniciar mi desarrollo de hoy, una frase de Jorge Fukelman. Un gran analista y lector de niños argentino,
fallecido ya en 2010, que dice lo siguiente:
"Considero (...) que el juego precede a la
infancia. Un niño, en tanto lo
consideramos y lo ubicamos como tal, estará ubicado con relación al juego. Esto significa (y me interesa subrayarlo
especialmente) que no hay niño que no juegue.
Lo que puede ocurrir es que haya un niño del cual nosotros no sabemos de qué la está jugando"[1]
En éste pequeño pero contundente párrafo, Fukelman señala la posición ética del analista que se dispone a trabajar con niños: un artesano del juego. Un lector que oferta nuevos mundos; y que al tomar prestado del lenguaje su coloratura poética, acompaña a cada niño y cada niña, a hacerse lectores de sus propias marcas, por medio de un trabajo escritural - ficcional - que es el jugar.
Titulé esta ponencia con un interrogante equívoco, puesto que allí, la letra mayúscula en la palabra angustia pondera un malentendido que puede llegar a despistarnos. Pues, alguien rápidamente podría decir que un niño o niña, que se encuentra angustiado/a no juega. Lo que tiene como corolario otra afirmación que es la siguiente: "Con la angustia no se juega. Es cosa seria". Sabemos que para el psicoanálisis, la angustia, no se reduce a la sensación de estar angustiados, sino más bien, se define como ese afecto que no engaña, porque señala un punto axial que hace a la constitución del sujeto. En ese sentido, los signos de interrogación del título de esta ponencia, convierten la cuestión misma en un problema, y creo que allí la clínica reclama su soberanía en el punto en que nos enseña a leer de qué modo se puede jugar la angustia en el tratamiento del padecimiento subjetivo en los/as niños/as.
Suelo decir que el juego en análisis es una dit-veRSIón.[2] Una versión del decir que se recorta a partir de los modos en que cada niño/a se pone a jugar, y que va haciendo escritura en cuerpo. El "acto de jugar" pone en tensión las tres consistencias, Real, Simbólico e Imaginario, en un intento de trenzado que busca situar un calce posible para aquello diverso, eso que no entra en la palabra ni se deja representar por la imagen. Por lo tanto, todo juego se convertirá en una escena anudante - o como lo define Marie-Claude Thomas en un "laboratorio de la metáfora" - si a través de la diversión, algo de eso diverso, de ese resto inmaterial, logra deconsistir su horror hacia otra textura, tomando así un lugar en la escena lúdica como correlato del sujeto. En ese punto la máquina interpretante del juego puede equivocar el destino del sujeto, por medio de una nueva afectación del cuerpo por el significante; y así constituir la posibilidad de que el objeto se inscriba como perdido.
Freud en
"El creador literario y el fantaseo" homologa el jugar del niño con
la creación poética al decir que "todo niño que juega se comporta como un
poeta, pues se crea un mundo propio, o mejor dicho, inserta las cosas de su
mundo en un nuevo orden que le agrada", y que además
"emplea...grandes montos de afecto."[3] En estas pocas líneas Freud
señala la dimensión económica, dinámica y tópica del juego, pero además involucra
a la escritura como esa operación inherente al jugar.
Freud nos
advierte que la elección del material y “el arte” con las que cada niñx arma
sus escenas de juego (así como hace el poeta en su obrar) pertenecen a la
órbita de lo inconsciente. Es decir, a
esa Otra escena que carga las tintas del afecto y donde el niño no puede sino
dejarse habitar por el escrito. Pero no
porque eso ya esté escrito en otro lado y haya que ir a buscarlo, sino porque
en el mismo acto de jugar algo se escribe, un borde. El juego del fort-da es el ejemplo princeps
para pesquisar este detalle. Lacan lee en el juego del carretel, la
constitución del sujeto, a partir de la articulación fonemática
"fort" y "da", solidaria de la fundación de una pérdida. Es el juguete el que deviene allí heredero de
esa función que hace del sujeto, una hendidura que se articula en dos
movimientos, pérdida y recupero. Pero
además, ese trabajo incesante del quehacer lúdico que nos muestra el nieto de
Freud, es aquel que estriba en los modos en que se inscribe el borde, ese borde
de la cuna por medio del cual tiene lugar un primer esbozo de corte
significante.
Si bien el
fort-da es el juego por medio del cual el psicoanálisis estudia la constitución
subjetiva, esta función escritural que propicia el jugar, encuentra sus
distintas versiones según el tiempo que se encuentre cursando el sujeto.
En el texto
anteriormente citado, podemos pensar ese borde como aquel que separa de la
"realidad efectiva" dominada por la significación, en la que el
lenguaje adulto encuentra su jaula. Esta nueva realidad que construye el juego
a partir de insertar los elementos del mundo en un nuevo orden, es lo que pone
en marcha la posibilidad de que el significante permute en la escena, de que
una escoba pueda ser un caballo, o una espada, o un partenaire de baile,
siempre y cuando haya un Otro allí que sostenga ese borde que marca el punto
del fuera de juego.
Entonces, podríamos decir que un niño o una niña que juegan son creadores literarios/as, al hacer de la lengua texto. Un texto que se irá escribiendo a partir de los modos en que son investidos los objetos (incluido el analista); o a través de las formas en las que se van trazando sus movimientos en los dibujos que realizan con sus cuerpos; y también por medio de las palabras, las pausas, las entonaciones, inclusive los fonema que se van articulando.
Por lo tanto, la materialidad con la que se juega en un análisis está hecha de lalengua. Aquellos significantes del Otro, con los que el sujeto podrá constituir un amarre posible para contar su historia, son recortes, extracciones, provenientes del campo sonoro del baño de lenguaje primario, que han adquirido un estatuto simbólico. Pero también, podemos encontrarnos en el jugar infantil, algunas trazas que aún insisten en tomar esta dimensión textual; y que nos remiten a esa Otra escena que precedió al niño, caracterizada por el malentendido de goce de aquellos que lo han esperado en el mundo: sus padres. Lacan dirá que este malentendido de goce se debe a que cada uno de los padres habla una lengua distintas, en virtud de que han jugado como pudieron su posición frente a la castración. En este punto, la desproporción sexual alcanza al niño en sus síntomas, ahí donde se revelan como una respuesta a la verdad de la estructura familiar. Jorge Fukelman proponía que el padecimiento subjetivo en los/as niños/as implica un intento de leer con el cuerpo, aquello que retorna de lo reprimido de los padres. Y entonces el juego se convertiría allí en ese sostén simbólico, ese "espejo en el que un sujeto se ubica o se reconoce como niño."[4]
Podríamos decir
entonces, que la apuesta del análisis con niños/as consiste en que, al jugar,
cada niño/a realice un tratamiento sobre aquello que perturba la constitución
de un cuerpo propio en el lazo, y que tiene su sustento en el modo en que le
fue instilado hablar. Ese que conlleva
las marcas bajo las cuales fue alojado en el nudo amor, deseo y goce de sus
otros primordiales.[5]
Instilar es un verbo que según las definiciones de la Real Academia Española quiere decir: "echar gota a gota un líquido en otra cosa"; y también "infundir o introducir insensiblemente en el ánimo una doctrina o un afecto". Quiero detenerme en esta forma insensible de introducir un afecto, pues allí anida el germen de lo que el psicoanálisis entiende como trauma sexual infantil. Ese baño de lenguaje, que incide en la libidinización del cuerpo de cada niño/a, y que al dejar marcas, se constituye como la "causa eficiente"[6] de todas las manifestaciones sintomáticas del ser hablante; pero que además, guarda una relación privilegiada con la angustia, puesto que ambos encuentran su fundamento en el desamparo primordial del recién venido.
Freud, en la 32a
conferencia titulada "Angustia y vida pulsional" define al
"momento traumático" como el encuentro ante un peligro, en el cual el
sujeto queda sin los medios para tratar una excitación que se torna
intolerable. En esa línea retomará sus
primeras elaboraciones, ubicadas en el "Proyecto de psicología para
neurólogos" y la "Carta 52", para ubicar el fundamento económico
que circunscribe al trauma, sobre la base de un desamparo primordial, hilflosigkeit. Y que hace necesaria la introducción de la
figura de un otro primordial, cuya acción específica, cancela transitoriamente
el estímulo y disminuye la sensación de peligro, la tensión. Momento iniciático
por el cual cual Freud teoriza las míticas experiencias de dolor y de
satisfacción, a partir de los saldos que se inscriben en el aparato psíquico,
es decir, las huellas desiderativas que nombra "estados de deseo" y
"afectos"
Colette Soler,
retoma estas coordenadas en un libro titulado "Variantes de lo
tíquico" para proponer que el
trauma tiene "estructura de forclusión" y se da en dos tiempos. El primero, que denomina "golpe de lo
real", es un momento forclusivo, de encuentro con un real en exceso,
imprevisible, imposible de evitar, anticipar y soportar; y en el cual no se
cuenta con un garante en lo simbólico. Y un segundo momento, a posteriori,
donde se constituye el sujeto como respuesta, a partir de las secuelas que han
quedado como marcas del mismo. El trauma
no es un hecho objetivo, sino más bien, el resultado de un encuentro tíquico
con lo real de lalengua.[7] Lo tíquico,
me refiero a lo que Lacan elabora como tyché en su seminario de 1964, como
(des)encuentro, como esa causa azarosa en un ser electivo.
"Esa lalengua constituye una especie de lazo primario con quienes ocupan los roles parentales o de cuidado (...) el bebé comienza a vincularse a través de gestos y de afectos con su entorno. esto hace que algunos elementos de su lalengua devengan marcas de goce, que condicionarán la captura del sujeto por la estructura del lenguaje. La creación de la lengua en esta vertiente, entonces, deviene condicionamiento, que resalta el carácter contingente de lo tíquico que (...) reúne en su configuración lo azaroso y la preferencia."[8]
En resumen, lo
que concierne a la creación inaugural de una lengua se relaciona a las marcas
de goce de lalengua, pero también, a la puesta en juego de una posición
deseante.
Lo que me interesa resaltar es que el trauma nos remite nuevamente a la escritura, pues en el mismo momento en que algo se escribe, algo queda elidido, oficiando como causa, y entonces el aparato psíquico - esa magnífica invención freudiana - se pone en función, dando lugar al sujeto en sus diferentes manifestaciones sintomáticas.
A partir de esto desarrollos, podemos decir que el desamparo primordial se define sin referencia al Otro, pero que su vez lo convoca como llamado. Coyuntura por la cual, el trauma adquiere la dimensión de un acontecimiento de cuerpo en donde, por un lado remite al núcleo real que no puede ser recubierto por lo simbólico; pero por otro, se relaciona a las marcas provenientes del Otro de los primeros cuidados, que posibilitan que algo pueda hacerse. Colette Soler ubica allí la real angst, o angustia de lo real. Angustia fundamental, que pone en movimiento el aparato psíquico, y que se erige como el argumento primordial de toda la serie de angustias que el neurótico testimonia en análisis. La angustia de lo real se ubica como preludio de la angustia de castración, cuyo correlato es la pérdida de los objetos intrincados en la relación de amor. Entonces, hay una angustia que se presenta en más, en exceso, y que retornará como esquirlas en aquellas angustias que, por medio de la tramitación significante, ubican un menos, una falta en el Otro, necesaria para que el deseo juegue su partida y el sujeto tome posición en tanto hiancia por la cual se precipita un decir.
Voy a tomar
algunas referencias de Lacan, en distintos momentos de su enseñanza, que
plantan este punto. En la clase del 12
de noviembre de 1958, Lacan abre su seminario titulado "El deseo y su
interpretación" retomando el grafo para situar una coordenada
importantísima para la clínica con ninos/as. Allí dice: "Ante la presencia
primitiva del deseo del Otro como oscuro y opaco, el sujeto está sin recursos,
hilflos". y repiensa desde allí el punto axial de la experiencia
traumática en que el hablante llama a la angustia como esa primera respuesta
ante el agujero de la estructura. Es entonces que delimita una diferencia
específica: "Si es cierto que el deseo debe producirse en el mismo lugar
en que de entrada se origina, se experimenta, el desamparo, no es en el nivel
del deseo donde se produce la angustia."
Entonces, si
bien hay un núcleo en común, el desamparo, el deseo (marca de la barra en el
Otro) no se condice en todos sus puntos con la angustia.
Cuatro años después, en el seminario sobre La angustia, podrá ubicar ese borde, ese umbral específico, a partir de la formalización del objeto a como causa de deseo.
La angustia se hará manifiesta cuando la posibilidad de la falta en el Otro se vea obturada, o también cuando el Otro se presente como puro agujero. Y el deseo se pondrá a circular en el mismo efecto de la escritura de un margen, a partir de un marco fantasmático, donde la angustia queda como telón de fondo de la relación entre dos faltas: el sujeto dividido por el significante y el objeto a como falta ($<>a)
¿Cómo pensar el franqueamiento de ese borde en el jugar de lxs ninxs? Esto nos hace pensar en la pregunta del inicio ¿Con Angustia no se juega? ¿De qué manera podemos pensar la tramitación de la angustia en el juego del niño? y además ¿En qué modos se presenta cuando un niño elige no jugar?
El juego es propiciatorio de un
escenario que invita a que una historia comience a escribirse nuevamente. Un intermezzo, en palabras de Johan Huizinga,
que se intercala como una actividad frente a la satisfacción inmediata. Será entonces el modo en que cada niño/a
juegue su relación al entorno, con su cuerpo, y con los objetos y los otros, lo
que dará cuenta de aquellas marcas de la constelación familiar, que le han
otorgado un lugar. La puesta en juego de
dichas marcas, es aquello por lo que un analista apuesta, para que entonces los
significantes del Otro tomen una nueva textura, y al entramarse, permitan que
el lenguaje puede devenir ese aparato de goce con el cual inter-vernir el
mundo. Ese venir allí, entre, un cuerpo y otro, es lo que constituirá el
aparejo pulsional, que buscará reeditarse en el tiempo pospuberal.
En el seminario
"Problemas cruciales del psicoanálisis" Lacan expresa que el juego es
ese "fantasma inofensivo y
conservado en la estructura".
Es decir, aquello que puede proteger al sujeto del encuentro con lo real
del sexo, con ese agujero, producto de cierta imposibilidad de escritura; y al
mismo tiempo producir un saldo de saber a la espera. Ahí donde la verdad de la estructura queda
comprometida "el sujeto espera su
lugar en el saber". Esto no
quiere decir otra cosa que, es la articulación significante la que le permite
al sujeto sortear ese punto donde “Nada
quiere saber de ese deyecto que ha sido como saldo de su paso por el Otro”.
En ese punto
donde cada niño/a queda tomado/a por el penar de más que implica su posición en
el Otro, es que un analista entra en juego.
El analista es
ese Otro-de-la-transferencia-en-juego.
Lo escribo en con guiones puesto que implica una posición
específica. La transferencia en los/as
niño/as está dirigida al juego, ya que ubica el saber en la Otra escena (la del
Otro parental). Por eso en primera
instancia el analista debe ponerse en juego al reconocer que allí algo se está
jugando; y en ese mismo acto no sólo delimita un fuera de juego, sino que
también se hace cargo de ello. Si el
niño consiente a ese jugar, aunque eso requiera contar historias, hacer listas
de problemas, de malas palabras, etc. entonces su ubicación objetal respecto al
Otro familiar - la problemática en torno a los objetos pulsionales parentales -
comenzará a quedar velada.
Que esto suceda dependerá de la puesta en acto de una regla - en la cual el analista también se juega al dejarse tomar por la escena como un elemento más - y la que podríamos enunciar de la siguiente manera: "juegue a todo lo que se le ocurra, que todo lo que se le ocurra será de jugando." Es decir, que todo lo que se disponga como material de juego, implicará un acuerdo que deje lo real - muerte y sexualidad - por fuera, para que lo imaginario y lo simbólico tejan la trama de las marcas de un sujeto equivocando su destino.
Bibliografía
•Berta, S. (2014) Escribir el trauma, de Freud a Lacan. Letra Viva.
•De Gainza, P.; Lares, M. (2011) Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: juego e infancia. Buenos Aires, Lumen.
•Freud, S. (1986) El creador literario y el fantaseo (1907), Obras Completas, Tomo IX. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
•Freud, S. (2006) 32a conferencia. Angustia y vida pulsional (1933) Obras Completas, Tomo XXII. (1932 - 1936) Buenos Aires: Amorrortu Editore
•Fukelman, J. (2015) Ponerse en juego. seminario de Jorge Fukelman en el Círculo Psicoanalítico del Caribe. Lume
•García, W. (2019) “Infancia, tiempo de valientes.”. En Infancias en psicoanálisis Vol. 1 Avatares de la constitución subjetiva. Buenos Aires. Letra Viva.
•García, W. (2020) “El analista en la pantalla”. En Niños en cuarentena Ebook Imago Nro. 2. https://letravivalibros.publica.la/library/publication/imago-agenda-libro-2-ninos-en-cuarentena
•García, W. (2020) “El juego como dit-versión. Apuntes lacanianos sobre el creador literario y el fantaseo. Revista Fort-Da Nro. 14. https://www.fort-da.org/fort-da14/garcia.htm
•García, W. (2022) “La ética del analista en juego”. En Infancias en psicoanálisis Vol. 2 Territorios y (des)bordes de lo infantil. Buenos Aires. Letra Viva.
•Huizinga, J. (2016) Homo ludenz. Alianza Editorial.
•Lacan, J. (2014) El Seminario de Jacques Lacan, libro 6: El deseo y su interpretación (1958-1959). Buenos Aires. Paidós.
•Lacan, J. (2007) El Seminario de Jacques Lacan, libro 10: La angustia (1962-1963). Buenos Aires. Paidós.
•Lacan, J. (2007) El Seminario de Jacques Lacan, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Buenos Aires. Paidós
•Laca, J. Seminario Los problemas cruciales para el psicoanálisis. Clase del 19 de mayo de 1965. Inédito.
•Lacan, J. (2009) El Seminario de Jacques Lacan, libro 20: Aún. (1972-1973). Buenos Aires. Paidós.
•Lacan, J. (2007) “Dos notas sobre el niño”. En Intervenciones y textos 2. Buenos Aires. Manantial.
•Lacan, J. (2007) “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”. En Intervenciones y textos 2. Buenos Aires. Manantial.
•Soler, C.; Alomo, M.; Muraro, V.; Castro Tolosa, S.; Lombardi, G. Variantes de lo tíquico, en la era de los traumatismos. Letra Viva. 2014
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[1] Fukelman, J. Ponerse en juego.
seminario de Jorge Fukelman en el Círculo Psicoanalítico del Caribe. Lumen.
2014
[2] García, W. El juego como dit-veRSIón.
Apuntes lacanianos sobre el creador literario y el fantaseo.
https://www.fort-da.org/fort-da14/garcia.htm
[3] Freud, S. El creador literario y el
fantaseo. Obras completas L. IX, Amorrortu Ed.P.127
[4] Fukelman, Op. Cit. p.37
[5] Lacan, J Conferencia de Ginebra sobre
el síntoma. Intervenciones y textos 2.
[6] Sandra Berta, propone al trauma como
causa eficiente....
[7] Alomo,M; Muraro, V; Lombardi, G.
"Tique y trauma: el encuentro electivo con lo real de lalengua." En
Variantes de lo tíquico.
[8] Alomo,M; Muraro, V; Lombardi, G.
"Tique y trauma: el encuentro electivo con lo real de lalengua." En
Variantes de lo tíquico.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
7ma Sesión 25/05/2024
«EL DESEO NO ES SIN ANGUSTIA. ¿PODEMOS DECIR
TAMBIÉN: LA ANGUSTIA NO ES SIN DESEO?». RAMON
MIRALPEIX
Cuando escuché el
trabajo que presentó J. P. Drapier en Paris, en el marco del encuentro de
RHIPNA, RIP y REP, el pasado 1 de mayo, pensé: “sí, es eso”. Me refiero en
primer lugar al uso de algunos significantes de uso más universal en el
discurso corriente, pero que dan nombre a un concepto muy concreto, específico,
en psicoanálisis. Es importante, cuando estamos en el discurso psicoanalítico
lacaniano, poder circunscribir el significante al concepto del cual se trata.
En ese caso la angustia. En otras ocasiones, yo mismo había dicho algo parecido
y ampliado a otros conceptos, aplicados en ese caso a la clínica del sujeto
autista, siguiendo un “atajo lingüístico demasiado rápido”, como los de
“pulsión”, o “goce”. Hay razones para poner en reserva el uso de esos conceptos
cuando pensamos en la clínica del autismo.
Centrándonos en
aquello que nos ocupa hoy, la angustia, podemos empezar con ua pregunta que
quizás dé ya alguna pista de respuesta: de un organismo vivo, por el simple
hecho de ser un organismo vivo, ¿se puede decir que es susceptible de sufrir
angustia?, Del mismo modo podríamos preguntarnos ¿se puede hablar de pulsión, en
él?, ¿o de goce?
La angustia se
presenta como índice de un real, siempre con un efecto de goce sobre el cuerpo,
y de un vacío que puede leerse como efecto de Hilflosigkeit, de desamparo
radical, de desvalimiento absoluto, de falta de coordenadas, de falta de un
Otro –la garantía supuesta del cual desaparece, queda suspendida–… o dicho de
otra manera la emergencia de un real que no puede encontrar ningún ancla con lo
simbólico o con lo imaginario, o quizás un accidente por el cual se produce un
desenganche del par S-I de la cadena, produciendo un real sin tratar. Cuando
eso real consigue engancharse a algo del sentido (S-I), podemos decir que la
angustia bascula hacia la fobia (generalmente transitoria en los niños).
Como dijo Drapier, “la angustia se capta desde dos coordenadas:
- Una, es lo que atrapa al sujeto ante la manifestación del deseo del Otro.
- Dos, es un afecto, entonces estrictamente hablando algo que afecta al cuerpo.”
Es desde ahí que puede objetarse la angustia en el autista.
Primer tiempo, la
necesidad. a) lo mítico; b) la ligazón del objeto al otro/Otro
Si empezamos por el
principio mítico, o al menos supuesto, de un ser vivo –una cría de humano– en
su relación primaria con el mundo –ahí lamento saltarme muchas cosas, y ser
demasiado sintético–, suponemos algo que empujaría a este sujeto S hacia la
satisfacción de la necesidad, sentida como una pérdida del equilibrio
homeostático. Pensemos en el caso prínceps del hambre: S buscaría la leche en
el pecho para satisfacer su necesidad, el hambre. Pero ya vemos que es
necesaria la presencia de un otro, él toma su pecho. S no sabe que ese pecho de
donde obtiene leche no es suyo, y no sabe aun que aquel que es su portador está
estructurado por el lenguaje –por ello he marcado ese Otro con la A mayúscula
acompañada de la madre…. Se trata del vector de lo que podemos llamar la
“incidencia del Otro”
Segundo tiempo, del
llamado a la demanda.
En un segundo
momento, el cortocircuito que ejerce la dependencia del otro/Otro sobre este
circuito de la necesidad, genera el surgimiento de el llamado, como signo de
esta necesidad, que el otro/Otro lee como dirigido a él para “abastecer” a S
del objeto de la necesidad. Si la incidencia del Otro es acogida
favorablemente, se va a producir lo que conocemos como la operación de
“alienación-separación”, a partir de la transformación del llamado en demanda,
es decir, aquella necesidad del objeto que la satisfaría –esa necesidad–, se
convierte en una demanda al Otro, de
la que aquel objeto forma parte “circunstancial”: al ontrario que en el caso
de la necesidad, donde el circuito se cerraría con el objeto específico que la
satisfaría, lo esencial de la demanda es que va dirigida al Otro y es de este
Otro del que se espera una respuesta, tenga ésta que ver, o no, con el objeto(1) que vehiculó la demanda… El ejemplo paradigmático puede ser el de mi propio
hijo que cada vez que se quedaba a dormir en casa de sus abuelos, una vez en la
cama, llamaba a su abuela pidiéndole un vaso de leche… En casa era algo que
sólo ocurría excepcionalmente, la demanda al Otro, de su don de presencia y de
palabra se disfrazaba de la supuesta “necesidad” del vaso de leche para dormir.
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(1) Se trata del valor anaclítico de este objeto.
En el grafo, el
paso del sujeto de la necesidad al sujeto de la demanda (y del deseo) viene
representado por la substitución de S por S. Esta transformación indicará por
otra parte, que esa barra sobre el sujeto va a ser imborrable, que el agujero
que representa va a ser irrellenable. El circuito se va a instalar
definitivamente y va a seguir su camino… es por ello que los vectores ya no
están puntuados, sino que son continuos.
Tercer tiempo, de
la demanda al deseo, por la pregunta sobre el deseo del Otro.
Es en este nuevo
paradigma de la asunción del Otro, de su reconocimiento, que se abre en primer
lugar la posibilidad de la constitución imaginaria del yo … En el grafo del deseo
se ve bien como esta posibilidad cuelga del paso por la cadena del Otro del
lenguaje. Esta es una consecuencia en lo imaginario. Pero hay otra
consecuencia, sincrónica, en lo Simbólico pues esa demanda es siempre el Otro
quien la interpreta… y ese Otro a veces responde y otras no, y cuando responde,
primero el objeto no es siempre el adecuado, y segundo puede ser cualquiera.
Por ello, lo que viene como respuesta del Otro tiene como consecuencia esa
pregunta que estará en la base de la constitución de su propio deseo: Qué
quiere ese Otro?, “Che vuoi?”
Cuarto tiempo del
deseo, el fantasma y la angustia.
El sujeto responde
a la pregunta sobre el deseo –el propio constituido por el del Otro– con la
construcción del fantasma. Es por esa razón que el fantasma se experimenta como
lo que estructura la relación del sujeto con el mundo. Ello no es, desde luego
sin la constitución del segundo piso del grafo, que redobla al primero, y que
ubica, en el lugar de la significación que viene del Otro, el significante de
la falta en el Otro derivado de la imposibilidad de decirlo todo sobre el goce,
de que todo sobre el goce pueda ser dicho; y en el lugar del Otro ubica la
pulsión, que no es más que el efecto del ordenamiento de la demanda por el
Otro, es decir el orden de ese nuevo hábitat para el humano que es el lenguaje,
la estructura con que trata el mundo y cómo lo hace, dejando una casilla vacía
para que sus principales funciones –metáfora y metonimia– puedan tener lugar.
La consecuencia inmediata es la castración –el deseo y la pulsión tienen como
corolario la castración pues su fundamento es la falta, el agujero o el vacío
(expresiones en lo simbólico, lo real y lo imaginario), como efecto de la
intrusión del lenguaje en el organismo. A falta de un fantasma que responda
eficazmente a la pregunta sobre el deseo del Otro, que se articule
adecuadamente al deseo, lo que sobreviene es la angustia.
Este es el circuito
que enmarca el deseo y la angustia, ambos en tanto conceptos lacanianos.
He tratado de
mostrarles cómo el término angustia, si no “cuelga” del deseo, en este caso no
tiene cabida como concepto psicoanalítico….Eso no impide que hablemos grosso
modo de angustia cuando nos referimos a esta experiencia de desvalimiento, de
desamparo radical.
Pero qué ocurre si
el primer encuentro con el anzuelo del Otro en la respuesta a la necesidad – el
enganche con el lenguaje, en el primer piso del grafo– no es tomado en cuenta?
Volvamos al esquema de la necesidad, al primer tiempo.
En este caso, la
relación con el objeto de satisfacción de la necesidad no estará afectada por
el lenguaje. Lo que quizás permita la constitución del llamado, pero no de la
demanda.
Eso no obviará la
dependencia del Otro para la obtención-incorporación del objeto… La trampa que
se produce es que este Otro quedará pegado a aquel objeto, de modo que no
tendrá, de entrada, un estatuto específico más allá de su uso en relación al
objeto. Si lo real se presenta en forma de un impedimento absoluto en relación
al objeto, el Otro desaparece, y en su lugar surge el desamparo más radical.
(Aquí habría que ampliar el ámbito de la relación de necesidad con el objeto, a
lo que surge en lo real como alterando la “mismidad”, o la burbuja de
protección de S)
Freud habló de
Hilflosigkeit, del desamparo, del desvalimiento radical que puede experimentar
quien está sin recursos, sin ayuda frente a un Otro –real– radicalmente hostil.
Es la situación que define para el recién nacido, y que haríamos mejor en darle
un estatuto mítico. Ahí, los otros –el Otro– lo acogerán, lo raptarán de la
“vida”, para adoptarlo como perteneciente a un mundo en el que se le dará su
lugar – original y singular– en la cadena generacional, de un eslabón que se
engarza en ella a través de los cuidados y de la lengua… y esa operación se va
a producir en un abanico de posibilidades cercano al infinito, desde los deseos
que lo acompañaron –fueran los que fueran, ya sean los más aniquilantes o los
más acogedores– hasta las coordenadas de tiempo, lugar, situación social,
cultural, etc. En ese punto en que se encuentra en “ El estatus de quien no
puede prestarse la más mínima ayuda a sí mismo [es el de quien], abandonado a su
suerte, si por casualidad se encuentra solo, está muerto”(2). Ahora la pelota
está en su tejado… es a él, a ese ser caído desde un mundo líquido –protegido
del frío, del peso, del hambre– al mundo aéreo –mundo de peso, de asfixia, de
frío, de hambre...–, … es a él a quien le corresponderá “adoptar” ese nuevo
mundo como el suyo.
__________________________
(2) Pascal Quignard . “L’Origine de la danse”. Galilée Paris 2013, p 43
Del lado del pequeño humano.
El Otro del lenguaje está ahí, para todos. Que uno se aliene en él, que uno se preste –o no– a ser tomado por él tiene consecuencias radicales. Decir “sí” o decir “no”… o ni decir nada, no tiene marcha atrás. Después, cada cual hará como pueda para estar en el mundo con su “sí” o con su “no”. Cuando uno dice “Sí”, cuando se produce este juego, esa operación que conocemos como alienación-separación, algo de lo real va a permanecer para siempre intratable en la estructura: es el efecto de lo que podríamos llamar una Verwerfung primaria, de lo real, que Lacan declina en su forma hipercitada: “No hay relación sexual”. Ese agujero no deja de ser producido y tratado (velado) sin cesar por el lenguaje. Pero lo imposible de la relación sexual que introduce el lenguaje para todo el mundo, en el autista toma otra dimensión completamente distinta. Mientras que para el resto de mortales el lenguaje, siendo lo que abre el agujero en lo real causando aquella imposibilidad, pasa a ser –en una segunda vuelta– aquello que permite una relación mediada por él –es decir, de causante del agujero, a herramienta para sortearlo– pues bien, mientras el sujeto herido por el lenguaje se lame esas heridas con el mismo lenguaje, y con él traza puentes con los que bordear el abismo, el sujeto autista se queda, al contrario, en aquel otro real que ya no es el mismo real abierto, diferenciado, por el lenguaje: como si se tratara de una voluntad de no someterse al engaño terrible en el que nos introduce el lenguaje, que, repito, abre el agujero para erigirse como la única herramienta que nos permite no caer en él, no ser engullidos por él (3). El autista se niega a someterse a la tutela del lenguaje, rechaza que el lenguaje atempere el frío del agujero –que él mismo produce–, con la potencia de su semblante de hacer relación por el hecho de introducir la demanda, es decir, el amor. En el autista falta esta Verwerfung primaria generalizada (4) que implica una apuesta al todo o nada por una estructura impuesta por el lenguaje, que para sostenerse como tal, debe haber agujereado lo real. Su consecuencia inmediata es, lo repito, lo que Lacan sentencia con su “no hay relación sexual” –que, paradójicamente, es lo que permite creer en la relación sexual.
El autista toma otra solución radical, el rechazo absoluto del Otro del lenguaje que debería introducir la estructura, de modo que se queda en la indiferenciación del mundo (o en una modalidad de diferenciación que no pasa por la que crea el significante encadenado). Podríamos decir que no hay “no hay relación sexual”, lo que no significa que la haya.
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(3). Es como la historia de “El deseo de ser piel roja”, de Miguel Morey (Anagrama, 2006), en la que un
poblado se ve asediado por una manada de lobos, y eligen a unos cuantos entre ellos para
protegerlos con sus armas… pero ahora de lo que no se librarán ya más, será de los que los protegen
de los lobos.
(4). Esta Verwerfung generalizada es el efecto del lenguaje sobre lo real, su agujereamiento. Es una
manera de entender, en el grafo de deseo, en el establecimiento del primer piso, el paso de S
primario –ese ser vivo mítico, previo a ser atravesado por el lenguaje–, a S: aquella S es lo Verwerfung
universal… es, a fin de cuentas, la matriz de lo que será el objeto a como causa. Es en ese sentido que
puede entenderse el término acuñado por E. Laurent “forclusión del agujero” como forclusión del
efecto de aquella primera forclusión generalizada. Es decir, la no constitución del sujeto
La lucha del autista se libra en los términos de conseguir algo que lo proteja eficazmente de ese
Otro, siempre presto a agujerear lo real, a agujerearle a él. Es de esa posición de la que parte el
autista y en ella puede quedarse… o intentar lo “imposible”. Es en ese intentar lo imposible, o
quizás simplemente gracias a encuentros que han tenido la virtud de no ser vividos como
intrusiones contra las que protegerse del todo, quEsa es la verdadera indiferenciación.
Será la incidencia del lenguaje y de estructura del otro/Otro en lo real lo que va a permitir una
diferenciación sobre lo real.
________________________(5) Como programa, todo este apartado podría apoyarse a partir del desarrollo del aparato psíquico que
Freud nos dejó en el “Proyecto de una psicología para neurólogos”, y en el capítulo VII de la
“Interpretación de los sueños”; y en una topología previa a la de “cuerdas”, una topología de puntos.
Eso puede constituir el programa para otro cometido.
Y lo que hará posible la trenza RSI borromea. No voy a entrar aquí en los avatares que exigen la
presencia del cuarto nudo para constituir el borromeo a partir de los tres registros apilados. De
momento, esto me sirve para introducir lo que me interesa, pues hay que recordar que son
suficientes tres para que el anudamiento borromeo sea posible.
En el caso del autismo la estructura de Otro puede incidir de otras maneras. A mi se me ocurre
al menos una que he podido observar en la clínica.
Queda solo situar la invención en esta trenza. El envolvimiento continuado entre S-I hace que
acaben funcionando como una sola cuerda, la del sentido. No es el momento para extenderme en eso pero de lo que da cuenta es del funcionamiento del significante, o de la frase, como
signo, y de la separación entre el intelecto y las emociones de que habla D. Williams (como
Temple Grandin...). Pero lo importante es que eso no es sin la diferenciación de un real propio
de este “sujeto”, como si esta cuerda del sentido fuera su causa. Lo que viene a actuar como
tercera cuerda es la invención del autista. En lo expuesto aquí la he tratado como cuerda que
tiene una continuidad en el tiempo en su cruce con lo real y con el sentido, pero esas
invenciones pueden tener un carácter momentáneo… Quizás aquí en el caso de una cadena
formada de esta forma sí podríamos hablar de una angustia equivalente a la angustia del sujeto
de deseo, como efecto del desanudamiento del “invento-sinthome” o bien per el desligamento
del par S-I dejando este “registro del sentido” sin posibilidad de cruzarse con lo real…
Todo esto a debatir, a discutir desde la clínica.
Sólo retomo la hipótesis de inicio: la angustia no es sin deseo. Faltaría desarrollar de una
manera conceptual estos estados de desvalimiento absoluto del autista. Esto tendrá que ser en
otra ocasión.
Será la incidencia del lenguaje y de estructura del otro/Otro en lo real lo que va a permitir una diferenciación sobre lo real.
Y lo que hará posible la trenza RSI borromea. No voy a entrar aquí en los avatares que exigen la presencia del cuarto nudo para constituir el borromeo a partir de los tres registros apilados. De momento, esto me sirve para introducir lo que me interesa, pues hay que recordar que son suficientes tres para que el anudamiento borromeo sea posible.
Queda solo situar la invención en esta trenza. El envolvimiento continuado entre S-I hace que acaben funcionando como una sola cuerda, la del sentido. No es el momento para extenderme en eso pero de lo que da cuenta es del funcionamiento del significante, o de la frase, como signo, y de la separación entre el intelecto y las emociones de que habla D. Williams (como Temple Grandin...). Pero lo importante es que eso no es sin la diferenciación de un real propio de este “sujeto”, como si esta cuerda del sentido fuera su causa. Lo que viene a actuar como tercera cuerda es la invención del autista. En lo expuesto aquí la he tratado como cuerda que tiene una continuidad en el tiempo en su cruce con lo real y con el sentido, pero esas invenciones pueden tener un carácter momentáneo…
formada de esta forma sí podríamos hablar de una angustia equivalente a la angustia del sujeto de deseo, como efecto del desanudamiento del “invento-sinthome” o bien per el desligamento del par S-I dejando este “registro del sentido” sin posibilidad de cruzarse con lo real… Todo esto a debatir, a discutir desde la clínica. Sólo retomo la hipótesis de inicio: la angustia no es sin deseo. Faltaría desarrollar de una manera conceptual estos estados de desvalimiento absoluto del autista. Esto tendrá que ser en otra ocasión.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-20246ta Sesión 27/04/2024
El adolescere de un
chico de 15 años
Teresa Serrano
Maestre
S es un paciente de 15 años con
el que llevo poco tiempo. Sus padres me solicitan verle, refiriendo que su hijo
ha dado un gran cambio inesperado, desde un poco antes de venir a vivir a
España, hace alrededor de año y medio.
Colombia es el lugar de origen
familiar donde pasa gran parte de su vida a pesar de nacer en España. Allí
"era un niño feliz, obediente y ordenado", iba a los mejores
colegios, vestía bien e iba bien peinado.
La relación empeora y se preocupan cuando abandona toda tarea y comunicación con ellos, excepto cuando pasa por esos grandes ataques de ira y agresividad donde se agita e insulta sin freno, sobre todo a la madre, quien dice que S necesita un policía para todo. Se ha vuelto un seductor, dicen, engaña mucho a la gente con su dulzura y su inteligencia, pero en casa no es para nada así.
Presume de su nuevo "aspecto colombiano". En conjunto con su nueva ropa, se rapa el pelo por los lados, se hace marcas en las cejas y dice que quiere hacerse piercings sin permiso. Piercing que me ve y que aprovecha para demandar una aprobación a la desautorización, a la que no respondo.
Trae la queja de los adultos;
asfixiantes, exageran todo como su madre, no puede poner su propia voz porque
siempre tienen que tener la razón y si no enfurecen como el padre...hace no
mucho visitó a un psicólogo en Colombia con el que no se entendió, pues le
ponía peor.
Se pregunta por qué los padres
aparentan estar de acuerdo en todo si no es verdad, pues tienen problemas.
"De hecho, esperan cosas de una familia tradicional y resulta que ni si
quiera ellos están casados. Son mentirosos".
Adora a su tía; es dulce y le comprende, y a un primo mayor, con el que se identifica. "Es un hombre bueno con pinta de malo". Aprecia mucho que este primo lleve tatuajes con nombres de la familia, sobre todo el del hermano muerto de S, que aparecerá más tarde. "Somos los negros de la familia". El nombre de S viene del hijo fallecido de una amiga de sus padres que, "por algo que viene de generaciones", no puede tener varones, sólo niñas.
Se desenvuelve bien con los semejantes, sobre
todo con chavales que en su exclusión particular, "son buenos, pero de
apariencia temible". Temía llegar a España y no ser aceptado. Ha bajado
mucho las notas, aunque las suele recuperar a última hora, y sobre todo dice
"estar traumatizado" con Lengua, pues no entiende los textos ni sus
comentarios, que le dificultan; "Me bloqueo, no soy capaz de entenderlos.
De todos modos la palabra no sirve para nada, con las matemáticas uno tiene más
éxito en la vida".
Cuenta que no se encuentra bien,
se siente frustrado y muy irritado. Hace un tiempo no habla en casa; "para
qué, si ya hablan ellos por mí. Es sólo con ellos, afuera me gusta hablar y me
hago rápido con la gente. Pero como casi no salgo, paso el día amargado, me
aislo con mis cosas, y a veces voy acumulando y acumulando por dentro hasta que
me sube no sé qué, me entra furia y estallo".
La palabra, que "no sirve para nada", no sirve para todo pero sirve al fin y al cabo y él lo sabe muy bien.
Trata de situarse en relación a
los padres: síntoma en posición a responder lo que hay de sintomático en la
esctructura familiar (representante de la verdad de la pareja. Inscripción en
la cadena).
"Hemos vuelto a España por
mí, aunque no ha sido mi decisión. Es para que yo tenga mejores oportunidades
en el fútbol. Soy muy buen jugador, pero en Colombia mi entrenador a veces no
me dejaba subir. Mi padre entonces desconfió de él, cree que está metido en
asuntos mafiosos y entonces decidieron venir aquí. Pero antes de llegar, mi
padre me advirtió que en España no iba a salir más que aquí. Esta frase no se
me olvida. Tampoco se fía de los españoles, ni de mis amigos. No les conoce,
pero piensa que todo son malas compañías y que voy a caer en las drogas y el
alcohol. Qué obsesión".
Bajo la mirada de los padres, que le acompañan a todos los sitios, entrenamientos y partidos, se suelta las zapatillas y muestra unas tácticas de juego nuevas un tanto violentas. Pero lo justo, dice, porque es su modo de hacer y está dentro de la norma, y aunque alguna vez le ponen faltas, sabe hasta dónde llegar. Lo mismo con las bandas latinas con las que coquetea. -Mis padres se obsesionan, pero yo me cuido. Me gusta saber de ellas, son grupos de gente unida, cada una por algún sufrimiento. Pero son peligrosas. Tengo amigos relacionados, me acerco, pero no me metería en ninguna.- Su relación con la ley y el juego con el límite es interesante.
Lo que dice que aprendió a querer por sus padres, ahora le angustia. Le gusta que el fútbol tenga que ver con él y con su padre, pero quisiera compartirlo de otra manera. Tener algo que sea sólo suyo, que no vayan siempre y que no le digan desde la grada lo que tiene o no tiene que hacer, pues se muere de vergüenza y de rabia. A veces se echa a llorar al salir y no hace otra cosa que caminar delante de ellos ignorándoles mientras le dicen cosas. -Desde que vengo a la consulta me salen más ganas de llorar que de ponerme violento. Menos mal que vengo, porque me doy cuenta de que no todo es cosa suya, sino mía. Ahora tengo menos ganas de gritarles-.
"No sabe salir", dice, orientarse por las calles, ni por la vida, pues todo es con padres, va junto a ellos pero ellos le llevan. -Y yo quiero separarme y encontrar quién soy, pero también me siento culpable por todo lo que hacen por mí. Siempre me han dado los objetos que he pedido y me asusta que dejen de hacerlo.-
Salen historias inéditas para él
con respecto a su infancia refiriendo que nunca había hablado de ello. De
pequeño sentía que los compañeros del cole le menospreciaban, eran de
"aspecto gringo" y él el "único" moreno de piel con rasgos
latinos. Lloraba tanto que le llevaron a un psicólogo.
Se sentía solo y lloraba. Recuerda
que es algo parecido a lo que le pasó al llegar aquí, sentir cierta vergüenza
por su diferencia, diferencia con la que hace una marca visible a su vez.
Aunque se identifica con ser colombiano y "que se note de dónde vengo", dice, a veces quiere hablar como los españoles, pero otras quiere hablar su lengua, y teme usar unas u otras expresiones pensando en la reacción de los otros, a pesar de insistir en que no le importa lo que nadie piense.
En el mismo tiempo coloca lo que
él llama su mayor decepción, la mentira que le viene a la memoria y que no
perdona.
En su niñez deseaba un hermano
para sentirse menos solo. Su madre se queda embarazada y en mitad de un vuelo
se pone de parto muy prematuro, por lo que tiene "contracturas"
terribles que le asustan. El padre no está y se las ve a solas con la madre. El
bebé nace muy grave y S le visita todos los días al hospital. Le habla y le
cuida y los adultos le dicen que se va a poner bien. Un día el hermano
desaparece y le dicen que se lo ha llevado Dios para ayudarle a ponerse bien, a
lo que S pasa años esperándole pensando que "Dios es como un Rey que se ha
llevado a mi hermano para ayudarle a vivir y algún día lo trae de vuelta".
Pasados unos años le llevan a la tumba y se topa con que su hermano está
muerto.
Aparecen otras cosas, dos
hermanos que tuvo el padre con otra mujer y que él desconoce hasta ser más
mayor.
Años más tarde, nace su querida hermana. Él ve que le pasa algo, pero dice que nadie le explica qué es y que lo descubre sólo y con el tiempo. La hermana tiene Síndrome de Down, la protege, y vigila que nadie se meta con ella. Ante toda sospecha y duda, dice, nadie respondía y sobre todo mentían
La madre, muy angustiada, en un
momento dado me pide que su marido y ella puedan verme, exponiendo de antemano
que no tienen nada que ocultarse y que está desesperada con su hijo.
Al llegar, el padre pasa por
encima algo que yo ahora no podría reproducir, pero que le entromete con el
alcohol. Al detener su decir, comenta que no ha tenido nunca problemas y pasa a
señalar a su hijo y a las malas influencias de la vida. No se fía de los amigos
ni de los ambientes y ante todo exige de él que sea un ser sincero, honesto y
feliz, da igual si matemático. Éstá enfadado porque quiere ser su mejor amigo y
este, maleducado, le dice que un padre no es un amigo y que ya tiene los suyos,
los únicos a los que fía "sus cosas interiores".
La madre, asintiendo las palabras
del marido, echa a llorar y cuenta que sufrió la muerte de un hijo y que no le
contaron a S la verdad, para al momento rectificar y decir que se lo contaron
enseguida. Les pregunto si ellos mienten.
El padre cuenta que bebió mucho y
se metió en problemas antes de nacer S, por el que dejó todo aquello. "S
me salvó la vida".
Sigue la madre: Con S hemos puesto alma corazón y vida. Si no es por él, creo que nos hubiéramos separado. No tenemos vida de pareja sin niños, me gustaría hacer un poco más.
Después de esta entrevista, los
padres ya no le llevan ni le esperan durante las sesiones.
Al hacerse responsable de su cita conmigo, alguna vez se olvida de venir. Alguna vez, me escribe un mensaje a escondidas para preguntarme si pueden venir sus padres porque necesitan un psicólogo tanto como él.
Una serie de actos,
incumplimientos cumplidos sin pasar por la palabra, vericuetos con la
decepción, la verdad y la mentira, me hacen preguntarle, ¿qué tratas de decir?
Si S sale solo con la condición
de ir a buscarle, se las arregla para no decir dónde está y volver por su
cuenta a casa. Una historia que repite en sus sesiones, es el día aquel en que
desea salir, y cuando por fin consigue autorización, se descubre que ha bebido,
por lo que le prohiben volver a quedar. Frente a unos padres que hablan de
haberle recogido en la calle al borde del coma etílico, él asegura que no fue
gran cosa, volvió a casa sólo y pasó desapercibido, pero al tiempo les sopló
que había tomado alcohol.
La distancia entre lo que el paciente dice y lo que se dice de él, es muy llamativa. A su vez esa distancia aproxima algo. No pasa desapercibida esa insistencia en la mentira.
Le duele mucho escuchar disparates sobre él. Y acaba diciendo: Mi padre tiene un trauma, porque es él...el que fue alcohólico. No yo. No había dicho esa palabra antes. Pero es esa. Mi padre dice que lo dejó por mí. Pero digo yo que eso no va así. Y mis problemas son otros diferentes, pero qué tengo yo que ver con lo suyo. Menudo peso. Yo lo que soy es un vago, pero no un borracho.
En la medida en que se puede
distanciar y esbozar algo de su diferencia, va desde el amor y el odio al otro,
a hablar de la búsqueda de un orden personal que se ha visto incapaz de llevar.
Se dedica a querer saber cosas de él en las que "nunca se había
fijado"; por qué molesta a sus padres, por qué le da pereza ir al fin de
curso, la importancia que le da al pelo, que arregla con esmero y deja de
marcar, su relación con las chicas y el amor, cómo le cuesta entender a las
mujeres y lo mucho que sufre cuando se separa de alguna. Le es complicado tener
novia y no poder hablar con otras, porque un hombre no hace eso. Dice que es un
"ojo alegre", eso en Colombia significa que le gustan todas, sobre
todo las blanquitas, diferentes, pues el "chocolatito" es él. Esos
ojos que se le enrojecen repentinamente en el momento menos esperado y por lo
que se pregunta fuera de la medicina.
Piensa que quizás puede dejar la idea del matemático y ser médico. Por todas las cosas que le han pasado y un infarto paterno que toca con rapidez, le ha dado por investigar "las cosas del corazón".
A S le queda un buen camino por recorrer. Yo le compaño a pasar la angustia por la palabra para que, quizás, encuentre cómo arreglárselas con eso que es el uno entre otros, aunque aún no lo sepa.
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5ta Sesión 16/03/2024
La angustia en Herbert Graff.
Trinidad Sanchez-Biezma de Lander.
Tomo
como referencias: El historial de Freud. El seminario 4 de Lacan. La entrevista
a Herbert Graff, Memoria de un hombre invisible. El escrito de Max
Graff: Reminiscencias del profesor Sigmund Freud, además de una
entrevista a Max Graff que permaneció clasificada en los archivos de la
Fundación Freud, y que vio la luz no hace mucho.
Si
el análisis en general le debe mucho a la histeria, el análisis con niños debe
otro tanto a Hans. La cura de este niño marca dos particularidades: la
preexistencia de la transferencia de la familia del niño con Freud, y el lugar
del SsS que el niño otorga a su padre, dejando al Profesor el lugar de
supervisor. El Profesor, como Hans llamaba a Freud, solo vio una vez al niño
durante la cura.
Recordemos
que este es un momento importante. Estamos 1905 en los albores del
psicoanálisis y Freud comienza a descubrir lo que luego sería uno de los
grandes escándalos de la época: la sexualidad infantil. Cuando comienza a
trabajar en Tres ensayos para una teoría sexual, le pide a sus amigos y
alumnos, reunir observaciones en tormo a la vida sexual infantil y así tener
pruebas precisas sobre su teoría
En las observaciones hechas por Max Graff durante el análisis de su hijo, se confirman las hipótesis sobre la sexualidad infantil perversa polimorfa, obtenidas por Freud en donde explica las características de estas inclinaciones sexuales de los niños. Dirá: La disposición perversa polimorfa…se da porque no hay diques o, están en formación los diques anímicos contra los excesos sexuales: la vergüenza, el asco y la moral.
Cuando
Herbert Graff visita a Freud en 1922, es un apuesto joven de 19 años. Sorprende
a Freud cuando dice que al leer el historial lo sintió ajeno, solo la palabra
Gmunden le resultó familiar. Es en Gmunden cuando comienza todo.
En
verano de 1906 Hans pasa sus vacaciones con su familia en Gmunden. Para ese
momento su madre estaba embarazada de una niña que llamarán Hanna. Este
embarazo va a marcar en el niño los significantes que luego recordará cuando
lea el historial escrito por Freud. Un año antes de su muerte, Herbert se
asombra ante la persistencia de un recuerdo musical: la ópera de Sigfrido de
Wagner, en la que aparece una frase que le insiste: ¡Ay, cómo yo hijo,
quisiera ver a mi madre! La visión del cuerpo de la madre embarazada hará
crecer en el niño el deseo de tener hijos. La angustia y posterior fobia van a
surgir en el verano de 1906 con el embarazo de la madre y el posterior
nacimiento de su hermanita.
Me
pregunto: ¿qué queda del mito cuando se ha olvidado casi todo?
Freud
subraya que es conveniente separar la angustia de la fobia, una viene en
auxilio de la otra. El miedo es más tranquilizador que la angustia. El miedo no
se considera un elemento primitivo en la estructura de la neurosis. En el
conflicto neurótico el miedo interviene como un elemento que defiende,
destacándose el contra algo completamente distinto, que por naturaleza
carece de objeto a temer, a saber, la angustia es sin objeto.
El
niño fantasea con el falo, de repente su pene cobra vida, se convierte en algo
autónomo, algo real y sobreviene la angustia. ¿En qué se encuentra Hans?, entre
la pulsión que es real y el juego imaginario con la madre. Lo real de su pene
va a introducir una discordancia entre ambos. Hans se sumerge en la angustia
del enigma del deseo de su madre, con, digamos, un padre desfalleciente: un
buen tipo, lo mejor que puede haber como padre - dirá Lacan.
Este
caso enseña muchas cosas, una de ellas es la carencia y al mismo tiempo la
presencia del padre; carencia del padre real, presencia en forma del padre
simbólico, invasivo, pero no separador. Si todo esto puede intervenir en el
mismo plano es porque el objeto en la fobia tiene la posibilidad de sostener
cierta función faltante o deficiente, ante la cual, el sujeto sucumbiría de no
surgir en este lugar la angustia.
El
goce del órgano aparece y sumerge a Herbert en una profunda perplejidad, como
algo ajeno a su control, como otro cuerpo y a pesar de que viene a inscribirse
como goce fálico, no podemos pensarlo como una significación general; queda un
resto por fuera de la simbolización y es el hecho de la simbolización misma. No
hay nada parecido en la niña, ella se enfrenta a un goce sin representación
corporal que aparece como ausencia, sin representación. Goce no limitado que no
lo vincula a la pareja sexuada, sino al S(A) tachado.
A
la niña según Freud, le cuesta mucho más entrar en la realidad de lo que ocurre
en su vientre en una dialéctica de deseo que le resulte satisfactoria. Esto es
debido a su falta de falo. Pero la razón
que explica por qué es así, no se puede definir de nada originario, de una
disposición fisiológica cualquiera. Hay que partir de la existencia de un falo
imaginario
(Lacan S4. p.193)
Si
esto es así es porque el falo imaginario desempeña un papel significante de
primer orden. El significante no lo va inventando cada sujeto de acuerdo con su
sexo. El significante existe, aunque el papel del falo como significante es
subyacente porque hizo falta el psicoanálisis para descubrirlo, pero no por
ello es menos esencial.
Cuando
hablamos de erección en el niño, decimos que es un acontecimiento de cuerpo,
que además aparece en un momento en donde el sujeto está sin palabras. En la
niña no hay rastro de esto. Si tomamos a la Piggle, el famoso caso de Winnicott
como ejemplo, recordaremos que el Babacar está por todas partes, es una forma
de nombrar de la angustia. Mientras que Herbert hizo una fobia, Piggle hizo
palabra. Babacar es una palabra fuera de sentido y fuera de la lengua
familiar. Es podemos decir, la palabra misma de la opacidad enigmática del
Otro.
Para
hablar de fobia hay que poder diagnosticar una experiencia inédita de goce que
el sujeto previamente rechazó, temió. Además, podemos aplicar a la fobia la
afirmación según la cual el síntoma viene de lo real, de lo real del primer
gozar que, como cualquier otro real, es lo que subsiste fuera de la simbolización,
pero que alguna manera solicita la simbolización. En otras palabras, la fobia
es respuesta sintomática al traumatismo, tal y como Freud lo define el 1926, a
saber, un acontecimiento frente al cual el sujeto se encuentra sin recursos.
Sin recursos contra el poder de un real que se impone.
Freud
afirma que todo lo que dijo en La interpretación de los sueños y en tres
ensayos. es perfectamente coherente con la clinica de este caso, y añade: es
importante tomar en cuenta que en un numero grande de casos el saber sexual es
despertado por la llegada de un hermanito. La angustia de que venga un hijo más
tiene desde entonces un sitio en su pensar consciente. Herbert expresa sin
demora su deseo de muerte de Hanna, ya que, como el padre, ella también le
quita a la mamá.
Aclara más adelante que Herbert en lo inconsciente, y en total oposición a la cigüeña de Paris, ha sabido de donde vino la niña y donde estaba antes de su nacimiento: esto dice Freud es una pieza inconmovible del caso.
Sigamos
con la historia.
Sabemos
que Max se casó 3 veces, la primera con Olga madre de Herbert. Es Olga quien le introduce en el círculo de
Freud. En un momento de su relación con Olga le pregunta a Freud si se podía
casar con ella. El Profesor responde: Cásese, Lo que sucederá solamente es
que usted encontrará placer. Placer no tuve…después de cada, digamos noche de
amor, temprano en la mañana Olga padecía de un acceso depresivo.
Max
refiere una anécdota interesante. Cuanta que el uso de la letra H como inicial
del nombre de sus hijos no era casual. Tenía verdadero embrujo por esa letra
que dibujaba constantemente. Esta fascinación marco la elección del nombre de
sus hijos: Herbert y Hanna. La H inicial venía del nombre de su prima Hedwing
de quien había estado muy enamorado en la adolescencia. Podemos preguntarnos,
incluso pensar si algo de ese amor perduraba todavía en la edad adulta. No es
casualidad, continua Max, que su propio padre, hombre tirano y agresivo, tanto
como su abuelo se hubieran casado con primas. En este contexto familiar es
donde nace Herbert.
En
1942 en su artículo Mis reminiscencias del Doctor Sigmund Freud, Max Graff
dice: Freud tenía un papel entusiasta en los acontecimientos familiares de
mi casa, a pesar de que yo era un hombre joven y Freud era ya de edad avanzada
y sus negros cabellos comenzaban a encanecer. En ocasión del tercer cumpleaños
de mi hijo Freud le trajo de regalo un caballo de balanceo, lo llevó hasta
arriba por los cuatro tramos de escalera que conducían a mi casa.
¿Me
pregunto si es este el origen de la imaginería del síntoma fóbico? El don del
padre trasmitido a través del abuelo Freud. Esto sería verdaderamente claro si
el mismo Max no hubiera dicho en 1952 que: Quiero completar la descripción
de Freud con algo que era característico de él. Después de que el niño
había sido curado y fue su cumpleaños, Freud vino a nuestra casa y cargo bajo
su brazo, subiendo cuatro tramos de escalera, un caballo de madera de balanceo
como regalo para el niño.
La
misma historia, pero con una diferencia. En la primera de 1942 el caballo es
regalado por Freud antes del brote sintomático, a los 3 años, en el segundo el
regalo se hace a los 5 años, una vez que el niño ha superado el síntoma.
Presagio y don significante de Freud para la simbolización del pequeño Herbert,
o bien testimonio, trofeo del dominio del niño sobre el significante caballo.
Pero lo que, si nos queda claro y es verdaderamente lo importante, es que es
Freud quien proporciona el significante al niño. Lo que permanece inaccesible
para Freud, es su implicación afectiva, primero de un padre para su discípulo
ofreciendo el caballo en el lugar de la causa.
Max
Graff también había consultado, y seguido el consejo de Freud sobre la
identidad del pequeño, respecto si sería adecuado educarle como judío. La
respuesta de Freud fue; Déjelo crecer como judío pues si los judíos son tan
oprimidos que deben luchar tanto y producir el doble que los otros, usted le
sacará a este chico mucho de esta energía. ¡Le hará bien crecer como judío!
(Max 1942)
La relación Freud-Graff se fue deteriorando. Y cuando intente, en una conversación con el Profesor Freud, encontrar un puente entre su teoría y las del Profesor Adler, me retó de manera enérgica diciéndome. O bien usted lo acepta o no. Eso me dio la impresión de que mi tiempo había terminado. Y así no fui más a las sesiones de la Sociedad psicoanalítica (Max 1952)
Para
entretener al niño en la última temporada han ido varias veces al jardín
zoológico de Schönbrunn. El padre le dibuja una jirafa y el niño le dice. Píntale
también la cosita. El padre responde: píntasela tú mismo. El niño
agrega a mi dibujo un pequeño trazo al que luego agrega otro, observando que la
cosita es más larga (Freud 1909-1969)
Vemos
que cuando el niño le demanda una intervención ordenadora, pidiéndole el esquema
de un trazo distintivo que organice su mundo, y poder desde ahí proseguir su investigación
sexual recién iniciada, el padre se sustrae. Max no intervenía, solo se quejaba
del exceso de mimos que la madre prodigaba al niño.
Para
Lacan el deseo de la madre incide desde el inicio de la vida del sujeto. El
infante humano es una criatura prematura ya que, a diferencia de otros
animales, no posee los recursos para sobrevivir sin necesitar de otro que le
ayude. Ese Otro, en la mayoría de los casos es la madre o quien cumpla su
función. Debido a su profundo desamparo inicial está a merced de ella, ella por
encarnar al Otro primordial. Como dice Lacan en sus primeros años de vida: el
niño empieza como súbdito. Es un súbdito porque se experimenta y se siente de
entrada profundamente sometido al capricho de aquello de lo que depende (Lacan
1957-58)
La
madre por su parte, debido a su propia travesía edípica y, sobre todo, tras
haberse enfrentado a su propia castración, ubica al niño en el lugar del falo
imaginario que le falta; de aquello que la completa temporalmente. Aquí está la
pista del deseo de la madre. Nos dice Lacan que: si la mujer encuentra en el
niño una satisfacción, es precisamente en la medida en que halla en él algo que
la calma, la sutura.
Oye
hoy he pensado en dos cosas. La primera que he ido contigo a Shönbrunn, al
sitio en donde están las ovejas, y nos hemos metido por debajo de la cuerda.
Luego se lo hemos dicho al guarda que hay que hay en la puerta y nos ha cogido
presos. La segunda cosa se me ha olvidado (Freud 1383)
Cuando
el día anterior habían querido pasar al sitio de las ovejas habían encontrado
el paso cerrado con una cuerda, El niño se había sorprendido mucho que una
simple cuerda les impidiera pasar, a lo que el padre le dijo, que las personas
decentes no lo hacían y que el guardia podía llevarlos presos. La invitación
del padre es aguantarse y esperar, porque si no lo hacen se encontrarán con el
guardia de sus cuerpos. Freud ocupará ese lugar y su intervención permitirá la
aparición de una fobia.
Las
fantasías de transgresión invitan al padre a emitir un enunciado que desde el
lugar del Otro aclare y contenga al niño. Max no responde a esta invitación y
se mantiene en la posición de observador apelando con sus notas a Otro, a Freud
de quien espera una solución, ante el desconcierto que le proporciona su hijo
Max,
el bueno de Max da pocas oportunidades a su hijo para que le cuestione. Es
Freud en la única visita que ambos le hacen, quien le señala a Herbert que es
su padre el objeto de su miedo y también de su hostilidad, enmarcando así la
escena en la que se tendrá que superar su miedo, su fobia, pero no su función
fálica. Freud apelando al mito le dice al niño: Mucho antes de que vinieras
al mundo sabía yo que iba a nacer un pequeño Hans que querría mucho a su madre
y por ello mismo tendría miedo a su padre y se lo había dicho así a este último
(Freud 1909)
Max
inscribe su nombre junto al Maestro como coautor del historial: Señor
profesor, le envió la continuación del historial de nuestro pequeño Hans. Un
capítulo muy interesante. Recordemos que Herbert fue bautizado como Hans
para el historial, lo que nos confirma que había escuchado a Max a la letra. La
letra H le resultaba fascinante desde entonces. Freud le escucha al pie de la
letra y nombra al hijo que Max Graff le ofrece con la letra que cifra lo
incestuoso de su deseo, Hans.
Cuando
Lacan en el seminario 4 habla de la hora H. Me pregunto, ¿sabría acaso el valor
que esa letra tenía para Max, el padre del niño? El nombre con el que bautiza
Freud al niño: Hans no deja de incluir la H de sus amores y de su orgullo. Pero
no es menos cierto y hay que destacar el fino oído del Profesor del deseo
insatisfecho del Padre.
Como
base de la perturbación nerviosa -dirá Max- es la sobreexcitación sexual debido
a los mimos de la madre. El miedo es que el caballo le muerda en la calle. La
perturbación comienza a los 4 años y medio con ideas angustiosas y su devoción
por su madre a quien le requiere una y otro vez que le toque la cosita.
Cuando
el niño construye el poema de las jirafas (a mi entender esto no es un fantasma
en un poema), Freud lo llama -GIRAFFENDICHTUNG- Max, el musicólogo, es sordo al
sonido que, liberado de la significación, modula las notas de su patronímico.
G(i)raff. Pero esto no lo escribe Max, sino Freud.
Había
en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada y la jirafa grande
gritó que yo le había quitado la jirafa arrugada. Entonces ella dejó de gritar
y entonces yo me senté encima (1909).
Lacan
en el Seminario 4 (p 198), dice que esto es interpretado en forma errónea, sin
embargo, se ve bastante bien de que se trata. Si Hans arruga la jirafa
pequeña y se sienta encima. A pesar de los gritos de la jirafa grande, que es
indiscutiblemente la madre, solo con eso, ¿no queda ya bastante claro?
Si
estamos progresando así, hacia atrás, trazando etapas que se sucederían en una
línea de desarrollo, solo es en apariencia. Lo interesante es que se trata de
captar lo que, interviniendo desde afuera en cada etapa, reordena
retroactivamente lo que se había esbozado en la etapa anterior,
Desde
el inicio de su neurosis infantil vemos que el padre se adelanta como
representante de la realidad, del orden y el niño le responde con una
proliferación imaginaria que se sostiene de una profunda incredulidad. El mismo
advierte que no solo se puede jugar con la realidad, sino que puede también
convertirlo en papeles arrugados. La pequeña jirafa arrugada es el primer
indicio de solución y aquí, el niño nos dice que aprendió como se puede jugar
con las imágenes.
No
solo lo sabe ahora, sabe que puede hablarlo. Cuando su padre dice si está bien
o está mal, el responde: no importa aun así está bien porque se lo podemos
mandar al Profesor. Se trata no solamente de hablar, sino de hablarle al
Profesor. Lacan dice aquí que sería asombroso que no nos diéramos cuenta en
este caso de lo precioso y eficaz del análisis.
Se
trataba para Herbert de pasar de lo imaginario a lo simbólico por medio de un
trazo de escritura, hacer acceder la imagen al rango significante. Servirse del
padre arrugado, ese pedazo de papel, transformándolo en símbolo de jirafa,
hacer lo que pueda para solicitar de su padre que le garantice que se puede
hacer lo que uno quiera con el dibujo de una jirafa. Se trata para él de
validar el valor de cambio del significante. Se trata del mismo registro de, lo
que el niño manifiesta por medio de bufonadas: querer no es hacer y hacer no es
querer.
Cuando
consulta del 30 de marzo Freud le plantea el Edipo al niño. Voy a contarte
esa gran historia que inventé y que sabía antes de que tu vinieras al mundo. Un
día iba a venir un Herbert que quería demasiado a su madre y que por esta razón
detestaría a su padre. El niño le dice a Freud. Es muy interesante, es
muy excitante, que bien que está, desde luego tiene que haber hablado con el buen
Dios el Profesor, para que se le haya ocurrido semejante cosa.
No
se trata de que esta conversación diera fruto a la primera, pero se trata de
que haga efecto en el inconsciente y haga surgir el UNBEWUSSTEN (inconsciente),
PRODUCTIONEN (producción), VORZOBRINGEN (novedoso), permitiendo así que se
desarrolle la fobia. Freud no espera que Edipo produzca inmediatamente sus
frutos, pero que ayude a la fobia a trazando sus vías significantes.
Hay
un enfrentamiento otra vez entre Hans y su padre cuándo le pregunta ¿Por qué
estás tan celoso? El padre del niño responde que no lo está. Pero debes
estarlo, dice el niño. Este encuentro con el padre, más bien con su
carencia, muestra la posición paterna que podemos decir, brilla por su
ausencia. A la mañana siguiente Hans busca al padre y le dice que ha ido a
verle porque tenía miedo, específicamente tenía miedo de que el padre se
hubiera ido. El padre le pregunta: ¿cómo podría ocurrir algo así? Aquí vemos
Miedo del niño y ausencia del padre que produce una cristalización de la
angustia.
Lacan
dirá en este caso, un significante va a soportar una serie de desplazamientos
metafóricos, va a cambiar las permutaciones del significante y va a reorganizar
lo real de otra manera. Toda esta dinámica del significante que el padre pasa
por alto hará caer progresivamente su posición de SsS, e irá pasando de jirafa
a bañera, y de bañera a fontanero. Lo imaginario ayudará al niño en su pasaje
edípico para llegar a una especie de imagen congelada de un último fantasma.
Si
el Nombre del padre es un síntoma, es un síntoma llamemos normal que no impide
que pueda ser patológico. Lacan dirá en este seminario que Hans elabora un
Nombre del Padre.
El
hilo conductor del seminario 4 desde su inicio, diría que se trata de las
consecuencias clínicas terribles de la sexualidad femenina, en tanto que cada
sujeto es hijo de una madre. El deseo de la Madre con D mayúscula no es el
deseo relativo a la demanda, que es el desfasaje entre significante y
significado. El Deseo de la Madre se refiere al deseo de la madre como mujer.
Se refiere a la castración femenina, o sea la Madre con una falta, no la falta
de ser, sino la falta en el tener, falta de objeto.
La
madre lacaniana responde a quaerens quen devoret (San Pedro. Epístolas
1,5,8). Después toma el cocodrilo con las fauces abiertas. El elemento
devorador, la relación oral con la madre como devoración. Devorar a la madre y
ser devorada por ella.
En
el complejo del caballo, el elemento que le parece a Lacan merecer un matema,
es la mordedura, a tal punto que lo
indica con m. Nada indica que Hans tuviera miedo al caballo antes de la
fobia. Había visto caballos, los observaba, le interesan mucho, pero un día
dijo. Tengo miedo al caballo. Así que no podemos decir que hay primero un miedo
y luego un objeto del miedo nombrado. Hay angustia, un objeto que interesa por
distintos motivos y luego el objeto se convierte en el nombre de su angustia.
Hay
muchas transformaciones, pero la que me parece central es la de la mordedura de
la madre en el desmontaje de la bañera. ¿Cómo lo dice Lacan? Dice que el
desmontaje, la bañera de Hans en ese momento es desmontada, es casi lo que
encarna el pasaje de lo imaginario a lo simbólico. Como lo dice en el seminario.
No es lo mismo morder a la madre, tener miedo de su mordedura que encarna el
caballo, o desmontar a la madre, de tal manera que ella entre en el sistema
como un elemento movilizado equivalente a los otros.
La
transformación de la mordedura en desmontaje de la bañera. La madre de potencia
opaca, amenazante, que se va y viene, y que con ella se va toda la casa (el
miedo de Hans), ese irse amenazante de la madre se transforma en desmontaje de
un aparato que no es toda la casa, que es esa bañera que le da el lugar a él
-porque como nota el niño, en una bañera que él quiere que su culo se puede
encajar exactamente.
Particularmente
pienso que el S4 es un seminario sobre la sexualidad femenina, y es tan así que
podemos decir que el psicoanálisis con niños es la sexualidad femenina. Y no se
trata de la de la mujer en relación con su goce, se trata de la mujer en
relación con el falo; es decir, con el significante del falo que hace de ella
un ser en falta. Y hay por supuesto una relación entre esa falta fálica y el
suplemento de goce que Lacan ubicará muchos años después. Este seminario es
también un seminario sobre el niño en la medida en que el niño es la solución a
esa falta femenina. Freud mismo no introduce al niño sino como sustituto del
falo que falta, y un sustituto insuficiente.
Entonces
al lado de la metáfora paterna podemos escribir la metáfora infantil de la
mujer, que es otra forma de la equivalencia freudiana niño/-phy y que está de
acuerdo con el estatuto que Lacan le dará tiempo después al niño como objeto a;
aunque quizás se ve mejor si se escribe: niño como sustituto de la falta
fálica: Ñ/-phy. De tal manera que la cuestión es saber cómo el niño descubre
que no es suficiente para colmar el agujero, como descubre que el partenaire de
la madre como mujer es su falta, es decir, la falta del falo. Esto es lo que
ordena la investigación de Lacan. Se pregunta en detalle, como puede el niño
descubrir la relación de la madre con el falo y con su propia falta.
La
construcción fantasmática irá pasando de jirafa a bañera, y de bañera a
fontanero. El pasaje edípico terminará en una especie de imagen congelada que
podemos decir es su ultimo fantasma. No sin los anteriores. La desaparición del
síntoma estará ligada con el final de la cadena, bajo la forma de una historia
articulada: la castración como tal. El fontanero viene y le quita el órgano y
le pone una más grande y lindo. Hans inventa la castración a partir de una
positivización de su imaginario.
El
30 de abril juega con sus niños imaginarios y dice: antes yo era la mamá,
ahora soy el papá, la madre de mis niños es mi mama y papá es el abuelo.
Freud cuenta, todo queda solucionado, el pequeño Edipo ha encontrado una
solución más feliz…en lugar de hacer desaparecer a su padre, le otorga el misma
dicha que él pide para sí, lo eleva a la categoría de abuelo y se casa él mismo
con su madre.
El
éxito sintomático es innegable, aunque deja subsistir una confusión de
generaciones y de funciones; él y su padre quedan cada uno con su madre, como
si interpretara con esta invención, el fantasma edípico del padre, resistencia
del padre analista a su propia castración.
Ya
en 1922, Herbert de 19 años, luego de reconocerse y desconocerse a partir de
lugares y fechas al leer el historial freudiano, decide visitar al Profesor
Freud. No recordé nada de esto hasta años más tarde cuando me encontré de
casualidad con un artículo en el estudio de mi padre y reconocí alguno de los
nombres y lugares que Freud había conservado sin modificación. En un estado
emotivo, visité al gran Doctor en su consultorio de Berggasse 19 y me presenté
como el pequeño Hans. Detrás del escritorio Freud se asemejaba a los bustos de
los filósofos griegos con barba, que había visto en la escuela. Se levantó y me
abrazó afectuosamente diciendo que no podía desear mayor vindicación de sus
teorías que el ver al alegre y saludable joven de 19 años en que me había
convertido. (Herbert 19729)
Desde
luego fue un análisis logrado. Se logró levantar el síntoma fóbico y apostaría
aún que el principal logro es la amnesia de Herbert, esa amnesia que le
permitió construir su propia historia y construir además una historia con su
padre que no pasa por Freud.
Herbert
habla de su padre en estos términos. Un hombre en verdad extraordinario, el
más extraordinario que he conocido…Se sentía igualmente cómodo en la filosofía
y en la ciencia y estaba perfectamente capacitado para hablar de matemáticas
con Einstein, lo cual hizo cuando se encontraron en los estados Unidos. Fue un
hombre universal, pero al mismo tiempo un auténtico vienés en todo sentido:
sabia como disfrutar un vaso de vino y de la compañía de mujeres bonitas. Una
de mis imágenes infantiles más vividas es la de verle en el estribo atestado de
gente en el tranvía, yendo al partido de fútbol el domingo el Hohe Warte, con
una mano en la banderilla y con la otra empuñando su libro más preciado, una
copia muy usada, llena de anotaciones, de la Crítica de la razón puta de Kant.
(Herbert 1972)
Herbert
Graff se convirtió en un creador en el campo de la música -en toda la extensión
de la palabra creador. Según la entrevista del padre con Eissler, desde los 2
años Herbert cantaba y es en el mundo de la ópera donde debutará como cantante
en 1925, para después ejercer, hasta el fin de sus días en 1973, la profesión
de maestro director de escena de ópera, campo en que es reconocido como un
creador absoluto. Un creador que revolucionará el mundo de la puesta en escena.
Y ciertamente fue un padre. Tuvo 2 hijos, Werner y luego una niña, Hanna
Katrina, como si hubiese resurgido de esa afirmación que le da el niño al padre:
yo tendré mi propia Hanna.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
5ta Sesión 16/03/2024
De la angustia de un niño a un “deseo motorizado”
Verónica LobosForo Psicoanálisis NOA-Argentina
La función de la angustia…
función medianera, en el medio, entre el sujeto y el Otro; se sitúa en la
hiancia entre el deseo y el goce, porque es con la angustia que el sujeto puede
acceder a su deseo y a inscribir su goce en su deseo. Desde esta viñeta clínica
que hoy comparto, podemos entre todos pensar algo de esto…
Una madre acude a la primera entrevista
obligada por la escuela, por dificultades de aprendizaje de su hijo, al que llamaré
de modo ficticio Motero. Relato breve de la constelación familiar: “Motero” tiene
7 años y una sola hermana, que es su melliza. El padre trabaja muchas horas fuera del hogar
y desde un primer momento esta madre me advierte que no va a concurrir al
espacio porque “no cree en los psicólogos” por un lado y por otro, en la
organización familiar es ella quien se encarga de todas las actividades de sus
hijos y de las decisiones. Su marido no participa ni toma decisiones en nada de
eso. De esto puede inferirse que no aparecen espacios de intimidad que queden
por fuera de la mirada de esta madre. Con “Motero”, funcionaba aún como lo que
Colette Soler llama “la policía del cuerpo”: intervenía en sus rutinas de aseo,
disponía su vestimenta, etc. Un dato relevante: esta madre trabaja en la
escuela a la que asisten sus hijos, cuyo dueño es un familiar de esta vía. Eso
hace que el espacio “escuela”, espacio de separación del mundo familiar de todo
niño, no funcione de esta manera en estos niños; en la institución escolar esta
madre funciona de la misma manera: sin posibilidad de ausencia. La escuela va a
ser un espacio donde se “redobla” lo “materno”, con su marca; está en todo lo
que les pasa a sus hijos: las notas, las peleas en los recreos, los llamados de
atención de los docentes. En especial con Motero a quien considera “muy
dependiente de ella”.
Se presenta muy angustiada por su
hijo y por sugerencia de las docentes de Motero. Relata dos aspectos en lo
escolar que son los que llaman la atención a los docentes:
-
Lo
principal una barrera importante en el área de lo escolar, no estaba abierta la
puerta al saber: a Motero le costaba aprender. Con muy bajo rendimiento, alcanzaba
mínimamente los contenidos establecidos para su nivel de escolaridad (apenas
había logrado el acceso a la lectoescritura estando ya en un 2° grado); lo que
preocupaba a los docentes, quienes en el último tiempo deslizan algo de un
retraso intelectual.
-
Esto
se acompañaba con dificultades en la integración con sus compañeros. Víctima de
burla, Motero reaccionaba con enojos y trompadas. Angustia bulliciosa ésta,
para la institución, que no tan sólo obstaculizaba los aprendizajes primordiales,
sino que dificultaba el lazo con sus pares.
Desde el discurso materno había
una queja fuerte al desinterés de Motero y la negación frente a todo lo
escolar. Mutismo, desinterés, apatía, que sólo desaparecían cuando se sumergía
en el mundo de los videojuegos, que se habían vuelto una “adicción” (expresión
materna ésta) a los que dedicaba muchas horas, a pesar de los controles de los
adultos.
Una última cuestión que también
angustiaba a esta madre, aparecía en el orden del cuerpo: comía en exceso,
vorazmente, lo que lo había llevado a un aumento de peso en el último tiempo. Se
conformaba así un circuito que sólo profundiza su lugar de “excluido” del grupo
de pares: era el “gordito”, bueno para nada en los deportes. ¿Una fórmula de la
angustia para este niño? Comer,
engullir, tragar, en exceso: ¿para no ser devorado?
De las entrevistas preliminares
con esta mamá, estos síntomas de Motero la angustiaban mucho, en especial lo
que no “arrancaba” en lo escolar. Era necesario, en este primer momento, una
interrogación del padre de este niño, puesto que el discurso materno marcaba un insistente no
lugar a ese padre real. Enlazada
a ésta, una segunda pregunta, de la excesiva presencia materna, ¿Como lograr su
corrimiento para dar lugar a este niño? Motero aparecía como un objeto precioso
que no quiere soltar. Interrogantes que direccionaron una primera intervención:
buscar acotar las intervenciones maternas ya que esa madre se encontraba en
todos los espacios del niño.
La entrada en transferencia de Motero
no fue fácil: en un primer momento se mostraba molesto a concurrir al espacio y
se negaba a toda propuesta de la analista. No se interesaba por nada de lo que
le ofrecía en el consultorio: ni juegos, ni cuentos, ni el dibujo; nada parecía
“convocarlo”. Ante su desinterés, luego de varias sesiones con tantas
negativas, una propuesta simple, acompañada de una pregunta, que buscaba
escuchar a ese niño: - No hay problema, no se juega a nada que no quieras jugar,
¿qué es lo que te gusta hacer? Su respuesta: - Algo que no tenés, a mí me
gustan los videojuegos. Le propongo para la sesión siguiente traer al espacio
analítico su tablet y con ella sus juegos virtuales. Me detengo aquí: esta propuesta
no es habitual, habla de la flexibilidad técnica que se nos impone en la
clínica con niños. La hipótesis de la analista: el elemento tablet funcionaba
al modo de objeto-refugio; un dispositivo que
le posibilita distancia a este niño. Creaba
un espacio privado que recusaba la otredad. Función del gadget, que taponaba la
hiancia de la angustia. Incluso en un primer momento,
todos los juegos que me mostraba eran solitarios. Para Motero parecía
imperioso replegarse en un territorio clausurado, a
distancia de un Otro cuya presencia era agobiante. Luego de un tiempo,
su relación con lo virtual avanza de juegos solitarios a juegos en líneas con
varios jugadores, que le permitió de a poco hacer “amigos virtuales” con los
que se encontraba en días y horarios fijos. Este juego compartido fue un avance
en el lazo con los pares: una negociación constante en cuanto a la asignación
de roles, el respeto al juego reglado y la construcción de la trama lúdica. Un primer movimiento que posibilitó cierto acotamiento y modulación
de su encierro.
Los juegos virtuales que traía Motero
a las sesiones fueron la vía de entrada a la transferencia. Es sólo a partir de
esto que este niño empieza a hablar en sesión.
Luego de un tiempo, una sesión
marca algo distinto: una apertura a la interrogación de este niño, a algo de su
demanda. Un relato que trae donde muestra un lugar que lo dejaba angustiado e
inmóvil. Hasta ese momento su ubicación en la escena familiar lo ponía en el
lugar de “niño mimado”, objeto preciado materno. Con la entrada en la
escolaridad algo cae, y su lugar aparece enlazado al “lugar del tonto”. Su
melliza obtenía buenas notas y avanzaba en el aprendizaje, él no. En esa sesión relata una pelea con los
compañeros donde le dicen: - “Sos un tonto, estás en la escuela y te aprueban
sólo porque sos el familiar de la dueña del colegio”. “Tonto”, significante que
insiste y resuena, que se enlaza a lo escolar y por lo tanto a lo familiar, ya
que la escuela no dejaba de ser familiar. Un significante que lo deja
petrificado. Momento de opresión angustiosa, de suspensión. “Ser un tonto” abre la pregunta sobre su ser en el deseo del
Otro. Reducido a un objeto enigmático. ¿Qué soy para el Otro?, ¿qué soy en el Otro?;
interrogantes que sólo pudieron aparecer con la entrada en la escolaridad.
Hasta ese momento, la orientación
del tratamiento había sido el de todo movimiento que posibilite mantener al
otro materno, que se mostraba siempre invasivo, a distancia. Pero los tropiezos
en el aprendizaje en Motero continuaban y nuevamente esta madre es convocada
desde la institución; pide muy angustiada nuevamente acudir al espacio. Esa
sesión marca el despliegue de un elemento que se había ocultado en las
entrevistas iniciales: el embarazo de estos niños había sido mediante donación
de esperma, al descubrir al poco tiempo de casados la imposibilidad orgánica de
tener hijos de su esposo. Ella desespera al enterarse, insiste con la
maternidad y su esposo la acompaña en la decisión. Recurren a la ciencia y en
el procedimiento queda embarazada de mellizos. En su relato se infería una
construcción fantasmática: esos hijos eran suyos, puesto que el hombre que
tenía a su lado no había aportado la genética. Sesión donde se revela algo de
lo familiar en tanto que núcleo de goce. La entrada en la escolaridad de sus
hijos había puesto en el centro de la escena lo fantasmático del origen y con
ello las preguntas: ¿qué debo contar a estos niños, deberían saberlo? Y la que
más insistía: ¿qué padre para mis hijos?: el donante de la genética o el que
decidió acompañarla en la decisión. Estructura de la angustia, que no se aleja
de la estructura del fantasma. Posición fantasmática del otro materno que había
“capturado y atrapado” a este niño. Petrificado como estaba en el “ser tonto”,
no se le permitía movimiento. Lo familiar,
como signo de aquello que Lacan llamó “goce del Otro” en una doble vertiente:
la del fantasma y la del saber.
Se
hacía necesario propiciar un lugar para que algo de la
transmisión intergeneracional, ese “real irreductible”, del que Lacan habla a J. Aubry en “Nota
sobre el niño”, se abra paso en el juego; con la entrada de algo del
orden de lo paterno: un padre… que ponga coto al arbitrio materno, regulando la
ley incontrolada de la madre. Esto fue posible a través de un elemento que operó
como significante de puerta de entrada al universo de lo paterno: las motos. En vísperas de un día de
sesión de este niño, su madre me escribe; me informa que en esa oportunidad y
por primera vez se iba a encargar del traslado su esposo (ya que ella estaba
enferma). Motero había insistido que no lo ausente de su espacio, quería que
nos encontremos. Observo al recibirlo que Motero llega con su papá en una moto
(incluso demora unos minutos en sacarse el casco y lo mismo a la salida donde
se toma su tiempo para colocárselo). Esta contingencia fue la posibilidad de
trabajar con algo por fuera de los videojuegos. La analista inicia la sesión con
la pregunta por las motos: si le gustaban, si era la primera vez que subía a
una de ellas y otras. Motero me repregunta entusiasmado, con un brillo en su
mirada, si tenía motos para jugar en el consultorio. Le soy sincera y le
respondo que no pero que podría conseguir para el próximo encuentro. Inmediatamente
me dice: no, voy a traer las mías, yo tengo toda una colección.
A partir de la sesión
siguiente y durante un largo tiempo este niño aparecía con una caja mediana
donde tenía bien ordenadas sus motos: de varios colores, tamaños, distintas
marcas. Las sacaba de la caja y mientras las movía en el piso, hablaba de cada
una de ellas. Ese universo que iba desplegando tenía una marca paterna: su padre
y toda la familia paterna eran o habían sido en algún momento corredores de
moto de enduro. Su abuelo paterno en épocas de juventud obtuvo un trofeo de
campeón de la región y había legado esa pasión a sus hijos varones y ellos a
sus hijos. El significante moto
permitía una apertura, opuesto a lo cernido que se le ofrecía hasta allí. El papá de Motero en los últimos años había dejado de
competir, pero los fines de semana seguía vinculado a las motos en una especie
de taller familiar en la casa del abuelo. Allí las guardaban a todas. Se armaba
un ritual: los hombres de la familia, las limpiaban, arreglaban, y salían a dar
una vuelta. Motero hasta ese momento, a pesar de los pedidos insistentes no
participaba de este ritual porque su madre lo consideraba peligroso. A partir
del trabajo en las sesiones se anima y vuelve a insistir en este pedido, por
sugerencia de la analista, esta vez a su papá. Finalmente accede. Empieza a
participar todos los fines de semana de ese plan. Puerta de entrada distinta
a lo familiar: una puerta que le permite movimiento. Un saber hacer transmitido
de generación en generación. Un “moverse” para este niño, una escansión, que
apacigua. Las motos, como representación, blasón emblema de lo familiar
paterno. Finalmente, para un cumpleaños le compran una moto de enduro pequeña;
así pasa a ser “uno entre otros”, entra en una serie, hacer serie es dar lugar
a la sucesión de generaciones.
Algunos efectos: Motero
sigue en análisis un tiempo más. Mejora notablemente sus notas. Cesan los
reproches en la escuela. Descubre que es bueno en un deporte, el hándbol. Estos
efectos también se cristalizan en el lazo con sus pares, en el jugar con otros.
Hacer hablar a la angustia...permitir
acceder al advenimiento del sujeto, a su desconocimiento (ya no es el tonto) y
reconocimiento también (es un niño con un saber en las motos, un “motoquero”, “un
motero”). Luego de un corte por vacaciones su madre me escribe que Motero tenía
muchas actividades ese año y que no iba a continuar con las sesiones.
Finalizo con algo de la transferencia,
para ubicarla en la clínica con niños: en el ultimo tiempo su madre me contacta
nuevamente, esta vez por pedido de Motero. Le insiste en verme y en volver al
espacio. Me reencuentro para mi sorpresa
¡con un preadolescente! Que me cuenta que hay una chica del colegio que le
gusta y no sabe como acercarse a ella. Parece que las motos lo llevaron a otros
recorridos, por otras “rutas”: la de los “lazos del amor”; y en eso esta…moviéndose.
REFERENCIAS BIBLIOGRÀFICAS
-
Lacan, J., El seminario de
Jacques Lacan: libro 10: la angustia. 1ª. ed. 18ª reimp. Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Paidós, 2023.
-
Lacan, J., “Nota sobre el
niño”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012
- Soler, Colette. Declinaciones de la angustia. Curso 2000-2001. College Clinique de París.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
4ta Sesión 02/01/2023
4ta Sesión 02/01/2023
LAS ANGUSTIAS DE
“UN” INFANS
Gladys Mattalia
I - Algunas puntuaciones
teórico – clínicas…
El
objeto a, este hallazgo y aporte original de Lacan, pasó en su enseñanza por diferentes
conceptualizaciones, en una paleta que va desde el objeto en su vertiente
imaginaria; pasando por las tinieblas del unheimlich;
funcionando como objeto causa de deseo presente en el fantasma; ocupando un
lugar diferente según las estructuras clínicas: enmascarado en el fantasma
neurótico, presente en la realidad de la escena perversa, reíficado[1]
alucinatoriamente en la psicosis; para luego adquirir la dimensión de “plus de
goce” y concluir, al final de sus teorizaciones, de una manera totalmente
renovada como punto de encaje (point de coinçage), aunque sería mejor decir “agujero de encaje”,
el trisquel, por el cual los tres
registros de la subjetividad: R.S.I.
se sostienen juntos en el nudo borromeo.
El objeto a introduce la dimensión del vacío ya
que no se corresponde con el objeto tangible de la necesidad. Nos dice Lacan en
su Seminario 11: “Es preciso, pues,
que eso sea un objeto, en primer lugar, separable, en segundo lugar, que tenga
alguna relación con la carencia”
Por un lado, los
“objetos de la demanda”, objetos freudianos,
pecho y heces. Por el otro, la voz y la mirada, “objetos lacanianos”,
los “objetos del deseo”, más allá del perceptum,
objetos intangibles, no evidentes, no perceptibles, no sustanciables.
En la mirada, “el ojo es un espejo (…) que
organiza el mundo como espacio”[2] Y allí
el fantasma aparece, en todo su despliegue, como el soporte más satisfactorio
de la función del deseo.
Vale decir que si
hay un objeto y un campo asegurado en su dimensión fantasmática es el campo de la mirada. Lo que le otorga
tonalidad a nuestra vida deseante. Es además, el punto de angustia que emerge
cuando fracasa el velamiento del objeto.
En el Seminario X,
La angustia, Lacan nos dice que “la
angustia no es sin objeto.” Surge inmediatamente la pregunta ¿Qué objeto soy
para el Otro? ¿Qué me quiere? Momento constitutivo de la división subjetiva.
Dice Lacan: “la
tentación, no la pérdida del objeto, sino la presencia, los objetos que no
faltan”[3]. La
angustia es lo que no engaña, es el presentimiento, lo que está fuera de toda
duda. La angustia es lo que nos deja dependiendo del Otro, sin palabras, fuera
de la simbolización.
La angustia está
vinculada al deseo del Otro, y la función angustiante de ese deseo es que no sé
que objeto a soy para el Otro.
Este no saber
angustioso está plenamente articulado en el objeto escópico: la mirada. Es a nivel del deseo escópico donde el
objeto a se encuentra más oculto y
por lo tanto el sujeto se encuentra allí, en relación a la angustia, asegurado
al máximo. Lacan nombra ese
objeto mirada como una “ventana”, una “ranura” que permite ver, aunque
opacamente, y a través de la cual se interpreta la vida.
II - Angustias de
“un” infans
Voy a hablarles
de un infans y de una escena que vio y que lo expulsó del
paraíso. Las angustias de “un” pequeño
que nació el 13 de noviembre del año 354 (Siglo IV) y vivió hasta los 76 años.
Su nombre de pila Aurelius Augustinus Hipponensis.
Su ciudad natal Tagaste – Hipona- en el norte del África romana, actual Argelia.[4]
Fue un escritor, teólogo y filósofo cristiano. Canonizado en 1.298 por el Papa
Bonifacio VIII por ser considerado uno de los principales Padres de la Iglesia
latina, fue proclamado Doctor de la Iglesia ese mismo año. Toda
la filosofía y la teología medieval, hasta el siglo XII, fue básicamente
agustiniana.
Considera,
en sus escritos, que hay tres tipos de tiempos
en la mente: “el presente con respecto a las cosas pasadas, que es la
memoria; el presente con respecto a las cosas presentes, que es la
contemplación; y el presente con respecto a las cosas futuras, que es la
expectativa.”
“Una” madre,
Santa Mónica, dulce y abnegada cristiana. Venerada y recordada por sus extraordinarias virtudes, en particular por los
sufrimientos causados por el adulterio de su marido. Con una vida de oración que durante más de 15 años dedicó a
la conversión de su hijo para que éste encontrara el camino hacia Cristo. Se la
conoce hoy como “la abogada de las madres con hijos descarriados”. Siendo
muy joven y por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego, funcionario
pagano al servicio del Imperio romano
Algunas mujeres le preguntaron de por qué su marido nunca la
golpeaba, entonces les dijo: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio,
yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como
para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues.... no
peleamos".
Agustín,
hijo primogénito, tuvo “un” hermano llamado Navigio, Navigius,
y una hermana, Perpetua, que fue superiora de uno de los monasterios
femeninos por él fundados.
Aurelio Agustín, fue un niño, según él mismo cuenta en sus Confesiones,
“irascible, soberbio y díscolo”, aunque excepcionalmente dotado.
Su
libro Confesiones son una serie de trece
libros autobiográficos escritos entre el 397 y el 398. Confesiones es
un libro en el que San Agustín escribió como testimonio de su niñez y
juventud pecadora y de su conversión al cristianismo. Confesiones
narra la niñez de Agustín, su adolescencia y juventud, su carrera académica, su
estancia en el maniqueísmo[5]. Confesiones contiene además, su proceso
personal de acercamiento al cristianismo, su conversión y sus primeras
experiencias como católico.
San Agustín en sus Confesiones no se dirige a otro sino al
Otro, apela a Dios para su confesión. Este libro es considerado
como la primera autobiografía occidental. Relato autobiográfico donde coinciden autor, narrador y
personaje.
En
el libro 1, relata
su infancia y su niñez hasta los 14 años. En él
encontramos conclusiones universales sobre la naturaleza de la infancia: “el
niño es intrínsecamente violento si se le deja a su aire a causa del pecado original”.
Reflexiona, además, sobre la elección del placer y la lectura de la literatura
profana en lugar del estudio de las Escrituras.
Voy a rescatar del Libro I [6] algunos
párrafos sobre los cuales se ha derramado mucha tinta psicoanalítica.
“En
una ocasión tuve la oportunidad de observar a un niño que aún no sabía hablar.”
Un infans, “Tenía tantos celos y
envidia que miraba con amargura (amaru aspectu) a un hermano suyo,
deseando tomar la leche que éste tomaba” (…) Más adelante agrega: “Esta edad,
no recuerdo haberla vivido. Creo lo que de ella me dicen, y de lo que veo hacer
a otros niños supongo lo que hice en aquella edad.” (…) “son tales las
tinieblas que envuelven mi olvido” (…) “¿Para qué ocuparme de aquello en lo que
no conservo vestigio alguno?”
Episodio
frecuentemente citado por Lacan a
lo largo de sus escritos y seminarios, momento inaugural de la relación al
otro. E incluso me hizo recordar otra escena[7],
testimonio de pase de un colega de nuestro colectivo lo cito:
“El
punto de partida del trabajo de historización —así como la perspectiva del recorrido- quedan bien
ilustrados por un temprano recuerdo
infantil, cuya significación recién pude apreciar más claramente en el dispositivo del pase. La escena era la siguiente:
mientras mi madre daba el
pecho a mi hermano recién nacido, yo me
ubicaba a su lado y daba grandes
sorbos a una botella de Coca-Cola.”
Sigamos con Agustín:
Lacan
atribuye a esta escena del infans
Agustín - escena de oralidad y pulsión escópica - un valor estructural. En esa
ventana, en esa ranura, en ese “cuadro viviente” podemos asir el punto de
báscula entre la imagen especular del amor narcisista, por un lado; y el objeto
causa de deseo, por el otro lado. Escena constitutiva y estructural de una
matriz imaginaria que deja enlazado: autoerotismo, narcisismo y fantasía.
Escena que reúne los tres “complejos familiares” del Lacan
de 1938 en su trabajo sobre La familia:
“complejo del destete”, “complejo de intrusión” y el complejo nodular de las
neurosis, “complejo de castración”.
El hermano de leche, Navigius, no sólo
es el semejante, es además el que goza del objeto del cual el infans fue privado. Vemos surgir el objeto causa de deseo como inefablemente
gozado por otro. El objeto en su cualidad de necesariamente perdido para
siempre y que el fantasma intenta capturar.
“Imagen fundadora del deseo, al igual
que la escena que Freud nos presenta varios siglos más tarde en la escena del fort - da.[8]
Primera gran confesión (agustiniana): el deseo es el deseo del otro.”[9]
En esta escena, en
este paraíso perdido, vemos configurarse una de las características fundamentales del
objeto a: ser un objeto cesible, un objeto soltado y, como tal, aparejado al punto
de angustia. El infans, Aurelio
Agustín, ha cedido el pecho que le
pertenece. Instante de marca y fuente de las pasiones más oscuras. La envidia y los celos, consideradas otrora como pecados capitales.
M. Bousseyroux, en una conferencia en
Italia, nos relata que ya en “la doctrina de Cipriano[10]
hay una primacía lógica y ontológica de la envidia como generadora de todos los
demás pecados. La envidia es la madre de este defecto original de la Creación que es el Goce.”[11]
Para el Doctor de la Iglesia, San
Agustín, la envidia es el “pecado diabólico por excelencia”.
La envidia viene de “in-videre”[12],
de mirar de reojo, con los ojos sucios. El niño Agustín tiene una mirada que
mata. Su deseo provoca una palidez mortal y tiene el efecto de un veneno sobre
el sujeto. Envenena el pensamiento el sólo hecho de que otros posean el bien
del cual, él está privado.
En
el Libro II, confiesa otra escena,
la del robo de las peras:
“Yo quise cometer un hurto y lo cometí, llevado no por la
desesperación, sino por falta de justicia o por hastío de lo recto y por sobra de
maldad. Pues robé cosas que tenia yo en abundancia y que no eran mejores que
las que poseía. Tampoco quería gozar de lo robado, sino deleitarme en el hurto
y en el pecado.”[13]
Deseando, no indignamente
una cosa sino la indignidad misma.
¿Cómo explica Agustín el mal
y cómo responde a él?
Convirtiéndose al cristianismo y colmando el anhelo y la
perseverancia materna de los rezos. Conversión que acontece
a continuación
del episodio alucinatorio en el jardín, donde oye la voz que le dice: “¡Toma,
lee! ¡Toma, lee!”. Agustín interpreta esta alucinación como una orden divina, a
continuación de la cual, se disiparon todas sus oscuridades.
Agustín
guiado por una “ley de hierro”, la materna, que construye tantas subjetividades
hoy y que Lacan tan bien supo anticipar en su Seminario 21 como una ley que
sustituye a la paterna, “nommer
á”
(nombrar para), tener una misión.
“La
madre generalmente basta por si sola para designar su proyecto, para efectuar
su trazado, para indicar su camino.”[14]
Para concluir:
Sabemos
que el primer momento de angustia es la angustia del trauma del nacimiento que no
es separación respecto de la madre, sino la “aspiración en sí de un medio
profundamente Otro”[15]. Sobre
este agujero, sobre este vacío inhalado se suceden las diferentes declinaciones
de la angustia. Que siempre serán una irrupción de lo Real, una certeza, un
imposible de simbolizar, un unheimlich…
Aunque
el adulto Agustín intente olvidar sus “pecados”, sus “sin-tomas” por no conservar “vestigio alguno”, me pregunto y le
preguntaría si pudiera hacerlo: ¿Será que el pasado –siguiendo sus reflexiones
- “es el presente de las cosas pasadas”? ¿Marcas que se inscriben
en el cuerpo, “en-corps”, marcas de lalangue?
Agregado:
Lacan cita a San Agustín a lo largo de toda su obra:
-1938
“Los complejos familiares en la formación del individuo”.
-1946
“Observaciones sobre la causalidad psíquica”.
-1948
“La agresión en el psicoanálisis” donde nos dice que “San Agustín anticipa el
psicoanálisis.”
-1958
Seminario 5,“Las formaciones del inconsciente”
-1959
Seminario 6, “El deseo y su interpretación”
-1964
Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
-1973
Seminario 20, “Aún”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÀFICAS
[1] Reificación (en alemán: Verdinglichung, literalmente "convertir
en" o "hacer cosa") es considerar a un ser humano o viviente
consciente y libre como si fuera un objeto o cosa no consciente ni libre;
también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones humanas y
sociales, que se transformarían al reificarse en meras relaciones de consumo de
unas personas respecto a otras. Este concepto está vinculado a las nociones
de Marx de alienación y fetichismo de la mercancía.
[2] Lacan, Jacques: Seminario
X, La angustia, ed. Paidós, página 242.
[3] Op.cit.: Clase 5 de diciembre del 1962.
[4] Argelia, junto a Túnez, Libia, Mauritania y
Marruecos, constituyen lo que hoy se conoce como El Magreb.
[5] Los maniqueos presentaban dos sustancias
opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e
irreductibles. A Agustín lo seducía este dualismo de sustancias opuestas. Con
su conversión al cristianismo San Agustín comprendió que todo se subordina a
Dios. Así el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como
ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.
[6] Confesiones, San Agustín, apartado 7, página 16. Editado por edicomunicaciones
de Barcelona, 2001.
[7] Mazzuca, M.: El paso de la transferencia. Trabajo que es el 4to. Testimonio sobre el Pase, presentado en las Jornadas sobre el Pase: “Pensar la Escuela”, organizadas por el Foro del Campo Lacaniano Tucumán de Argentina el 24 de octubre de 2010.
[8] Ilustra sobre la determinación que el
cachorro humano recibe del orden simbólico. Ese par de significantes: fort-da, que inauguran la función
esencial de la ausencia y presencia.
[9] Sigal,
Nora Lia: La confesión y lo inconfesable. Facultad de Psicología UBA.
[10] Cipriano de Cartago quien escribió
hacia el año 252 un tratado titulado Celos
y envidia, en latín De zelo et
livore.
[11]Bousseyroux, M.: L’envie
et la jalousie. Saint Augustin avec Lacan. En L'en-je
lacanien 2017/1
(n° 28)
[12] Envidia: in-vidia
(video, vedere, en latín). Mirada
penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad,
antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para
perforarlo y destruirlo.
[13] Op. cit: Libro II,
apartado 4.
[14] Lacan J.
, Seminario 21 - Los no engañados erran (Los
nombres del padre) Clase 10, del 19 de Marzo de 1974.
[15] Lacan, J. : Seminario X, La angustia, p.354, ed. Paidós.
_____________________________________________
-1946 “Observaciones sobre la causalidad psíquica”.
-1948 “La agresión en el psicoanálisis” donde nos dice que “San Agustín anticipa el psicoanálisis.”
-1958 Seminario 5,“Las formaciones del inconsciente”
-1959 Seminario 6, “El deseo y su interpretación”
-1964 Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
-1973 Seminario 20, “Aún”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÀFICAS
[1] Reificación (en alemán: Verdinglichung, literalmente "convertir en" o "hacer cosa") es considerar a un ser humano o viviente consciente y libre como si fuera un objeto o cosa no consciente ni libre; también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones humanas y sociales, que se transformarían al reificarse en meras relaciones de consumo de unas personas respecto a otras. Este concepto está vinculado a las nociones de Marx de alienación y fetichismo de la mercancía.
[2] Lacan, Jacques: Seminario
X, La angustia, ed. Paidós, página 242.
[3] Op.cit.: Clase 5 de diciembre del 1962.
[4] Argelia, junto a Túnez, Libia, Mauritania y
Marruecos, constituyen lo que hoy se conoce como El Magreb.
[5] Los maniqueos presentaban dos sustancias opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e irreductibles. A Agustín lo seducía este dualismo de sustancias opuestas. Con su conversión al cristianismo San Agustín comprendió que todo se subordina a Dios. Así el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.
[6] Confesiones, San Agustín, apartado 7, página 16. Editado por edicomunicaciones de Barcelona, 2001.
[7] Mazzuca, M.: El paso de la transferencia. Trabajo que es el 4to. Testimonio sobre el Pase, presentado en las Jornadas sobre el Pase: “Pensar la Escuela”, organizadas por el Foro del Campo Lacaniano Tucumán de Argentina el 24 de octubre de 2010.
[8] Ilustra sobre la determinación que el cachorro humano recibe del orden simbólico. Ese par de significantes: fort-da, que inauguran la función esencial de la ausencia y presencia.
[9] Sigal, Nora Lia: La confesión y lo inconfesable. Facultad de Psicología UBA.
[10] Cipriano de Cartago quien escribió
hacia el año 252 un tratado titulado Celos
y envidia, en latín De zelo et
livore.
[11]Bousseyroux, M.: L’envie
et la jalousie. Saint Augustin avec Lacan. En L'en-je
lacanien 2017/1
(n° 28)
[12] Envidia: in-vidia
(video, vedere, en latín). Mirada
penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad,
antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para
perforarlo y destruirlo.
[13] Op. cit: Libro II,
apartado 4.
[14] Lacan J. , Seminario 21 - Los no engañados erran (Los nombres del padre) Clase 10, del 19 de Marzo de 1974.
[15] Lacan, J. : Seminario X, La angustia, p.354, ed. Paidós.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
3era Sesión 18/11/2023
ANGUSTIA MATERNA Y ANGUSTIA DEL NIÑO
Matilde Pelegrí
ANGUSTIA MATERNA
Voy a iniciar mi conferencia con los dichos de 3
mujeres embarazadas en tratamiento psicoanalítico sobre el hijo que esperan:
“Me quede embarazada al olvidarme la pastilla, fue un
susto y de repente me sentí angustiada. No entraba en mis planes. Pero acepto y
sigo adelante. Mi compañero me anima.
“Quería ser madre desde hace tiempo, pero al ver como
mi cuerpo cambia, creo que no lo puedo soportar. En que lio me he metido. Todas
las noches hago la prueba para ver si se mueve, que angustia cuando no se
mueve.
“Tuve dos
abortos anteriores, tengo miedo y me angustio por si lo pierdo también. Es muy
deseado, que pasará si vuelvo a perderlo.
Vemos que son momentos inaugurales de la angustia
materna.
Ya el psicoanalista J.Lacan[1] denunciaba la pretendida armonía del embarazo en la
mujer. “El valor del psicoanálisis, nos decía, es operar en el fantasma”.
Añadamos que “ser madre y ser padre, pasa por cada uno con su fantasma”[2]. Cuando tenemos un hijo, ser madre y la angustia
materna va de par. Debutamos como posibles madres en el momento de la prueba de
embarazo positiva, hay alegría pero también angustia. La angustia de la madre
es inaugural en el embarazo y durara toda la vida, no en las mismas condiciones.
Una madre con hijos de 40 años, me relataba como en el momento que su hijo
enfermó y no podían diagnosticarle que tenía, sintió una angustia tal como si
le cortaran un trozo de su cuerpo.
Este proyecto de estar embarazada, a pesar de ser
deseado el niño, puede despertar angustias en la futura madre. Es un tiempo de
profunda fragilidad en donde numerosos conflictos del pasado que no fueron
simbolizados resurgen. La clínica con niños y la clínica de la maternidad sacan
a la luz las incidencias generacionales, las repeticiones transgeneracionales,
los sufrimientos de un sujeto que se han originado antes de su nacimiento.
El embarazo remite a las mujeres a su deseo de hijo. El
deseo de hijo conlleva una particularidad, no se trata de un deseo más o uno
cualquiera, pues el objeto al que va dirigido no entra en serie con otros
objetos
El deseo en la mujer, está dividido; en el de madre y
en el de mujer, por lo que no todo el deseo se dirigirá al niño. El deseo de
hijo, introduce a la mujer a través de lo real de su cuerpo, en la maternidad
real, simbólica o imaginaria. Esta es la prueba de su sexuación en tanto mujer.
La clínica psicoanalítica nos enseña, que a nivel del inconsciente, la mujer
realiza y vive su feminidad especialmente a través de este deseo de una
maternidad, sino real, al menos simbólica o imaginaria, y por otra parte, si
existe un rechazo de este deseo, ¿podríamos decir que va a tener que ver con un
rechazo a la feminidad o es independiente?
Para el hombre, el deseo de hijo, no es el pasaje
obligado para la realización de su masculinidad, ni siquiera de su paternidad.
En la dialéctica y la lógica de este deseo, un hombre deseará ante todo
procrear. Esta procreación concierne al mismo tiempo a la mujer y al hijo. Procrear,
para un hombre, es gozar de la diferencia sexual y desear encarnar ese goce en
la transmisión de un nombre. El hijo será el signo y el portador de dicho goce;
encarnará la transmisión de la filiación
El deseo de hijo según Freud, tiene que ver con el
fantasma edípico, el niño que la niña quisiera tener de su padre y que el niño
quisiera darle a su madre. Deseo de pene puede satisfacerse, por responder
a deseo de niño, compensación a la “castración materna”, el deseo de hijo, es
una mezcla de deseo biológico, deseo de amor, de transmisión, de lucha contra
su propia muerte. Para Freud, la mujer compensa su falta a través del niño.
Para Lacan, el niño es un posible objeto a para la
mujer. En el seminario Encore, Pág. 47[3] va a decirnos que “Para este goce de ser no-toda, es decir, que la hace en
alguna parte ausente de sí misma, ausente en tanto sujeto, la mujer encontrará
el tapón de ese a que será su hijo”. Lacan en “la nota sobre el niño” señala la
necesidad de un deseo que no sea anónimo y que las funciones de la madre y del
padre se juegan a partir de esta necesidad: “de la madre en la medida en que
sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, del padre en tanto
que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”.
Ganas de hijo y el deseo de hijo no van forzosamente
de la mano, Colette Soler lo explica muy bien en el Seminario “Declinaciones de
la angustia” pp.166-169;[4] “El deseo de hijo, no es ganas de hijo. En primer lugar hay que calcular
bien si es el momento, si se quieren, si no se quieren, si se deja de tomar la
píldora, si hace falta un padre, si no hace falta, y cuando se ha calculado
bien, puesto a punto el deseo de hijo, entonces se encuentran dificultades, las
ganas de hijo están y luego nada…. Se percibe en la clínica que las ganas de
hijo y el deseo de hijo no van siempre cogidos de la mano
Podríamos decir lo mismo, del deseo de embarazo, que
hemos podido ver en las personas con una demanda de aborto, sobre todo entre
los embarazos en la adolescencia, que no llegan a término. ¿En cuántas jóvenes
que quedan embarazadas, escuchamos este deseo de embarazo, como un salto de
niña a madre, sin el pasaje a la feminidad, o en otras que la entrada en la
feminidad es a través de un embarazo? En ambos casos vemos que el deseo era
deseo de otra cosa; más bien se trataría de un pasaje al acto o de otras
posibles lecturas.
Lo que sabemos es que cada sujeto, al nacer, para
poder vivir y humanizarse requiere del Otro primordial, muchas veces la madre o
su sustituto, de sus cuidados, de sus respuestas marcadas por un deseo
particular surgido de lo que este Otro interpreta como demandas, ya que el
sujeto en sí mismo no tiene elementos para resolver solo todo ese mundo de
sensaciones que se le presentan. Necesita de otro que le proteja, cuide, ponga
límites siempre con la particularidad de que todos esos actos los haga desde un
deseo no anónimo.
En un primer tiempo está el grito en el niño que
suscita la respuesta del Otro. Un sujeto grita y la función de la respuesta del
Otro es fundamental ya que transforma el grito en llamada (appel).así podemos
hablar de un encuentro entre el grito del bebé, pura expresión de una necesidad
que busca la satisfacción y el mundo del lenguaje, lugar del Otro que tendrá
que ser sostenido, encarnado por un Otro real, la madre en general que
respondiendo a este grito, en acto por su presencia, su seno, el biberón, los
cuidados va a transformarlo en llamada.
Así como, cuando interpreta las necesidades del niño y
supone que el bebé las comprende se las formula diciendo; Oh el bebé tiene
hambre, te encuentras mal, tienes sueño, quieres mimitos, etc. De esta manera
la llamada se va a transformar en demanda. Demanda ¿de qué? Demanda de ella, de
su presencia, no solamente con el objeto de la necesidad, de sus palabras que
se dirigen a él, de sus palabras que le acompañan. Junto a la demanda que
articula una necesidad también hay una demanda de amor. El objeto que satisface
la necesidad, que es suministrado por el Otro, adquiere la función adicional de
dar prueba del amor del Otro. El Otro, con su presencia, simboliza el amor del
Otro creándose una relación dependiente. La paradoja reside en que para que el
sujeto pueda introducirse en el campo de la palabra y el lenguaje, solamente
puede hacerlo cuando entra en el campo del Otro y se identifica a S1
(significante) que le viene del Otro y alienarse al significante del Otro.
Pero sigamos con el encuentro de una mujer con el niño
que acaba de nacer y que va a suponer para una mujer estar a la altura de
responder en el lugar de la madre. Por sus respuestas al llanto del niño hará
entrar a este en el circuito de la demanda. Esto supone que ella pueda
interpretar el grito y, por su respuesta, transmutarlo en llamada, dándole la
significación de la demanda. Introduce así al cachorro humano en la
humanización de sus necesidades por el sesgo de sus deseos y de la modulación
de la palabra. Como poder de respuesta la madre hace valer ante el niño el ir y
venir de su presencia y de su ausencia como primer corte, primer corte
susceptible de introducir la presencia del símbolo.
Las respuestas de la madre y sus dones no son
programados. Ella da, a tenor de las circunstancias, más bien lo que ella no
tiene, puesto que la experiencia de la maternidad la confronta no con lo que
ella tiene para responder, seno o biberón, cambios o abrazos, sin con aquello
que le falta ¿ Qué es lo que le falta?. Ágata nos dice “Tengo un problema con
el llanto, desde que mi hijo llora me angustio…No sé qué hacer con este bebé,
tengo la impresión que no le entiendo, que no tengo la varita mágica.
La ausencia de” varita mágica” y de “manual de
instrucciones” implica que cada mujer
se encuentra en posición de inventar en cada momento su respuesta materna.
Ahora bien, si ella no llega a calmar al niño, al cabo del tiempo, la situación
pronto puede volverse un drama angustiante.
Stephanie Allenounos en su libro “Mère épuisée” (Madre
extenuada o agotada)[5] da una apreciación muy interesante de la impotencia
materna relativa a las demandas el niño. Ella, que siempre ha deseado ser
madre, relata el calvario conocido por muchas madres de la falta de sueño
constante y comienza a desarrollar sentimientos negativos respecto a sus hijos
y solo tiene el anhelo de hacerlos callar y se vuelve confiesa maltratadora. En
el libro no sin lucidez dirá que esa situación la confronta al hecho “de estar
demasiado presente, respondiendo demasiado rápido a las demandas y de sentirse demasiado
llena como madre, lo cual, según su apreciación, produce paradójicamente” una
falta de madre” para esos niños. Pone de relieve con sensatez que si ella esta
tan angustiada ante las demandas de los hijos es porque la falta llega a
faltar. Ese llanto que quiere hacer callar, presentifica la presencia del
objeto voz. Otra madre hace aparecer al hijo como objeto oral, me devoraba, me
quitaba toda la energía en cada toma. El objeto oral, el seno como objeto
primordial, la madre ha de responder como sujeto. Otra madre habla de su
dificultad para destetar, experimenta dolor, un efecto de pérdida y de duelo.
Tal como nos mostró Bernard Nominé la resistencia a destete an algunas madres
nos remite a la angustia de castración de la mujer.
Una madre no sabía lo que su hija quería de ella y la
remitía a la mirada de sus propios padres, cuando ella nació, ya que esperaban
un niño. Constatamos entonces que el niño puede venir a ocupar para su madre el
lugar de un objeto exterior, extraño tanto como extranjero. El niño en este
caso no se encuentra revestido por el investimento narcisista amoroso, irrumpe
en la subjetividad de la madre como lo que la despoja de su ser y de sus
atributos.
Esto nos pone en evidencia que el parto hace agujero y
que de ese agujero proviene la inadecuación, la falta de armonía de la pareja
madre-hijo. Por eso, ella nunca podrá dar las respuestas que deberían ser, a
causa de la inexistencia de la relación natural con el hijo, que para los seres
hablantes no se escribe. Ella habrá de inventar, inventarse su manera singular
de ser madre y ello para cada uno de sus hijos, dado que cada uno la pondrá a
prueba como mujer deseante y en falta de manera diferente. Hay que remarcar que
el goce sin sentido, este goce no-todo fálico va a complicar su relación con el
niño.
Según Colette Soler[6] “La función materna es la encargada de civilizar al
organismo con la finalidad de humanizar al niño. Tiene a su cargo a de primer
“policía del cuerpo”, trasmitir el modo en que se come, el modo en que se producen
las excreciones, las posturas aceptables, las expresiones… Que trabajo tan
enorme que le toca a la madre!!!”
Para poder ocupar este lugar, el deseo materno debería
estar implicado y dividido. Implicado porque es gracias a la encarnación, al
soporte de la función por medio del deseo que es posible coger a un nuevo ser.
Dividido porque los cuidados hacia el niño no la deberían disuadir de desear
como mujer. En otras palabras, que el deseo de la madre pueda divergir y ser
llamado por un hombre u otra mujer, para que a mujer no quede atrapada en ser
toda madre sino que pueda ser capaz de preservar el no-todo del deseo femenino.
No permitir que el objeto niño lo sea todo para el sujeto materno.
Para cumplir la función, sería que la madre no actuara
demasiado como “suficiente buena” de Winnicott sería mejor que sus cuidado
tuvieran la marca de sus propias faltas, para no caer en un ideal. Justamente
lo esencial de la función materna es que tenga fallas en sus cuidados porque
esto haré obstáculo a la madre ideal.
En resumen podríamos decir que una mujer puede
encontrar en la maternidad el objeto compensatorio de sus primeras
desilusiones, Lacan decía servicio sexual del niño, lo cual sería un abuso, así
como la falta de cuidados, la indiferencia y el odio. Estos abusos se traducen
también en angustia. Hay diferentes formas de angustias maternas, la angustia
de no saber qué hacer con este pequeño cuerpo viviente, angustia de hacer
demasiado, o bien de no hacer bastante, o de no hacer nunca bien, etc.
ANGUSTIA DEL NIÑO
¿Y que hay de la angustia del niño? La madre produce
angustia en el niño y en modo casi obligado en las fases de separación. Para
Lacan hay una tesis: es necesario que haya de la mujer en la madre para que el
principio de separación pueda funcionar. Colette Soler [7]nos dice que es la figura de las primeras angustias de niño con un doble
matiz una obscura amenaza y un insondable enigma. El deseo de la madre, en
cuanto madre angustia, el deseo de mujer en tanto muje angustia también al niño
Para Freud la angustia infantil no es más que
expresión del sentimiento de pérdida de la persona amada. Los niños tienen
miedo a la oscuridad porque, en la oscuridad, no pueden ver a la persona amada;
y su miedo se suaviza, si pueden coger la mano de esa persona en la oscuridad.
A propósito del juego del carrete (fort/da) habla más
concretamente de la angustia de separación: “el niño pequeño no puede
distinguir entre una ausencia temporal y una pérdida permanente. Tan pronto
como pierde de vista a su madre, se porta como si nunca más fuese a volver a
verla”. Pero en otros juegos de los niños de meses o un año, en que los niños
se esconden y salen, o se tapan los ojos y se destapan, hacen aparecer y
desaparecer a las personas amadas a voluntad es un intento de elaborar un muy
precoz sentimiento doloroso de separación.
La angustia de castración en el niño, dice Freud, es
la angustia frente a un peligro que amenaza efectivamente o que es considerado
real. La fobia sustituye un peligro por otro, no lo proyecta. El peligro frente
al cual emite la señal de angustia es el de la castración.
En el Seminario 4 Lacan[8] lleva a cabo su primer extenso desarrollo sobre la
angustia tomando como punto de partida al pequeño Hans. Allí plantea que la
angustia no es el miedo a un objeto, la angustia es la confrontación del sujeto
con la ausencia del objeto. Con esta afirmación Lacan es absolutamente
freudiano: falta un objeto por eso la angustia no es la fobia.
La angustia, la situación de peligro, es estar librado
a la madre cuando la función paterna no opera como tal y el niño queda a
expensas de la idea de ser devorado por la madre. El fantasma de devoración
traduce la falla de la castración paterna, en lugar de la castración paterna
está la idea de que podría ser devorado por el Otro, que hay demasiada madre, demasiada
presencia, sin establecerse un límite adecuado entre la madre y el niño.
En el transcurso del Seminario 10[9] Lacan desarrolla el concepto de angustia de distintas
maneras. La angustia se produce ante la emergencia del deseo del Otro.
Un objeto aparece en más en el lugar de la castración
imaginaria. Al niño lo angustia que esté perturbada la posibilidad de la falta,
ya que la madre sea toda. La angustia no es ya la señal de la ausencia del
objeto sino que indica que falta la falta, por lo que aparece el objeto
angustiante.
Ahora bien, Lacan sostiene la idea freudiana de que la
angustia de nacimiento es el prototipo de la angustia, volviéndose así la
defensa contra el desamparo absoluto que implica la entrada en el mundo.
Ante el desamparo que produce la entrada al mundo y la
confrontación con el enigmático deseo del Otro se abren las puertas de las
contingencias de la pregunta acerca del "¿puede perderme?". La
angustia del niño es ya una elaboración frente al desamparo inicial y traduce
las dificultades en la operación de separación, el punto de falla de toda
estructura. El desampara tiene que ver con un momento estructural en la
constitución del sujeto.
.La extracción del objeto a, efecto de la
separación lógica, alivia del desamparo y es ya una respuesta que permite la
constitución de síntomas. Se trata de situar el punto de falla en la operación
de separación –cuando tiene lugar puesto que en la psicosis hay alienación pero
no separación– y posibilitar a través del dispositivo analítico su puesta en
forma. Tanto en la neurosis como en la psicosis de los niños se apunta a la
separación, aún a sabiendas que para el niño psicótico es una operación que no
se inscribirá jamás.
De esta manera, y a modo de conclusión, la frecuencia
de los estados y ataques de angustia en los niños de los que tempranamente
Freud da cuenta se vuelven la expresión de los avatares de la estructura, y en
definitiva son la mediación lógica entre el desamparo inicial y la constitución
del síntoma como fijación de goce.
La fobia no resuelve la angustia, trata sólo de
nombrarla y de imaginarizarla, en cambio el objeto transicional tiene éxito
allí donde la fobia fracasa, es a la vez una solución a la angustia y un signo
de la angustia. Función de calmar la angustia doble: En primer lugar la
angustia en relación a la necesidad, la angustia de sujeción al Otro que
alimenta, al Otro de los cuidados. Además el Otro que alimenta, utiliza el
objeto transicional para cerrarle la boca al pequeño, cuando no hay tiempo de
ocuparse de él, se le da su objeto y esto tranquiliza un poco. Por tanto calma
en relación a la angustia de la necesidad. Y además calma también en relación a
la sujeción del Otro del amor. Lacan lo sitúa así: el objeto transicional firma
el primer efecto de desapego con respecto al Otro. En el momento en que tiene
su pequeño objeto en la boca o en la mano, el niño está separado, despegado del
Otro y disminuye la angustia.
[1] LACAN,
J. , “ Alocución sobre las psicosis del niño, OTROS ESCRITOS, Paidós.
[2] SUREAU M-C. Intervention à la journée
« Des nouvelles… d’Attendre un enfant »
[3] Lacan
“Aún “ Seminario 20, Paidós.
[4] Soler,
Colette Seminario “ Declinaciones de la angustia”
[5] Allenou, Stéphanie, “Mère épuisée”
Ed. LLL Les liens qui liberent.
[6] Soler,
Colette., Las mujeres y los lazos sociales contemporáneos, Quaderno de Praxis.
[7] Soler,
Colette, Declinaciones de la angustia, p.157
[8] Lacan, J., Seminario 4 “ La relación de
objeto” Paidos
[9] Lacan J., Seminario 10 La angustia, Paidós
________________________________________________
ANGUSTIA MATERNA Y ANGUSTIA DEL NIÑO
Matilde Pelegrí
ANGUSTIA MATERNA
Voy a iniciar mi conferencia con los dichos de 3
mujeres embarazadas en tratamiento psicoanalítico sobre el hijo que esperan:
“Me quede embarazada al olvidarme la pastilla, fue un
susto y de repente me sentí angustiada. No entraba en mis planes. Pero acepto y
sigo adelante. Mi compañero me anima.
“Quería ser madre desde hace tiempo, pero al ver como
mi cuerpo cambia, creo que no lo puedo soportar. En que lio me he metido. Todas
las noches hago la prueba para ver si se mueve, que angustia cuando no se
mueve.
“Tuve dos
abortos anteriores, tengo miedo y me angustio por si lo pierdo también. Es muy
deseado, que pasará si vuelvo a perderlo.
Vemos que son momentos inaugurales de la angustia
materna.
Ya el psicoanalista J.Lacan[1] denunciaba la pretendida armonía del embarazo en la
mujer. “El valor del psicoanálisis, nos decía, es operar en el fantasma”.
Añadamos que “ser madre y ser padre, pasa por cada uno con su fantasma”[2]. Cuando tenemos un hijo, ser madre y la angustia
materna va de par. Debutamos como posibles madres en el momento de la prueba de
embarazo positiva, hay alegría pero también angustia. La angustia de la madre
es inaugural en el embarazo y durara toda la vida, no en las mismas condiciones.
Una madre con hijos de 40 años, me relataba como en el momento que su hijo
enfermó y no podían diagnosticarle que tenía, sintió una angustia tal como si
le cortaran un trozo de su cuerpo.
Este proyecto de estar embarazada, a pesar de ser
deseado el niño, puede despertar angustias en la futura madre. Es un tiempo de
profunda fragilidad en donde numerosos conflictos del pasado que no fueron
simbolizados resurgen. La clínica con niños y la clínica de la maternidad sacan
a la luz las incidencias generacionales, las repeticiones transgeneracionales,
los sufrimientos de un sujeto que se han originado antes de su nacimiento.
El embarazo remite a las mujeres a su deseo de hijo. El
deseo de hijo conlleva una particularidad, no se trata de un deseo más o uno
cualquiera, pues el objeto al que va dirigido no entra en serie con otros
objetos
El deseo en la mujer, está dividido; en el de madre y
en el de mujer, por lo que no todo el deseo se dirigirá al niño. El deseo de
hijo, introduce a la mujer a través de lo real de su cuerpo, en la maternidad
real, simbólica o imaginaria. Esta es la prueba de su sexuación en tanto mujer.
La clínica psicoanalítica nos enseña, que a nivel del inconsciente, la mujer
realiza y vive su feminidad especialmente a través de este deseo de una
maternidad, sino real, al menos simbólica o imaginaria, y por otra parte, si
existe un rechazo de este deseo, ¿podríamos decir que va a tener que ver con un
rechazo a la feminidad o es independiente?
Para el hombre, el deseo de hijo, no es el pasaje obligado para la realización de su masculinidad, ni siquiera de su paternidad. En la dialéctica y la lógica de este deseo, un hombre deseará ante todo procrear. Esta procreación concierne al mismo tiempo a la mujer y al hijo. Procrear, para un hombre, es gozar de la diferencia sexual y desear encarnar ese goce en la transmisión de un nombre. El hijo será el signo y el portador de dicho goce; encarnará la transmisión de la filiación
El deseo de hijo según Freud, tiene que ver con el
fantasma edípico, el niño que la niña quisiera tener de su padre y que el niño
quisiera darle a su madre. Deseo de pene puede satisfacerse, por responder
a deseo de niño, compensación a la “castración materna”, el deseo de hijo, es
una mezcla de deseo biológico, deseo de amor, de transmisión, de lucha contra
su propia muerte. Para Freud, la mujer compensa su falta a través del niño.
Para Lacan, el niño es un posible objeto a para la
mujer. En el seminario Encore, Pág. 47[3] va a decirnos que “Para este goce de ser no-toda, es decir, que la hace en
alguna parte ausente de sí misma, ausente en tanto sujeto, la mujer encontrará
el tapón de ese a que será su hijo”. Lacan en “la nota sobre el niño” señala la
necesidad de un deseo que no sea anónimo y que las funciones de la madre y del
padre se juegan a partir de esta necesidad: “de la madre en la medida en que
sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, del padre en tanto
que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”.
Ganas de hijo y el deseo de hijo no van forzosamente
de la mano, Colette Soler lo explica muy bien en el Seminario “Declinaciones de
la angustia” pp.166-169;[4] “El deseo de hijo, no es ganas de hijo. En primer lugar hay que calcular
bien si es el momento, si se quieren, si no se quieren, si se deja de tomar la
píldora, si hace falta un padre, si no hace falta, y cuando se ha calculado
bien, puesto a punto el deseo de hijo, entonces se encuentran dificultades, las
ganas de hijo están y luego nada…. Se percibe en la clínica que las ganas de
hijo y el deseo de hijo no van siempre cogidos de la mano
Podríamos decir lo mismo, del deseo de embarazo, que hemos podido ver en las personas con una demanda de aborto, sobre todo entre los embarazos en la adolescencia, que no llegan a término. ¿En cuántas jóvenes que quedan embarazadas, escuchamos este deseo de embarazo, como un salto de niña a madre, sin el pasaje a la feminidad, o en otras que la entrada en la feminidad es a través de un embarazo? En ambos casos vemos que el deseo era deseo de otra cosa; más bien se trataría de un pasaje al acto o de otras posibles lecturas.
Lo que sabemos es que cada sujeto, al nacer, para poder vivir y humanizarse requiere del Otro primordial, muchas veces la madre o su sustituto, de sus cuidados, de sus respuestas marcadas por un deseo particular surgido de lo que este Otro interpreta como demandas, ya que el sujeto en sí mismo no tiene elementos para resolver solo todo ese mundo de sensaciones que se le presentan. Necesita de otro que le proteja, cuide, ponga límites siempre con la particularidad de que todos esos actos los haga desde un deseo no anónimo.
En un primer tiempo está el grito en el niño que suscita la respuesta del Otro. Un sujeto grita y la función de la respuesta del Otro es fundamental ya que transforma el grito en llamada (appel).así podemos hablar de un encuentro entre el grito del bebé, pura expresión de una necesidad que busca la satisfacción y el mundo del lenguaje, lugar del Otro que tendrá que ser sostenido, encarnado por un Otro real, la madre en general que respondiendo a este grito, en acto por su presencia, su seno, el biberón, los cuidados va a transformarlo en llamada.
Así como, cuando interpreta las necesidades del niño y
supone que el bebé las comprende se las formula diciendo; Oh el bebé tiene
hambre, te encuentras mal, tienes sueño, quieres mimitos, etc. De esta manera
la llamada se va a transformar en demanda. Demanda ¿de qué? Demanda de ella, de
su presencia, no solamente con el objeto de la necesidad, de sus palabras que
se dirigen a él, de sus palabras que le acompañan. Junto a la demanda que
articula una necesidad también hay una demanda de amor. El objeto que satisface
la necesidad, que es suministrado por el Otro, adquiere la función adicional de
dar prueba del amor del Otro. El Otro, con su presencia, simboliza el amor del
Otro creándose una relación dependiente. La paradoja reside en que para que el
sujeto pueda introducirse en el campo de la palabra y el lenguaje, solamente
puede hacerlo cuando entra en el campo del Otro y se identifica a S1
(significante) que le viene del Otro y alienarse al significante del Otro.
Pero sigamos con el encuentro de una mujer con el niño
que acaba de nacer y que va a suponer para una mujer estar a la altura de
responder en el lugar de la madre. Por sus respuestas al llanto del niño hará
entrar a este en el circuito de la demanda. Esto supone que ella pueda
interpretar el grito y, por su respuesta, transmutarlo en llamada, dándole la
significación de la demanda. Introduce así al cachorro humano en la
humanización de sus necesidades por el sesgo de sus deseos y de la modulación
de la palabra. Como poder de respuesta la madre hace valer ante el niño el ir y
venir de su presencia y de su ausencia como primer corte, primer corte
susceptible de introducir la presencia del símbolo.
Las respuestas de la madre y sus dones no son
programados. Ella da, a tenor de las circunstancias, más bien lo que ella no
tiene, puesto que la experiencia de la maternidad la confronta no con lo que
ella tiene para responder, seno o biberón, cambios o abrazos, sin con aquello
que le falta ¿ Qué es lo que le falta?. Ágata nos dice “Tengo un problema con
el llanto, desde que mi hijo llora me angustio…No sé qué hacer con este bebé,
tengo la impresión que no le entiendo, que no tengo la varita mágica.
La ausencia de” varita mágica” y de “manual de
instrucciones” implica que cada mujer
se encuentra en posición de inventar en cada momento su respuesta materna.
Ahora bien, si ella no llega a calmar al niño, al cabo del tiempo, la situación
pronto puede volverse un drama angustiante.
Stephanie Allenounos en su libro “Mère épuisée” (Madre
extenuada o agotada)[5] da una apreciación muy interesante de la impotencia
materna relativa a las demandas el niño. Ella, que siempre ha deseado ser
madre, relata el calvario conocido por muchas madres de la falta de sueño
constante y comienza a desarrollar sentimientos negativos respecto a sus hijos
y solo tiene el anhelo de hacerlos callar y se vuelve confiesa maltratadora. En
el libro no sin lucidez dirá que esa situación la confronta al hecho “de estar
demasiado presente, respondiendo demasiado rápido a las demandas y de sentirse demasiado
llena como madre, lo cual, según su apreciación, produce paradójicamente” una
falta de madre” para esos niños. Pone de relieve con sensatez que si ella esta
tan angustiada ante las demandas de los hijos es porque la falta llega a
faltar. Ese llanto que quiere hacer callar, presentifica la presencia del
objeto voz. Otra madre hace aparecer al hijo como objeto oral, me devoraba, me
quitaba toda la energía en cada toma. El objeto oral, el seno como objeto
primordial, la madre ha de responder como sujeto. Otra madre habla de su
dificultad para destetar, experimenta dolor, un efecto de pérdida y de duelo.
Tal como nos mostró Bernard Nominé la resistencia a destete an algunas madres
nos remite a la angustia de castración de la mujer.
Una madre no sabía lo que su hija quería de ella y la
remitía a la mirada de sus propios padres, cuando ella nació, ya que esperaban
un niño. Constatamos entonces que el niño puede venir a ocupar para su madre el
lugar de un objeto exterior, extraño tanto como extranjero. El niño en este
caso no se encuentra revestido por el investimento narcisista amoroso, irrumpe
en la subjetividad de la madre como lo que la despoja de su ser y de sus
atributos.
Esto nos pone en evidencia que el parto hace agujero y
que de ese agujero proviene la inadecuación, la falta de armonía de la pareja
madre-hijo. Por eso, ella nunca podrá dar las respuestas que deberían ser, a
causa de la inexistencia de la relación natural con el hijo, que para los seres
hablantes no se escribe. Ella habrá de inventar, inventarse su manera singular
de ser madre y ello para cada uno de sus hijos, dado que cada uno la pondrá a
prueba como mujer deseante y en falta de manera diferente. Hay que remarcar que
el goce sin sentido, este goce no-todo fálico va a complicar su relación con el
niño.
Según Colette Soler[6] “La función materna es la encargada de civilizar al
organismo con la finalidad de humanizar al niño. Tiene a su cargo a de primer
“policía del cuerpo”, trasmitir el modo en que se come, el modo en que se producen
las excreciones, las posturas aceptables, las expresiones… Que trabajo tan
enorme que le toca a la madre!!!”
Para poder ocupar este lugar, el deseo materno debería
estar implicado y dividido. Implicado porque es gracias a la encarnación, al
soporte de la función por medio del deseo que es posible coger a un nuevo ser.
Dividido porque los cuidados hacia el niño no la deberían disuadir de desear
como mujer. En otras palabras, que el deseo de la madre pueda divergir y ser
llamado por un hombre u otra mujer, para que a mujer no quede atrapada en ser
toda madre sino que pueda ser capaz de preservar el no-todo del deseo femenino.
No permitir que el objeto niño lo sea todo para el sujeto materno.
Para cumplir la función, sería que la madre no actuara
demasiado como “suficiente buena” de Winnicott sería mejor que sus cuidado
tuvieran la marca de sus propias faltas, para no caer en un ideal. Justamente
lo esencial de la función materna es que tenga fallas en sus cuidados porque
esto haré obstáculo a la madre ideal.
En resumen podríamos decir que una mujer puede
encontrar en la maternidad el objeto compensatorio de sus primeras
desilusiones, Lacan decía servicio sexual del niño, lo cual sería un abuso, así
como la falta de cuidados, la indiferencia y el odio. Estos abusos se traducen
también en angustia. Hay diferentes formas de angustias maternas, la angustia
de no saber qué hacer con este pequeño cuerpo viviente, angustia de hacer
demasiado, o bien de no hacer bastante, o de no hacer nunca bien, etc.
ANGUSTIA DEL NIÑO
¿Y que hay de la angustia del niño? La madre produce
angustia en el niño y en modo casi obligado en las fases de separación. Para
Lacan hay una tesis: es necesario que haya de la mujer en la madre para que el
principio de separación pueda funcionar. Colette Soler [7]nos dice que es la figura de las primeras angustias de niño con un doble
matiz una obscura amenaza y un insondable enigma. El deseo de la madre, en
cuanto madre angustia, el deseo de mujer en tanto muje angustia también al niño
Para Freud la angustia infantil no es más que
expresión del sentimiento de pérdida de la persona amada. Los niños tienen
miedo a la oscuridad porque, en la oscuridad, no pueden ver a la persona amada;
y su miedo se suaviza, si pueden coger la mano de esa persona en la oscuridad.
A propósito del juego del carrete (fort/da) habla más
concretamente de la angustia de separación: “el niño pequeño no puede
distinguir entre una ausencia temporal y una pérdida permanente. Tan pronto
como pierde de vista a su madre, se porta como si nunca más fuese a volver a
verla”. Pero en otros juegos de los niños de meses o un año, en que los niños
se esconden y salen, o se tapan los ojos y se destapan, hacen aparecer y
desaparecer a las personas amadas a voluntad es un intento de elaborar un muy
precoz sentimiento doloroso de separación.
La angustia de castración en el niño, dice Freud, es
la angustia frente a un peligro que amenaza efectivamente o que es considerado
real. La fobia sustituye un peligro por otro, no lo proyecta. El peligro frente
al cual emite la señal de angustia es el de la castración.
En el Seminario 4 Lacan[8] lleva a cabo su primer extenso desarrollo sobre la
angustia tomando como punto de partida al pequeño Hans. Allí plantea que la
angustia no es el miedo a un objeto, la angustia es la confrontación del sujeto
con la ausencia del objeto. Con esta afirmación Lacan es absolutamente
freudiano: falta un objeto por eso la angustia no es la fobia.
La angustia, la situación de peligro, es estar librado
a la madre cuando la función paterna no opera como tal y el niño queda a
expensas de la idea de ser devorado por la madre. El fantasma de devoración
traduce la falla de la castración paterna, en lugar de la castración paterna
está la idea de que podría ser devorado por el Otro, que hay demasiada madre, demasiada
presencia, sin establecerse un límite adecuado entre la madre y el niño.
En el transcurso del Seminario 10[9] Lacan desarrolla el concepto de angustia de distintas
maneras. La angustia se produce ante la emergencia del deseo del Otro.
Un objeto aparece en más en el lugar de la castración
imaginaria. Al niño lo angustia que esté perturbada la posibilidad de la falta,
ya que la madre sea toda. La angustia no es ya la señal de la ausencia del
objeto sino que indica que falta la falta, por lo que aparece el objeto
angustiante.
Ahora bien, Lacan sostiene la idea freudiana de que la
angustia de nacimiento es el prototipo de la angustia, volviéndose así la
defensa contra el desamparo absoluto que implica la entrada en el mundo.
Ante el desamparo que produce la entrada al mundo y la
confrontación con el enigmático deseo del Otro se abren las puertas de las
contingencias de la pregunta acerca del "¿puede perderme?". La
angustia del niño es ya una elaboración frente al desamparo inicial y traduce
las dificultades en la operación de separación, el punto de falla de toda
estructura. El desampara tiene que ver con un momento estructural en la
constitución del sujeto.
.La extracción del objeto a, efecto de la
separación lógica, alivia del desamparo y es ya una respuesta que permite la
constitución de síntomas. Se trata de situar el punto de falla en la operación
de separación –cuando tiene lugar puesto que en la psicosis hay alienación pero
no separación– y posibilitar a través del dispositivo analítico su puesta en
forma. Tanto en la neurosis como en la psicosis de los niños se apunta a la
separación, aún a sabiendas que para el niño psicótico es una operación que no
se inscribirá jamás.
De esta manera, y a modo de conclusión, la frecuencia
de los estados y ataques de angustia en los niños de los que tempranamente
Freud da cuenta se vuelven la expresión de los avatares de la estructura, y en
definitiva son la mediación lógica entre el desamparo inicial y la constitución
del síntoma como fijación de goce.
La fobia no resuelve la angustia, trata sólo de nombrarla y de imaginarizarla, en cambio el objeto transicional tiene éxito allí donde la fobia fracasa, es a la vez una solución a la angustia y un signo de la angustia. Función de calmar la angustia doble: En primer lugar la angustia en relación a la necesidad, la angustia de sujeción al Otro que alimenta, al Otro de los cuidados. Además el Otro que alimenta, utiliza el objeto transicional para cerrarle la boca al pequeño, cuando no hay tiempo de ocuparse de él, se le da su objeto y esto tranquiliza un poco. Por tanto calma en relación a la angustia de la necesidad. Y además calma también en relación a la sujeción del Otro del amor. Lacan lo sitúa así: el objeto transicional firma el primer efecto de desapego con respecto al Otro. En el momento en que tiene su pequeño objeto en la boca o en la mano, el niño está separado, despegado del Otro y disminuye la angustia.
[1] LACAN,
J. , “ Alocución sobre las psicosis del niño, OTROS ESCRITOS, Paidós.
[2] SUREAU M-C. Intervention à la journée
« Des nouvelles… d’Attendre un enfant »
[3] Lacan
“Aún “ Seminario 20, Paidós.
[4] Soler,
Colette Seminario “ Declinaciones de la angustia”
[5] Allenou, Stéphanie, “Mère épuisée”
Ed. LLL Les liens qui liberent.
[6] Soler,
Colette., Las mujeres y los lazos sociales contemporáneos, Quaderno de Praxis.
[7] Soler,
Colette, Declinaciones de la angustia, p.157
[8] Lacan, J., Seminario 4 “ La relación de
objeto” Paidos
[9] Lacan J., Seminario 10 La angustia, Paidós
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
2da Sesión 02/01/2023
Prófugos
VIVIANA CUEVAS
Tríptico El jardín de las delicias- El Bosco[1]
[1] La obra de El Bosco nos
invita a reconocer en cada una de sus partes el atlas de todas las imágenes
agresivas que atormentan al hombre. Muestra lo perturbador que pueden ser
algunos infiernos y nos aportan palabras a imágenes muy arcaicas de la
estructuración psíquica.
El tema de los desnudamientos ha sido un punto abordado por Lacan a lo largo de sus elaboraciones, desde trabajos psiquiátricos a producciones vinculadas a la topología de los nudos, un abordaje que va adquiriendo matices diversos.
En De una cuestión preliminar [1]esta
la idea de que el defecto de la metáfora paterna, la forclusión puede ser
compensada. De ahí la cuestión de saber que le permitiría al sujeto mantener su
anudamiento, de precisar que era lo que sostenía previo al desencadenamiento. En
1956 Lacan dice una identificación por la cual el sujeto asumía el deseo de la
madre.[2] Una primera tesis: el
llamado hecho en vano al N del Padre tiene como efecto hacer caer la
identificación que al sujeto hasta entonces lo ha sostenido.
Vamos a pensar juntos estas líneas, en
relación a un caso que he nombrado como Prófugos. Un joven de 15 años
está en el equipo de integración escolar a la escuela común desde hace un
tiempo, tiempo en el que es diagnosticado con TGD e hiperactividad por un
neurólogo. En ese momento presentaba
dificultades en la socialización, dificultades que se podían ubicar en frases
como: el otro me molesta, el otro tuvo la culpa, me miro y le pegue. Dichos que reflejan la tensión imaginaria
propia de la estructura, tiempo inaugural de estructuración y que son
manifestaciones de esa tensión entre el Yo-otro, tensión imaginaria, origen de
esa paranoia estructural.
Antes de su llegada al equipo, su
padre había sido internado en un sanatorio neuropsiquiátrico por el término de
un mes. Momento en el cual quedan al cuidado de su madre. Ese tiempo en que el
padre permanece internado es leído por la madre como que un para no ir preso
por estafa, se hace pasar por loco.
En entrevistas el padre va ubicando este
hijo. Dice: este hijo es como yo, nadie lo entiende. Es mi clon. En una ocasión busco una soga para matarse,
pero me llamo, me necesitaba. Episodio que queda en esa narrativa sin poder
precisarse. A este hilado que va haciéndose de la historia, narra otra escena
en relación a la separación, el cómo anunciaron dicha separación: sentaron a
sus dos hijos frente a ellos y les dijeron que se iban a separar. El hijo mayor
se puso a llorar y este se levantó y siguió jugando, ya algo pasaba…no dijo
nunca nada…como si nada. Es raro.
Lo raro reaparece una y otra vez en
el discurso del padre, un padre inestable en su vida en varios aspectos, en lo
laboral, en lo económico y en lo afectivo, a tal punto que llega a decir que es
por su hijo que las diferentes parejas lo
han dejado. Empieza un tiempo en el que la madre no lo puede tomar, no
puede hacerse cargo, dice no saber qué hacer con este joven, entonces va con el
padre, cuando el padre no puede hacerse cargo, vuelve con la madre. No pueden
hacer acuerdos en relación a la crianza, el joven va de un lado al otro según
las circunstancias de los padres.
En lo escolar hay un sinfín de
situaciones, todas ligadas a la agresión supuesta del otro por lo que él tiene
que responder a las piñas, a las puteadas con pares y adultos. La escuela
acompaña el abordaje del equipo de integración, nos dan tiempo para trabajar. En
los momentos difíciles es retirado del aula, se queda en la dirección cosa que
algo apacigua. Sus carpetas son un desorden, no puede seguir el hilo de una
actividad propuesta, requiere del soporte de otro de modo permanente.
En otra entrevista el padre expresa que
le da miedo este hijo porque es como yo, pero con menos limites que yo…yo
probe de todo.
La madre arma otra pareja con un
hombre mucho mayor. El padre se va a vivir a Buenos Aires, por razones
laborales. El joven queda con su mama, su pareja y su hermano mayor. Se
visibilizan dificultades con su hermano, quien dice no soportarlo más. En lo
social, se empiezan a hacer evidentes ciertas exacerbaciones en lo sexual que
la familia no puede escuchar y que la escuela tiene que sancionar.
Algunos cambios familiares se ponen
en juego, la mama acompaña más, lo ayuda a estudiar, a armar trabajos, más la
apuesta en conjunto con la escuela parece que algo podría ordenarse, pero tenemos
en claro que son padres que gestionan la parentalidad, pero no historizan.
Señalamos ciertas coordenadas como un
intento de ordenar la fractura discursiva:
·
¿Como habita el lenguaje? Hay inestabilidad en la estructura,
causa por la queda excluido, siempre rompe el orden significante.
·
Las dificultades en el establecimiento del lazo social, su
modo de reconocer al otro-semejante es por la vía de la agresión y de la inversión
yo-tu- dualidad imaginaria. El modo de mostrar sus afectos, afectos que no se
desplazan sino más bien se acumulan, por eso es un semáforo en rojo- hay inestabilidad
en el pacto.
·
No hay un adentro y un afuera, diríamos que el nudo no está
bien hecho, falla esa organización del nudo y esto tiene consecuencias en el
cuerpo. Recorrido pulsional que no se organiza entorno a un agujero.
·
En relación al cuerpo, observamos ciertas manifestaciones
como movimientos inesperados, se frota las manos, inquietud, se come todo sin
límites. No sabe bien donde está el borde con otro. No hay anudamiento del cuerpo sexuado, no hay
que metaforizar ahí. No hay metáfora. Es
como una rosca en falso sin un tope.
·
Las competencias cognitivas se tornan inestables, un día
resuelve, y al otro no sabe cómo resolver el mismo problema.
En una nueva reunión de trabajo con
los padres se solicita rever el diagnóstico y la medicación. Pero la madre hace
una consulta con quien es su psiquiatra.
Esta doctora nunca lo ve, lo medica por lo que la madre dice. La madre
dice esta tirado en la cama le da algo para la depresión, la madre dice esta
inquieto, y le da algo para la hiperactividad…así se fueron sumando
medicamentos sin sentido. La psicóloga habla con la médica, y nota que no lo
conoce, que según lo que lo que el otro dice, va pensando que medicamento iría,
dice: ¡ah! Entonces le podría dar…
A partir de lo cual se vuelve a citar a los
padres para trabajar con ellos dado que no se lo ve bien al joven, que no
coincidimos con la modalidad de esta médica, haciendo hincapié en una nueva
consulta con un profesional apropiado.
En este tiempo, la pareja de la madre
que se va por 2 meses a Alemania por trabajo, parece ser un momento de mayor caos:
La madre dice estar estable químicamente, el padre que ante el llamado
del equipo decide volver a Córdoba (otra vez sin trabajo…) habla con la madre por lo que deciden que
ahora el joven se va a vivir con el padre (quien no tiene casa, ni trabajo)
Alquila con ayuda de la abuela paterna un departamento amueblado y llevan de la
casa de la madre la cama del joven para el departamento del padre.
Ahí se inicia una serie de hechos sin
ningún borde: El padre reaparece en la escena, dado que la madre le dice
que no puede más con este hijo, que se lo lleve él. Mientras el padre prepara su regreso a
Córdoba, hace un llamado al equipo preguntando si su hijo es o se hace, ¿es
loco o hijo de puta? También se
pregunta si no ser un sociópata como su tío (el hermano del padre).
Este padre le ofrece todo como posible,
tomar vino, tomar cerveza, fumarse un porro a la vez que dice, riéndose, que
nada hace mella en el cuerpo del hijo. Hace todo posible cuando
justamente se trataría de el encuentro con un imposible.
Esa erotización va en aumento, se
acerca a las mujeres, incluso a su abuela paterna de un modo excesivo, quiere
tocar el cuerpo del otro, envía mensajes de texto a sus compañeras diciéndoles
si quieren ver una foto de su miembro. La escuela sanciona estos actos, lo
suspenden por una semana, por él y por los otros, en una escuela hay modos de
estar y permanecer, a la vez que se muestran asustados por este exceso, sin
saber que hacer.
Las intervenciones del padre son
posibilitar todo o estrellarle el celular en el piso. Luego dice haber hecho con él un contrato de
5 puntos, si eso no se cumple se queda otra vez sin celular. Momento en el
cual joven se corta los brazos y dice: me quise matar. Se pelea con el hermano, putea a la madre, aparecen
excesos por todos lados, comerse todo sin límites, tomarse todo, desbordes …
En las entrevistas de trabajo con los
padres se propone:
Sacarlo temporalmente del colegio,
dado que no está pudiendo con eso (ni con nada)
Urgente consulta con un buen
psiquiatra, para barajar y dar de nuevo. Desintoxicar. Medicar como
corresponda. Es un momento agudo, este joven no se puede manejar, hay que
recurrir a la medicación. Estas decisiones apaciguan al joven y lo ordenan de
otro modo, no desconocemos que es un orden precario, prendido con alfileres. Asiste
al equipo 3 veces por semana por la mañana con su DAI y dos por la tarde a su sesión
de análisis, mientras están reevaluando medicación. En la escuela se piensa en
agregar, a futuro, además de su Profesional de apoyo a la integración, un AT.
Hay una falla profunda en la
función materna y paterna (que siempre es fallida, pero un modo de marcar el cómo
falla, tonalidad de la falla por eso digo profundamente)
El joven dice por primera vez que
escucha voces, que le dicen que hacer.
La hipótesis es que algo delirante
irrumpe, algo desanudado que aparece, disruptivo, no le encuentran palabras a
lo que sucedió. Se constata un brote: aparecen las voces, enloquecimiento del
cuerpo, nada opera. Un padre que dice
yo sé, nadie sabe más que yo. Frase que se puede enunciar como: Nadie goza
como Yo. Padre que es un par o bien el padre de la horda primitiva. No entra la
castración, no entran en la serie. El pibe es igual al padre o es igual al tío,
o …pero nunca es él mismo.
Nos preguntamos cómo equipo y
tratamos de situar ¿En qué momento sobrevino estallido de la libido? Podemos
ubicarlo en el momento en el cual la pareja de la madre se va de viaje para
Alemania y el padre está organizando su llegada. En una transición.
Hay procesos difíciles de tramitar
para este joven casi todo el tiempo y hay perdidas vitales, perdida de un
lugar, de un sostén. Hubo una especie de eclosión, de detonación. Cuando lo
pensamos en una transición es porque hay algo ahí que no se metaforiza entre
la ida de la madre y la llegada del padre. El joven responde con la locura en
vez de responder con angustia. No es la ausencia, si así fuera habría un
desgarro y angustia, no viene por la vía del síntoma ni por la vía de la
angustia. ¡Y las voces ahí!
Y la pregunta respecto del como
operar ahí, con que recursos para el armado de un borde ortopédico.
¿Como operar en función de lo
sucedido?
·
Operación de armado de un borde a partir del cuerpo del otro
o armado de un borde con algún significante.
·
Promover la factibilidad del lazo imaginario.
·
La introducción de un velo ortopédico, enchufado…
· Considerar algo de la permutación significante cuando sea
posible y hasta donde sea posible.
· Operar un pasaje de registros.
Así fue que aparece un pedido de este
joven: que si su integradora puede estar más tiempo en el aula con él para no
hacer cagadas y que lo ayude. Se empezó
a relacionar con una chica y otro compañero, aun es un hilo precario, pero
apareció, en especial con la chica de quien dice estar enamorado, es mi novia…
Algo de la desregulación pulsional
toma algún cause y se puede operar.
Se acerca a su abuela paterna de otro
modo, preparan con su papa una canción para ella, canción que suelen cantar
juntos dice es nuestro tema. Y empieza a cantarla en el consultorio:
No seas tan
cruel
No
busques más pretextos
No sea
tan cruel
Siempre
seremos prófugos los dos.
No
tenemos donde ir
Somos
como un área devastada
Carreteras
sin sentido
Religiones
sin motivo
Como
podremos sobrevivir.
Este prófugos[3] es leído como algo que se intenta armar, es un recurso interesante, abre algo. Es lo que el sujeto le dice al otro. Voz entramada en la canción permite un límite entre el Otro y él. Tal vez pueda ser un armador de canciones…encontrar en lo raro una solución.
Hasta aquí este recorte.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
[1] Lacan, J (1966) De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos 2.
Siglo XXI. Bs As.
[2] Lacan, J. (1966) Escritos
2. Siglo XXI. Bs.As.
[3] Canción de Gustavo Cerati.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
2ta Sesión 28/10/2023
LA DIRECCION DE LA CURA EN UN NIÑO CONOCIDO
Stella Casanova
Aceptar la demanda del caso que impulsó este trabajo, se jugó por la vía de
ofrecer un espacio, empleando la expresión de Lacan, diríamos ofrecer "un pulmón artificial en un mundo que
se ha vuelto irrespirable".
En nuestra época lo que domina es un discurso que busca silenciar el malestar del sujeto, silenciar el síntoma, que desde el psicoanálisis lo entendemos como lo que viene justamente a denunciar lo que no marcha para el sujeto, y ese intento de acallar el síntoma se hace patente por medio de la imposición de etiquetas diagnósticas y de las múltiples ofertas farmacológicas con los que se pretenda reducir y adaptar al sujeto a las demandas imperativas de ser eficaces, felices y resilentes.
En el país donde resido, lo que se acepta como válido y efectivo son los tratamientos comandados por las neurociencias y las terapias bajo el enfoque teórico de modificación la conducta. Esta situación no es una novedad, en todo caso, este empuje del discurso de nuestro tiempo nos convoca como analistas a preguntarnos por nuestra responsabilidad, y a que estamos dispuestos a renunciar para mantener la ética y servir de pulmón, cuando la demanda de trabajo proviene, como fue este el caso, de unos padres amigos, que al no estar; además, apalabrados al discurso de la medicina científica, ni al de las terapias de corte cognitivo conductual, hacen un pedido para que su hijo pueda comenzar un trabajo con la palabra.
Aceptar este pedido, y sus consecuencias dieron origen a las siguientes interrogantes: ¿Qué se juega del lado del analista, cuando consiente dirigir la cura de un niño con el que ha mantenido lazos de cercanía?, ¿Es posible bajo estas circunstancias, que el analista se preste para que el decir de ese niño aparezca y logre cernir algo sobre el enigma que le hace síntoma?
Sin lugar a dudas hay tantas respuestas posibles a estas preguntas como hay analistas, las razones que llevan a aceptar la demanda o no de un sujeto cuando se ha mantenido algún tipo de lazo con este y los efectos que de allí se desprenden, tanto para el analista como para el analizante, no son cuestiones que se pueda generalizar, le toca a cada analista elaborar su teoría sobre lo que allí acontece, percatarse de la ética que condujo su decisión, la cual no escapa del momento que atraviesa en su análisis y en su formación.
Conocemos de la insistente preocupación de Freud por precisar el lugar del analista en el dispositivo analítico, esto lo podemos captar en varios de sus trabajos como en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) y en Sobre la iniciación del tratamiento (1913), donde da algunas ideas sobre el hacer del “médico” en su práctica del psicoanálisis. En Consejos al médico, por ejemplo ofrece diferentes apreciaciones obtenidas de su propia experiencia y formula una serie de prescripciones acerca de cómo no hacer en la dirección de la cura, y de estos “consejos” podemos deducir lo que no debe “desear el analista” en relación al paciente, así nos dice Freud:
“He de recomendar a mis colegas que procuren
tomar como modelo durante el tratamiento psicoanalítico la conducta del
cirujano, que impone silencio a todos sus afectos e incluso compasión humana y
concentra todas sus energías psíquicas en su único fin: practicar la operación
conforme a todas las reglas del arte”[1]
Vemos como Freud introduce en el centro de la práctica una ética que supone la suspensión de las pasiones e ideales, una ética que podría manifestarse en una pregunta permanente referida al deseo, para evitar asi “adueñarnos del paciente que se pone en nuestras manos y estructurar su destino, imponerle nuestros ideales”. [2]
Es a partir del modo de proceder de Freud en la dirección de la cura y las nociones teóricas que de ello extrajo, que Lacan iniciará un exhaustivo estudio y revisión de su trabajo para destacar los puntos ciegos en la dirección de la cura del precursor del psicoanálisis, pero también para reconducir el lugar del analista en el dispositivo, por cuanto este había sufrido desviaciones por parte de los analistas que tomaron la noción de contratransferencia como recurso para la interpretación, y como eje a los que se sujetaba la dirección del tratamiento, también vemos su esfuerzo por cuestionar la idea que se había implantado al entender al ser del analista como un ideal de vida.
Estas elaboraciones y cuestionamientos están contenidos en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder (1958), del cual podríamos decir que es el escrito donde Lacan comienza a proponer su idea sobre la ética del analista, una ética que no está definida con lo que tendría que ver con la particularidad de los anhelos y prejuicios del analista, es decir, no se trata de lo que afecta al analista, “sino del deseo singular de cada analista en su dirección de la cura”[3], lo que nombra Lacan como “el deseo del analista”.
De modo que todo el trabajo de esclarecimiento en relación a las prácticas de los analistas de su tiempo, así como el retorno al legado freudiano, le permitieron a Lacan elaborar la noción del deseo del analista, lo cual nos remite a la ética del psicoanálisis y a la responsabilidad del psicoanalista, y que en este texto de La dirección de la Cura, ética y responsabilidad están vinculados a la acción del psicoanalista; es decir, cómo debe actuar de acuerdo con lo esencial del psicoanálisis, que implica pensar lo que se hace en la práctica y eso supone reconocer que siempre queda una parte en oscuridad, el analista no puede saber todos los efectos que producirá, pero tampoco los efectos que sobre él tendrá al prestarse, como señala Lacan “como soporte de los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia”[4].
De lo que se trataría entonces, es como ese punto de oscuridad, ese agujero hace de motor para que cada analista mantenga viva las interrogantes sobre su práctica. A esto hace referencia Lacan, cuando plantea que no sólo el paciente es el que pone la cuota en una cura, el analista también debe pagar, y paga con su persona, con su juicio más íntimo nos dice Lacan, expresión que si bien se relaciona con que el analista debe dejar de lado sus preferencias personales y su propio narcisismo, ya que eso supondría poner como modelo de identificación el yo del analista para el analizante, también el juicio íntimo tendría otro sentido como lo explica Gabriel Lombardi en su artículo El Juicio Intimo del Analista (2012), al referirse que el “analista paga con su juicio, por desconocer el fin del proceso que su acto promueve, en las diferentes acepciones del termino fin: el sentido, el hacia dónde, el hasta cuándo, el bien a obtener…”[5]. El analista nos dice Lombardi, debe admitir entonces que desconoce las consecuencias del proceso que ha puesto en marcha, y lo que sigue a esas consecuencias, donde el juicio que realmente importa es el del analizado.
El psicoanalista no sabe lo que hace, nos dice también Lacan en “Variantes de la cura tipo” (1953), donde plantea que cree saber es un falso saber que se sostiene en la experiencia; es decir, cuando se ordena la experiencia como un estándar, de allí surge su idea de hablar de “cura tipo”, que supone seguir un modelo ajustado a una norma, que supone un “para todos lo mismo”. Es por esto que Lacan sostiene que el saber de la experiencia termina siendo una resistencia del analista, un obstáculo, puesto que el ser del analista se sustenta es en la ignorancia, lo que conlleva a poder tolerarle que no hay un saber de antemano, que el acto analítico surgirá sólo como consecuencia de escuchar el saber que va desplegándose producto de los significantes que irán emergiendo.
De allí, que no sea desde su
saber que un analista escucha, su saber haría las veces de un tapón que
impediría ofrecerse como semblante del objeto a, causa de deseo, de ese Otro particular del analizante.
Retomando las interrogantes que formule, lo primero que podría decir sobre lo que se jugó al consentir la cura, fue una pérdida, la pérdida de un lazo de amor para dar cabida a otro lazo, el lazo particular analizante - analista. Pero está perdida no fue sin consecuencias, ya que por el lado del analista está perdida se manifestó por medio de la angustia que pedía que operara el deseo del analista producto del eclipse del juicio íntimo, apareciendo más bien, el deseo de sostener el deseo del Otro, de sostenerlo por la vía de amor, sin dejar de lado “el prestigio agalmàtico que confiere el amor de trasferencia”[7]. En cuanto a los efectos en el niño, se impuso una actividad alocada y sin control que lo llevaban a invadir todos los espacios tanta dentro como fuera del consultorio, hasta un momento en que el analista con voz firme dice, “trabajamos aquí y con lo que tenemos aquí”.
Este intervención produjo un antes y un después, no solo ordenando al niño, sino también a la analista, fue una intervención que tuvo efecto de corte, de ruptura con el sentido dando lugar al deseo del analista como una X, como enigma promoviendo un momento de separación que permitió al analista tomar su lugar y al niño el suyo, deteniendo su acción para comenzar con el juego significante, a desplegar su decir por medio del dibujo, de la dramatización y a contar historias para ir tejiendo su novela familiar.
De allí, que sea necesario que el analista se despoje de la persona que es para ocupar la posición que le será atribuida en la transferencia. Pues cada vez que el analista interviene desde sus pasiones e ideales cae la función operadora del deseo del analista, y que en este caso, admitir la pérdida dio paso a su aparición y con ella la instalación del dispositivo analítico.
Por estas razones el control del acto analítico se impone, hay desconocimiento por parte del analista de su acto, interrogarlo hace que el analista se sustraiga de sus etiquetas, del saber teórico adquirido y pueda captar si algo de su verdad más profunda pudo pasar a su palabra como analista.
En este sentido, es desde la ignorancia que cada analista mantendrá la interrogante sobre su acto, así entiendo la expresión que Lacan trae en la Dirección de la Cura cuando señala “poner al analista en el banquillo (…) para observar que está menos seguro de su acción cuanto que en ella está más interesado su ser”[8]
REFERENCIAS BIBLIOGRÀFICAS
1 Freud, S (1912) Consejos al Médico en el tratamiento
psicoanalítico. En Obras completas. Volumen II. Biblioteca Nueva p.1656
2 Freud, S (1919) Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica.
En Obras completas. Volumen II. Biblioteca Nueva p. 2460
3 Demoullin, C (2003) ¿El Psicoanálisis, Terapéutico? Editorial NO TODO. P 93
4 Lacan,
J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder. P 567
5 Lombardi, G (2012) El Juicio Intimo del Analista. Revista Aun Nº3 p72
6 Farías, F (2018) Los Juicios en el análisis. X Congreso
Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXV
Jornadas de Investigación XIV. Encuentro de Investigadores en Psicología del
MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. p 275
7 Demoullin, C (2003) ¿El Psicoanálisis, Terapéutico? Editorial NO TODO. P 97
8 Lacan, J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder p567
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
1ta Sesión 30/09/2023
Angustia
/s
De
la fobia al terror, elementos de la estructura clínica
Martine Menès
Trabajo
presentado en la apertura del Seminario Permanente RHIPNA
Internacional.
30 de
Septiembre de 2023
1. La
fobia transitoria de la neurosis infantil
Para
abordar esta cuestión, es necesario primero situar la fobia en su aparición más
común, a saber, en la neurosis infantil.
¿Qué
es la neurosis infantil? Fue en 1926 cuando su especificidad como momento
estructural de la infancia fue claramente declarada por Freud. Hasta entonces,
había utilizado el término con más frecuencia para referirse a la neurosis en
el niño, como en la observación de El hombre de los lobos[1] en 1914 a la
que dio el título de "Extractos de la historia de una neurosis
infantil" porque consideraba que su paciente sufría una neurosis en la
infancia, diagnóstico que más tarde sería invalidado por lo que siguió. Sin
embargo, Freud ya había identificado en 1909 con Hans una "neurosis
infantil por excelencia". Refiriéndose al episodio fóbico de Hans, declaró
inmediatamente que estaba "tentado de atribuir a esta neurosis infantil
una importancia muy especial como tipo y modelo"[2]. Este niño, escribió, no
estaba más enfermo que muchos otros niños. Estas fobias tan frecuentes están
relacionadas con la angustia, pues el niño debe hacer frente en el curso de su
educación de civilizado a dificultades inevitables y superar los componentes
instintivos de su naturaleza[3].
Así
pues, no es hasta 1926[4] que se pronuncia con
mayor firmeza: "... nosotros (...) nos sentimos ahora tentados de
considerar la neurosis infantil no como la excepción, sino
como la regla (...) En la mayoría de los casos, esta crisis neurótica
de la infancia parece disiparse espontáneamente", a la entrada en
la fase de latencia añadió en su 34ª Conferencia de 1933.
Por
lo tanto, es legítimo formular la hipótesis de que lo que Freud había llamado
hasta entonces el Edipo se incluye ahora en la llamada neurosis infantil:
"El niño humano no
puede
completar su evolución hacia la civilización sin pasar por una fase más o menos
acentuada de neurosis".
El
trabajo de la neurosis infantil es de hacer con la angustia de castración, es
decir, con lo Real de la existencia. Lacan, al final del Seminario I, compara
su desarrollo con el de los tiempos lógicos de un psicoanálisis espontáneo: el
instante de ver, el momento de comprender, el momento de concluir.
Las
fobias de la infancia comienzan con la constatación de una falta en el Otro,
son una protección contra la angustia de castración.
Aparición
de la desaparición
Un
fenómeno lógico que anticipa y abre hacia la neurosis infantil es el
reconocimiento de la ausencia posible del partenaire en posición materna, es
decir, dicho en términos lacanianos, del Otro primitivo, real. En efecto, no es
más que a partir de la alternancia entre presencia/ausencia que el niño
plantearse algunas preguntas sobre el deseo del Otro, dado el caso materno.
Freud que, como todos los clínicos de la infancia aprendía escuchando, observa
el juego de su nieto de 18 meses con un carrete, que hace aparecer y
desaparecer, acompañando su acto con los significantes opuestos: Fort (se ha
ido), Da (ahí está). Nótese que el niño psicótico nunca juega a este juego, del
que todas las versiones del escondite son un equivalente. Para ello, en efecto,
es necesario haber detectado la falta, salir del total(itarismo).
El
pequeño sujeto, en la travesía de la neurosis infantil, hace la prueba de lo
imposible. Lo imposible de la completitud (una de cuyas consecuencias es la
ausencia de relación sexual), lo imposible de escapar a la falta, a la elección
forzada del sexo, a la muerte. Como escribe Lacan, se enfrenta al enigma
“súbitamente actualizado de su sexo y de su existencia"[5]. Período metafísico de
encuentro con un Real, con un saber que se apresurará a reprimir, a olvidar.
Delante
de lo que Freud, y todo el psicoanálisis que le siguió, continúa llamando
castración, el niño busca un responsable, es una última tentativa de negar lo
Real. Es ahí en ese momento que aparece la necesidad de un agente, el padre en
el mito edípico. La presencia real de un padre no se impone para que la
operación sea efectiva; el lobo hace perfectamente el asunto.
Es
un significante, por supuesto, pero ya no hay lobos en nuestras tierras, lo que
testimonia que la función padre es llevada por el lenguaje. No importa que
objeto pueda tomar este estatuto fóbico; él se reduce a una simple palabra,
significante del que las significaciones son, no obstante, inducidas por la
cadena significante del sujeto. Por ejemplo, el significante caballo, objeto
fóbico de Hans, no se elige por azar, sino porque él es portador de una serie
de rasgos tomados del Otro (padre, madre).
El significante de la fobia no es el agente, sino el representante del agente de la castración. Él recupera así una función de localización de la angustia; al menos el sujeto sabe a qué tiene miedo. El objeto fóbico desvía la atención sobre sí mismo y así focaliza la angustia o provoca la huida. Esto es muy legible en el caso de Hans (Seminario IV). Hans hace llamado a un padre que prohíba suficientemente (que no existe) para impedir que los dientes de la madre se cierren sobre él, pero sin embargo, punto demasiado inquietante pues entonces él se arriesgaría a tomar la figura monstruosa del ogro.
La
fobia tratamiento de la angustia
En Inhibición,
síntoma y angustia (1926), el síntoma fóbico encuentra su lugar en la
segunda teorización de la angustia, en la que la angustia provoca la represión
y, por tanto, la precede, y no al revés. Y Freud se apoya en el ejemplo de las
fobias: "la posición de angustia del yo (moi) (allí) es siempre el
elemento primario y lo que empuja a la represión"[6]. Al situar de esta manera la
angustia del yo muy precozmente, anticipa la formalización lacaniana de la
castración vinculada enseguida al agujero en el Otro de los significantes.
Freud definió entonces la fobia como un síntoma de sustitución con un mecanismo
de desplazamiento del objeto acompañado de una transformación de la pulsión en
su contrario, de ahí la inhibición que la acompaña siempre. En el caso de Hans,
que Freud retoma en ese momento, el síntoma es el miedo del caballo y la
inhibición trata sobre la imposibilidad de salir. " Nosotros creemos,
escribe Freud, conocer el motor de la represión…es la angustia delante de una
amenaza de castración…Ser mordido por el caballo... es un sustituto del
contenido: ser castrado por el padre (éste es el agente de la castración en la
versión edípica de Freud que cree en el padre). Es este contenido el que ha
sufrido la represión. (...) La angustia de la fobia… es la angustia de
castración"[7].
Freud
no hace de la fobia una neurosis específica sino el estilo mismo de la neurosis
infantil que precede a la elección de la estructura en un momento decisivo: la
cuestión de la castración se plantea pero el sujeto aún no ha elegido cómo
responder a ella. Por lo tanto considera ya la fobia como un momento de pasaje,
de la perversión polimorfa a la estructura, lo que Lacan llamará placa
giratoria, hacia las neurosis.
Lacan
en un largo primer tiempo sigue a Freud en su elaboración a propósito de
la fobia. También él, muy pronto (1938) considera la fobia en la infancia como
un momento de pasaje: "La fobia, en la forma en que esta se observa con la
mayor frecuencia en el niño: la que tiene por objeto al animal. Esta no es sino
una forma sustitutiva de la degradación del Edipo, en la medida en que en ella
el animal grande representa de un modo inmediato a la madre como gestadora, al
padre como amenazante, al hermano menor como intruso.[8]" Después, en el Seminario
IV sobre La relación de objeto[9], 1956/57, Lacan
articula, también él, fobia y angustia, y confirma que la angustia es angustia
de castración, primera, que acompaña a todas las experiencias de
separación, comenzando por la inaugural, estructural.
La
fobia es un síntoma de defensa, un "puesto avanzado". El miedo
interviene como elemento que defiende de lo que por naturaleza carece de objeto
representable, a saber, la angustia (incluso cuando Lacan sitúa ahí el
objeto a, este permanece irrepresentable). El deseo está
prevenido... de la castración. En fin, en este mismo Seminario IV, Lacan hace
de la fobia una suplencia que viene a hacer las veces de metáfora del Nombre
del Padre, es decir que supone que ella podría, más allá de su función de
agente en la neurosis infantil, instalarse para sostener la estructura (¿una
forma de pre-neurosis no decidida?). Y cuando Lacan utilice los nudos para
representar la estructura del inconsciente, hará de Hans un neurótico, en el
sentido de estructura, no de la patología. La fobia del pequeño Hans, dice, sostiene
"en este nudo triple en el que los tres círculos se mantienen unidos: es
en esto que él es neurótico; cortado uno, los otros dos se mantienen
unidos."[10] Se trata en este momento
de la enseñanza de Lacan del nudo olímpico. Con el nudo borromeo (dos años más
tarde), de cuatro, uno se puede preguntar si la fobia que persiste más allá de
la neurosis infantil no sería un nudo sintomático de suplencia.
En
fin, en el seminario De un Otro al otro, lección del 7 de mayo de
1969, Lacan vuelve a la fobia como placa giratoria que abre a los dos órdenes[11] de la neurosis, histeria
y neurosis obsesiva, síntoma que se cura espontáneamente, dice él como Freud,
nos ocupemos de él o no. Continúa explicando el mecanismo a través de la
perversión. En la perversión, el sujeto intenta devolver al Otro el objeto a;
es la posición originaria del niño que pone en juego su integridad. El riesgo
es ser devorado por amor por la propia madre. "Es estar dentro de la boca
de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle
de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre.”[12]. Con la fobia, el niño se
aleja de ser él mismo el objeto. Remarquemos que la mayoría de los
significantes fóbicos de la infancia tienen grandes dientes y/o son sospechosos
de un deseo de devorar (los monstruos en la oscuridad). ¿Es esto, por debajo
del deseo canibalístico maternal, un recuerdo de la mordedura inicial del
significante sobre el viviente, mordedura que lo convierte en parlêtre?
2. El
pánico no es fobia
Los
síntomas fóbicos transitorios de la neurosis infantil no toman el valor de
certeza, lo que los diferencia de los pánicos en la psicosis: el niño sabe muy
bien que no hay ningún lobo bajo su cama, pero aun así... Esta fórmula es
homóloga a la de la perversión, pero aquí se trata de la perversión polimorfa
de la infancia, un intento de protesta ante la castración.
El
objeto fóbico es siempre susceptible de aparecer de manera contingente, y ésta
es otra diferencia con respecto a los pánicos psicóticos ligados a un objeto
fijo, permanente, como la imagen precisa de un lobo parado sobre sus patas
traseras en un libro de cuentos para el Hombre de los lobos.
El Hombre de los lobos no tiene miedo del lobo, tiene miedo de
esta representación.
Las
fobias de la neurosis infantil se distinguen radicalmente de los terrores
fóbicos de la psicosis, más intensamente ligados con situaciones precisas. Una
fobia no es la angustia, ella es una solución a la angustia, mientras que en el
pánico, incluso cuando está ligado a un objeto (por ejemplo, un niño paralizado
cuando oye el ruido de una aspiradora), el sujeto está abandonado a la
angustia.
El
caso de El Hombre de los lobos[13], que Freud nombra
de neurosis infantil, mientras que Lacan se sirvió de él para ilustrar el
mecanismo de la forclusión, es decir, el mecanismo propio de la psicosis,
calificándolo en una rara ocurrencia en su enseñanza como estado límite, es un
ejemplo célebre de discusión diagnóstica. Freud expone en su texto, aparecido
en 1918, las sesiones con este joven adulto que acudió a verle para tratar lo
que él llamaba graves trastornos obsesivos. Identifica, sin sacar la
consecuencia estructural, que si el Hombre de los Lobos "con
su fobia a los animales, no hubiera presentado también una piedad obsesiva, su
historia no se distinguiría por nada de llamativo de la de los otros
niños"[14]. Esto significa que su caso
se distingue del de una neurosis infantil estructural. Para este paciente,
Freud describe un episodio fóbico precedido por una neurosis del niño que
continuó hasta la edad adulta como una neurosis obsesiva, diagnóstico que sería
cuestionado por su última analista, Ruth Mack-Bruswick, y más tarde por
Lacan.
Freud
comienza relatando el episodio fóbico que apareció alrededor de los 4 años. El
niño "tenía un miedo espantoso a la imagen de un lobo en un libro de
cuentos", no al lobo como significante, sino al dibujo de un lobo cuya
particularidad era estar representado erguido sobre sus patas traseras, en una
imagen muy humanizada. Sergei tenía poco más de tres años: "... como era
de esperar, con las primeras excitaciones genitales comenzó la investigación
sexual infantil y nuestro pequeño pronto se vio confrontado al problema de la
castración. En ese momento logró observar a dos niñas mientras orinaban. (...)
Desautorizó la idea de que ahí veía corroborada la herida con la que amenazaba
la ñaña, y se entregó a la explicación de que era la “cola de adelante” de las
niñas. (...) la idea de la castración le preocupaba (...) en aquella época
todavía no tenía miedo a los lobos", a pesar de que éstos ocupaban un
lugar destacado en las historias que le contaban. Muestra una curiosidad sexual
perfectamente banal y se entrega a algunas investigaciones. Hace numerosas
observaciones sobre la diferencia entre los sexos, hace preguntas sobre el
nacimiento. Le interesan mucho las historias de lobos que pierden su cola. La
castración realizada en los cuentos, pero que él aún no teme, va a volver
negada en el sueño de los lobos que tienen colas sustitutas.
Hasta
aquí, la descripción podría ser la de una "neurosis infantil" en
curso.
Luego
sigue lo que Freud llama una neurosis de apariencia obsesiva: "Sus años de
infancia habían estado dominados por graves trastornos (...) bajo la forma de
una fobia a los animales, transformada luego en una neurosis obsesiva de
contenido religioso", acompañada de rituales, compulsiones, pensamientos
obsesivos indecorosos y terrores fóbicos cuyo tono iba mucho más allá de las
fobias estructurales de la infancia. Esta ruidosa sintomatología comenzó
alrededor de los 4 años con el famoso sueño de angustia: la ventana se abre de
repente y Sergei percibe en el marco seis o siete lobos que le miran fijamente.
El niño se despierta gritando, "con gran terror de ser devorado". A
falta de la represión necesaria y suficiente producida por la neurosis infantil[15], queda fijado a una angustia
existencial en la que la expresión metafórica del amor: "Te comería"
es potencialmente realizable.
Freud
interpreta el sueño como un recuerdo encubridor de la escena primitiva. Afirma
que el sueño remite al paciente a una escena de coito a tergo entre
sus padres, observada a la edad de 18 meses. Que esta escena primitiva fuera
real, como Freud estaba convencido, o imaginada a partir de otras observaciones
más discretas, no cambia en nada su carácter de revelación de la falta materna.
Freud la interpreta según su versión del Edipo, que supone establecido y
eficiente (esto será desmentido) en su paciente soñador: los ojos del niño se
abren sobre el marco fantasmático del cuadro de la escena primitiva envuelta de
lo blanco de las ropas de una pícara siesta de verano de la que él está
excluido. Pero, ¿no es más bien que el niño mira el horror de lo Real que le
fija y que guarda toda su crueldad primitiva por el hecho de no comprender nada
de esta visión que se le aparecía en toda su violenta desnudez? Los lobos
posados en el árbol son representantes del deseo enigmático e inquietante del
Otro de la mirada.
Pues
si el enigma del deseo de la madre surge allí, ningún significante vino a
responder.
Lo
que vendrá más tarde son preocupaciones hipocondríacas delirantes, en
particular sobre algo lo que aparece ahí donde no debería haber nada: un grano
en la nariz, que lanza a Sergei a una loca carrera de espejo en espejo para
comprobar su integridad amenazada.
Su
cura termina con un sueño en el que se arranca a él mismo y que precede a su
autonominación por un nombre prestado del otro, Freud en este caso: Wolfmann,
El hombre de los lobos para siempre: Un hombre le arranca a
una Espe (un lapsus linguae para Wespe: avispa) sus alas.
ESPE,
S, P, ése soy yo, declara el soñador: Serguei Pankejeff, su nombre propio, el
que nunca volverá a usar pero que le servirá de sinthome de
suplencia. Es un decir del analista, bajo forma de nominación, que va a hacer,
más o menos, suplencia, no realmente el 4º nudo del sinthome,
porque ahora sabemos que el llamado Hombre de los Lobos sufrirá toda su vida
con una psicosis declarada y con síntomas invalidantes.
Concluyo
con una situación más actual, lo que llamamos "fobia escolar". La
mayoría de las veces no se trata en absoluto de una fobia, sino de una
verdadera angustia, incluso terror, que se desarrolla en manifestaciones
somáticas: incapacidad para levantarse de la cama, pánico cuando se acerca el
colegio, vómitos, etc. El joven acaba encerrándose en su habitación, viviendo
virtualmente con las pantallas; evita el contacto, se aísla cada vez más. La
escuela, el colegio, el instituto, no ha sido más que el elemento
desencadenante y la cuestión de la estructura psíquica se plantea en cada caso.
Parafraseando a Lacan, que decía que "no es psicótico el que quiere", podríamos decir que "no es fóbico el que quiere".
Traducción:
Francisco José Santos Garrido
REFERENCIAS BIBLIOGRÀFICAS
[1] Freud S., (1918),
“ Extrait de l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq
psychanalyses, op. cit
2 Freud S., (1909), “ Analyse
d’une phobie chez un petit garçon de 5 ans ”, Cinq psychanalyses,
op. cit. p. 197.
3 Freud S., (1909), idem, p. 195.
4 Freud S., (1926),
“ Psychanalyse et médecine ”, Ma vie et la
psychanalyse, Paris ; Idées/Gallimard, 5 950, p.137/138.
5 Lacan J., « L’instance de la
lettre dans l’inconscient », Ecrits, op.cit., p.519.
6 Freud S., (1926), Inhibition,
symptôme, angoisse, Paris ; PUF, 1981, p.28.
7 Idem, p.27.
8 Lacan J., (1938), “ Les complexes
familiaux ”, Autres écrits, op. cit., p 96 (version Castellano
p.85).
9 Lacan J.
(1956/57), Le séminaire Livre IV, La relation d’objet,
op. cit., p. 246.
10 Lacan J., Les non-dupes errent, leçon du
11 XII 1973, op. cit.
11 Lacan J.,
(1968/1969), Séminaire D’un Autre à l’autre, leçon du 7 Mai 1969,
inédit.
12 Lacan J.,
(1969/70), Le séminaire Livre XVII, L’envers de la psychanalyse,
op. cit., p.129. (v. castellano p.118)
13 Freud S., (1918), “ Extrait de
l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op.
cit.
14 Freud S., (1918), “ Extrait de l’histoire
d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op. cit., p
456.
15 Menès M., La
‘névrose infantile’, un trauma bénéfique, Editions du Champ lacanien,
Paris, 2006.
PERÍODO: 2020- 2022 ________________________________________
LOS RASTROS DEL GOCE
RHIPNA. Madrid, 2020. Xavier Campamá
INTRODUCCIÓN
Recordar es traer a la memoria algo percibido, aprendido, conocido o retener algo en la mente. Su etimología, procedente del latín, tiene un aire poético: “volver a pasar por el corazón”.
Podría rescatar de lo anterior tres palabras: recordar, memoria y corazón, para adentrarme, inicialmente, en cómo concibe el psicoanálisis la actividad de recordar.
S. Freud desde los inicios de su labor
clínica con los pacientes mediante el método psicoanalítico apoyado en la
consigna de la libre asociación, se percató de que los síntomas que padecían
sus pacientes tenían una explicación, ya que se podía acceder a un saber, pero
que les era completamente ajeno, desconocido, por el hecho de ser inconsciente.
La idea primaria del análisis es que se
trataba de hacer consciente eso inconsciente que producía psicopatología,
mediante el ir encadenando asociaciones de recuerdos hasta el corazón de lo
sintomático. Seguramente muchos recordamos aquella antigua película de Alfred
Hitchcock, Spellbound, que aquí se
tradujo como “Recuerda”, es decir, que pronto pasó a la cultura un retazo de
esta vertiente de cómo operaba el psicoanálisis.
Pero la investigación freudiana
profundizó mucho más y también, desde aquellos tiempos, el psicoanálisis no ha
cesado de progresar, lo que hoy en día nos permite situar mucho mejor de lo que
se trata.
Por el hecho de que los humanos somos
seres hablantes, podemos crear mundos imaginarios, engañar, abrirnos nuevas
posibilidades en el pensar, en crear nuevos objetos, hacer avanzar la ciencia,
etc. Pero la contrapartida es que las palabras, los significantes que manejamos
de alguna manera matan la experiencia real, es decir, de lo vivido algo se
pierde y algo queda, como una huella mnémica, que decía Freud, una marca que se
registra como memoria y además inconsciente. Puesto que el inconsciente es
efecto del lenguaje, sintetizaba Lacan. Diferente es el caso del bebé que tiene
relación con lo real puesto que no habla, en todo caso es hablado por quienes
le rodean, incluso antes de su nacimiento, algo que pone de relieve C. Soler en
su curso impartido en el 2012 -13 con el título “Lo que queda de la infancia”
Según lo dicho, el sujeto queda
dividido entre aquello que cree ser, lo que le es consciente, y aquello otro
que está en él mismo operando de una forma decisiva en su vida y que es de
carácter inconsciente. Es uno de los grandes descubrimientos del psicoanálisis.
Además, la condición humana, en tanto
seres hablantes, nos aleja completamente del mundo instintivo propio de los
mamíferos, lo que hace de la sexualidad humana algo de lo más variopinto, sino
pensemos en que un sujeto pueda satisfacerla por medio de un objeto fetiche,
otro mediante la fustigación, un tercero exhibiéndose, otra ubicándose como sexless –asexuado- otro en una posición
transexual, otra como homosexual, aquel como heterosexual, etc.
Recientemente, apareció la noticia de
una nueva modalidad de feminismo en Corea del sur, en la que subyace una forma
de oponerse a las imposiciones del llamado poder patriarcal, la cual consiste
en “los cuatro noes”: no a las citas, al sexo, al matrimonio y a los
hijos.
Esta ejemplificación nos sitúa de lleno en la complejidad de la sexualidad humana, en la imposibilidad del encuentro armónico entre los sexos, porque no hay pulsión genital o como Lacan precisó en “Radiofonía”, aunque parezca paradójico: no hay relación/proporción sexual, pues en el inconsciente no hay representación de lo que es ser un hombre para una mujer y viceversa, no hay algo preestablecido como en el instinto entre el macho y la hembra en los mamíferos. Ese es el precio que pagamos por el hecho de ser seres hablantes, la falta introducida por el lenguaje en lo real de la sexualidad que es lo que calificamos como castración desde el psicoanálisis, de manera que la forma que nos queda para abordar la sexualidad es sintomática, lo cual quiere decir que es un apaño, la vía posible para confrontarnos a lo traumático que siempre tiene el sexo atravesado por el lenguaje, de ahí que cada cual, en realidad, goza del inconsciente por el que es determinado como sujeto.
Otra de las grandes revoluciones
establecida por Freud fue demostrar que había una sexualidad infantil. Ésta se
manifiesta en lo que calificó como pulsiones parciales, las cuales atañen a
zonas recortadas del cuerpo, de ahí la denominación de parciales, que
introducen un goce que va unido a las demandas que entran en juego entre el
crío y el Otro fundamental que lo cuida desde sus propios deseos inconscientes.
Dichas pulsiones son: la oral, la anal, la escópica y la invocante. Por
ejemplo, en la pulsión anal la zona erógena excitada es el ano y el tracto
rectal, aquí la demanda del Otro pone en escena el entregar las heces, como por
ejemplo sucede en la educación esfinteriana, el niño puede hacerlo como un
regalo a la mamá, pero puede negarse, puede retenerlas, etc. Todo lo cual
configura lo que el lenguaje permite articular en esa demanda pulsional y nos
da la proyección de cómo un determinado sujeto podrá irse situando frente a los
otros. Así: cagar, cagarse, ser cagado por el Otro, hacerse cagar, retener el
objeto, negarse a las demandas del Otro. Posiciones que podemos reconocer
adoptan diferentes sujetos en la vida, haciéndose ir mal en todo aquello que
tratan de construir, negándose a aprender en la escuela y un largo etc. Existe,
recordemos, toda una cohorte sintomática que concierne a lo anal: diferentes
manifestaciones de la encopresis, el estreñimiento pertinaz de origen
psicógeno…
Además de la anterior modalidad de goce
hay la que entra en escena al poner en juego el deseo que lleva a la búsqueda
de un partenaire sexual. Freud también lo encontró en la infancia utilizando el
mito de Edipo, lo que ya forma parte de nuestra cultura y es bien conocido: el
niño desea sexualmente a la madre y entra en conflicto ambivalente con el padre,
al mismo tiempo lo ama y desea eliminarlo. Es así como se inicia el pequeño
sujeto en el mundo del deseo, deseo sostenido por un fantasma propio –nombrar
el matema del fantasma, según Lacan- Pero no puedo detenerme en detallar más.
Concluyo esta introducción, el sujeto humano atravesado por el lenguaje se ve exiliado del instinto animal y su sexualidad, hemos visto, que se configura en una heterogeneidad de goces: pulsionales, fantasmáticos y sintomáticos.
MEMORIA, REPETICIÓN Y RECUERDO
El sujeto en análisis, sea niño, púber
o adulto, habla de sus malestares sintomáticos e inevitablemente trae recuerdos
de su pasado, cuestiones que observa se le repiten, constituyéndose en mensajes
que dirige al psicoanalista. La perspicacia de Freud, en el tiempo que
investigaba sobre los sueños, fue darse cuenta de que creemos recordar nuestra
historia pero, en realidad, está muy fragmentada, falseada, olvidada,
apedazada… En realidad, el pasado es inalcanzable como tal, más que de memoria
podría hablarse de desmemoria. Como decía al inicio, el recuerdo ya es pérdida,
lo real del suceso se perdió y en parte queda algo que es del orden del
significante.
Antes de entrar propiamente en el tema
del recuerdo encubridor, quiero situar algunas cuestiones conexas. Lo más
significativo de lo que diré está extraído de Freud en sus escritos “Recordar,
repetir y reelaborar” (1914) “Más allá del principio de placer” (1920) y del
Seminario 11 de Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
Freud deja que sus analizantes hablen
“libremente” con el convencimiento de que van a aparecer cuestiones
significativas de su sintomatología, es decir, espera que hayan “retornos”.
Podemos preguntarnos ¿qué lo segura? La misma dinámica significante por la que
el sujeto ha sido constituido. Sin embargo, hay algo mucho más potente que
vuelve, que insiste y Freud nombró con el término repetición, que no son los
retornos significantes. En realidad, lo nombró como compulsión o automatismo de
repetición, que no hay que entender como una especie de reproducción siempre de
lo igual.
La repetición es una forma de memoria y
vamos a observar el porqué. Freud localiza que en los análisis de sus pacientes
existe un límite a la rememoración y que hay algo que escapa y va más allá de
la misma, siendo eso mismo lo que puede localizarse en forma de repetición, en
algo que puja una y otra vez en el propio sujeto. ¿De dónde arranca esta
dinámica?
Imaginemos al pequeñín frente a
situaciones que tienen un carácter traumático, como pérdidas, separaciones,
encuentro con algo de lo real sexual como antes explicaba. En un primer momento
no hay con qué afrontar esa situación, sería pensable como la experiencia real
en tanto imposible de retener, pero en cuanto esa experiencia real puede ser
marcada simbólicamente con lo que se denomina rasgo unario, hay inscripción en
el sujeto y al mismo tiempo pérdida. El rasgo unario, es un significante único
que no va encadenado a otros y es lo que nos puede dar pistas del componente de
insistencia de repetición de lo igual, de valor de trauma inaugural. De esta
forma la repetición se compone, por una parte, del encuentro con lo real de
carácter traumático para el sujeto y, por otra parte, del rastro simbólico de
un rasgo unario, que Lacan acuñó con la notación S1.
El hecho de que lo simbólico no puede
absorber lo real traumático e insista vía la repetición, gracias al rasgo
unario que se constituyó, lo podemos leer como una modalidad de memoria
recurrente.
Me parece muy importante el haber introducido la repetición como un acervo de memoria insistente en tanto irrupción de lo real del goce, a pesar del propio sujeto, antes de adentrarnos en lo que se entiende por recuerdo encubridor, pues la primera modalidad la encontraremos siempre en todo psicoanálisis.
MEMORIA Y RECUERDO ENCUBRIDOR
La memoria también es el lugar significativo
de lo olvidado, de lo no recordable, podría decirse también que es lugar de creación.
Así lo recogía Freud al señalar cómo los sujetos tienen recuerdos muy escasos y
fragmentarios de la primera infancia, justo en el tiempo en el que los niños
tienen una gran capacidad de asimilación de información y de diferentes aprendizajes.
Pero, claro, en paralelo a todo esto están sucediendo vínculos capitales como
son las relaciones con las personas significativas que le rodean, poniéndose en
juego la dimensión del amor, el odio, las identificaciones, los deseos, los
goces pulsionales y fantasmáticos, adoptando una posición sintomática que es lo
que, en definitiva, definirá mejor lo que es la particularidad de cada sujeto.
Freud durante muchos años se dedicó a
rastrear, recopilar y teorizar todo aquello que localizaba como una falla en el
recordar. De manera que, por ejemplo, observó que existían recuerdos donde se
combinaban aspectos de escenas vistas, con otras donde se podía destacar lo
escuchado pertenecientes a otro momento de la vivencia del sujeto. El recuerdo,
en este caso, es una especie de resultante compuesta por piezas procedentes de
puzles diferentes.
No se trata, entonces, de creer en la existencia de unos recuerdos fiables que acuden a los archivos de una memoria fiel a los sucesos acontecidos en su total integridad.
Cuando Freud escribe su obra
“Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) estudia con sumo detalle, entre
otros temas, las perturbaciones que le pueden suceder a cualquier “sujeto
normal” en su acción de tratar de recordar algo, vividas como tropiezos
egodistónicos, como es el caso del olvido de nombres propios que ilustra con el
magnífico ejemplo autobiográfico del olvido del pintor Signorelli. Pero también
pone el acento en lo significativo del olvido de palabras extranjeras en aquellos
sujetos que manejan varias lenguas. Abunda, igualmente, en los ejemplos de
olvidos de nombres y de frases, así como en el de impresiones y designios.
Un caso particular que llamó la
atención a Freud es lo que denominó recuerdos encubridores (Sobre los recuerdos
encubridores -1899- y Psicopatología de la vida cotidiana, cap IV) Lo característico
es que son recuerdos de apariencia banal, indiferente, pero que pasados por el
proceso analítico conducen a lo que subyace, ocultado y de carácter relevante.
Él diferencia entre un recuerdo encubridor reciente que remite a un contenido
reprimido del pasado, como es el caso de la infancia y, viceversa, un recuerdo
encubridor de la infancia que remite a un contenido latente posterior.
Lo que podemos observar es que se
produce un falseamiento mnémico tendencioso de un contenido que el sujeto no
quiere recordar que, para Freud, sería la evitación de un conflicto, de la
vivencia de algo chocante, de ahí que se reprima “lo sustantivo”, dice, y
después quede transformado, lo cual primordialmente se realiza mediante un
desplazamiento o metonimia significantes, pero también por condensación o
metáfora. Ambos, mecanismos que establecía como básicos del funcionamiento del
inconsciente.
Para un analista, el recuerdo
encubridor, por más banal que aparente, es de lo único que dispone cuando lo
relata el analizante y no deja de ser el cabo de una cadena elaborativa de
asociaciones a producir hasta conducir al corazón de lo que está en juego, lo
veremos en el caso de que hablaré al final.
Hay un aspecto a destacar en la forma
de presentarse el recuerdo encubridor y es que el sujeto, al relatarlo, se
describe como viéndose a sí mismo en la escena. Hay un desdoblamiento, el
sujeto se ve en la escena y al mismo tiempo es observador de la misma. Freud
puntúa que se trata de una elaboración secundaria, de una retraducción a lo
visual y lo plástico en una época posterior, la del despertar del recuerdo.
Podemos preguntarnos si esto es una condición necesaria para darle a un
recuerdo el estatuto de recuerdo encubridor. Porque también se podría afirmar
que todo recuerdo siempre tiene algo de encubridor.
Obsérvese que esta peculiaridad subrayada
por Freud nos trae lo que teorizó respecto de los sueños, en cuanto a su
carácter visual y donde también el soñador se puede encontrar en la escena
explícita o implícitamente. Y lo mismo sucede con la actividad de fantasear. Lo
ilustro con el caso de un pequeño paciente al que en la escuela ya le habían
colgado el diagnóstico de TDA, de la escala diagnóstica del DSM, y que muy pronto
en las sesiones pudo referir todo lo que imaginaba en el aula escolar en lo que
para él eran las “aburridas clases”. Se trataba en su fantasear de sus proezas
como futbolista marcando ingente cantidad de goles a su equipo rival y
recogiendo aplausos y trofeos, o también se imaginaba siendo un bombero
salvando de las llamas a niñas reales o imaginadas que le gustaban, que luego
se enamoraban de él, etc.
Si avanzamos un poco más puede
afirmarse que todo el tiempo nos estamos moviendo en el terreno del deseo que
lleva al niño, al adolescente y al adulto a buscar a su partenaire sexual. Por
supuesto con las diferencias que lo real corporal impone a la infancia. Es la
castración, para ambos partenaires y, por tanto, el deseo, lo que permite la
aproximación de los cuerpos. Uno supone que el otro es o tiene algo atrayente,
lo que a él le falta, para así realizar el buen encuentro que se cree
complementa.
Pero ¿qué produce realmente la
aproximación a un cuerpo y no a otro? Aquí es Lacan quien clarifica la
cuestión, al añadir la dimensión del partenaire pero a nivel del goce. Eso me
va a suponer un paréntesis, un desarrollo muy en síntesis.
Él estableció lo que llamó el objeto
pequeño a, del cual hay que diferenciar varias facetas. Voy apoyarme en la
imagen de una vasija, un pote, pues representa bien dos aspectos, la parte
material que conforma el continente y la otra parte que es el vacío que hay en
dicha vasija. La ventaja de este ejemplo es que nos permite entender
sencillamente, aún a riesgo de simplificar las cosas, que ese vacío puede
llenarse. Entonces el objeto pequeño a como vacío estructurante para el sujeto,
se vivencia como pérdida de goce, pero ella misma apunta a una búsqueda o
compensación, a un llenado, mediante los llamados plus-de-gozar de los objetos
pulsionales, antes mencionados, o también los objetos de consumo tan actuales
en nuestro tiempo.
Hemos visto que lo que nos aproxima al
partenaire es el deseo, pero en realidad se puede precisar más diciendo que
para el cuerpo a cuerpo hace falta que se ponga en juego el goce. Está el deseo
por alguien, pero tras el deseo lo principal es que actúa el objeto pequeño a,
causa del deseo. Lo podemos imaginar así: alguien desea a otro/a porque reviste
la imagen con que se le presenta con el objeto a que causa su deseo, el cual
envuelve algún objeto pulsional que en realidad es propio, aunque se crea
ubicado en el otro y que de hecho constituye su goce. Se observa bien la manera
en que se articulan en el partenaire las dos vertientes del objeto pequeño a:
como falta, que lo causa, y como plus-de-gozar como intento de taponarla. Lo
cual como muchos conocen está comandado por el fantasma fundamental de cada
sujeto.
Vuelvo al aspecto que subrayaba Freud del aspecto visual y plástico del recuerdo encubridor y en el que el sujeto se ve a sí mismo dentro de la escena, que más bien lo ubicaría del lado de la fantasía que lo dota de una particular intensidad. Lo sustantivo pero opaco al recuerdo encubridor, tiene que ver con lo anteriormente desarrollado: los deseos del sujeto, sus condiciones de goce y el amor en juego.
DOS EJEMPLOS: EL FETICHISTA Y UN FRAGMENTO
DE UN CASO CLÍNICO
Primero voy a tomar algo de lo que dicen Freud y Lacan a propósito del fetichismo, pues me parece una buena introducción de lo que después aparecerá en el caso que voy a presentar.
A parte de la bibliografía ya dicha
sobre el recuerdo encubridor en Freud, hay que añadir “Fetichismo” (1927) y “La
escisión del yo en el proceso defensivo” (1938) así como la relectura que
realiza Lacan sobre el fetichismo en su Seminario 4, “Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis”.
Freud toma el término de recuerdo pantalla como un sinónimo de recuerdo encubridor, pero tal vez descriptivamente más adecuado para algunas ejemplificaciones como es el caso del fetichismo.
¿Por qué un sujeto queda fijado a qué
lo posible de su satisfacción sexual requiera cómo condición necesaria la
presencia de un objeto llamado fetiche? Freud realiza un análisis exquisito y
gráfico, correspondiente a su época, en que las mujeres llevaban vestidos hasta
el tobillo, de cómo se producía el momento de aparición del objeto fetiche y su
fijación en un sujeto infantil.
Todo niño se ve confrontado, más allá
de la falta introducida por el lenguaje en lo real de la sexualidad que
calificamos como castración, a traducciones de la misma que pasan por lo real y
lo imaginario, pero de efectos determinantes para la construcción de la
subjetividad. Por ejemplo la diferencia anatómica entre los sexos, el imaginar
que las niñas y las mujeres también poseen un pene…
Entonces propone que algunos pequeños
ante la castración del Otro, para el ejemplo la propia madre, van a adoptar una
conclusión muy llamativa: dan una respuesta consistente en renegar de la
castración de la madre. El niño situado a los pies de la madre, como decía pensemos
en los vestidos largos de aquella época, en su observación se detiene en el
borde de su vestido, no más arriba del tobillo, como puede ser en el zapato. Y
así ese zapato se puede constituir en el sustituto de lo que no se alcanza a
ver pero que está articulado para el sujeto: el falo imaginario imprescindible
para constituir simbólicamente a la madre como madre fálica. De esta forma,
para este caso el zapato se conforma como el objeto fetiche del falo que la
madre no tiene pero debería tener. Como dice Freud ese objeto fetiche se erige
como monumento de lo que, en realidad subyace: “el horror a la castración”
Es interesante la relectura que hace
Lacan de este hecho, pues puntúa que en este caso el recuerdo encubridor o
recuerdo pantalla, muestra claramente la interrupción que se produce en la cadena
significante de la memoria del sujeto cual película que se detiene, justo un momento
antes de verse confrontado a la castración, erigiendo así el recuerdo pantalla
y encubridor con el fetiche zapato. Pero esa misma cadena continúa velada de
ahí en adelante.
Ahora voy a hablar de un fragmento de
un caso que atendí, se trata de un sujeto de treinta y tantos años que consultó
por unas dificultades que definía como no poder terminar de autonomizarse, pues
aún vivía en el domicilio materno, esta mujer había enviudado cuando el
analizante tenía veinte años, acomodada económicamente y aún más gracias a una
nueva pareja con la que vivía desde hacía unos ocho años. Pero este no poder
autonomizarse también estaba connotado de una gran dependencia económica de
aquella. Sus ingresos de los últimos años dependían de que la nueva pareja de
la madre le ofreciese alguna colaboración, pues por sí mismo no salía adelante.
También se quejaba de que no conseguía tener una relación duradera con una
mujer como para terminar siendo una pareja, tenía relaciones muy escasas y
distantes con alguna mujer y siempre terminaba por ser dejado o desengañarse.
Le parecía extraño pues se veía bien parecido, cosa en la que su madre
insistía, y también simpático.
En el tiempo de las entrevistas
preliminares relató haber sido un estudiante discreto salvo en plástica en que
era sobresaliente, se aburría en las clases y se quedaba “colgado” pensando en
el recreo, las vacaciones o pensando los dibujos que haría en su tiempo libre,
aquello que en su decir le motivaba más. De hecho terminó estudiando Bellas
Artes, lo que le conectó con un mundo bohemio y de consumo de porros y alcohol.
Sus capacidades mostradas no dieron un fruto en ninguna proyección iniciada.
En una ocasión le pregunté qué
recordaba de su infancia y explicó que ya se entretenía mucho dibujando, de
pequeño recordaba hacer casas con montañas al fondo y luego ya hacía cómics de
lucha y más mayor le encantaba el tema de las amazonas y, entonces, sus cómics
pasaron a incluirlas frecuentemente. Le atraían estas figuras de mujeres
fuertes, dominantes e independientes. De
hecho, también había jugado mucho a montarse historias en las que ellas
formaban parte de las mismas. También le gustaba jugar al fútbol, pero lo
señala como algo promovido por su padre y a lo que se prestó de hecho, había
sido una de sus actividades extraescolares junto a formarse en dibujo y
pintura. También recordaba que le agradaba mucho
encerrarse en un armario y en el desván, pero no pudo dar cuenta de que hacía o
qué encontraba de placentero en esa acción. Como veremos enseguida, este
recuerdo tenía la connotación de un recuerdo encubridor.
Voy a recortar bastante, pero el progreso de su análisis le llevó a detallar que esas mujeres con las que tuvo relación, tenían algunos de esos rasgos que le atraían de la figura de la amazona, el tenía que ir tras ellas pues eran muy suyas, eran mujeres muy capaces, muy seguras de sus convicciones y él se sentía en inferioridad.
Su madre era descrita como una mujer
soberbia, muy bella, culta, con una gran afición por el arte, que procedía de
una familia burguesa y acaudalada, con un carácter fuerte, poco afectuosa pues
recordaba haber sido mejor cuidado por las mujeres de servicio. El reconocía
una relación nada fácil con ella, pues enseguida lo trataba de inútil y solo se
sentía reconocido por su aspecto físico.
Al padre lo describió como un
administrativo muy trabajador en su empresa, de carácter taciturno, cuya única
afición era el fútbol. Procedente de una familia sencilla. Nunca pudo entender
cómo podían hacer pareja sus padres, pues entre ellos no observaba muestras de
afecto y los veía muy diferentes.
Cuando pudo hablar de la cama describió
unos encuentros sexuales en que acostumbraba a sentirse como un títere.
Un día trajo un recuerdo más detallado
de encerrarse dentro de un armario o de un desván, le vino a la memoria que
siendo niño se encerraba dentro de un armario de una tía materna que el quería
mucho porque era más afectuosa con él. Ese era el armario donde la tía guardaba
sus zapatos y recuerda que los miraba, los acariciaba y los olía. Siempre que
iba allí trataba de hacerlo, hasta que más mayor fue reprendido en diferentes
ocasiones y abandonó esa actividad no sin pesar.
Fue poco después que pudo explicitar
más detalladamente su rasgo fetichista al referir que los encuentros sexuales
con mujeres que para él eran satisfactorios era cuando ellas follaban con los
zapatos de tacón puestos.
Mucho después añadió que,
frecuentemente, se masturbaba viendo fotos o vídeos de mujeres calzadas.
Fragmento de un caso que nos muestra claramente la condición de goce de un sujeto fetichista y como en su análisis ese recuerdo calificable de encubridor, nos va abriendo en una cadena asociativa al corazón de su fijación, el objeto que causa finalmente su deseo.
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Tratamientos del cuerpo del niño y el
adolescente en nuestra época y en el psicoanálisis.
Cuerpos. Pubertades[1]
Autor: Francisco José Santos Garrido
Me planteo en escrito dos momentos. El primero, que he llamado “Cuerpos”, en el que presento algo sobre lo que me tiene al trabajo sobre el cuerpo. Después, un apartado sobre “Pubertades”, en el que exponer algunas citas y decires que en este tiempo de estudio me han resultado evocadoras.
Cuerpos
LOM, el hombre borromeo hecho Uno por el anudamiento de las tres consistencias[2], real, simbólica e imaginaria y es por este anudamiento que tiene un cuerpo, no lo es[3]. “El hombre tiene un cuerpo, o sea que habla con su cuerpo, dicho de otro modo, que parlêtre por naturaleza”[4]. Parlêtre, hablaser que tiene también una definición borronea: la palabra vehículo de sentido se ve conectada “no solo con el sentido gozado, sino con el campo de lo Real, del goce Real”[5].
Y es que el decantar “el inconsciente sin sujeto”, como recoge Colette Soler en su seminario “Vuelta sobre la función de la palabra”, desplaza las líneas de fuerza de la clínica del sujeto en su relación al Otro, hacia una clínica del ser hablaser, del parlêtre. Y en lo que respecta a este ser hablante, “no es solamente sujeto, tiene un cuerpo que está implicado en los efectos sintomáticos del inconsciente”[6].
La vuelta que en la Escuela se ha dado de pasar dos veces por la cuestión del cuerpo la entiendo como un poner en evidencia este desplazamiento que agujerea la concepción de lo pensable de un psicoanálisis y avanza en un campo que está por desarrollar, el campo lacaniano[7].
En “Advenimientos de lo real” se recogió este desplazamiento de los años setenta de Lacan: “el síntoma de goce del cuerpo, del cuerpo síntoma que suple la no relación, no está determinado por el Otro, por su palabra y su discurso”[8]. El inconsciente saber sin sujeto “es solidario de la definición de acto analítico”[9]. Y, lo que hoy nos convoca, el saber sin sujeto “abre al no sin el cuerpo”[10]. Entonces, este “tener un cuerpo” es solidario del inconsciente real como saber fuera de sentido.
Lacan en el Seminario XXIII, sobre el cuerpo del parlêtre: “En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia – consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo, a cada rato, levanta el campamento”[11]. Este levanta el campamento, que viene de una expresión francesa difícilmente traducible al castellano. Parece que es este anudamiento el que le diera esa consistencia pero no evita que el cuerpo a cada rato se largue, se abra, se raje, o como se dice en Castilla, salga pitando.
Y es que “El cuerpo está afectado de los pensamientos del ser” [12], como si el cuerpo fuera uno mismo, el ejemplo de las lágrimas.
Para tener un cuerpo es necesario que un nudo borromeo sea hecho, donde el goce fálico y el goce del sentido estén anudados[13]
Colette en el artículo “Tener un cuerpo…borromeo” habla de una doble imposición del inconsciente: hablado impone el ser; saber gozado impone el tener del cuerpo, y no el cuerpo imaginario, no el cuerpo mortificado del simbólico, sino el cuerpo substancia, sustancia gozante.
“Lo verdadero es que LOM tiene, al principio”[14] y “Tener es poder hacer algo con”[15], pero se introduce entonces también el que pueda no tener lugar, aspecto reseñable para la clínica.
Pubertades
De entrada, agradezco el encuentro con el texto de Martine Menès “El tránsito adolescente, tratamiento de lo imposible”[16], por ir a la veta de lo que me interesaba transmitir en este apartado.
Freud en Las metamorfosis de la pubertad comienza escribiendo “La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual (…) se pone el servicio de la función de reproducción”[17].
Tal vez pudiera decirse que hay en la pubertad una actualización, apuntalamiento siguiendo a Freud, del encuentro que hizo el niño con algo que ya no se ajustaba solo a lo decible, encuentro inaugural marcado con “un significante que encarnó el goce”[18]. ¿Cómo se relaciona este significante con algo de las marcas de la lalengua? Y, ahora el púber se encuentra con la castración “que es algo que a los 14 años, se evita mal”, decir de Lacan recogido por David Bernard[19].
La temporalidad de la pubertad, y su relación con el trauma, ya fueron abordadas por Freud muy tempranamente en 1985: “Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo que solo con efecto retardado (nachträglich) ha devenido trauma. Causa de este estado de cosas es el retardo de la pubertad respecto del restante desarrollo del individuo.”[20]
Lacan habla de un “momento límite complexual”, que podría ordenarse de un modo muy distinto, en función de un vínculo entre la maduración del objeto a y la edad de la pubertad[21].
Partir de la pubertad como la maduración del objeto a que organiza lo pulsional creo que nos mantiene en la vereda del descubrimiento freudiano. Es esta “madurez”, término utilizado por Lacan, la que pone al descubierto que no es de madurez de lo que se trata en el sentido general del término.
La puesta en funcionamiento del objeto a “maduro” impulsado por lo real del cuerpo, haría entonces el paso de las teorías sexuales infantiles a la construcción del fantasma. Es esta madurez del objeto a la que hace que lo pulsional se encarne en el adolescente de una manera tan desbocada, cada uno según sus marcas pulsionales, en un exceso que, aunque calme transitoriamente, no puede hacer olvidar en el neurótico ni la castración ni la no relación sexual ni el ser mortal. Me pregunto por el síntoma y Lacan en el Seminario VI dice “los detritus, más o menos incompletamente reprimidos en el Edipo, resurgirán en el nivel de la pubertad bajo la forma de síntomas neuróticos”[22],
Esta maduración del objeto a en la pubertad pone en primer plano “Lo que no se elige”, o tal como ha sido traducido “Lo que usted no podría elegir”[23], título de un texto de Colette Soler. Entre el lado mujer y el lado hombre, dice, los sujetos han elegido. “Y más tarde, más fuertemente aún: ellos se autorizan en sí mismos, los seres sexuados.”[24] Autorizarse al sexo como nos recordaba Alejandro Rostagnotto en las jornadas del pasado 12 de septiembre[25], puede ser uno de los efectos de un psicoanálisis. Colette en este texto recuerda que “podríamos decir que es el goce el que elige, allí donde responde y en las formas con las que responde, todo o no todo, hace ley…sexual”. Y en cuanto a ese autorizarse ellos mismos, aparece el cuerpo, de nuevo, un autorizarse como lo que son en tanto cuerpos, pero que no es ni el yo ni el sujeto, hablando propiamente. El margen de elección que le queda al que dice “yo” es “el de la posición que tomará ante eso que lo eligió. Rechazo, consentimiento, paciencia, entusiasmo, hay muchas”[26]
En este sentido, el seminario “Las formaciones del inconsciente”, en la lección del 22 de enero de 1958, y a colación de los tiempos del Edipo, Lacan nos dice que “El niño tiene todos los títulos para ser un hombre, y lo que más tarde se le pueda discutir en el momento de la pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del todo con la identificación metafórica con la imagen del padre”[27]¿Qué se le puede discutir? ¿Cómo se quedaría esta cita releída con la padre-versión?
Lacadée sintetiza la cuestión del
cuerpo en un artículo dedicado a la adolescencia: “La relación del cuerpo se
vive en el registro de lo imaginario, él mismo anudado a los significantes de
la lalengua que afectan al cuerpo, así como a la dimensión imposible que ex –
siste al cuerpo y a la lengua a título de real como límite último del sentido
sexual y mortal”[28].
Dejo a Wedekind y lo que tanto Freud como Lacan dijeron de su “Despertar de la primavera” para otro momento.
Hasta aquí solo un marco para seguir
trabajando.
Madrid, 6 de octubre de
2020
[1] Este texto corresponde a la introducción teórica que se expuso en las
Jornadas RHIPNA de Pereira, el mes de octubre de 2020.
[2] Soler, C. (2013). El
inconsciente reinventado. Buenos Aires: Amorrortu. p. 88.
[3] Lacan, J (2012). Joyce el
síntoma. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós. P. 591.
[4] Lacan, J (2012). Joyce el
síntoma. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós., p. 592.
[5] Soler, C. (2013). El
inconsciente reinventado. Buenos Aires: Amorrortu. p. 88.
[6] Soler,
C. (2019). Retour sur la “fonction de la
parole”. Paris : Editions Nouvelles du Champs lacanien. p. 157.
[7] Me hago eco del decir en
la conferencia de Colette Soler que tuvo lugar con motivo del 20º Aniversario
del Foro de Medellín el pasado mes de septiembre de 2020.
[8] Soler, C. (2016). Advenimientos
de lo real. De la angustia al síntoma. Los monográficos de Pliegues nº6.
San Sebastián: Federación de los Foros del Campo Lacaniano España F-9, p. 27
[9] Ibidem, p. 190.
[10] Ibidem, p. 200.
[11] Lacan, J. (2006). El
sinthome. Buenos Aires: Paidós. p. 64.
[12] Soler,
C. (2015). Avoir un corps…borroméen. Revue des Collèges de Clinique
psychanalytique du Champ Lacanien 14, p. 60.
[13] Ibidem, 64
[14] Lacan, J (2012). Joyce el
síntoma. Otros escritos. Argentina: Paidós. P. 591.
[15] Ibidem,
p. 591.
[16]
Menès, M. Le passage adolescent,
traitement de l’impossible. Mensuel
98. Consultado en https://www.champlacanienfrance.net/sites/default/files/menes_M98.pdf
[17] Freud, Las metamorfosis de
la pubertad, p. 189.
[18] Soler, C. (2018).
Advenimiento de lo real. Pre-texto de la Cita Internacional de Barcelona,
septiembre 2018 abril 2017. Consultado en https://www.champlacanien.net/public/docu/3/rdv2018pre1.pdf
[19]
Lacan, J. (1972). Discours de conlusion. Letteres de l’École freudienne de
Paris, nº 9, décembre 1972, p.513. Según lo citó Bernard, D. (2019). Lacan
avec Wedekind. Une autre lecture de l’adolescence. Rennes : Presse Universtaires
Rennes.
[20] Freud, S. (2010). Proyecto
de Psicología. En Obras completas. Volumen I. Buenos Aires: Amorrortu.
p. 403.
[21] Lacan, J. (2006). El
seminario de Jacques Lacan. Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós.
p.279.
[22] Lacan, J. (2014). El
seminario de Jacques Lacan. Libro 6. El deseo y su interpretación. Buenos
Aires: Paidós. p 382.
[23] Soler, C. (2009), Lo que
usted no podría elegir. Aun. Publicación de Psicoanálisis 1, (1). Consultado en https://www.forofarp.org/images/AUN%201%20-%20Version%20final%201R.pdf
[24]
Ibidem, p. 16.
[25] "Les effets de la passe
sur l'École, vus par l'AE". EPFCL-France - 12 septiembre de 2020. Material no editado.
[26] Ibidem, p. 21
[27] Lacan, J. (2007). El
seminario de Jacques Lacan. Libro 5. Las formaciones del inconsciente. Buenos
Aires: Paidós. P.201.
[28]
Lacadée, P. (2015). Urgence de vie. La Cause de désir 89, p. 33.
Teorías sexuales infantiles.
Autor: Trinidad Sanchez-Biezma de Lander.
“A menudo cuando estoy descansando y no sé qué hacer conmigo misma, tengo la sensación de que me agradaría pedirle a mi madre algo que no me puede dar”.
Van Ophuijsen.
Desde tiempos remotos lo femenino y lo maternal coinciden y se confunden en el cuerpo de la mujer, resaltando el lado enigmático de su representación. En su interior reposa el enorme poder de dar vida o de dar muerte. La metáfora del “continente negro”, y la fantasía infantil de “todo tiene pene”, son maneras, formas de pensamiento que evitan el encuentro con lo originario que las mujeres encarnan.
Lo visible y lo invisible se ofrece como pantalla de proyección a dudas inquietantes, a fantasmas enigmáticos, a zozobras arcaicas. El misterio de la mujer pasea por la ribera de una angustia sin nombre. La falta femenina huele a desconocimiento y facilita la emergencia de mecanismos psíquicos primitivos que, en tanto creencias se implantan en el orden de lo siniestro, incluso de lo intolerable.
Así, las mujeres devienen personajes de leyenda, y en su lado maternal, más allá de la diferencia sexual pero sin duda gracias a ella, lo irrepresentable siniestro, lo materno peligroso. Verdadera cabeza de Medusa.
Freud nos habla de una actividad diurna fantaseadora que es realizadora de deseos y que es importante para comprender los sueños. En, “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, dirá que: “las fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre” (Freud, S, 1908/1073:1350). No lo explica, pero a renglón seguido estudia una clase particular que fue consciente alguna vez. Señala que la fantasía inconsciente “integra una importantísima relación con la vida sexual del individuo, pues es idéntica a la que él mismo empleó como base de la satisfacción sexual, en un periodo de masturbación” (Ibid: 1350). Luego, por efecto de la represión desaparece la masturbación, y su fantasía pasa de ser consciente a inconsciente, siendo retoños “premisas psíquicas más inmediatas de toda una serie de síntomas histéricos” (Ibid: 1350).
El fantasear se ofrece pues, como un camino para rastrear la perdurabilidad de las teorías sexuales infantiles; en el “Poeta y los sueños diurnos”, coloca expresamente los sueños diurnos al lado de la poesía como continuación, y luego, como sustitutos de los juegos infantiles. Este vínculo se precisa porque tanto el fantasma del adulto como el juego del niño y de la niña, tienen su origen en el enfrentamiento con la falta en el Otro.
Freud nos enseña que las teorías sexuales infantiles no son solamente cosas de niños. Lo infantil constituye el núcleo de la estructura del sujeto, alojan la verdad del hombre y de la mujer, sin distinción de edades cronológicos, como lo propio de la sexualidad.
El niño elucubra teorías, con el término de pulsión epistemológica se designa el empuje a la invención propia de los niños. Por un lado, el niño ordena durante un tiempo que el cuento se cuente siempre de la misma forma, garantizando así, que las palabras vuelvan todos los días al mismo lugar. En ese momento reniega de la sorpresa del chiste y opta por lo que vuelve, por lo que se repite; pero de un día para otro una inversión paradójica afecta esa satisfacción, y lo que vuelve al mismo lugar se convierte en angustia, en sufrimiento. Son esas rumiaciones que vuelven una y otra vez como una obsesión, esas pesadillas que se reproducen sin cesar, ese trauma que promete volver a repetirse.
Así el placer de lo familiar, de lo conocido que se anunciaba siempre con las mismas palabras, se convierte en lo más extranjero, en lo más temido.
“Estas falsas teorías sexuales (...) aunque todas yerran de un modo grotesco, cada una de ellas contiene alguna parte de verdad, asemejándose en esto a aquellas teorías (...) edificadas por los adultos como tentativas de resolver los problemas universales que desafían el pensamiento humano” (Freud, S, 1908/1973:1265).
Verdad que como ficción produce una serie de argumentos, de elucubraciones. Verdad impuesta por la pulsión y constituida a imagen de la organización libidinal del niño, en la medida en que la pulsión nombra la relación compleja de la sexualidad con el psiquismo y es solidaria del cuerpo y del goce.
Teorías que son la primera respuesta ante el enigma del deseo del Otro, y que operan con criterio de verdad, como creencias. Primeras respuestas axiomáticas del sujeto que son el preludio de la constitución fantasmática.
Freud les da un lugar fundamental en la constitución de las neurosis y de los síntomas: “para lo que se demuestra indispensable es para la concepción de las neurosis mismas, en las cuales conservan aún todo su valor tales teorías y ejercen una influencia determinante sobre la estructura de los síntomas” (Ibid:1263). Son pues parte de la neurosis infantil; son fijaciones, restos ligados a la satisfacción propia de la vida sexual del niño que permanecen vigentes aunque ocultos, y determinan la vida erótica.
La fijación se inscribe a partir y en el mismo lugar que la defensa, de forma tal que es a la vez una fijación al trauma y fijación del trauma. De esta ambigüedad de la fijación dará fe la respuesta sintomática constituida por la amnesia histérica, entendida por Freud como el revés de la reminiscencia.
La reminiscencia es una especie de búsqueda, búsqueda de eso que es inolvidable, ese personaje pre-histórico al que posteriormente nadie llega a igualarse; luego la elección por el padre y luego el fantasma mudo y consolador. La reminiscencia es inseparable de la acción del psicoanálisis donde se construye lo olvidado, donde la verdad de estas construcciones posee el valor terapéutico de recuerdo recuperado.
Lo que planteo hoy es justamente este sentimiento de certeza, de verdad, esta convicción de re-hallazgo. Lo olvidado construido se fija y desde allí se torna inaccesible a una crítica lógica, cuál un delirio psicótico; y Freud apelará a la ficción de una memoria vinculada con un contenido de verdad histórica, tomado en la represión de tiempos originarios olvidados.
Y es que detrás de la madre de todos los días, tal vez se esconda una mujer extraña. En el tejido de su ternura, entre los hilos de sus demandas se encuentra otra, una mujer que tiene deseos que el niño, que la niña no entiende. Seguramente el padre no puede acompañar a este niño frente a la extrañeza de esta mujer porque solo sabe de la versión de mujer que mejor se acomoda al objeto de sus fantasías sexuales infantiles.
Es un momento difícil. El niño amado que aportaba satisfacción en un momento dado siente miedo, puede ser devorado. La angustia es no saber, nunca se sabe qué quiere el Otro, la angustia es la sensación del deseo del Otro. La sensación del deseo que angustia marca con su impronta la geografía. Súbitamente hay lugares por los que no quiere pasar, animales que no puede mirar, espacios que antaño familiares se vuelven insoportables, personas que antes amadas producen ahora un inmenso sentimiento de encierro, de invasión.
Luego, cuando la pulsión golpea, cuando su escritura se despliega y se satisface en el gasto inútil, en el derroche, pero también en la restricción más extrema, en el control exasperado, en la insatisfacción quejosa de pretender contabilizar lo incontabilizable, el dolor secretamente programado hace su aparición. Con ese goce el niño se fabrica una respuesta; fabrica un fantasma que dé cuenta, que le permita interpretar el deseo del Otro, fantasma que se edifica sobre un real pulsional. El niño se inventa un cuento sobre lo que él es en el deseo de ella, una versión que intenta tapar el enigma siempre angustiante de la castración materna. Una respuesta sobre su ser que le permita interpretar su mundo.
Si bien no podemos rastrearlas con precisión, lo que nos interesa es el tiempo de latencia, como lo señala Freud, entre las teorías sobre la sexualidad y las fantasías primordiales, como dos tiempos necesarios en la constitución de la sexualidad.
Teorías y fantasías que se hilan como respuestas a la pregunta de los comienzos del sujeto, de la sexualidad, de la diferencia entre los sexos, del deseo, en la medida que la castración, lo real del sexo hace límite al saber.
Punto que puede abrir en el análisis la posibilidad particular de lograr que la otra historia se haga oír; singular historia formada por retazos: una voz, el espacio de un murmullo, tal vez la imagen imborrable de un momento, huellas de nuestras aventuras más precoces con el Otro inolvidable perdido para siempre en el tiempo de la separación.
El análisis es un relato que se lee y se relee, los personajes aparecen para desaparecer luego quedando de ellos apenas un nombre. Un acontecer hace resurgir una certeza que hemos llegado a pensar. La certeza insiste, estalla en palabras pero no se fija en ellas. ¿Y si esa certeza no fuera nada?.
La historia que tanto nos conmovía pierde su carga afectiva, palidece y se funde en el decorado convirtiéndose cada vez en algo más borroso e incierto. “Hice para mí misma -dice Virginia Wolf en: “Una habitación propia”- lo que el psicoanálisis hace para sus pacientes. Expresé una emoción honda y vieja, y al expresarla la expliqué y luego la dejé atrás”.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
-Van Ophuijsen. “Declaración de una paciente obsesiva”. En:
¿Por qué las mujeres aman a los hombres y no a su madre?.
Haamon M.C: Paidos 1995. p 75
-Freud, S. (1908/1973). “Fantasías histéricas y su relación con la
bisexualidad”. En: Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva.
-Freud, S. (1908/1973). “Teorías sexuales infantiles”. En: Obras
completas. Madrid, Biblioteca Nueva.
-Freud, S. (1905/1973). “Tres ensayos para una teoría sexual”.
En: Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva.
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