PERÍODO: 2023- 2024
Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
4ta Sesión 02/01/2023
4ta Sesión 02/01/2023
LAS ANGUSTIAS DE
“UN” INF
Gladys Mattalia
I - Algunas puntuaciones
teórico – clínicas…
El
objeto a, este hallazgo y aporte original de Lacan, pasó en su enseñanza por diferentes
conceptualizaciones, en una paleta que va desde el objeto en su vertiente
imaginaria; pasando por las tinieblas del unheimlich;
funcionando como objeto causa de deseo presente en el fantasma; ocupando un
lugar diferente según las estructuras clínicas: enmascarado en el fantasma
neurótico, presente en la realidad de la escena perversa, reíficado[1]
alucinatoriamente en la psicosis; para luego adquirir la dimensión de “plus de
goce” y concluir, al final de sus teorizaciones, de una manera totalmente
renovada como punto de encaje (point de coinçage), aunque sería mejor decir “agujero de encaje”,
el trisquel, por el cual los tres
registros de la subjetividad: R.S.I.
se sostienen juntos en el nudo borromeo.
El objeto a introduce la dimensión del vacío ya
que no se corresponde con el objeto tangible de la necesidad. Nos dice Lacan en
su Seminario 11: “Es preciso, pues,
que eso sea un objeto, en primer lugar, separable, en segundo lugar, que tenga
alguna relación con la carencia”
Por un lado, los
“objetos de la demanda”, objetos freudianos,
pecho y heces. Por el otro, la voz y la mirada, “objetos lacanianos”,
los “objetos del deseo”, más allá del perceptum,
objetos intangibles, no evidentes, no perceptibles, no sustanciables.
En la mirada, “el ojo es un espejo (…) que
organiza el mundo como espacio”[2] Y allí
el fantasma aparece, en todo su despliegue, como el soporte más satisfactorio
de la función del deseo.
Vale decir que si
hay un objeto y un campo asegurado en su dimensión fantasmática es el campo de la mirada. Lo que le otorga
tonalidad a nuestra vida deseante. Es además, el punto de angustia que emerge
cuando fracasa el velamiento del objeto.
En el Seminario X,
La angustia, Lacan nos dice que “la
angustia no es sin objeto.” Surge inmediatamente la pregunta ¿Qué objeto soy
para el Otro? ¿Qué me quiere? Momento constitutivo de la división subjetiva.
Dice Lacan: “la
tentación, no la pérdida del objeto, sino la presencia, los objetos que no
faltan”[3]. La
angustia es lo que no engaña, es el presentimiento, lo que está fuera de toda
duda. La angustia es lo que nos deja dependiendo del Otro, sin palabras, fuera
de la simbolización.
La angustia está
vinculada al deseo del Otro, y la función angustiante de ese deseo es que no sé
que objeto a soy para el Otro.
Este no saber
angustioso está plenamente articulado en el objeto escópico: la mirada. Es a nivel del deseo escópico donde el
objeto a se encuentra más oculto y
por lo tanto el sujeto se encuentra allí, en relación a la angustia, asegurado
al máximo. Lacan nombra ese
objeto mirada como una “ventana”, una “ranura” que permite ver, aunque
opacamente, y a través de la cual se interpreta la vida.
II - Angustias de
“un” infans
Voy a hablarles
de un infans y de una escena que vio y que lo expulsó del
paraíso. Las angustias de “un” pequeño
que nació el 13 de noviembre del año 354 (Siglo IV) y vivió hasta los 76 años.
Su nombre de pila Aurelius Augustinus Hipponensis.
Su ciudad natal Tagaste – Hipona- en el norte del África romana, actual Argelia.[4]
Fue un escritor, teólogo y filósofo cristiano. Canonizado en 1.298 por el Papa
Bonifacio VIII por ser considerado uno de los principales Padres de la Iglesia
latina, fue proclamado Doctor de la Iglesia ese mismo año. Toda
la filosofía y la teología medieval, hasta el siglo XII, fue básicamente
agustiniana.
Considera,
en sus escritos, que hay tres tipos de tiempos
en la mente: “el presente con respecto a las cosas pasadas, que es la
memoria; el presente con respecto a las cosas presentes, que es la
contemplación; y el presente con respecto a las cosas futuras, que es la
expectativa.”
“Una” madre,
Santa Mónica, dulce y abnegada cristiana. Venerada y recordada por sus extraordinarias virtudes, en particular por los
sufrimientos causados por el adulterio de su marido. Con una vida de oración que durante más de 15 años dedicó a
la conversión de su hijo para que éste encontrara el camino hacia Cristo. Se la
conoce hoy como “la abogada de las madres con hijos descarriados”. Siendo
muy joven y por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego, funcionario
pagano al servicio del Imperio romano
Algunas mujeres le preguntaron de por qué su marido nunca la
golpeaba, entonces les dijo: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio,
yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como
para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues.... no
peleamos".
Agustín,
hijo primogénito, tuvo “un” hermano llamado Navigio, Navigius,
y una hermana, Perpetua, que fue superiora de uno de los monasterios
femeninos por él fundados.
Aurelio Agustín, fue un niño, según él mismo cuenta en sus Confesiones,
“irascible, soberbio y díscolo”, aunque excepcionalmente dotado.
Su
libro Confesiones son una serie de trece
libros autobiográficos escritos entre el 397 y el 398. Confesiones es
un libro en el que San Agustín escribió como testimonio de su niñez y
juventud pecadora y de su conversión al cristianismo. Confesiones
narra la niñez de Agustín, su adolescencia y juventud, su carrera académica, su
estancia en el maniqueísmo[5]. Confesiones contiene además, su proceso
personal de acercamiento al cristianismo, su conversión y sus primeras
experiencias como católico.
San Agustín en sus Confesiones no se dirige a otro sino al
Otro, apela a Dios para su confesión. Este libro es considerado
como la primera autobiografía occidental. Relato autobiográfico donde coinciden autor, narrador y
personaje.
En
el libro 1, relata
su infancia y su niñez hasta los 14 años. En él
encontramos conclusiones universales sobre la naturaleza de la infancia: “el
niño es intrínsecamente violento si se le deja a su aire a causa del pecado original”.
Reflexiona, además, sobre la elección del placer y la lectura de la literatura
profana en lugar del estudio de las Escrituras.
Voy a rescatar del Libro I [6] algunos
párrafos sobre los cuales se ha derramado mucha tinta psicoanalítica.
“En
una ocasión tuve la oportunidad de observar a un niño que aún no sabía hablar.”
Un infans, “Tenía tantos celos y
envidia que miraba con amargura (amaru aspectu) a un hermano suyo,
deseando tomar la leche que éste tomaba” (…) Más adelante agrega: “Esta edad,
no recuerdo haberla vivido. Creo lo que de ella me dicen, y de lo que veo hacer
a otros niños supongo lo que hice en aquella edad.” (…) “son tales las
tinieblas que envuelven mi olvido” (…) “¿Para qué ocuparme de aquello en lo que
no conservo vestigio alguno?”
Episodio
frecuentemente citado por Lacan a
lo largo de sus escritos y seminarios, momento inaugural de la relación al
otro. E incluso me hizo recordar otra escena[7],
testimonio de pase de un colega de nuestro colectivo lo cito:
“El
punto de partida del trabajo de historización —así como la perspectiva del recorrido- quedan bien
ilustrados por un temprano recuerdo
infantil, cuya significación recién pude apreciar más claramente en el dispositivo del pase. La escena era la siguiente:
mientras mi madre daba el
pecho a mi hermano recién nacido, yo me
ubicaba a su lado y daba grandes
sorbos a una botella de Coca-Cola.”
Sigamos con Agustín:
Lacan
atribuye a esta escena del infans
Agustín - escena de oralidad y pulsión escópica - un valor estructural. En esa
ventana, en esa ranura, en ese “cuadro viviente” podemos asir el punto de
báscula entre la imagen especular del amor narcisista, por un lado; y el objeto
causa de deseo, por el otro lado. Escena constitutiva y estructural de una
matriz imaginaria que deja enlazado: autoerotismo, narcisismo y fantasía.
Escena que reúne los tres “complejos familiares” del Lacan
de 1938 en su trabajo sobre La familia:
“complejo del destete”, “complejo de intrusión” y el complejo nodular de las
neurosis, “complejo de castración”.
El hermano de leche, Navigius, no sólo
es el semejante, es además el que goza del objeto del cual el infans fue privado. Vemos surgir el objeto causa de deseo como inefablemente
gozado por otro. El objeto en su cualidad de necesariamente perdido para
siempre y que el fantasma intenta capturar.
“Imagen fundadora del deseo, al igual
que la escena que Freud nos presenta varios siglos más tarde en la escena del fort - da.[8]
Primera gran confesión (agustiniana): el deseo es el deseo del otro.”[9]
En esta escena, en
este paraíso perdido, vemos configurarse una de las características fundamentales del
objeto a: ser un objeto cesible, un objeto soltado y, como tal, aparejado al punto
de angustia. El infans, Aurelio
Agustín, ha cedido el pecho que le
pertenece. Instante de marca y fuente de las pasiones más oscuras. La envidia y los celos, consideradas otrora como pecados capitales.
M. Bousseyroux, en una conferencia en
Italia, nos relata que ya en “la doctrina de Cipriano[10]
hay una primacía lógica y ontológica de la envidia como generadora de todos los
demás pecados. La envidia es la madre de este defecto original de la Creación que es el Goce.”[11]
Para el Doctor de la Iglesia, San
Agustín, la envidia es el “pecado diabólico por excelencia”.
La envidia viene de “in-videre”[12],
de mirar de reojo, con los ojos sucios. El niño Agustín tiene una mirada que
mata. Su deseo provoca una palidez mortal y tiene el efecto de un veneno sobre
el sujeto. Envenena el pensamiento el sólo hecho de que otros posean el bien
del cual, él está privado.
En
el Libro II, confiesa otra escena,
la del robo de las peras:
“Yo quise cometer un hurto y lo cometí, llevado no por la
desesperación, sino por falta de justicia o por hastío de lo recto y por sobra de
maldad. Pues robé cosas que tenia yo en abundancia y que no eran mejores que
las que poseía. Tampoco quería gozar de lo robado, sino deleitarme en el hurto
y en el pecado.”[13]
Deseando, no indignamente
una cosa sino la indignidad misma.
¿Cómo explica Agustín el mal
y cómo responde a él?
Convirtiéndose al cristianismo y colmando el anhelo y la
perseverancia materna de los rezos. Conversión que acontece
a continuación
del episodio alucinatorio en el jardín, donde oye la voz que le dice: “¡Toma,
lee! ¡Toma, lee!”. Agustín interpreta esta alucinación como una orden divina, a
continuación de la cual, se disiparon todas sus oscuridades.
Agustín
guiado por una “ley de hierro”, la materna, que construye tantas subjetividades
hoy y que Lacan tan bien supo anticipar en su Seminario 21 como una ley que
sustituye a la paterna, “nommer
á”
(nombrar para), tener una misión.
“La
madre generalmente basta por si sola para designar su proyecto, para efectuar
su trazado, para indicar su camino.”[14]
Para concluir:
Sabemos
que el primer momento de angustia es la angustia del trauma del nacimiento que no
es separación respecto de la madre, sino la “aspiración en sí de un medio
profundamente Otro”[15]. Sobre
este agujero, sobre este vacío inhalado se suceden las diferentes declinaciones
de la angustia. Que siempre serán una irrupción de lo Real, una certeza, un
imposible de simbolizar, un unheimlich…
Aunque
el adulto Agustín intente olvidar sus “pecados”, sus “sin-tomas” por no conservar “vestigio alguno”, me pregunto y le
preguntaría si pudiera hacerlo: ¿Será que el pasado –siguiendo sus reflexiones
- “es el presente de las cosas pasadas”? ¿Marcas que se inscriben
en el cuerpo, “en-corps”, marcas de lalangue?
Agregado:
Lacan cita a San Agustín a lo largo de toda su obra:
-1938
“Los complejos familiares en la formación del individuo”.
-1946
“Observaciones sobre la causalidad psíquica”.
-1948
“La agresión en el psicoanálisis” donde nos dice que “San Agustín anticipa el
psicoanálisis.”
-1958
Seminario 5,“Las formaciones del inconsciente”
-1959
Seminario 6, “El deseo y su interpretación”
-1964
Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
-1973
Seminario 20, “Aún”.
[1] Reificación (en alemán: Verdinglichung, literalmente "convertir
en" o "hacer cosa") es considerar a un ser humano o viviente
consciente y libre como si fuera un objeto o cosa no consciente ni libre;
también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones humanas y
sociales, que se transformarían al reificarse en meras relaciones de consumo de
unas personas respecto a otras. Este concepto está vinculado a las nociones
de Marx de alienación y fetichismo de la mercancía.
[2] Lacan, Jacques: Seminario
X, La angustia, ed. Paidós, página 242.
[3] Op.cit.: Clase 5 de diciembre del 1962.
[4] Argelia, junto a Túnez, Libia, Mauritania y
Marruecos, constituyen lo que hoy se conoce como El Magreb.
[5] Los maniqueos presentaban dos sustancias
opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e
irreductibles. A Agustín lo seducía este dualismo de sustancias opuestas. Con
su conversión al cristianismo San Agustín comprendió que todo se subordina a
Dios. Así el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como
ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.
[6] Confesiones, San Agustín, apartado 7, página 16. Editado por edicomunicaciones
de Barcelona, 2001.
[7] Mazzuca, M.: El paso de la transferencia. Trabajo que es el 4to. Testimonio sobre el Pase, presentado en las Jornadas sobre el Pase: “Pensar la Escuela”, organizadas por el Foro del Campo Lacaniano Tucumán de Argentina el 24 de octubre de 2010.
[8] Ilustra sobre la determinación que el
cachorro humano recibe del orden simbólico. Ese par de significantes: fort-da, que inauguran la función
esencial de la ausencia y presencia.
[9] Sigal,
Nora Lia: La confesión y lo inconfesable. Facultad de Psicología UBA.
[10] Cipriano de Cartago quien escribió
hacia el año 252 un tratado titulado Celos
y envidia, en latín De zelo et
livore.
[11]Bousseyroux, M.: L’envie
et la jalousie. Saint Augustin avec Lacan. En L'en-je
lacanien 2017/1
(n° 28)
[12] Envidia: in-vidia
(video, vedere, en latín). Mirada
penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad,
antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para
perforarlo y destruirlo.
[13] Op. cit: Libro II,
apartado 4.
[14] Lacan J.
, Seminario 21 - Los no engañados erran (Los
nombres del padre) Clase 10, del 19 de Marzo de 1974.
[15] Lacan, J. : Seminario X, La angustia, p.354, ed. Paidós.
-1946 “Observaciones sobre la causalidad psíquica”.
-1948 “La agresión en el psicoanálisis” donde nos dice que “San Agustín anticipa el psicoanálisis.”
-1958 Seminario 5,“Las formaciones del inconsciente”
-1959 Seminario 6, “El deseo y su interpretación”
-1964 Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
-1973 Seminario 20, “Aún”.
[1] Reificación (en alemán: Verdinglichung, literalmente "convertir en" o "hacer cosa") es considerar a un ser humano o viviente consciente y libre como si fuera un objeto o cosa no consciente ni libre; también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones humanas y sociales, que se transformarían al reificarse en meras relaciones de consumo de unas personas respecto a otras. Este concepto está vinculado a las nociones de Marx de alienación y fetichismo de la mercancía.
[2] Lacan, Jacques: Seminario
X, La angustia, ed. Paidós, página 242.
[3] Op.cit.: Clase 5 de diciembre del 1962.
[4] Argelia, junto a Túnez, Libia, Mauritania y
Marruecos, constituyen lo que hoy se conoce como El Magreb.
[5] Los maniqueos presentaban dos sustancias opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e irreductibles. A Agustín lo seducía este dualismo de sustancias opuestas. Con su conversión al cristianismo San Agustín comprendió que todo se subordina a Dios. Así el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.
[6] Confesiones, San Agustín, apartado 7, página 16. Editado por edicomunicaciones de Barcelona, 2001.
[7] Mazzuca, M.: El paso de la transferencia. Trabajo que es el 4to. Testimonio sobre el Pase, presentado en las Jornadas sobre el Pase: “Pensar la Escuela”, organizadas por el Foro del Campo Lacaniano Tucumán de Argentina el 24 de octubre de 2010.
[8] Ilustra sobre la determinación que el cachorro humano recibe del orden simbólico. Ese par de significantes: fort-da, que inauguran la función esencial de la ausencia y presencia.
[9] Sigal, Nora Lia: La confesión y lo inconfesable. Facultad de Psicología UBA.
[10] Cipriano de Cartago quien escribió
hacia el año 252 un tratado titulado Celos
y envidia, en latín De zelo et
livore.
[11]Bousseyroux, M.: L’envie
et la jalousie. Saint Augustin avec Lacan. En L'en-je
lacanien 2017/1
(n° 28)
[12] Envidia: in-vidia
(video, vedere, en latín). Mirada
penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad,
antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para
perforarlo y destruirlo.
[13] Op. cit: Libro II,
apartado 4.
[14] Lacan J. , Seminario 21 - Los no engañados erran (Los nombres del padre) Clase 10, del 19 de Marzo de 1974.
[15] Lacan, J. : Seminario X, La angustia, p.354, ed. Paidós.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
2da Sesión 02/01/2023
Prófugos
VIVIANA CUEVAS
Tríptico El jardín de las delicias- El Bosco[1]
[1] La obra de El Bosco nos
invita a reconocer en cada una de sus partes el atlas de todas las imágenes
agresivas que atormentan al hombre. Muestra lo perturbador que pueden ser
algunos infiernos y nos aportan palabras a imágenes muy arcaicas de la
estructuración psíquica.
El tema de los desnudamientos ha sido un punto abordado por Lacan a lo largo de sus elaboraciones, desde trabajos psiquiátricos a producciones vinculadas a la topología de los nudos, un abordaje que va adquiriendo matices diversos.
En De una cuestión preliminar [1]esta
la idea de que el defecto de la metáfora paterna, la forclusión puede ser
compensada. De ahí la cuestión de saber que le permitiría al sujeto mantener su
anudamiento, de precisar que era lo que sostenía previo al desencadenamiento. En
1956 Lacan dice una identificación por la cual el sujeto asumía el deseo de la
madre.[2] Una primera tesis: el
llamado hecho en vano al N del Padre tiene como efecto hacer caer la
identificación que al sujeto hasta entonces lo ha sostenido.
Vamos a pensar juntos estas líneas, en
relación a un caso que he nombrado como Prófugos. Un joven de 15 años
está en el equipo de integración escolar a la escuela común desde hace un
tiempo, tiempo en el que es diagnosticado con TGD e hiperactividad por un
neurólogo. En ese momento presentaba
dificultades en la socialización, dificultades que se podían ubicar en frases
como: el otro me molesta, el otro tuvo la culpa, me miro y le pegue. Dichos que reflejan la tensión imaginaria
propia de la estructura, tiempo inaugural de estructuración y que son
manifestaciones de esa tensión entre el Yo-otro, tensión imaginaria, origen de
esa paranoia estructural.
Antes de su llegada al equipo, su
padre había sido internado en un sanatorio neuropsiquiátrico por el término de
un mes. Momento en el cual quedan al cuidado de su madre. Ese tiempo en que el
padre permanece internado es leído por la madre como que un para no ir preso
por estafa, se hace pasar por loco.
En entrevistas el padre va ubicando este
hijo. Dice: este hijo es como yo, nadie lo entiende. Es mi clon. En una ocasión busco una soga para matarse,
pero me llamo, me necesitaba. Episodio que queda en esa narrativa sin poder
precisarse. A este hilado que va haciéndose de la historia, narra otra escena
en relación a la separación, el cómo anunciaron dicha separación: sentaron a
sus dos hijos frente a ellos y les dijeron que se iban a separar. El hijo mayor
se puso a llorar y este se levantó y siguió jugando, ya algo pasaba…no dijo
nunca nada…como si nada. Es raro.
Lo raro reaparece una y otra vez en
el discurso del padre, un padre inestable en su vida en varios aspectos, en lo
laboral, en lo económico y en lo afectivo, a tal punto que llega a decir que es
por su hijo que las diferentes parejas lo
han dejado. Empieza un tiempo en el que la madre no lo puede tomar, no
puede hacerse cargo, dice no saber qué hacer con este joven, entonces va con el
padre, cuando el padre no puede hacerse cargo, vuelve con la madre. No pueden
hacer acuerdos en relación a la crianza, el joven va de un lado al otro según
las circunstancias de los padres.
En lo escolar hay un sinfín de
situaciones, todas ligadas a la agresión supuesta del otro por lo que él tiene
que responder a las piñas, a las puteadas con pares y adultos. La escuela
acompaña el abordaje del equipo de integración, nos dan tiempo para trabajar. En
los momentos difíciles es retirado del aula, se queda en la dirección cosa que
algo apacigua. Sus carpetas son un desorden, no puede seguir el hilo de una
actividad propuesta, requiere del soporte de otro de modo permanente.
En otra entrevista el padre expresa que
le da miedo este hijo porque es como yo, pero con menos limites que yo…yo
probe de todo.
La madre arma otra pareja con un
hombre mucho mayor. El padre se va a vivir a Buenos Aires, por razones
laborales. El joven queda con su mama, su pareja y su hermano mayor. Se
visibilizan dificultades con su hermano, quien dice no soportarlo más. En lo
social, se empiezan a hacer evidentes ciertas exacerbaciones en lo sexual que
la familia no puede escuchar y que la escuela tiene que sancionar.
Algunos cambios familiares se ponen
en juego, la mama acompaña más, lo ayuda a estudiar, a armar trabajos, más la
apuesta en conjunto con la escuela parece que algo podría ordenarse, pero tenemos
en claro que son padres que gestionan la parentalidad, pero no historizan.
Señalamos ciertas coordenadas como un
intento de ordenar la fractura discursiva:
·
¿Como habita el lenguaje? Hay inestabilidad en la estructura,
causa por la queda excluido, siempre rompe el orden significante.
·
Las dificultades en el establecimiento del lazo social, su
modo de reconocer al otro-semejante es por la vía de la agresión y de la inversión
yo-tu- dualidad imaginaria. El modo de mostrar sus afectos, afectos que no se
desplazan sino más bien se acumulan, por eso es un semáforo en rojo- hay inestabilidad
en el pacto.
·
No hay un adentro y un afuera, diríamos que el nudo no está
bien hecho, falla esa organización del nudo y esto tiene consecuencias en el
cuerpo. Recorrido pulsional que no se organiza entorno a un agujero.
·
En relación al cuerpo, observamos ciertas manifestaciones
como movimientos inesperados, se frota las manos, inquietud, se come todo sin
límites. No sabe bien donde está el borde con otro. No hay anudamiento del cuerpo sexuado, no hay
que metaforizar ahí. No hay metáfora. Es
como una rosca en falso sin un tope.
·
Las competencias cognitivas se tornan inestables, un día
resuelve, y al otro no sabe cómo resolver el mismo problema.
En una nueva reunión de trabajo con
los padres se solicita rever el diagnóstico y la medicación. Pero la madre hace
una consulta con quien es su psiquiatra.
Esta doctora nunca lo ve, lo medica por lo que la madre dice. La madre
dice esta tirado en la cama le da algo para la depresión, la madre dice esta
inquieto, y le da algo para la hiperactividad…así se fueron sumando
medicamentos sin sentido. La psicóloga habla con la médica, y nota que no lo
conoce, que según lo que lo que el otro dice, va pensando que medicamento iría,
dice: ¡ah! Entonces le podría dar…
A partir de lo cual se vuelve a citar a los
padres para trabajar con ellos dado que no se lo ve bien al joven, que no
coincidimos con la modalidad de esta médica, haciendo hincapié en una nueva
consulta con un profesional apropiado.
En este tiempo, la pareja de la madre
que se va por 2 meses a Alemania por trabajo, parece ser un momento de mayor caos:
La madre dice estar estable químicamente, el padre que ante el llamado
del equipo decide volver a Córdoba (otra vez sin trabajo…) habla con la madre por lo que deciden que
ahora el joven se va a vivir con el padre (quien no tiene casa, ni trabajo)
Alquila con ayuda de la abuela paterna un departamento amueblado y llevan de la
casa de la madre la cama del joven para el departamento del padre.
Ahí se inicia una serie de hechos sin
ningún borde: El padre reaparece en la escena, dado que la madre le dice
que no puede más con este hijo, que se lo lleve él. Mientras el padre prepara su regreso a
Córdoba, hace un llamado al equipo preguntando si su hijo es o se hace, ¿es
loco o hijo de puta? También se
pregunta si no ser un sociópata como su tío (el hermano del padre).
Este padre le ofrece todo como posible,
tomar vino, tomar cerveza, fumarse un porro a la vez que dice, riéndose, que
nada hace mella en el cuerpo del hijo. Hace todo posible cuando
justamente se trataría de el encuentro con un imposible.
Esa erotización va en aumento, se
acerca a las mujeres, incluso a su abuela paterna de un modo excesivo, quiere
tocar el cuerpo del otro, envía mensajes de texto a sus compañeras diciéndoles
si quieren ver una foto de su miembro. La escuela sanciona estos actos, lo
suspenden por una semana, por él y por los otros, en una escuela hay modos de
estar y permanecer, a la vez que se muestran asustados por este exceso, sin
saber que hacer.
Las intervenciones del padre son
posibilitar todo o estrellarle el celular en el piso. Luego dice haber hecho con él un contrato de
5 puntos, si eso no se cumple se queda otra vez sin celular. Momento en el
cual joven se corta los brazos y dice: me quise matar. Se pelea con el hermano, putea a la madre, aparecen
excesos por todos lados, comerse todo sin límites, tomarse todo, desbordes …
En las entrevistas de trabajo con los
padres se propone:
Sacarlo temporalmente del colegio,
dado que no está pudiendo con eso (ni con nada)
Urgente consulta con un buen
psiquiatra, para barajar y dar de nuevo. Desintoxicar. Medicar como
corresponda. Es un momento agudo, este joven no se puede manejar, hay que
recurrir a la medicación. Estas decisiones apaciguan al joven y lo ordenan de
otro modo, no desconocemos que es un orden precario, prendido con alfileres. Asiste
al equipo 3 veces por semana por la mañana con su DAI y dos por la tarde a su sesión
de análisis, mientras están reevaluando medicación. En la escuela se piensa en
agregar, a futuro, además de su Profesional de apoyo a la integración, un AT.
Hay una falla profunda en la
función materna y paterna (que siempre es fallida, pero un modo de marcar el cómo
falla, tonalidad de la falla por eso digo profundamente)
El joven dice por primera vez que
escucha voces, que le dicen que hacer.
La hipótesis es que algo delirante
irrumpe, algo desanudado que aparece, disruptivo, no le encuentran palabras a
lo que sucedió. Se constata un brote: aparecen las voces, enloquecimiento del
cuerpo, nada opera. Un padre que dice
yo sé, nadie sabe más que yo. Frase que se puede enunciar como: Nadie goza
como Yo. Padre que es un par o bien el padre de la horda primitiva. No entra la
castración, no entran en la serie. El pibe es igual al padre o es igual al tío,
o …pero nunca es él mismo.
Nos preguntamos cómo equipo y
tratamos de situar ¿En qué momento sobrevino estallido de la libido? Podemos
ubicarlo en el momento en el cual la pareja de la madre se va de viaje para
Alemania y el padre está organizando su llegada. En una transición.
Hay procesos difíciles de tramitar
para este joven casi todo el tiempo y hay perdidas vitales, perdida de un
lugar, de un sostén. Hubo una especie de eclosión, de detonación. Cuando lo
pensamos en una transición es porque hay algo ahí que no se metaforiza entre
la ida de la madre y la llegada del padre. El joven responde con la locura en
vez de responder con angustia. No es la ausencia, si así fuera habría un
desgarro y angustia, no viene por la vía del síntoma ni por la vía de la
angustia. ¡Y las voces ahí!
Y la pregunta respecto del como
operar ahí, con que recursos para el armado de un borde ortopédico.
¿Como operar en función de lo
sucedido?
·
Operación de armado de un borde a partir del cuerpo del otro
o armado de un borde con algún significante.
·
Promover la factibilidad del lazo imaginario.
·
La introducción de un velo ortopédico, enchufado…
· Considerar algo de la permutación significante cuando sea
posible y hasta donde sea posible.
· Operar un pasaje de registros.
Así fue que aparece un pedido de este
joven: que si su integradora puede estar más tiempo en el aula con él para no
hacer cagadas y que lo ayude. Se empezó
a relacionar con una chica y otro compañero, aun es un hilo precario, pero
apareció, en especial con la chica de quien dice estar enamorado, es mi novia…
Algo de la desregulación pulsional
toma algún cause y se puede operar.
Se acerca a su abuela paterna de otro
modo, preparan con su papa una canción para ella, canción que suelen cantar
juntos dice es nuestro tema. Y empieza a cantarla en el consultorio:
No seas tan
cruel
No
busques más pretextos
No sea
tan cruel
Siempre
seremos prófugos los dos.
No
tenemos donde ir
Somos
como un área devastada
Carreteras
sin sentido
Religiones
sin motivo
Como
podremos sobrevivir.
Este prófugos[3] es leído como algo que se intenta armar, es un recurso interesante, abre algo. Es lo que el sujeto le dice al otro. Voz entramada en la canción permite un límite entre el Otro y él. Tal vez pueda ser un armador de canciones…encontrar en lo raro una solución.
Hasta aquí este recorte.
[1] Lacan, J (1966) De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos 2.
Siglo XXI. Bs As.
[2] Lacan, J. (1966) Escritos
2. Siglo XXI. Bs.As.
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
2ta Sesión 28/10/2023
LA DIRECCION DE LA CURA EN UN NIÑO CONOCIDO
Stella Casanova
Aceptar la demanda del caso que impulsó este trabajo, se jugó por la vía de
ofrecer un espacio, empleando la expresión de Lacan, diríamos ofrecer "un pulmón artificial en un mundo que
se ha vuelto irrespirable".
En nuestra época lo que domina es un discurso que busca silenciar el malestar del sujeto, silenciar el síntoma, que desde el psicoanálisis lo entendemos como lo que viene justamente a denunciar lo que no marcha para el sujeto, y ese intento de acallar el síntoma se hace patente por medio de la imposición de etiquetas diagnósticas y de las múltiples ofertas farmacológicas con los que se pretenda reducir y adaptar al sujeto a las demandas imperativas de ser eficaces, felices y resilentes.
En el país donde resido, lo que se acepta como válido y efectivo son los tratamientos comandados por las neurociencias y las terapias bajo el enfoque teórico de modificación la conducta. Esta situación no es una novedad, en todo caso, este empuje del discurso de nuestro tiempo nos convoca como analistas a preguntarnos por nuestra responsabilidad, y a que estamos dispuestos a renunciar para mantener la ética y servir de pulmón, cuando la demanda de trabajo proviene, como fue este el caso, de unos padres amigos, que al no estar; además, apalabrados al discurso de la medicina científica, ni al de las terapias de corte cognitivo conductual, hacen un pedido para que su hijo pueda comenzar un trabajo con la palabra.
Aceptar este pedido, y sus consecuencias dieron origen a las siguientes interrogantes: ¿Qué se juega del lado del analista, cuando consiente dirigir la cura de un niño con el que ha mantenido lazos de cercanía?, ¿Es posible bajo estas circunstancias, que el analista se preste para que el decir de ese niño aparezca y logre cernir algo sobre el enigma que le hace síntoma?
Sin lugar a dudas hay tantas respuestas posibles a estas preguntas como hay analistas, las razones que llevan a aceptar la demanda o no de un sujeto cuando se ha mantenido algún tipo de lazo con este y los efectos que de allí se desprenden, tanto para el analista como para el analizante, no son cuestiones que se pueda generalizar, le toca a cada analista elaborar su teoría sobre lo que allí acontece, percatarse de la ética que condujo su decisión, la cual no escapa del momento que atraviesa en su análisis y en su formación.
Conocemos de la insistente preocupación de Freud por precisar el lugar del analista en el dispositivo analítico, esto lo podemos captar en varios de sus trabajos como en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) y en Sobre la iniciación del tratamiento (1913), donde da algunas ideas sobre el hacer del “médico” en su práctica del psicoanálisis. En Consejos al médico, por ejemplo ofrece diferentes apreciaciones obtenidas de su propia experiencia y formula una serie de prescripciones acerca de cómo no hacer en la dirección de la cura, y de estos “consejos” podemos deducir lo que no debe “desear el analista” en relación al paciente, así nos dice Freud:
“He de recomendar a mis colegas que procuren
tomar como modelo durante el tratamiento psicoanalítico la conducta del
cirujano, que impone silencio a todos sus afectos e incluso compasión humana y
concentra todas sus energías psíquicas en su único fin: practicar la operación
conforme a todas las reglas del arte”[1]
Vemos como Freud introduce en el centro de la práctica una ética que supone la suspensión de las pasiones e ideales, una ética que podría manifestarse en una pregunta permanente referida al deseo, para evitar asi “adueñarnos del paciente que se pone en nuestras manos y estructurar su destino, imponerle nuestros ideales”. [2]
Es a partir del modo de proceder de Freud en la dirección de la cura y las nociones teóricas que de ello extrajo, que Lacan iniciará un exhaustivo estudio y revisión de su trabajo para destacar los puntos ciegos en la dirección de la cura del precursor del psicoanálisis, pero también para reconducir el lugar del analista en el dispositivo, por cuanto este había sufrido desviaciones por parte de los analistas que tomaron la noción de contratransferencia como recurso para la interpretación, y como eje a los que se sujetaba la dirección del tratamiento, también vemos su esfuerzo por cuestionar la idea que se había implantado al entender al ser del analista como un ideal de vida.
Estas elaboraciones y cuestionamientos están contenidos en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder (1958), del cual podríamos decir que es el escrito donde Lacan comienza a proponer su idea sobre la ética del analista, una ética que no está definida con lo que tendría que ver con la particularidad de los anhelos y prejuicios del analista, es decir, no se trata de lo que afecta al analista, “sino del deseo singular de cada analista en su dirección de la cura”[3], lo que nombra Lacan como “el deseo del analista”.
De modo que todo el trabajo de esclarecimiento en relación a las prácticas de los analistas de su tiempo, así como el retorno al legado freudiano, le permitieron a Lacan elaborar la noción del deseo del analista, lo cual nos remite a la ética del psicoanálisis y a la responsabilidad del psicoanalista, y que en este texto de La dirección de la Cura, ética y responsabilidad están vinculados a la acción del psicoanalista; es decir, cómo debe actuar de acuerdo con lo esencial del psicoanálisis, que implica pensar lo que se hace en la práctica y eso supone reconocer que siempre queda una parte en oscuridad, el analista no puede saber todos los efectos que producirá, pero tampoco los efectos que sobre él tendrá al prestarse, como señala Lacan “como soporte de los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia”[4].
De lo que se trataría entonces, es como ese punto de oscuridad, ese agujero hace de motor para que cada analista mantenga viva las interrogantes sobre su práctica. A esto hace referencia Lacan, cuando plantea que no sólo el paciente es el que pone la cuota en una cura, el analista también debe pagar, y paga con su persona, con su juicio más íntimo nos dice Lacan, expresión que si bien se relaciona con que el analista debe dejar de lado sus preferencias personales y su propio narcisismo, ya que eso supondría poner como modelo de identificación el yo del analista para el analizante, también el juicio íntimo tendría otro sentido como lo explica Gabriel Lombardi en su artículo El Juicio Intimo del Analista (2012), al referirse que el “analista paga con su juicio, por desconocer el fin del proceso que su acto promueve, en las diferentes acepciones del termino fin: el sentido, el hacia dónde, el hasta cuándo, el bien a obtener…”[5]. El analista nos dice Lombardi, debe admitir entonces que desconoce las consecuencias del proceso que ha puesto en marcha, y lo que sigue a esas consecuencias, donde el juicio que realmente importa es el del analizado.
El psicoanalista no sabe lo que hace, nos dice también Lacan en “Variantes de la cura tipo” (1953), donde plantea que cree saber es un falso saber que se sostiene en la experiencia; es decir, cuando se ordena la experiencia como un estándar, de allí surge su idea de hablar de “cura tipo”, que supone seguir un modelo ajustado a una norma, que supone un “para todos lo mismo”. Es por esto que Lacan sostiene que el saber de la experiencia termina siendo una resistencia del analista, un obstáculo, puesto que el ser del analista se sustenta es en la ignorancia, lo que conlleva a poder tolerarle que no hay un saber de antemano, que el acto analítico surgirá sólo como consecuencia de escuchar el saber que va desplegándose producto de los significantes que irán emergiendo.
De allí, que no sea desde su
saber que un analista escucha, su saber haría las veces de un tapón que
impediría ofrecerse como semblante del objeto a, causa de deseo, de ese Otro particular del analizante.
Retomando las interrogantes que formule, lo primero que podría decir sobre lo que se jugó al consentir la cura, fue una pérdida, la pérdida de un lazo de amor para dar cabida a otro lazo, el lazo particular analizante - analista. Pero está perdida no fue sin consecuencias, ya que por el lado del analista está perdida se manifestó por medio de la angustia que pedía que operara el deseo del analista producto del eclipse del juicio íntimo, apareciendo más bien, el deseo de sostener el deseo del Otro, de sostenerlo por la vía de amor, sin dejar de lado “el prestigio agalmàtico que confiere el amor de trasferencia”[7]. En cuanto a los efectos en el niño, se impuso una actividad alocada y sin control que lo llevaban a invadir todos los espacios tanta dentro como fuera del consultorio, hasta un momento en que el analista con voz firme dice, “trabajamos aquí y con lo que tenemos aquí”.
Este intervención produjo un antes y un después, no solo ordenando al niño, sino también a la analista, fue una intervención que tuvo efecto de corte, de ruptura con el sentido dando lugar al deseo del analista como una X, como enigma promoviendo un momento de separación que permitió al analista tomar su lugar y al niño el suyo, deteniendo su acción para comenzar con el juego significante, a desplegar su decir por medio del dibujo, de la dramatización y a contar historias para ir tejiendo su novela familiar.
De allí, que sea necesario que el analista se despoje de la persona que es para ocupar la posición que le será atribuida en la transferencia. Pues cada vez que el analista interviene desde sus pasiones e ideales cae la función operadora del deseo del analista, y que en este caso, admitir la pérdida dio paso a su aparición y con ella la instalación del dispositivo analítico.
Por estas razones el control del acto analítico se impone, hay desconocimiento por parte del analista de su acto, interrogarlo hace que el analista se sustraiga de sus etiquetas, del saber teórico adquirido y pueda captar si algo de su verdad más profunda pudo pasar a su palabra como analista.
En este sentido, es desde la ignorancia que cada analista mantendrá la interrogante sobre su acto, así entiendo la expresión que Lacan trae en la Dirección de la Cura cuando señala “poner al analista en el banquillo (…) para observar que está menos seguro de su acción cuanto que en ella está más interesado su ser”[8]
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
1 Freud, S (1912) Consejos al Médico en el tratamiento
psicoanalítico. En Obras completas. Volumen II. Biblioteca Nueva p.1656
2 Freud, S (1919) Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica.
En Obras completas. Volumen II. Biblioteca Nueva p. 2460
3 Demoullin, C (2003) ¿El Psicoanálisis, Terapéutico? Editorial NO TODO. P 93
4 Lacan,
J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder. P 567
5 Lombardi, G (2012) El Juicio Intimo del Analista. Revista Aun Nº3 p72
6 Farías, F (2018) Los Juicios en el análisis. X Congreso
Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXV
Jornadas de Investigación XIV. Encuentro de Investigadores en Psicología del
MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. p 275
7 Demoullin, C (2003) ¿El Psicoanálisis, Terapéutico? Editorial NO TODO. P 97
8
Lacan, J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder p567
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Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024
1ta Sesión 30/09/2023
Angustia
/s
De
la fobia al terror, elementos de la estructura clínica
Martine Menès
Trabajo presentado en la apertura del Seminario Permanente RHIPNA Internacional.
30 de
Septiembre de 2023
1. La
fobia transitoria de la neurosis infantil
Para
abordar esta cuestión, es necesario primero situar la fobia en su aparición más
común, a saber, en la neurosis infantil.
¿Qué
es la neurosis infantil? Fue en 1926 cuando su especificidad como momento
estructural de la infancia fue claramente declarada por Freud. Hasta entonces,
había utilizado el término con más frecuencia para referirse a la neurosis en
el niño, como en la observación de El hombre de los lobos[1] en 1914 a la
que dio el título de "Extractos de la historia de una neurosis
infantil" porque consideraba que su paciente sufría una neurosis en la
infancia, diagnóstico que más tarde sería invalidado por lo que siguió. Sin
embargo, Freud ya había identificado en 1909 con Hans una "neurosis
infantil por excelencia". Refiriéndose al episodio fóbico de Hans, declaró
inmediatamente que estaba "tentado de atribuir a esta neurosis infantil
una importancia muy especial como tipo y modelo"[2]. Este niño, escribió, no
estaba más enfermo que muchos otros niños. Estas fobias tan frecuentes están
relacionadas con la angustia, pues el niño debe hacer frente en el curso de su
educación de civilizado a dificultades inevitables y superar los componentes
instintivos de su naturaleza[3].
Así
pues, no es hasta 1926[4] que se pronuncia con
mayor firmeza: "... nosotros (...) nos sentimos ahora tentados de
considerar la neurosis infantil no como la excepción, sino
como la regla (...) En la mayoría de los casos, esta crisis neurótica
de la infancia parece disiparse espontáneamente", a la entrada en
la fase de latencia añadió en su 34ª Conferencia de 1933.
Por
lo tanto, es legítimo formular la hipótesis de que lo que Freud había llamado
hasta entonces el Edipo se incluye ahora en la llamada neurosis infantil:
"El niño humano no
puede
completar su evolución hacia la civilización sin pasar por una fase más o menos
acentuada de neurosis".
El
trabajo de la neurosis infantil es de hacer con la angustia de castración, es
decir, con lo Real de la existencia. Lacan, al final del Seminario I, compara
su desarrollo con el de los tiempos lógicos de un psicoanálisis espontáneo: el
instante de ver, el momento de comprender, el momento de concluir.
Las
fobias de la infancia comienzan con la constatación de una falta en el Otro,
son una protección contra la angustia de castración.
Aparición
de la desaparición
Un
fenómeno lógico que anticipa y abre hacia la neurosis infantil es el
reconocimiento de la ausencia posible del partenaire en posición materna, es
decir, dicho en términos lacanianos, del Otro primitivo, real. En efecto, no es
más que a partir de la alternancia entre presencia/ausencia que el niño
plantearse algunas preguntas sobre el deseo del Otro, dado el caso materno.
Freud que, como todos los clínicos de la infancia aprendía escuchando, observa
el juego de su nieto de 18 meses con un carrete, que hace aparecer y
desaparecer, acompañando su acto con los significantes opuestos: Fort (se ha
ido), Da (ahí está). Nótese que el niño psicótico nunca juega a este juego, del
que todas las versiones del escondite son un equivalente. Para ello, en efecto,
es necesario haber detectado la falta, salir del total(itarismo).
El
pequeño sujeto, en la travesía de la neurosis infantil, hace la prueba de lo
imposible. Lo imposible de la completitud (una de cuyas consecuencias es la
ausencia de relación sexual), lo imposible de escapar a la falta, a la elección
forzada del sexo, a la muerte. Como escribe Lacan, se enfrenta al enigma
“súbitamente actualizado de su sexo y de su existencia"[5]. Período metafísico de
encuentro con un Real, con un saber que se apresurará a reprimir, a olvidar.
Delante
de lo que Freud, y todo el psicoanálisis que le siguió, continúa llamando
castración, el niño busca un responsable, es una última tentativa de negar lo
Real. Es ahí en ese momento que aparece la necesidad de un agente, el padre en
el mito edípico. La presencia real de un padre no se impone para que la
operación sea efectiva; el lobo hace perfectamente el asunto.
Es
un significante, por supuesto, pero ya no hay lobos en nuestras tierras, lo que
testimonia que la función padre es llevada por el lenguaje. No importa que
objeto pueda tomar este estatuto fóbico; él se reduce a una simple palabra,
significante del que las significaciones son, no obstante, inducidas por la
cadena significante del sujeto. Por ejemplo, el significante caballo, objeto
fóbico de Hans, no se elige por azar, sino porque él es portador de una serie
de rasgos tomados del Otro (padre, madre).
El
significante de la fobia no es el agente, sino el representante del agente de
la castración. Él recupera así una función de localización de la angustia; al
menos el sujeto sabe a qué tiene miedo. El objeto fóbico desvía la atención
sobre sí mismo y así focaliza la angustia o provoca la huida. Esto es muy
legible en el caso de Hans (Seminario IV). Hans hace llamado a un padre que
prohíba suficientemente (que no existe) para impedir que los dientes de la
madre se cierren sobre él, pero sin embargo, punto demasiado inquietante pues
entonces él se arriesgaría a tomar la figura monstruosa del ogro.
La
fobia tratamiento de la angustia
En Inhibición,
síntoma y angustia (1926), el síntoma fóbico encuentra su lugar en la
segunda teorización de la angustia, en la que la angustia provoca la represión
y, por tanto, la precede, y no al revés. Y Freud se apoya en el ejemplo de las
fobias: "la posición de angustia del yo (moi) (allí) es siempre el
elemento primario y lo que empuja a la represión"[6]. Al situar de esta manera la
angustia del yo muy precozmente, anticipa la formalización lacaniana de la
castración vinculada enseguida al agujero en el Otro de los significantes.
Freud definió entonces la fobia como un síntoma de sustitución con un mecanismo
de desplazamiento del objeto acompañado de una transformación de la pulsión en
su contrario, de ahí la inhibición que la acompaña siempre. En el caso de Hans,
que Freud retoma en ese momento, el síntoma es el miedo del caballo y la
inhibición trata sobre la imposibilidad de salir. " Nosotros creemos,
escribe Freud, conocer el motor de la represión…es la angustia delante de una
amenaza de castración…Ser mordido por el caballo... es un sustituto del
contenido: ser castrado por el padre (éste es el agente de la castración en la
versión edípica de Freud que cree en el padre). Es este contenido el que ha
sufrido la represión. (...) La angustia de la fobia… es la angustia de
castración"[7].
Freud
no hace de la fobia una neurosis específica sino el estilo mismo de la neurosis
infantil que precede a la elección de la estructura en un momento decisivo: la
cuestión de la castración se plantea pero el sujeto aún no ha elegido cómo
responder a ella. Por lo tanto considera ya la fobia como un momento de pasaje,
de la perversión polimorfa a la estructura, lo que Lacan llamará placa
giratoria, hacia las neurosis.
Lacan
en un largo primer tiempo sigue a Freud en su elaboración a propósito de
la fobia. También él, muy pronto (1938) considera la fobia en la infancia como
un momento de pasaje: "La fobia, en la forma en que esta se observa con la
mayor frecuencia en el niño: la que tiene por objeto al animal. Esta no es sino
una forma sustitutiva de la degradación del Edipo, en la medida en que en ella
el animal grande representa de un modo inmediato a la madre como gestadora, al
padre como amenazante, al hermano menor como intruso.[8]" Después, en el Seminario
IV sobre La relación de objeto[9], 1956/57, Lacan
articula, también él, fobia y angustia, y confirma que la angustia es angustia
de castración, primera, que acompaña a todas las experiencias de
separación, comenzando por la inaugural, estructural.
La
fobia es un síntoma de defensa, un "puesto avanzado". El miedo
interviene como elemento que defiende de lo que por naturaleza carece de objeto
representable, a saber, la angustia (incluso cuando Lacan sitúa ahí el
objeto a, este permanece irrepresentable). El deseo está
prevenido... de la castración. En fin, en este mismo Seminario IV, Lacan hace
de la fobia una suplencia que viene a hacer las veces de metáfora del Nombre
del Padre, es decir que supone que ella podría, más allá de su función de
agente en la neurosis infantil, instalarse para sostener la estructura (¿una
forma de pre-neurosis no decidida?). Y cuando Lacan utilice los nudos para
representar la estructura del inconsciente, hará de Hans un neurótico, en el
sentido de estructura, no de la patología. La fobia del pequeño Hans, dice, sostiene
"en este nudo triple en el que los tres círculos se mantienen unidos: es
en esto que él es neurótico; cortado uno, los otros dos se mantienen
unidos."[10] Se trata en este momento
de la enseñanza de Lacan del nudo olímpico. Con el nudo borromeo (dos años más
tarde), de cuatro, uno se puede preguntar si la fobia que persiste más allá de
la neurosis infantil no sería un nudo sintomático de suplencia.
En
fin, en el seminario De un Otro al otro, lección del 7 de mayo de
1969, Lacan vuelve a la fobia como placa giratoria que abre a los dos órdenes[11] de la neurosis, histeria
y neurosis obsesiva, síntoma que se cura espontáneamente, dice él como Freud,
nos ocupemos de él o no. Continúa explicando el mecanismo a través de la
perversión. En la perversión, el sujeto intenta devolver al Otro el objeto a;
es la posición originaria del niño que pone en juego su integridad. El riesgo
es ser devorado por amor por la propia madre. "Es estar dentro de la boca
de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle
de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre.”[12]. Con la fobia, el niño se
aleja de ser él mismo el objeto. Remarquemos que la mayoría de los
significantes fóbicos de la infancia tienen grandes dientes y/o son sospechosos
de un deseo de devorar (los monstruos en la oscuridad). ¿Es esto, por debajo
del deseo canibalístico maternal, un recuerdo de la mordedura inicial del
significante sobre el viviente, mordedura que lo convierte en parlêtre?
2. El
pánico no es fobia
Los
síntomas fóbicos transitorios de la neurosis infantil no toman el valor de
certeza, lo que los diferencia de los pánicos en la psicosis: el niño sabe muy
bien que no hay ningún lobo bajo su cama, pero aun así... Esta fórmula es
homóloga a la de la perversión, pero aquí se trata de la perversión polimorfa
de la infancia, un intento de protesta ante la castración.
El
objeto fóbico es siempre susceptible de aparecer de manera contingente, y ésta
es otra diferencia con respecto a los pánicos psicóticos ligados a un objeto
fijo, permanente, como la imagen precisa de un lobo parado sobre sus patas
traseras en un libro de cuentos para el Hombre de los lobos.
El Hombre de los lobos no tiene miedo del lobo, tiene miedo de
esta representación.
Las
fobias de la neurosis infantil se distinguen radicalmente de los terrores
fóbicos de la psicosis, más intensamente ligados con situaciones precisas. Una
fobia no es la angustia, ella es una solución a la angustia, mientras que en el
pánico, incluso cuando está ligado a un objeto (por ejemplo, un niño paralizado
cuando oye el ruido de una aspiradora), el sujeto está abandonado a la
angustia.
El
caso de El Hombre de los lobos[13], que Freud nombra
de neurosis infantil, mientras que Lacan se sirvió de él para ilustrar el
mecanismo de la forclusión, es decir, el mecanismo propio de la psicosis,
calificándolo en una rara ocurrencia en su enseñanza como estado límite, es un
ejemplo célebre de discusión diagnóstica. Freud expone en su texto, aparecido
en 1918, las sesiones con este joven adulto que acudió a verle para tratar lo
que él llamaba graves trastornos obsesivos. Identifica, sin sacar la
consecuencia estructural, que si el Hombre de los Lobos "con
su fobia a los animales, no hubiera presentado también una piedad obsesiva, su
historia no se distinguiría por nada de llamativo de la de los otros
niños"[14]. Esto significa que su caso
se distingue del de una neurosis infantil estructural. Para este paciente,
Freud describe un episodio fóbico precedido por una neurosis del niño que
continuó hasta la edad adulta como una neurosis obsesiva, diagnóstico que sería
cuestionado por su última analista, Ruth Mack-Bruswick, y más tarde por
Lacan.
Freud
comienza relatando el episodio fóbico que apareció alrededor de los 4 años. El
niño "tenía un miedo espantoso a la imagen de un lobo en un libro de
cuentos", no al lobo como significante, sino al dibujo de un lobo cuya
particularidad era estar representado erguido sobre sus patas traseras, en una
imagen muy humanizada. Sergei tenía poco más de tres años: "... como era
de esperar, con las primeras excitaciones genitales comenzó la investigación
sexual infantil y nuestro pequeño pronto se vio confrontado al problema de la
castración. En ese momento logró observar a dos niñas mientras orinaban. (...)
Desautorizó la idea de que ahí veía corroborada la herida con la que amenazaba
la ñaña, y se entregó a la explicación de que era la “cola de adelante” de las
niñas. (...) la idea de la castración le preocupaba (...) en aquella época
todavía no tenía miedo a los lobos", a pesar de que éstos ocupaban un
lugar destacado en las historias que le contaban. Muestra una curiosidad sexual
perfectamente banal y se entrega a algunas investigaciones. Hace numerosas
observaciones sobre la diferencia entre los sexos, hace preguntas sobre el
nacimiento. Le interesan mucho las historias de lobos que pierden su cola. La
castración realizada en los cuentos, pero que él aún no teme, va a volver
negada en el sueño de los lobos que tienen colas sustitutas.
Hasta
aquí, la descripción podría ser la de una "neurosis infantil" en
curso.
Luego
sigue lo que Freud llama una neurosis de apariencia obsesiva: "Sus años de
infancia habían estado dominados por graves trastornos (...) bajo la forma de
una fobia a los animales, transformada luego en una neurosis obsesiva de
contenido religioso", acompañada de rituales, compulsiones, pensamientos
obsesivos indecorosos y terrores fóbicos cuyo tono iba mucho más allá de las
fobias estructurales de la infancia. Esta ruidosa sintomatología comenzó
alrededor de los 4 años con el famoso sueño de angustia: la ventana se abre de
repente y Sergei percibe en el marco seis o siete lobos que le miran fijamente.
El niño se despierta gritando, "con gran terror de ser devorado". A
falta de la represión necesaria y suficiente producida por la neurosis infantil[15], queda fijado a una angustia
existencial en la que la expresión metafórica del amor: "Te comería"
es potencialmente realizable.
Freud
interpreta el sueño como un recuerdo encubridor de la escena primitiva. Afirma
que el sueño remite al paciente a una escena de coito a tergo entre
sus padres, observada a la edad de 18 meses. Que esta escena primitiva fuera
real, como Freud estaba convencido, o imaginada a partir de otras observaciones
más discretas, no cambia en nada su carácter de revelación de la falta materna.
Freud la interpreta según su versión del Edipo, que supone establecido y
eficiente (esto será desmentido) en su paciente soñador: los ojos del niño se
abren sobre el marco fantasmático del cuadro de la escena primitiva envuelta de
lo blanco de las ropas de una pícara siesta de verano de la que él está
excluido. Pero, ¿no es más bien que el niño mira el horror de lo Real que le
fija y que guarda toda su crueldad primitiva por el hecho de no comprender nada
de esta visión que se le aparecía en toda su violenta desnudez? Los lobos
posados en el árbol son representantes del deseo enigmático e inquietante del
Otro de la mirada.
Pues
si el enigma del deseo de la madre surge allí, ningún significante vino a
responder.
Lo
que vendrá más tarde son preocupaciones hipocondríacas delirantes, en
particular sobre algo lo que aparece ahí donde no debería haber nada: un grano
en la nariz, que lanza a Sergei a una loca carrera de espejo en espejo para
comprobar su integridad amenazada.
Su
cura termina con un sueño en el que se arranca a él mismo y que precede a su
autonominación por un nombre prestado del otro, Freud en este caso: Wolfmann,
El hombre de los lobos para siempre: Un hombre le arranca a
una Espe (un lapsus linguae para Wespe: avispa) sus alas.
ESPE,
S, P, ése soy yo, declara el soñador: Serguei Pankejeff, su nombre propio, el
que nunca volverá a usar pero que le servirá de sinthome de
suplencia. Es un decir del analista, bajo forma de nominación, que va a hacer,
más o menos, suplencia, no realmente el 4º nudo del sinthome,
porque ahora sabemos que el llamado Hombre de los Lobos sufrirá toda su vida
con una psicosis declarada y con síntomas invalidantes.
Concluyo
con una situación más actual, lo que llamamos "fobia escolar". La
mayoría de las veces no se trata en absoluto de una fobia, sino de una
verdadera angustia, incluso terror, que se desarrolla en manifestaciones
somáticas: incapacidad para levantarse de la cama, pánico cuando se acerca el
colegio, vómitos, etc. El joven acaba encerrándose en su habitación, viviendo
virtualmente con las pantallas; evita el contacto, se aísla cada vez más. La
escuela, el colegio, el instituto, no ha sido más que el elemento
desencadenante y la cuestión de la estructura psíquica se plantea en cada caso.
Parafraseando a Lacan, que decía que "no es psicótico el que quiere", podríamos decir que "no es fóbico el que quiere".
Traducción:
Francisco José Santos Garrido
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
[1] Freud S., (1918),
“ Extrait de l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq
psychanalyses, op. cit
2 Freud S., (1909), “ Analyse
d’une phobie chez un petit garçon de 5 ans ”, Cinq psychanalyses,
op. cit. p. 197.
3 Freud S., (1909), idem, p. 195.
4 Freud S., (1926),
“ Psychanalyse et médecine ”, Ma vie et la
psychanalyse, Paris ; Idées/Gallimard, 5 950, p.137/138.
5 Lacan J., « L’instance de la
lettre dans l’inconscient », Ecrits, op.cit., p.519.
6 Freud S., (1926), Inhibition,
symptôme, angoisse, Paris ; PUF, 1981, p.28.
7 Idem, p.27.
8 Lacan J., (1938), “ Les complexes
familiaux ”, Autres écrits, op. cit., p 96 (version Castellano
p.85).
9 Lacan J.
(1956/57), Le séminaire Livre IV, La relation d’objet,
op. cit., p. 246.
10 Lacan J., Les non-dupes errent, leçon du
11 XII 1973, op. cit.
11 Lacan J.,
(1968/1969), Séminaire D’un Autre à l’autre, leçon du 7 Mai 1969,
inédit.
12 Lacan J.,
(1969/70), Le séminaire Livre XVII, L’envers de la psychanalyse,
op. cit., p.129. (v. castellano p.118)
13 Freud S., (1918), “ Extrait de
l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op.
cit.
14 Freud S., (1918), “ Extrait de l’histoire
d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op. cit., p
456.
15 Menès M., La
‘névrose infantile’, un trauma bénéfique, Editions du Champ lacanien,
Paris, 2006.
PERÍODO: 2020- 2022
LOS RASTROS DEL GOCE
RHIPNA. Madrid, 2020. Xavier Campamá
INTRODUCCIÓN
Recordar es traer a la memoria algo percibido, aprendido, conocido o retener algo en la mente. Su etimología, procedente del latín, tiene un aire poético: “volver a pasar por el corazón”.
Podría rescatar de lo anterior tres palabras: recordar, memoria y corazón, para adentrarme, inicialmente, en cómo concibe el psicoanálisis la actividad de recordar.
S. Freud desde los inicios de su labor
clínica con los pacientes mediante el método psicoanalítico apoyado en la
consigna de la libre asociación, se percató de que los síntomas que padecían
sus pacientes tenían una explicación, ya que se podía acceder a un saber, pero
que les era completamente ajeno, desconocido, por el hecho de ser inconsciente.
La idea primaria del análisis es que se
trataba de hacer consciente eso inconsciente que producía psicopatología,
mediante el ir encadenando asociaciones de recuerdos hasta el corazón de lo
sintomático. Seguramente muchos recordamos aquella antigua película de Alfred
Hitchcock, Spellbound, que aquí se
tradujo como “Recuerda”, es decir, que pronto pasó a la cultura un retazo de
esta vertiente de cómo operaba el psicoanálisis.
Pero la investigación freudiana
profundizó mucho más y también, desde aquellos tiempos, el psicoanálisis no ha
cesado de progresar, lo que hoy en día nos permite situar mucho mejor de lo que
se trata.
Por el hecho de que los humanos somos
seres hablantes, podemos crear mundos imaginarios, engañar, abrirnos nuevas
posibilidades en el pensar, en crear nuevos objetos, hacer avanzar la ciencia,
etc. Pero la contrapartida es que las palabras, los significantes que manejamos
de alguna manera matan la experiencia real, es decir, de lo vivido algo se
pierde y algo queda, como una huella mnémica, que decía Freud, una marca que se
registra como memoria y además inconsciente. Puesto que el inconsciente es
efecto del lenguaje, sintetizaba Lacan. Diferente es el caso del bebé que tiene
relación con lo real puesto que no habla, en todo caso es hablado por quienes
le rodean, incluso antes de su nacimiento, algo que pone de relieve C. Soler en
su curso impartido en el 2012 -13 con el título “Lo que queda de la infancia”
Según lo dicho, el sujeto queda
dividido entre aquello que cree ser, lo que le es consciente, y aquello otro
que está en él mismo operando de una forma decisiva en su vida y que es de
carácter inconsciente. Es uno de los grandes descubrimientos del psicoanálisis.
Además, la condición humana, en tanto
seres hablantes, nos aleja completamente del mundo instintivo propio de los
mamíferos, lo que hace de la sexualidad humana algo de lo más variopinto, sino
pensemos en que un sujeto pueda satisfacerla por medio de un objeto fetiche,
otro mediante la fustigación, un tercero exhibiéndose, otra ubicándose como sexless –asexuado- otro en una posición
transexual, otra como homosexual, aquel como heterosexual, etc.
Recientemente, apareció la noticia de
una nueva modalidad de feminismo en Corea del sur, en la que subyace una forma
de oponerse a las imposiciones del llamado poder patriarcal, la cual consiste
en “los cuatro noes”: no a las citas, al sexo, al matrimonio y a los
hijos.
Esta ejemplificación nos sitúa de lleno en la complejidad de la sexualidad humana, en la imposibilidad del encuentro armónico entre los sexos, porque no hay pulsión genital o como Lacan precisó en “Radiofonía”, aunque parezca paradójico: no hay relación/proporción sexual, pues en el inconsciente no hay representación de lo que es ser un hombre para una mujer y viceversa, no hay algo preestablecido como en el instinto entre el macho y la hembra en los mamíferos. Ese es el precio que pagamos por el hecho de ser seres hablantes, la falta introducida por el lenguaje en lo real de la sexualidad que es lo que calificamos como castración desde el psicoanálisis, de manera que la forma que nos queda para abordar la sexualidad es sintomática, lo cual quiere decir que es un apaño, la vía posible para confrontarnos a lo traumático que siempre tiene el sexo atravesado por el lenguaje, de ahí que cada cual, en realidad, goza del inconsciente por el que es determinado como sujeto.
Otra de las grandes revoluciones
establecida por Freud fue demostrar que había una sexualidad infantil. Ésta se
manifiesta en lo que calificó como pulsiones parciales, las cuales atañen a
zonas recortadas del cuerpo, de ahí la denominación de parciales, que
introducen un goce que va unido a las demandas que entran en juego entre el
crío y el Otro fundamental que lo cuida desde sus propios deseos inconscientes.
Dichas pulsiones son: la oral, la anal, la escópica y la invocante. Por
ejemplo, en la pulsión anal la zona erógena excitada es el ano y el tracto
rectal, aquí la demanda del Otro pone en escena el entregar las heces, como por
ejemplo sucede en la educación esfinteriana, el niño puede hacerlo como un
regalo a la mamá, pero puede negarse, puede retenerlas, etc. Todo lo cual
configura lo que el lenguaje permite articular en esa demanda pulsional y nos
da la proyección de cómo un determinado sujeto podrá irse situando frente a los
otros. Así: cagar, cagarse, ser cagado por el Otro, hacerse cagar, retener el
objeto, negarse a las demandas del Otro. Posiciones que podemos reconocer
adoptan diferentes sujetos en la vida, haciéndose ir mal en todo aquello que
tratan de construir, negándose a aprender en la escuela y un largo etc. Existe,
recordemos, toda una cohorte sintomática que concierne a lo anal: diferentes
manifestaciones de la encopresis, el estreñimiento pertinaz de origen
psicógeno…
Además de la anterior modalidad de goce
hay la que entra en escena al poner en juego el deseo que lleva a la búsqueda
de un partenaire sexual. Freud también lo encontró en la infancia utilizando el
mito de Edipo, lo que ya forma parte de nuestra cultura y es bien conocido: el
niño desea sexualmente a la madre y entra en conflicto ambivalente con el padre,
al mismo tiempo lo ama y desea eliminarlo. Es así como se inicia el pequeño
sujeto en el mundo del deseo, deseo sostenido por un fantasma propio –nombrar
el matema del fantasma, según Lacan- Pero no puedo detenerme en detallar más.
Concluyo esta introducción, el sujeto humano atravesado por el lenguaje se ve exiliado del instinto animal y su sexualidad, hemos visto, que se configura en una heterogeneidad de goces: pulsionales, fantasmáticos y sintomáticos.
MEMORIA, REPETICIÓN Y RECUERDO
El sujeto en análisis, sea niño, púber
o adulto, habla de sus malestares sintomáticos e inevitablemente trae recuerdos
de su pasado, cuestiones que observa se le repiten, constituyéndose en mensajes
que dirige al psicoanalista. La perspicacia de Freud, en el tiempo que
investigaba sobre los sueños, fue darse cuenta de que creemos recordar nuestra
historia pero, en realidad, está muy fragmentada, falseada, olvidada,
apedazada… En realidad, el pasado es inalcanzable como tal, más que de memoria
podría hablarse de desmemoria. Como decía al inicio, el recuerdo ya es pérdida,
lo real del suceso se perdió y en parte queda algo que es del orden del
significante.
Antes de entrar propiamente en el tema
del recuerdo encubridor, quiero situar algunas cuestiones conexas. Lo más
significativo de lo que diré está extraído de Freud en sus escritos “Recordar,
repetir y reelaborar” (1914) “Más allá del principio de placer” (1920) y del
Seminario 11 de Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
Freud deja que sus analizantes hablen
“libremente” con el convencimiento de que van a aparecer cuestiones
significativas de su sintomatología, es decir, espera que hayan “retornos”.
Podemos preguntarnos ¿qué lo segura? La misma dinámica significante por la que
el sujeto ha sido constituido. Sin embargo, hay algo mucho más potente que
vuelve, que insiste y Freud nombró con el término repetición, que no son los
retornos significantes. En realidad, lo nombró como compulsión o automatismo de
repetición, que no hay que entender como una especie de reproducción siempre de
lo igual.
La repetición es una forma de memoria y
vamos a observar el porqué. Freud localiza que en los análisis de sus pacientes
existe un límite a la rememoración y que hay algo que escapa y va más allá de
la misma, siendo eso mismo lo que puede localizarse en forma de repetición, en
algo que puja una y otra vez en el propio sujeto. ¿De dónde arranca esta
dinámica?
Imaginemos al pequeñín frente a
situaciones que tienen un carácter traumático, como pérdidas, separaciones,
encuentro con algo de lo real sexual como antes explicaba. En un primer momento
no hay con qué afrontar esa situación, sería pensable como la experiencia real
en tanto imposible de retener, pero en cuanto esa experiencia real puede ser
marcada simbólicamente con lo que se denomina rasgo unario, hay inscripción en
el sujeto y al mismo tiempo pérdida. El rasgo unario, es un significante único
que no va encadenado a otros y es lo que nos puede dar pistas del componente de
insistencia de repetición de lo igual, de valor de trauma inaugural. De esta
forma la repetición se compone, por una parte, del encuentro con lo real de
carácter traumático para el sujeto y, por otra parte, del rastro simbólico de
un rasgo unario, que Lacan acuñó con la notación S1.
El hecho de que lo simbólico no puede
absorber lo real traumático e insista vía la repetición, gracias al rasgo
unario que se constituyó, lo podemos leer como una modalidad de memoria
recurrente.
Me parece muy importante el haber introducido la repetición como un acervo de memoria insistente en tanto irrupción de lo real del goce, a pesar del propio sujeto, antes de adentrarnos en lo que se entiende por recuerdo encubridor, pues la primera modalidad la encontraremos siempre en todo psicoanálisis.
MEMORIA Y RECUERDO ENCUBRIDOR
La memoria también es el lugar significativo
de lo olvidado, de lo no recordable, podría decirse también que es lugar de creación.
Así lo recogía Freud al señalar cómo los sujetos tienen recuerdos muy escasos y
fragmentarios de la primera infancia, justo en el tiempo en el que los niños
tienen una gran capacidad de asimilación de información y de diferentes aprendizajes.
Pero, claro, en paralelo a todo esto están sucediendo vínculos capitales como
son las relaciones con las personas significativas que le rodean, poniéndose en
juego la dimensión del amor, el odio, las identificaciones, los deseos, los
goces pulsionales y fantasmáticos, adoptando una posición sintomática que es lo
que, en definitiva, definirá mejor lo que es la particularidad de cada sujeto.
Freud durante muchos años se dedicó a
rastrear, recopilar y teorizar todo aquello que localizaba como una falla en el
recordar. De manera que, por ejemplo, observó que existían recuerdos donde se
combinaban aspectos de escenas vistas, con otras donde se podía destacar lo
escuchado pertenecientes a otro momento de la vivencia del sujeto. El recuerdo,
en este caso, es una especie de resultante compuesta por piezas procedentes de
puzles diferentes.
No se trata, entonces, de creer en la existencia de unos recuerdos fiables que acuden a los archivos de una memoria fiel a los sucesos acontecidos en su total integridad.
Cuando Freud escribe su obra
“Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) estudia con sumo detalle, entre
otros temas, las perturbaciones que le pueden suceder a cualquier “sujeto
normal” en su acción de tratar de recordar algo, vividas como tropiezos
egodistónicos, como es el caso del olvido de nombres propios que ilustra con el
magnífico ejemplo autobiográfico del olvido del pintor Signorelli. Pero también
pone el acento en lo significativo del olvido de palabras extranjeras en aquellos
sujetos que manejan varias lenguas. Abunda, igualmente, en los ejemplos de
olvidos de nombres y de frases, así como en el de impresiones y designios.
Un caso particular que llamó la
atención a Freud es lo que denominó recuerdos encubridores (Sobre los recuerdos
encubridores -1899- y Psicopatología de la vida cotidiana, cap IV) Lo característico
es que son recuerdos de apariencia banal, indiferente, pero que pasados por el
proceso analítico conducen a lo que subyace, ocultado y de carácter relevante.
Él diferencia entre un recuerdo encubridor reciente que remite a un contenido
reprimido del pasado, como es el caso de la infancia y, viceversa, un recuerdo
encubridor de la infancia que remite a un contenido latente posterior.
Lo que podemos observar es que se
produce un falseamiento mnémico tendencioso de un contenido que el sujeto no
quiere recordar que, para Freud, sería la evitación de un conflicto, de la
vivencia de algo chocante, de ahí que se reprima “lo sustantivo”, dice, y
después quede transformado, lo cual primordialmente se realiza mediante un
desplazamiento o metonimia significantes, pero también por condensación o
metáfora. Ambos, mecanismos que establecía como básicos del funcionamiento del
inconsciente.
Para un analista, el recuerdo
encubridor, por más banal que aparente, es de lo único que dispone cuando lo
relata el analizante y no deja de ser el cabo de una cadena elaborativa de
asociaciones a producir hasta conducir al corazón de lo que está en juego, lo
veremos en el caso de que hablaré al final.
Hay un aspecto a destacar en la forma
de presentarse el recuerdo encubridor y es que el sujeto, al relatarlo, se
describe como viéndose a sí mismo en la escena. Hay un desdoblamiento, el
sujeto se ve en la escena y al mismo tiempo es observador de la misma. Freud
puntúa que se trata de una elaboración secundaria, de una retraducción a lo
visual y lo plástico en una época posterior, la del despertar del recuerdo.
Podemos preguntarnos si esto es una condición necesaria para darle a un
recuerdo el estatuto de recuerdo encubridor. Porque también se podría afirmar
que todo recuerdo siempre tiene algo de encubridor.
Obsérvese que esta peculiaridad subrayada
por Freud nos trae lo que teorizó respecto de los sueños, en cuanto a su
carácter visual y donde también el soñador se puede encontrar en la escena
explícita o implícitamente. Y lo mismo sucede con la actividad de fantasear. Lo
ilustro con el caso de un pequeño paciente al que en la escuela ya le habían
colgado el diagnóstico de TDA, de la escala diagnóstica del DSM, y que muy pronto
en las sesiones pudo referir todo lo que imaginaba en el aula escolar en lo que
para él eran las “aburridas clases”. Se trataba en su fantasear de sus proezas
como futbolista marcando ingente cantidad de goles a su equipo rival y
recogiendo aplausos y trofeos, o también se imaginaba siendo un bombero
salvando de las llamas a niñas reales o imaginadas que le gustaban, que luego
se enamoraban de él, etc.
Si avanzamos un poco más puede
afirmarse que todo el tiempo nos estamos moviendo en el terreno del deseo que
lleva al niño, al adolescente y al adulto a buscar a su partenaire sexual. Por
supuesto con las diferencias que lo real corporal impone a la infancia. Es la
castración, para ambos partenaires y, por tanto, el deseo, lo que permite la
aproximación de los cuerpos. Uno supone que el otro es o tiene algo atrayente,
lo que a él le falta, para así realizar el buen encuentro que se cree
complementa.
Pero ¿qué produce realmente la
aproximación a un cuerpo y no a otro? Aquí es Lacan quien clarifica la
cuestión, al añadir la dimensión del partenaire pero a nivel del goce. Eso me
va a suponer un paréntesis, un desarrollo muy en síntesis.
Él estableció lo que llamó el objeto
pequeño a, del cual hay que diferenciar varias facetas. Voy apoyarme en la
imagen de una vasija, un pote, pues representa bien dos aspectos, la parte
material que conforma el continente y la otra parte que es el vacío que hay en
dicha vasija. La ventaja de este ejemplo es que nos permite entender
sencillamente, aún a riesgo de simplificar las cosas, que ese vacío puede
llenarse. Entonces el objeto pequeño a como vacío estructurante para el sujeto,
se vivencia como pérdida de goce, pero ella misma apunta a una búsqueda o
compensación, a un llenado, mediante los llamados plus-de-gozar de los objetos
pulsionales, antes mencionados, o también los objetos de consumo tan actuales
en nuestro tiempo.
Hemos visto que lo que nos aproxima al
partenaire es el deseo, pero en realidad se puede precisar más diciendo que
para el cuerpo a cuerpo hace falta que se ponga en juego el goce. Está el deseo
por alguien, pero tras el deseo lo principal es que actúa el objeto pequeño a,
causa del deseo. Lo podemos imaginar así: alguien desea a otro/a porque reviste
la imagen con que se le presenta con el objeto a que causa su deseo, el cual
envuelve algún objeto pulsional que en realidad es propio, aunque se crea
ubicado en el otro y que de hecho constituye su goce. Se observa bien la manera
en que se articulan en el partenaire las dos vertientes del objeto pequeño a:
como falta, que lo causa, y como plus-de-gozar como intento de taponarla. Lo
cual como muchos conocen está comandado por el fantasma fundamental de cada
sujeto.
Vuelvo al aspecto que subrayaba Freud del aspecto visual y plástico del recuerdo encubridor y en el que el sujeto se ve a sí mismo dentro de la escena, que más bien lo ubicaría del lado de la fantasía que lo dota de una particular intensidad. Lo sustantivo pero opaco al recuerdo encubridor, tiene que ver con lo anteriormente desarrollado: los deseos del sujeto, sus condiciones de goce y el amor en juego.
DOS EJEMPLOS: EL FETICHISTA Y UN FRAGMENTO
DE UN CASO CLÍNICO
Primero voy a tomar algo de lo que dicen Freud y Lacan a propósito del fetichismo, pues me parece una buena introducción de lo que después aparecerá en el caso que voy a presentar.
A parte de la bibliografía ya dicha
sobre el recuerdo encubridor en Freud, hay que añadir “Fetichismo” (1927) y “La
escisión del yo en el proceso defensivo” (1938) así como la relectura que
realiza Lacan sobre el fetichismo en su Seminario 4, “Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis”.
Freud toma el término de recuerdo pantalla como un sinónimo de recuerdo encubridor, pero tal vez descriptivamente más adecuado para algunas ejemplificaciones como es el caso del fetichismo.
¿Por qué un sujeto queda fijado a qué
lo posible de su satisfacción sexual requiera cómo condición necesaria la
presencia de un objeto llamado fetiche? Freud realiza un análisis exquisito y
gráfico, correspondiente a su época, en que las mujeres llevaban vestidos hasta
el tobillo, de cómo se producía el momento de aparición del objeto fetiche y su
fijación en un sujeto infantil.
Todo niño se ve confrontado, más allá
de la falta introducida por el lenguaje en lo real de la sexualidad que
calificamos como castración, a traducciones de la misma que pasan por lo real y
lo imaginario, pero de efectos determinantes para la construcción de la
subjetividad. Por ejemplo la diferencia anatómica entre los sexos, el imaginar
que las niñas y las mujeres también poseen un pene…
Entonces propone que algunos pequeños
ante la castración del Otro, para el ejemplo la propia madre, van a adoptar una
conclusión muy llamativa: dan una respuesta consistente en renegar de la
castración de la madre. El niño situado a los pies de la madre, como decía pensemos
en los vestidos largos de aquella época, en su observación se detiene en el
borde de su vestido, no más arriba del tobillo, como puede ser en el zapato. Y
así ese zapato se puede constituir en el sustituto de lo que no se alcanza a
ver pero que está articulado para el sujeto: el falo imaginario imprescindible
para constituir simbólicamente a la madre como madre fálica. De esta forma,
para este caso el zapato se conforma como el objeto fetiche del falo que la
madre no tiene pero debería tener. Como dice Freud ese objeto fetiche se erige
como monumento de lo que, en realidad subyace: “el horror a la castración”
Es interesante la relectura que hace
Lacan de este hecho, pues puntúa que en este caso el recuerdo encubridor o
recuerdo pantalla, muestra claramente la interrupción que se produce en la cadena
significante de la memoria del sujeto cual película que se detiene, justo un momento
antes de verse confrontado a la castración, erigiendo así el recuerdo pantalla
y encubridor con el fetiche zapato. Pero esa misma cadena continúa velada de
ahí en adelante.
Ahora voy a hablar de un fragmento de
un caso que atendí, se trata de un sujeto de treinta y tantos años que consultó
por unas dificultades que definía como no poder terminar de autonomizarse, pues
aún vivía en el domicilio materno, esta mujer había enviudado cuando el
analizante tenía veinte años, acomodada económicamente y aún más gracias a una
nueva pareja con la que vivía desde hacía unos ocho años. Pero este no poder
autonomizarse también estaba connotado de una gran dependencia económica de
aquella. Sus ingresos de los últimos años dependían de que la nueva pareja de
la madre le ofreciese alguna colaboración, pues por sí mismo no salía adelante.
También se quejaba de que no conseguía tener una relación duradera con una
mujer como para terminar siendo una pareja, tenía relaciones muy escasas y
distantes con alguna mujer y siempre terminaba por ser dejado o desengañarse.
Le parecía extraño pues se veía bien parecido, cosa en la que su madre
insistía, y también simpático.
En el tiempo de las entrevistas
preliminares relató haber sido un estudiante discreto salvo en plástica en que
era sobresaliente, se aburría en las clases y se quedaba “colgado” pensando en
el recreo, las vacaciones o pensando los dibujos que haría en su tiempo libre,
aquello que en su decir le motivaba más. De hecho terminó estudiando Bellas
Artes, lo que le conectó con un mundo bohemio y de consumo de porros y alcohol.
Sus capacidades mostradas no dieron un fruto en ninguna proyección iniciada.
En una ocasión le pregunté qué
recordaba de su infancia y explicó que ya se entretenía mucho dibujando, de
pequeño recordaba hacer casas con montañas al fondo y luego ya hacía cómics de
lucha y más mayor le encantaba el tema de las amazonas y, entonces, sus cómics
pasaron a incluirlas frecuentemente. Le atraían estas figuras de mujeres
fuertes, dominantes e independientes. De
hecho, también había jugado mucho a montarse historias en las que ellas
formaban parte de las mismas. También le gustaba jugar al fútbol, pero lo
señala como algo promovido por su padre y a lo que se prestó de hecho, había
sido una de sus actividades extraescolares junto a formarse en dibujo y
pintura. También recordaba que le agradaba mucho
encerrarse en un armario y en el desván, pero no pudo dar cuenta de que hacía o
qué encontraba de placentero en esa acción. Como veremos enseguida, este
recuerdo tenía la connotación de un recuerdo encubridor.
Voy a recortar bastante, pero el progreso de su análisis le llevó a detallar que esas mujeres con las que tuvo relación, tenían algunos de esos rasgos que le atraían de la figura de la amazona, el tenía que ir tras ellas pues eran muy suyas, eran mujeres muy capaces, muy seguras de sus convicciones y él se sentía en inferioridad.
Su madre era descrita como una mujer
soberbia, muy bella, culta, con una gran afición por el arte, que procedía de
una familia burguesa y acaudalada, con un carácter fuerte, poco afectuosa pues
recordaba haber sido mejor cuidado por las mujeres de servicio. El reconocía
una relación nada fácil con ella, pues enseguida lo trataba de inútil y solo se
sentía reconocido por su aspecto físico.
Al padre lo describió como un
administrativo muy trabajador en su empresa, de carácter taciturno, cuya única
afición era el fútbol. Procedente de una familia sencilla. Nunca pudo entender
cómo podían hacer pareja sus padres, pues entre ellos no observaba muestras de
afecto y los veía muy diferentes.
Cuando pudo hablar de la cama describió
unos encuentros sexuales en que acostumbraba a sentirse como un títere.
Un día trajo un recuerdo más detallado
de encerrarse dentro de un armario o de un desván, le vino a la memoria que
siendo niño se encerraba dentro de un armario de una tía materna que el quería
mucho porque era más afectuosa con él. Ese era el armario donde la tía guardaba
sus zapatos y recuerda que los miraba, los acariciaba y los olía. Siempre que
iba allí trataba de hacerlo, hasta que más mayor fue reprendido en diferentes
ocasiones y abandonó esa actividad no sin pesar.
Fue poco después que pudo explicitar
más detalladamente su rasgo fetichista al referir que los encuentros sexuales
con mujeres que para él eran satisfactorios era cuando ellas follaban con los
zapatos de tacón puestos.
Mucho después añadió que,
frecuentemente, se masturbaba viendo fotos o vídeos de mujeres calzadas.
Fragmento de un caso que nos muestra claramente la condición de goce de un sujeto fetichista y como en su análisis ese recuerdo calificable de encubridor, nos va abriendo en una cadena asociativa al corazón de su fijación, el objeto que causa finalmente su deseo.
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Tratamientos del cuerpo del niño y el
adolescente en nuestra época y en el psicoanálisis.
Cuerpos. Pubertades[1]
Autor: Francisco José Santos Garrido
Me planteo en escrito dos momentos. El primero, que he llamado “Cuerpos”, en el que presento algo sobre lo que me tiene al trabajo sobre el cuerpo. Después, un apartado sobre “Pubertades”, en el que exponer algunas citas y decires que en este tiempo de estudio me han resultado evocadoras.
Cuerpos
LOM, el hombre borromeo hecho Uno por el anudamiento de las tres consistencias[2], real, simbólica e imaginaria y es por este anudamiento que tiene un cuerpo, no lo es[3]. “El hombre tiene un cuerpo, o sea que habla con su cuerpo, dicho de otro modo, que parlêtre por naturaleza”[4]. Parlêtre, hablaser que tiene también una definición borronea: la palabra vehículo de sentido se ve conectada “no solo con el sentido gozado, sino con el campo de lo Real, del goce Real”[5].
Y es que el decantar “el inconsciente sin sujeto”, como recoge Colette Soler en su seminario “Vuelta sobre la función de la palabra”, desplaza las líneas de fuerza de la clínica del sujeto en su relación al Otro, hacia una clínica del ser hablaser, del parlêtre. Y en lo que respecta a este ser hablante, “no es solamente sujeto, tiene un cuerpo que está implicado en los efectos sintomáticos del inconsciente”[6].
La vuelta que en la Escuela se ha dado de pasar dos veces por la cuestión del cuerpo la entiendo como un poner en evidencia este desplazamiento que agujerea la concepción de lo pensable de un psicoanálisis y avanza en un campo que está por desarrollar, el campo lacaniano[7].
En “Advenimientos de lo real” se recogió este desplazamiento de los años setenta de Lacan: “el síntoma de goce del cuerpo, del cuerpo síntoma que suple la no relación, no está determinado por el Otro, por su palabra y su discurso”[8]. El inconsciente saber sin sujeto “es solidario de la definición de acto analítico”[9]. Y, lo que hoy nos convoca, el saber sin sujeto “abre al no sin el cuerpo”[10]. Entonces, este “tener un cuerpo” es solidario del inconsciente real como saber fuera de sentido.
Lacan en el Seminario XXIII, sobre el cuerpo del parlêtre: “En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia – consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo, a cada rato, levanta el campamento”[11]. Este levanta el campamento, que viene de una expresión francesa difícilmente traducible al castellano. Parece que es este anudamiento el que le diera esa consistencia pero no evita que el cuerpo a cada rato se largue, se abra, se raje, o como se dice en Castilla, salga pitando.
Y es que “El cuerpo está afectado de los pensamientos del ser” [12], como si el cuerpo fuera uno mismo, el ejemplo de las lágrimas.
Para tener un cuerpo es necesario que un nudo borromeo sea hecho, donde el goce fálico y el goce del sentido estén anudados[13]
Colette en el artículo “Tener un cuerpo…borromeo” habla de una doble imposición del inconsciente: hablado impone el ser; saber gozado impone el tener del cuerpo, y no el cuerpo imaginario, no el cuerpo mortificado del simbólico, sino el cuerpo substancia, sustancia gozante.
“Lo verdadero es que LOM tiene, al principio”[14] y “Tener es poder hacer algo con”[15], pero se introduce entonces también el que pueda no tener lugar, aspecto reseñable para la clínica.
Pubertades
De entrada, agradezco el encuentro con el texto de Martine Menès “El tránsito adolescente, tratamiento de lo imposible”[16], por ir a la veta de lo que me interesaba transmitir en este apartado.
Freud en Las metamorfosis de la pubertad comienza escribiendo “La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual (…) se pone el servicio de la función de reproducción”[17].
Tal vez pudiera decirse que hay en la pubertad una actualización, apuntalamiento siguiendo a Freud, del encuentro que hizo el niño con algo que ya no se ajustaba solo a lo decible, encuentro inaugural marcado con “un significante que encarnó el goce”[18]. ¿Cómo se relaciona este significante con algo de las marcas de la lalengua? Y, ahora el púber se encuentra con la castración “que es algo que a los 14 años, se evita mal”, decir de Lacan recogido por David Bernard[19].
La temporalidad de la pubertad, y su relación con el trauma, ya fueron abordadas por Freud muy tempranamente en 1985: “Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo que solo con efecto retardado (nachträglich) ha devenido trauma. Causa de este estado de cosas es el retardo de la pubertad respecto del restante desarrollo del individuo.”[20]
Lacan habla de un “momento límite complexual”, que podría ordenarse de un modo muy distinto, en función de un vínculo entre la maduración del objeto a y la edad de la pubertad[21].
Partir de la pubertad como la maduración del objeto a que organiza lo pulsional creo que nos mantiene en la vereda del descubrimiento freudiano. Es esta “madurez”, término utilizado por Lacan, la que pone al descubierto que no es de madurez de lo que se trata en el sentido general del término.
La puesta en funcionamiento del objeto a “maduro” impulsado por lo real del cuerpo, haría entonces el paso de las teorías sexuales infantiles a la construcción del fantasma. Es esta madurez del objeto a la que hace que lo pulsional se encarne en el adolescente de una manera tan desbocada, cada uno según sus marcas pulsionales, en un exceso que, aunque calme transitoriamente, no puede hacer olvidar en el neurótico ni la castración ni la no relación sexual ni el ser mortal. Me pregunto por el síntoma y Lacan en el Seminario VI dice “los detritus, más o menos incompletamente reprimidos en el Edipo, resurgirán en el nivel de la pubertad bajo la forma de síntomas neuróticos”[22],
Esta maduración del objeto a en la pubertad pone en primer plano “Lo que no se elige”, o tal como ha sido traducido “Lo que usted no podría elegir”[23], título de un texto de Colette Soler. Entre el lado mujer y el lado hombre, dice, los sujetos han elegido. “Y más tarde, más fuertemente aún: ellos se autorizan en sí mismos, los seres sexuados.”[24] Autorizarse al sexo como nos recordaba Alejandro Rostagnotto en las jornadas del pasado 12 de septiembre[25], puede ser uno de los efectos de un psicoanálisis. Colette en este texto recuerda que “podríamos decir que es el goce el que elige, allí donde responde y en las formas con las que responde, todo o no todo, hace ley…sexual”. Y en cuanto a ese autorizarse ellos mismos, aparece el cuerpo, de nuevo, un autorizarse como lo que son en tanto cuerpos, pero que no es ni el yo ni el sujeto, hablando propiamente. El margen de elección que le queda al que dice “yo” es “el de la posición que tomará ante eso que lo eligió. Rechazo, consentimiento, paciencia, entusiasmo, hay muchas”[26]
En este sentido, el seminario “Las formaciones del inconsciente”, en la lección del 22 de enero de 1958, y a colación de los tiempos del Edipo, Lacan nos dice que “El niño tiene todos los títulos para ser un hombre, y lo que más tarde se le pueda discutir en el momento de la pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del todo con la identificación metafórica con la imagen del padre”[27]¿Qué se le puede discutir? ¿Cómo se quedaría esta cita releída con la padre-versión?
Lacadée sintetiza la cuestión del
cuerpo en un artículo dedicado a la adolescencia: “La relación del cuerpo se
vive en el registro de lo imaginario, él mismo anudado a los significantes de
la lalengua que afectan al cuerpo, así como a la dimensión imposible que ex –
siste al cuerpo y a la lengua a título de real como límite último del sentido
sexual y mortal”[28].
Dejo a Wedekind y lo que tanto Freud como Lacan dijeron de su “Despertar de la primavera” para otro momento.
Hasta aquí solo un marco para seguir
trabajando.
Madrid, 6 de octubre de
2020
[1] Este texto corresponde a la introducción teórica que se expuso en las
Jornadas RHIPNA de Pereira, el mes de octubre de 2020.
[2] Soler, C. (2013). El
inconsciente reinventado. Buenos Aires: Amorrortu. p. 88.
[3] Lacan, J (2012). Joyce el
síntoma. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós. P. 591.
[4] Lacan, J (2012). Joyce el
síntoma. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós., p. 592.
[5] Soler, C. (2013). El
inconsciente reinventado. Buenos Aires: Amorrortu. p. 88.
[6] Soler,
C. (2019). Retour sur la “fonction de la
parole”. Paris : Editions Nouvelles du Champs lacanien. p. 157.
[7] Me hago eco del decir en
la conferencia de Colette Soler que tuvo lugar con motivo del 20º Aniversario
del Foro de Medellín el pasado mes de septiembre de 2020.
[8] Soler, C. (2016). Advenimientos
de lo real. De la angustia al síntoma. Los monográficos de Pliegues nº6.
San Sebastián: Federación de los Foros del Campo Lacaniano España F-9, p. 27
[9] Ibidem, p. 190.
[10] Ibidem, p. 200.
[11] Lacan, J. (2006). El
sinthome. Buenos Aires: Paidós. p. 64.
[12] Soler,
C. (2015). Avoir un corps…borroméen. Revue des Collèges de Clinique
psychanalytique du Champ Lacanien 14, p. 60.
[13] Ibidem, 64
[14] Lacan, J (2012). Joyce el
síntoma. Otros escritos. Argentina: Paidós. P. 591.
[15] Ibidem,
p. 591.
[16]
Menès, M. Le passage adolescent,
traitement de l’impossible. Mensuel
98. Consultado en https://www.champlacanienfrance.net/sites/default/files/menes_M98.pdf
[17] Freud, Las metamorfosis de
la pubertad, p. 189.
[18] Soler, C. (2018).
Advenimiento de lo real. Pre-texto de la Cita Internacional de Barcelona,
septiembre 2018 abril 2017. Consultado en https://www.champlacanien.net/public/docu/3/rdv2018pre1.pdf
[19]
Lacan, J. (1972). Discours de conlusion. Letteres de l’École freudienne de
Paris, nº 9, décembre 1972, p.513. Según lo citó Bernard, D. (2019). Lacan
avec Wedekind. Une autre lecture de l’adolescence. Rennes : Presse Universtaires
Rennes.
[20] Freud, S. (2010). Proyecto
de Psicología. En Obras completas. Volumen I. Buenos Aires: Amorrortu.
p. 403.
[21] Lacan, J. (2006). El
seminario de Jacques Lacan. Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós.
p.279.
[22] Lacan, J. (2014). El
seminario de Jacques Lacan. Libro 6. El deseo y su interpretación. Buenos
Aires: Paidós. p 382.
[23] Soler, C. (2009), Lo que
usted no podría elegir. Aun. Publicación de Psicoanálisis 1, (1). Consultado en https://www.forofarp.org/images/AUN%201%20-%20Version%20final%201R.pdf
[24]
Ibidem, p. 16.
[25] "Les effets de la passe
sur l'École, vus par l'AE". EPFCL-France - 12 septiembre de 2020. Material no editado.
[26] Ibidem, p. 21
[27] Lacan, J. (2007). El
seminario de Jacques Lacan. Libro 5. Las formaciones del inconsciente. Buenos
Aires: Paidós. P.201.
[28]
Lacadée, P. (2015). Urgence de vie. La Cause de désir 89, p. 33.
Teorías sexuales infantiles.
Autor: Trinidad Sanchez-Biezma de Lander.
“A menudo cuando estoy descansando y no sé qué hacer conmigo misma, tengo la sensación de que me agradaría pedirle a mi madre algo que no me puede dar”.
Van Ophuijsen.
Desde tiempos remotos lo femenino y lo maternal coinciden y se confunden en el cuerpo de la mujer, resaltando el lado enigmático de su representación. En su interior reposa el enorme poder de dar vida o de dar muerte. La metáfora del “continente negro”, y la fantasía infantil de “todo tiene pene”, son maneras, formas de pensamiento que evitan el encuentro con lo originario que las mujeres encarnan.
Lo visible y lo invisible se ofrece como pantalla de proyección a dudas inquietantes, a fantasmas enigmáticos, a zozobras arcaicas. El misterio de la mujer pasea por la ribera de una angustia sin nombre. La falta femenina huele a desconocimiento y facilita la emergencia de mecanismos psíquicos primitivos que, en tanto creencias se implantan en el orden de lo siniestro, incluso de lo intolerable.
Así, las mujeres devienen personajes de leyenda, y en su lado maternal, más allá de la diferencia sexual pero sin duda gracias a ella, lo irrepresentable siniestro, lo materno peligroso. Verdadera cabeza de Medusa.
Freud nos habla de una actividad diurna fantaseadora que es realizadora de deseos y que es importante para comprender los sueños. En, “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, dirá que: “las fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre” (Freud, S, 1908/1073:1350). No lo explica, pero a renglón seguido estudia una clase particular que fue consciente alguna vez. Señala que la fantasía inconsciente “integra una importantísima relación con la vida sexual del individuo, pues es idéntica a la que él mismo empleó como base de la satisfacción sexual, en un periodo de masturbación” (Ibid: 1350). Luego, por efecto de la represión desaparece la masturbación, y su fantasía pasa de ser consciente a inconsciente, siendo retoños “premisas psíquicas más inmediatas de toda una serie de síntomas histéricos” (Ibid: 1350).
El fantasear se ofrece pues, como un camino para rastrear la perdurabilidad de las teorías sexuales infantiles; en el “Poeta y los sueños diurnos”, coloca expresamente los sueños diurnos al lado de la poesía como continuación, y luego, como sustitutos de los juegos infantiles. Este vínculo se precisa porque tanto el fantasma del adulto como el juego del niño y de la niña, tienen su origen en el enfrentamiento con la falta en el Otro.
Freud nos enseña que las teorías sexuales infantiles no son solamente cosas de niños. Lo infantil constituye el núcleo de la estructura del sujeto, alojan la verdad del hombre y de la mujer, sin distinción de edades cronológicos, como lo propio de la sexualidad.
El niño elucubra teorías, con el término de pulsión epistemológica se designa el empuje a la invención propia de los niños. Por un lado, el niño ordena durante un tiempo que el cuento se cuente siempre de la misma forma, garantizando así, que las palabras vuelvan todos los días al mismo lugar. En ese momento reniega de la sorpresa del chiste y opta por lo que vuelve, por lo que se repite; pero de un día para otro una inversión paradójica afecta esa satisfacción, y lo que vuelve al mismo lugar se convierte en angustia, en sufrimiento. Son esas rumiaciones que vuelven una y otra vez como una obsesión, esas pesadillas que se reproducen sin cesar, ese trauma que promete volver a repetirse.
Así el placer de lo familiar, de lo conocido que se anunciaba siempre con las mismas palabras, se convierte en lo más extranjero, en lo más temido.
“Estas falsas teorías sexuales (...) aunque todas yerran de un modo grotesco, cada una de ellas contiene alguna parte de verdad, asemejándose en esto a aquellas teorías (...) edificadas por los adultos como tentativas de resolver los problemas universales que desafían el pensamiento humano” (Freud, S, 1908/1973:1265).
Verdad que como ficción produce una serie de argumentos, de elucubraciones. Verdad impuesta por la pulsión y constituida a imagen de la organización libidinal del niño, en la medida en que la pulsión nombra la relación compleja de la sexualidad con el psiquismo y es solidaria del cuerpo y del goce.
Teorías que son la primera respuesta ante el enigma del deseo del Otro, y que operan con criterio de verdad, como creencias. Primeras respuestas axiomáticas del sujeto que son el preludio de la constitución fantasmática.
Freud les da un lugar fundamental en la constitución de las neurosis y de los síntomas: “para lo que se demuestra indispensable es para la concepción de las neurosis mismas, en las cuales conservan aún todo su valor tales teorías y ejercen una influencia determinante sobre la estructura de los síntomas” (Ibid:1263). Son pues parte de la neurosis infantil; son fijaciones, restos ligados a la satisfacción propia de la vida sexual del niño que permanecen vigentes aunque ocultos, y determinan la vida erótica.
La fijación se inscribe a partir y en el mismo lugar que la defensa, de forma tal que es a la vez una fijación al trauma y fijación del trauma. De esta ambigüedad de la fijación dará fe la respuesta sintomática constituida por la amnesia histérica, entendida por Freud como el revés de la reminiscencia.
La reminiscencia es una especie de búsqueda, búsqueda de eso que es inolvidable, ese personaje pre-histórico al que posteriormente nadie llega a igualarse; luego la elección por el padre y luego el fantasma mudo y consolador. La reminiscencia es inseparable de la acción del psicoanálisis donde se construye lo olvidado, donde la verdad de estas construcciones posee el valor terapéutico de recuerdo recuperado.
Lo que planteo hoy es justamente este sentimiento de certeza, de verdad, esta convicción de re-hallazgo. Lo olvidado construido se fija y desde allí se torna inaccesible a una crítica lógica, cuál un delirio psicótico; y Freud apelará a la ficción de una memoria vinculada con un contenido de verdad histórica, tomado en la represión de tiempos originarios olvidados.
Y es que detrás de la madre de todos los días, tal vez se esconda una mujer extraña. En el tejido de su ternura, entre los hilos de sus demandas se encuentra otra, una mujer que tiene deseos que el niño, que la niña no entiende. Seguramente el padre no puede acompañar a este niño frente a la extrañeza de esta mujer porque solo sabe de la versión de mujer que mejor se acomoda al objeto de sus fantasías sexuales infantiles.
Es un momento difícil. El niño amado que aportaba satisfacción en un momento dado siente miedo, puede ser devorado. La angustia es no saber, nunca se sabe qué quiere el Otro, la angustia es la sensación del deseo del Otro. La sensación del deseo que angustia marca con su impronta la geografía. Súbitamente hay lugares por los que no quiere pasar, animales que no puede mirar, espacios que antaño familiares se vuelven insoportables, personas que antes amadas producen ahora un inmenso sentimiento de encierro, de invasión.
Luego, cuando la pulsión golpea, cuando su escritura se despliega y se satisface en el gasto inútil, en el derroche, pero también en la restricción más extrema, en el control exasperado, en la insatisfacción quejosa de pretender contabilizar lo incontabilizable, el dolor secretamente programado hace su aparición. Con ese goce el niño se fabrica una respuesta; fabrica un fantasma que dé cuenta, que le permita interpretar el deseo del Otro, fantasma que se edifica sobre un real pulsional. El niño se inventa un cuento sobre lo que él es en el deseo de ella, una versión que intenta tapar el enigma siempre angustiante de la castración materna. Una respuesta sobre su ser que le permita interpretar su mundo.
Si bien no podemos rastrearlas con precisión, lo que nos interesa es el tiempo de latencia, como lo señala Freud, entre las teorías sobre la sexualidad y las fantasías primordiales, como dos tiempos necesarios en la constitución de la sexualidad.
Teorías y fantasías que se hilan como respuestas a la pregunta de los comienzos del sujeto, de la sexualidad, de la diferencia entre los sexos, del deseo, en la medida que la castración, lo real del sexo hace límite al saber.
Punto que puede abrir en el análisis la posibilidad particular de lograr que la otra historia se haga oír; singular historia formada por retazos: una voz, el espacio de un murmullo, tal vez la imagen imborrable de un momento, huellas de nuestras aventuras más precoces con el Otro inolvidable perdido para siempre en el tiempo de la separación.
El análisis es un relato que se lee y se relee, los personajes aparecen para desaparecer luego quedando de ellos apenas un nombre. Un acontecer hace resurgir una certeza que hemos llegado a pensar. La certeza insiste, estalla en palabras pero no se fija en ellas. ¿Y si esa certeza no fuera nada?.
La historia que tanto nos conmovía pierde su carga afectiva, palidece y se funde en el decorado convirtiéndose cada vez en algo más borroso e incierto. “Hice para mí misma -dice Virginia Wolf en: “Una habitación propia”- lo que el psicoanálisis hace para sus pacientes. Expresé una emoción honda y vieja, y al expresarla la expliqué y luego la dejé atrás”.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
-Van Ophuijsen. “Declaración de una paciente obsesiva”. En:
¿Por qué las mujeres aman a los hombres y no a su madre?.
Haamon M.C: Paidos 1995. p 75
-Freud, S. (1908/1973). “Fantasías histéricas y su relación con la
bisexualidad”. En: Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva.
-Freud, S. (1908/1973). “Teorías sexuales infantiles”. En: Obras
completas. Madrid, Biblioteca Nueva.
-Freud, S. (1905/1973). “Tres ensayos para una teoría sexual”.
En: Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva.
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