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PERÍODO: 2023- 2024 

                                                           

                                                           Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024 
                                                                                                 4ta Sesión 02/01/2023              


     LAS ANGUSTIAS DE “UN” INF           

 Gladys Mattalia


I - Algunas puntuaciones teórico – clínicas…

         El objeto a, este hallazgo y aporte original de Lacan, pasó en su enseñanza por diferentes conceptualizaciones, en una paleta que va desde el objeto en su vertiente imaginaria; pasando por las tinieblas del unheimlich; funcionando como objeto causa de deseo presente en el fantasma; ocupando un lugar diferente según las estructuras clínicas: enmascarado en el fantasma neurótico, presente en la realidad de la escena perversa, reíficado[1] alucinatoriamente en la psicosis; para luego adquirir la dimensión de “plus de goce” y concluir, al final de sus teorizaciones, de una manera totalmente renovada como punto de encaje (point de coinçage), aunque sería mejor decir “agujero de encaje”, el trisquel, por el cual los tres registros de la subjetividad: R.S.I. se sostienen juntos en el nudo borromeo.

El objeto a introduce la dimensión del vacío ya que no se corresponde con el objeto tangible de la necesidad. Nos dice Lacan en su Seminario 11: “Es preciso, pues, que eso sea un objeto, en primer lugar, separable, en segundo lugar, que tenga alguna relación con la carencia” 

Por un lado, los “objetos de la demanda”, objetos freudianos,  pecho y heces. Por el otro, la voz y la mirada, “objetos lacanianos”, los “objetos del deseo”, más allá del perceptum, objetos intangibles, no evidentes, no perceptibles, no sustanciables.   

En la mirada, “el ojo es un espejo (…) que organiza el mundo como espacio”[2] Y allí el fantasma aparece, en todo su despliegue, como el soporte más satisfactorio de la función del deseo.

Vale decir que si hay un objeto y un campo asegurado en su dimensión fantasmática es el campo de la mirada. Lo que le otorga tonalidad a nuestra vida deseante. Es además, el punto de angustia que emerge cuando fracasa el velamiento del objeto.

En el Seminario X, La angustia, Lacan nos dice que “la angustia no es sin objeto.” Surge inmediatamente la pregunta ¿Qué objeto soy para el Otro? ¿Qué me quiere? Momento constitutivo de la división subjetiva.

Dice Lacan: “la tentación, no la pérdida del objeto, sino la presencia, los objetos que no faltan”[3]. La angustia es lo que no engaña, es el presentimiento, lo que está fuera de toda duda. La angustia es lo que nos deja dependiendo del Otro, sin palabras, fuera de la simbolización.

La angustia está vinculada al deseo del Otro, y la función angustiante de ese deseo es que no sé que objeto a soy para el Otro.

Este no saber angustioso está plenamente articulado en el objeto escópico: la mirada. Es a nivel del deseo escópico donde el objeto a se encuentra más oculto y por lo tanto el sujeto se encuentra allí, en relación a la angustia, asegurado al máximo.          Lacan nombra ese objeto mirada como una “ventana”, una “ranura” que permite ver, aunque opacamente, y a través de la cual se interpreta la vida.

 

II - Angustias de “un” infans

Voy a hablarles de un infans y de una escena que vio y que lo expulsó del paraíso. Las angustias de “un” pequeño que nació el 13 de noviembre del año 354 (Siglo IV) y vivió hasta los 76 años. Su nombre de pila Aurelius Augustinus Hipponensis. Su ciudad natal Tagaste – Hipona- en el norte del África romana, actual Argelia.[4]

Fue un escritor, teólogo y filósofo cristiano. Canonizado en 1.298 por el Papa Bonifacio VIII por ser considerado uno de los principales Padres de la Iglesia latina, fue proclamado Doctor de la Iglesia ese mismo año. Toda la filosofía y la teología medieval, hasta el siglo XII, fue básicamente agustiniana.

Considera, en sus escritos, que hay tres tipos de tiempos en la mente: “el presente con respecto a las cosas pasadas, que es la memoria; el presente con respecto a las cosas presentes, que es la contemplación; y el presente con respecto a las cosas futuras, que es la expectativa.”

        “Una” madre, Santa Mónica, dulce y abnegada cristiana. Venerada y recordada por sus extraordinarias virtudes, en particular por los sufrimientos causados por el adulterio de su marido. Con una vida de oración que durante más de 15 años dedicó a la conversión de su hijo para que éste encontrara el camino hacia Cristo. Se la conoce hoy como “la abogada de las madres con hijos descarriados”. Siendo muy joven y por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego, funcionario pagano al servicio del Imperio romano

         Algunas mujeres le preguntaron de por qué su marido nunca la golpeaba, entonces les dijo: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues.... no peleamos".

         Agustín, hijo primogénito,  tuvo “un” hermano llamado Navigio, Navigius, y una hermana, Perpetua, que fue superiora de uno de los monasterios femeninos por él fundados.

        Aurelio Agustín, fue un niño, según él mismo cuenta en sus Confesiones, “irascible, soberbio y díscolo”, aunque excepcionalmente dotado.

         Su libro Confesiones son una serie de trece libros autobiográficos escritos entre el 397 y el 398. Confesiones es un libro en el que San Agustín escribió como testimonio de su niñez y juventud pecadora y de su conversión al cristianismo.          Confesiones narra la niñez de Agustín, su adolescencia y juventud, su carrera académica, su estancia en el maniqueísmo[5]. Confesiones contiene además, su proceso personal de acercamiento al cristianismo, su conversión y sus primeras experiencias como católico.

         San Agustín en sus Confesiones no se dirige a otro sino al Otro, apela a Dios para su confesión. Este libro es considerado como la primera autobiografía occidental. Relato autobiográfico donde coinciden autor, narrador y personaje.

         En el libro 1, relata su infancia y su niñez hasta los 14 años. En él encontramos conclusiones universales sobre la naturaleza de la infancia: “el niño es intrínsecamente violento si se le deja a su aire a causa del pecado original”. Reflexiona, además, sobre la elección del placer y la lectura de la literatura profana en lugar del estudio de las Escrituras.

         Voy a rescatar del Libro I [6] algunos párrafos sobre los cuales se ha derramado mucha tinta psicoanalítica.

“En una ocasión tuve la oportunidad de observar a un niño que aún no sabía hablar.” Un infans, “Tenía tantos celos y envidia que miraba con amargura (amaru aspectu) a un hermano suyo, deseando tomar la leche que éste tomaba” (…) Más adelante agrega: “Esta edad, no recuerdo haberla vivido. Creo lo que de ella me dicen, y de lo que veo hacer a otros niños supongo lo que hice en aquella edad.” (…) “son tales las tinieblas que envuelven mi olvido” (…) “¿Para qué ocuparme de aquello en lo que no conservo vestigio alguno?”

         Episodio frecuentemente citado por Lacan a lo largo de sus escritos y seminarios, momento inaugural de la relación al otro. E incluso me hizo recordar otra escena[7], testimonio de pase de un colega de nuestro colectivo lo cito:

         “El punto de partida del trabajo de historización —así como la        perspectiva del recorrido- quedan bien ilustrados por un temprano          recuerdo infantil, cuya significación recién pude apreciar más    claramente en el dispositivo del pase. La escena era la siguiente:             mientras mi madre daba el pecho a mi hermano recién nacido, yo         me      ubicaba a su lado y daba grandes sorbos a una botella de Coca-Cola.”

Sigamos con Agustín:

         Lacan atribuye a esta escena del infans Agustín - escena de oralidad y pulsión escópica - un valor estructural. En esa ventana, en esa ranura, en ese “cuadro viviente” podemos asir el punto de báscula entre la imagen especular del amor narcisista, por un lado; y el objeto causa de deseo, por el otro lado. Escena constitutiva y estructural de una matriz imaginaria que deja enlazado: autoerotismo, narcisismo y fantasía.

         Escena que reúne los tres “complejos familiares” del Lacan de 1938 en su trabajo sobre La familia: “complejo del destete”, “complejo de intrusión” y el complejo nodular de las neurosis, “complejo de castración”.

         El hermano de leche, Navigius, no sólo es el semejante, es además el que goza del objeto del cual el infans fue privado. Vemos surgir el objeto causa de deseo como inefablemente gozado por otro. El objeto en su cualidad de necesariamente perdido para siempre y que el fantasma intenta capturar.

         “Imagen fundadora del deseo, al igual que la escena que Freud nos presenta varios siglos más tarde en la escena del fort - da.[8]

         Primera gran confesión (agustiniana): el deseo es el deseo del otro.”[9]

         En esta escena, en este paraíso perdido, vemos configurarse una de las características fundamentales del objeto a: ser un objeto cesible, un objeto soltado y, como tal, aparejado al punto de angustia. El infans, Aurelio Agustín, ha cedido el pecho que le pertenece. Instante de marca y fuente de las pasiones más oscuras. La envidia y los celos, consideradas otrora como pecados capitales.

         M. Bousseyroux, en una conferencia en Italia, nos relata que ya en “la doctrina de Cipriano[10] hay una primacía lógica y ontológica de la envidia como generadora de todos los demás pecados. La envidia es la madre de este defecto original de la Creación que es el Goce.”[11]

         Para el Doctor de la Iglesia, San Agustín, la envidia es el “pecado diabólico por excelencia”.

         La envidia viene de “in-videre[12], de mirar de reojo, con los ojos sucios. El niño Agustín tiene una mirada que mata. Su deseo provoca una palidez mortal y tiene el efecto de un veneno sobre el sujeto. Envenena el pensamiento el sólo hecho de que otros posean el bien del cual, él está privado.

         En el Libro II, confiesa otra escena, la del robo de las peras:

“Yo quise cometer un hurto y lo cometí, llevado no por la desesperación, sino por falta de justicia o por hastío de lo recto y por sobra de maldad. Pues robé cosas que tenia yo en abundancia y que no eran mejores que las que poseía. Tampoco quería gozar de lo robado, sino deleitarme en el hurto y en el pecado.”[13]

Deseando, no indignamente una cosa sino la indignidad misma.

¿Cómo explica Agustín el mal y cómo responde a él?

         Convirtiéndose al cristianismo y colmando el anhelo y la perseverancia materna de los rezos. Conversión que acontece

a continuación del episodio alucinatorio en el jardín, donde oye la voz que le dice: “¡Toma, lee! ¡Toma, lee!”. Agustín interpreta esta alucinación como una orden divina, a continuación de la cual, se disiparon todas sus oscuridades.

         Agustín guiado por una “ley de hierro”, la materna, que construye tantas subjetividades hoy y que Lacan tan bien supo anticipar en su Seminario 21 como una ley que sustituye a la paterna, “nommer á” (nombrar para), tener una misión.

         “La madre generalmente basta por si sola para designar su proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino.”[14]

Para concluir:

         Sabemos que el primer momento de angustia es la angustia del trauma del nacimiento que no es separación respecto de la madre, sino la “aspiración en sí de un medio profundamente Otro”[15]. Sobre este agujero, sobre este vacío inhalado se suceden las diferentes declinaciones de la angustia. Que siempre serán una irrupción de lo Real, una certeza, un imposible de simbolizar, un unheimlich

         Aunque el adulto Agustín intente olvidar sus “pecados”, sus “sin-tomas” por no conservar “vestigio alguno”, me pregunto y le preguntaría si pudiera hacerlo: ¿Será que el pasado –siguiendo sus reflexiones - “es el presente de las cosas pasadas”? ¿Marcas que se inscriben en el cuerpo, “en-corps”, marcas de lalangue?

 

Agregado:

Lacan cita a San Agustín a lo largo de toda su obra:
-1938 “Los complejos familiares en la formación del individuo”.
-1946 “Observaciones sobre la causalidad psíquica”.
-1948 “La agresión en el psicoanálisis” donde nos dice que “San Agustín anticipa el psicoanálisis.”
-1958 Seminario 5,“Las formaciones del inconsciente”
-1959 Seminario 6, “El deseo y su interpretación”
-1964 Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
-1973 Seminario 20, “Aún”.
 



[1] Reificación (en alemánVerdinglichung, literalmente "convertir en" o "hacer cosa") es considerar a un ser humano o viviente consciente y libre como si fuera un objeto o cosa no consciente ni libre; también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones humanas y sociales, que se transformarían al reificarse en meras relaciones de consumo de unas personas respecto a otras. Este concepto está vinculado a las nociones de Marx de alienación y fetichismo de la mercancía.

[2] Lacan, Jacques: Seminario X, La angustia, ed. Paidós, página 242. 

[3] Op.cit.: Clase 5 de diciembre del 1962.

[4] Argelia, junto a Túnez, Libia, Mauritania y Marruecos, constituyen lo que hoy se conoce como El Magreb.

[5] Los maniqueos presentaban dos sustancias opuestas, una buena (la luz) y otra mala (las tinieblas), eternas e irreductibles. A Agustín lo seducía este dualismo de sustancias opuestas. Con su conversión al cristianismo San Agustín comprendió que todo se subordina a Dios. Así el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.

[6] Confesiones, San Agustín, apartado 7, página 16. Editado por edicomunicaciones de Barcelona, 2001.

[7] Mazzuca, M.: El paso de la transferencia. Trabajo que es el 4to. Testimonio sobre el Pase, presentado en las Jornadas sobre el Pase: “Pensar la Escuela”, organizadas por el Foro del Campo Lacaniano Tucumán de Argentina el 24 de octubre de 2010.                                                 

[8] Ilustra sobre la determinación que el cachorro humano recibe del orden simbólico. Ese par de significantes: fort-da, que inauguran la función esencial de la ausencia y presencia.

[9] Sigal, Nora Lia: La confesión y lo inconfesable. Facultad de Psicología UBA. 

[10] Cipriano de Cartago quien escribió hacia el año 252 un tratado titulado Celos y envidia, en latín De zelo et livore.

[11]Bousseyroux, M.: L’envie et la jalousie. Saint Augustin avec Lacan.  En L'en-je lacanien 2017/1 (n° 28)

[12] Envidia: in-vidia (video, vedere, en latín). Mirada penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad, antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para perforarlo y destruirlo.

[13] Op. cit: Libro II, apartado 4.

[14] Lacan J.
, Seminario 21 - Los no engañados erran (Los nombres del padre) Clase 10, del 19 de Marzo de 1974.

[15] Lacan, J. : Seminario X, La angustia, p.354, ed. Paidós. 


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                                                                         Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024 
                                                                                                              2da Sesión 02/01/2023

                  Prófugos

VIVIANA CUEVAS 


                                                              Tríptico El jardín de las delicias- El Bosco[1]



[1] La obra de El Bosco nos invita a reconocer en cada una de sus partes el atlas de todas las imágenes agresivas que atormentan al hombre. Muestra lo perturbador que pueden ser algunos infiernos y nos aportan palabras a imágenes muy arcaicas de la estructuración psíquica.


El tema de los desnudamientos ha sido un punto abordado por Lacan a lo largo de sus elaboraciones, desde trabajos psiquiátricos a producciones vinculadas a la topología de los nudos, un abordaje que va adquiriendo matices diversos.

En De una cuestión preliminar [1]esta la idea de que el defecto de la metáfora paterna, la forclusión puede ser compensada. De ahí la cuestión de saber que le permitiría al sujeto mantener su anudamiento, de precisar que era lo que sostenía previo al desencadenamiento. En 1956 Lacan dice una identificación por la cual el sujeto asumía el deseo de la madre.[2] Una primera tesis: el llamado hecho en vano al N del Padre tiene como efecto hacer caer la identificación que al sujeto hasta entonces lo ha sostenido.

 Vamos a pensar juntos estas líneas, en relación a un caso que he nombrado como Prófugos. Un joven de 15 años está en el equipo de integración escolar a la escuela común desde hace un tiempo, tiempo en el que es diagnosticado con TGD e hiperactividad por un neurólogo.  En ese momento presentaba dificultades en la socialización, dificultades que se podían ubicar en frases como: el otro me molesta, el otro tuvo la culpa, me miro y le pegue.  Dichos que reflejan la tensión imaginaria propia de la estructura, tiempo inaugural de estructuración y que son manifestaciones de esa tensión entre el Yo-otro, tensión imaginaria, origen de esa paranoia estructural.

Antes de su llegada al equipo, su padre había sido internado en un sanatorio neuropsiquiátrico por el término de un mes. Momento en el cual quedan al cuidado de su madre. Ese tiempo en que el padre permanece internado es leído por la madre como que un para no ir preso por estafa, se hace pasar por loco.

En entrevistas el padre va ubicando este hijo. Dice: este hijo es como yo, nadie lo entiende. Es mi clonEn una ocasión busco una soga para matarse, pero me llamo, me necesitaba. Episodio que queda en esa narrativa sin poder precisarse. A este hilado que va haciéndose de la historia, narra otra escena en relación a la separación, el cómo anunciaron dicha separación: sentaron a sus dos hijos frente a ellos y les dijeron que se iban a separar. El hijo mayor se puso a llorar y este se levantó y siguió jugando, ya algo pasaba…no dijo nunca nada…como si nada. Es raro.

Lo raro reaparece una y otra vez en el discurso del padre, un padre inestable en su vida en varios aspectos, en lo laboral, en lo económico y en lo afectivo, a tal punto que llega a decir que es por su hijo que las diferentes parejas lo   han dejado. Empieza un tiempo en el que la madre no lo puede tomar, no puede hacerse cargo, dice no saber qué hacer con este joven, entonces va con el padre, cuando el padre no puede hacerse cargo, vuelve con la madre. No pueden hacer acuerdos en relación a la crianza, el joven va de un lado al otro según las circunstancias de los padres.

En lo escolar hay un sinfín de situaciones, todas ligadas a la agresión supuesta del otro por lo que él tiene que responder a las piñas, a las puteadas con pares y adultos. La escuela acompaña el abordaje del equipo de integración, nos dan tiempo para trabajar. En los momentos difíciles es retirado del aula, se queda en la dirección cosa que algo apacigua. Sus carpetas son un desorden, no puede seguir el hilo de una actividad propuesta, requiere del soporte de otro de modo permanente.

En otra entrevista el padre expresa que le da miedo este hijo porque es como yo, pero con menos limites que yoyo probe de todo.

La madre arma otra pareja con un hombre mucho mayor. El padre se va a vivir a Buenos Aires, por razones laborales. El joven queda con su mama, su pareja y su hermano mayor. Se visibilizan dificultades con su hermano, quien dice no soportarlo más. En lo social, se empiezan a hacer evidentes ciertas exacerbaciones en lo sexual que la familia no puede escuchar y que la escuela tiene que sancionar.

Algunos cambios familiares se ponen en juego, la mama acompaña más, lo ayuda a estudiar, a armar trabajos, más la apuesta en conjunto con la escuela parece que algo podría ordenarse, pero tenemos en claro que son padres que gestionan la parentalidad, pero no historizan.

Señalamos ciertas coordenadas como un intento de ordenar la fractura discursiva:

·        ¿Como habita el lenguaje? Hay inestabilidad en la estructura, causa por la queda excluido, siempre rompe el orden significante.

·        Las dificultades en el establecimiento del lazo social, su modo de reconocer al otro-semejante es por la vía de la agresión y de la inversión yo-tu- dualidad imaginaria. El modo de mostrar sus afectos, afectos que no se desplazan sino más bien se acumulan, por eso es un semáforo en rojo- hay inestabilidad en el pacto.

·        No hay un adentro y un afuera, diríamos que el nudo no está bien hecho, falla esa organización del nudo y esto tiene consecuencias en el cuerpo. Recorrido pulsional que no se organiza entorno a un agujero.

·        En relación al cuerpo, observamos ciertas manifestaciones como movimientos inesperados, se frota las manos, inquietud, se come todo sin límites. No sabe bien donde está el borde con otro.  No hay anudamiento del cuerpo sexuado, no hay que metaforizar ahí.  No hay metáfora. Es como una rosca en falso sin un tope.

·        Las competencias cognitivas se tornan inestables, un día resuelve, y al otro no sabe cómo resolver el mismo problema.

En una nueva reunión de trabajo con los padres se solicita rever el diagnóstico y la medicación. Pero la madre hace una consulta con quien es su psiquiatra.  Esta doctora nunca lo ve, lo medica por lo que la madre dice. La madre dice esta tirado en la cama le da algo para la depresión, la madre dice esta inquieto, y le da algo para la hiperactividad…así se fueron sumando medicamentos sin sentido. La psicóloga habla con la médica, y nota que no lo conoce, que según lo que lo que el otro dice, va pensando que medicamento iría, dice: ¡ah! Entonces le podría dar…

 A partir de lo cual se vuelve a citar a los padres para trabajar con ellos dado que no se lo ve bien al joven, que no coincidimos con la modalidad de esta médica, haciendo hincapié en una nueva consulta con un profesional apropiado.

En este tiempo, la pareja de la madre que se va por 2 meses a Alemania por trabajo, parece ser un momento de mayor caos: La madre dice estar estable químicamente, el padre que ante el llamado del equipo decide volver a Córdoba (otra vez sin trabajo…)  habla con la madre por lo que deciden que ahora el joven se va a vivir con el padre (quien no tiene casa, ni trabajo) Alquila con ayuda de la abuela paterna un departamento amueblado y llevan de la casa de la madre la cama del joven para el departamento del padre. 

Ahí se inicia una serie de hechos sin ningún borde: El padre reaparece en la escena, dado que la madre le dice que no puede más con este hijo, que se lo lleve él.  Mientras el padre prepara su regreso a Córdoba, hace un llamado al equipo preguntando si su hijo es o se hace, ¿es loco o hijo de puta?  También se pregunta si no ser un sociópata como su tío (el hermano del padre).

Este padre le ofrece todo como posible, tomar vino, tomar cerveza, fumarse un porro a la vez que dice, riéndose, que nada hace mella en el cuerpo del hijo.  Hace todo posible cuando justamente se trataría de el encuentro con un imposible.

Esa erotización va en aumento, se acerca a las mujeres, incluso a su abuela paterna de un modo excesivo, quiere tocar el cuerpo del otro, envía mensajes de texto a sus compañeras diciéndoles si quieren ver una foto de su miembro. La escuela sanciona estos actos, lo suspenden por una semana, por él y por los otros, en una escuela hay modos de estar y permanecer, a la vez que se muestran asustados por este exceso, sin saber que hacer.

Las intervenciones del padre son posibilitar todo o estrellarle el celular en el piso.  Luego dice haber hecho con él un contrato de 5 puntos, si eso no se cumple se queda otra vez sin celular. Momento en el cual joven se corta los brazos y dice: me quise matar.  Se pelea con el hermano, putea a la madre, aparecen excesos por todos lados, comerse todo sin límites, tomarse todo, desbordes …

En las entrevistas de trabajo con los padres se propone:

Sacarlo temporalmente del colegio, dado que no está pudiendo con eso (ni con nada)

Urgente consulta con un buen psiquiatra, para barajar y dar de nuevo. Desintoxicar. Medicar como corresponda. Es un momento agudo, este joven no se puede manejar, hay que recurrir a la medicación. Estas decisiones apaciguan al joven y lo ordenan de otro modo, no desconocemos que es un orden precario, prendido con alfileres. Asiste al equipo 3 veces por semana por la mañana con su DAI y dos por la tarde a su sesión de análisis, mientras están reevaluando medicación. En la escuela se piensa en agregar, a futuro, además de su Profesional de apoyo a la integración, un AT.

Hay una falla profunda en la función materna y paterna (que siempre es fallida, pero un modo de marcar el cómo falla, tonalidad de la falla por eso digo profundamente)

El joven dice por primera vez que escucha voces, que le dicen que hacer.

La hipótesis es que algo delirante irrumpe, algo desanudado que aparece, disruptivo, no le encuentran palabras a lo que sucedió. Se constata un brote: aparecen las voces, enloquecimiento del cuerpo, nada opera.  Un padre que dice yo sé, nadie sabe más que yo. Frase que se puede enunciar como: Nadie goza como Yo. Padre que es un par o bien el padre de la horda primitiva. No entra la castración, no entran en la serie. El pibe es igual al padre o es igual al tío, o …pero nunca es él mismo.

Nos preguntamos cómo equipo y tratamos de situar ¿En qué momento sobrevino estallido de la libido? Podemos ubicarlo en el momento en el cual la pareja de la madre se va de viaje para Alemania y el padre está organizando su llegada. En una transición.

Hay procesos difíciles de tramitar para este joven casi todo el tiempo y hay perdidas vitales, perdida de un lugar, de un sostén. Hubo una especie de eclosión, de detonación. Cuando lo pensamos en una transición es porque hay algo ahí que no se metaforiza entre la ida de la madre y la llegada del padre. El joven responde con la locura en vez de responder con angustia. No es la ausencia, si así fuera habría un desgarro y angustia, no viene por la vía del síntoma ni por la vía de la angustia. ¡Y las voces ahí!

Y la pregunta respecto del como operar ahí, con que recursos para el armado de un borde ortopédico.

¿Como operar en función de lo sucedido?

·        Operación de armado de un borde a partir del cuerpo del otro o armado de un borde con algún significante.

·        Promover la factibilidad del lazo imaginario.       

·        La introducción de un velo ortopédico, enchufado…

·   Considerar algo de la permutación significante cuando sea posible y hasta donde sea posible.

·        Operar un pasaje de registros. 

Así fue que aparece un pedido de este joven: que si su integradora puede estar más tiempo en el aula con él para no hacer cagadas y que lo ayude.  Se empezó a relacionar con una chica y otro compañero, aun es un hilo precario, pero apareció, en especial con la chica de quien dice estar enamorado, es mi novia…

Algo de la desregulación pulsional toma algún cause y se puede operar.

Se acerca a su abuela paterna de otro modo, preparan con su papa una canción para ella, canción que suelen cantar juntos dice es nuestro tema. Y empieza a cantarla en el consultorio:

No seas tan cruel

No busques más pretextos

No sea tan cruel

Siempre seremos prófugos los dos.

No tenemos donde ir

Somos como un área devastada

Carreteras sin sentido

Religiones sin motivo

Como podremos sobrevivir.

Este prófugos[3] es leído como algo que se intenta armar, es un recurso interesante, abre algo. Es lo que el sujeto le dice al otro. Voz entramada en la canción permite un límite entre el Otro y él.  Tal vez pueda ser un armador de canciones…encontrar en lo raro una solución.

Hasta aquí este recorte.

 



[1] Lacan, J (1966) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos 2. Siglo XXI. Bs As.

[2] Lacan, J. (1966) Escritos 2. Siglo XXI. Bs.As.

[3] Canción de Gustavo Cerati.



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                                                                         Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024 
                                                                                                               2ta Sesión 28/10/2023


LA DIRECCION DE LA CURA EN UN NIÑO CONOCIDO

Stella Casanova


Aceptar la demanda del caso que impulsó este trabajo, se jugó por la vía de ofrecer un espacio, empleando la expresión de Lacan, diríamos ofrecer "un pulmón artificial en un mundo que se ha vuelto irrespirable".

En nuestra época lo que domina es un discurso que busca silenciar el malestar del sujeto, silenciar el síntoma, que desde el psicoanálisis lo entendemos como lo que viene justamente a denunciar lo que no marcha para el sujeto,  y ese intento  de acallar el síntoma  se hace patente  por medio de la imposición de etiquetas diagnósticas y de las  múltiples ofertas farmacológicas con los que se pretenda  reducir y adaptar al sujeto a las demandas imperativas de ser eficaces, felices y resilentes.

En el país donde resido,  lo que se acepta como válido y efectivo son los tratamientos  comandados por las neurociencias y las terapias bajo el enfoque teórico de modificación la conducta.  Esta situación no es una  novedad,  en todo caso,  este empuje del discurso de nuestro tiempo   nos convoca como analistas a preguntarnos por nuestra responsabilidad,  y a que estamos dispuestos a renunciar para mantener la ética y servir de pulmón,  cuando la demanda de trabajo  proviene, como fue este el caso,  de unos padres amigos,  que al no estar;   además,  apalabrados al discurso de la medicina científica,  ni al de las terapias de corte cognitivo conductual, hacen un pedido para  que su hijo pueda comenzar un trabajo con la palabra.

 Aceptar este pedido, y sus consecuencias dieron origen a las siguientes interrogantes: ¿Qué se juega del lado  del  analista, cuando consiente dirigir la cura de un niño con el que ha mantenido lazos de cercanía?,  ¿Es posible bajo estas circunstancias, que el analista se preste para que el  decir de ese niño  aparezca y logre  cernir algo sobre el enigma que le hace síntoma? 

Sin lugar a dudas hay tantas respuestas posibles a estas preguntas como hay analistas, las razones que llevan a aceptar la demanda o no de un sujeto  cuando se ha mantenido algún tipo de lazo con este y los efectos que de allí se desprenden, tanto para el analista como para el analizante,  no son  cuestiones  que se pueda generalizar, le toca  a cada analista elaborar su teoría sobre lo que allí acontece,  percatarse de la ética que condujo su  decisión,  la cual no escapa del momento que atraviesa en su análisis y en su formación.

Conocemos de la insistente preocupación de Freud por precisar el lugar del analista en el dispositivo analítico, esto lo podemos captar en varios de sus trabajos como en  Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) y en Sobre la iniciación del tratamiento (1913), donde da algunas ideas sobre el hacer del “médico” en su práctica del psicoanálisis. En Consejos al médico, por ejemplo ofrece diferentes apreciaciones obtenidas de su propia experiencia y formula una serie de prescripciones acerca de cómo no hacer en la dirección de la cura, y  de estos “consejos” podemos deducir lo que no debe “desear el analista” en relación al paciente, así nos dice Freud:

He de recomendar a mis colegas que procuren tomar como modelo durante el tratamiento psicoanalítico la conducta del cirujano, que impone silencio a todos sus afectos e incluso compasión humana y concentra todas sus energías psíquicas en su único fin: practicar la operación conforme a todas las reglas del arte”[1] 

 

Vemos como Freud introduce en el centro de la práctica una ética que supone la suspensión de las pasiones e ideales, una ética que podría manifestarse  en una pregunta permanente referida al deseo, para evitar asi “adueñarnos del paciente que se pone en nuestras manos y estructurar su destino, imponerle nuestros ideales”. [2]

 

Es a partir del modo de proceder de Freud en la dirección de la cura y las nociones teóricas que de ello extrajo, que Lacan iniciará   un exhaustivo estudio y revisión de su trabajo para destacar los puntos ciegos en la dirección de la cura del precursor del psicoanálisis, pero también para  reconducir  el lugar del analista en el dispositivo, por cuanto este había sufrido desviaciones por parte de los analistas que tomaron la noción de contratransferencia como recurso para la interpretación, y como eje a los que se sujetaba la dirección del tratamiento, también vemos su esfuerzo por cuestionar  la idea que se había implantado al entender al ser del analista como un ideal de vida.

 Estas elaboraciones y cuestionamientos están contenidos en el texto La dirección de la cura y los principios de su poder (1958), del cual podríamos decir  que es el escrito donde Lacan comienza a proponer su idea sobre la  ética del analista, una ética que no está definida con lo que tendría que ver con la particularidad de los anhelos y prejuicios del analista, es decir,  no se trata de lo que afecta al analista, “sino del deseo singular de cada analista en su dirección de la cura[3], lo que nombra Lacan como “el deseo del analista”.

 De modo que todo el  trabajo de esclarecimiento  en relación a  las prácticas de los analistas  de su tiempo, así como el retorno  al  legado freudiano, le permitieron  a Lacan elaborar la noción del deseo del analista, lo cual nos remite a la ética del psicoanálisis y a la responsabilidad del psicoanalista,  y  que  en este texto de La dirección de la Cura, ética y responsabilidad están vinculados   a la acción del psicoanalista;  es decir, cómo debe actuar de acuerdo con lo esencial del psicoanálisis, que implica  pensar lo que se hace en la práctica y eso supone reconocer que siempre queda una parte en oscuridad, el analista no puede saber todos los efectos que producirá, pero tampoco los efectos que sobre él tendrá al  prestarse,  como señala  Lacan   “como soporte de los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia[4].  

De lo que se trataría entonces, es como ese punto de oscuridad, ese agujero hace de motor para que cada analista mantenga viva las interrogantes sobre su práctica. A esto hace referencia Lacan, cuando plantea que no sólo el paciente es el que pone la cuota en una cura, el analista también debe pagar, y paga con su persona,  con su juicio más íntimo nos dice Lacan, expresión que si bien se relaciona con que el analista debe dejar de lado sus preferencias personales y su propio narcisismo, ya que eso supondría poner como modelo de identificación el yo del analista para el analizante, también el juicio íntimo tendría otro sentido como lo explica Gabriel Lombardi en su artículo El Juicio Intimo del Analista (2012), al referirse que el “analista paga con su juicio, por desconocer el fin del proceso que su acto promueve, en las diferentes acepciones del termino fin: el sentido, el hacia dónde, el hasta cuándo, el bien a obtener…”[5]. El analista nos dice Lombardi, debe admitir entonces que desconoce las consecuencias del proceso que ha puesto en marcha, y lo que sigue a esas consecuencias, donde el juicio que realmente importa es el del analizado. 

El psicoanalista no sabe lo que hace, nos dice también Lacan en “Variantes de la cura tipo” (1953), donde plantea  que cree saber es un falso saber que se sostiene en la experiencia; es decir, cuando se ordena la experiencia como un estándar, de allí surge su idea de hablar   de “cura tipo”,  que  supone seguir un modelo  ajustado a una norma, que supone un “para todos lo mismo”. Es por esto que Lacan sostiene  que el saber de la experiencia termina siendo una resistencia del analista, un obstáculo, puesto que el ser del analista se sustenta es en la ignorancia, lo que conlleva  a poder  tolerarle  que no hay  un saber de antemano, que el acto analítico surgirá sólo como consecuencia de escuchar el saber que va desplegándose producto de los significantes que irán emergiendo.

De allí, que no sea desde su saber que un analista escucha, su saber haría las veces de un tapón que impediría ofrecerse como semblante del objeto a, causa de deseo, de ese Otro particular del analizante.

 Ahora bien, la ética que sostiene el deseo del analista, que implica pagar con su juicio más íntimo, no   significa que el analista esté desprovisto de sentir amor o cansancio  por algún paciente, como menciona Florencia Farías en su artículo Los Juicios en el análisis (2018), al referirse que en nuestra experiencia cotidiana podemos registrar angustia, molestia, fastidio o fascinación en determinados discursos del paciente, lo importante es lo que se hace con ello, pues la magnitud de estos efectos testimonian que algo no anda, y eso que no anda es resultante de la resistencias del analista, y como dice Farías  la resistencia del analista no puede ser echada a la basura, no al menos sin hacer un trabajo con ella, y  colocar esta dificultad en la práctica es un desafío. Admitir esto implica hacer un duelo por el analista idealizado, siempre santo, siempre muerto[6]

Retomando las interrogantes que formule, lo primero que podría decir sobre lo que se jugó al consentir la cura, fue una pérdida, la pérdida de un lazo de amor para dar cabida a otro lazo, el lazo particular analizante - analista. Pero está perdida no fue sin consecuencias,  ya que por el lado del analista está perdida se manifestó  por medio de la angustia  que pedía que operara el deseo del analista producto  del eclipse del juicio íntimo,  apareciendo más bien,  el deseo de sostener el deseo del Otro, de sostenerlo por la vía de amor, sin dejar de lado “el prestigio agalmàtico que confiere el amor de trasferencia[7]. En cuanto a los efectos en el niño, se impuso una actividad alocada y sin control que lo llevaban a invadir todos los espacios tanta dentro como fuera del consultorio, hasta un momento en que el analista con voz firme  dice, “trabajamos aquí y con lo que tenemos aquí”.

Este intervención produjo un antes y un después, no solo ordenando al niño, sino también a la analista, fue una intervención que tuvo efecto de corte, de ruptura con el sentido dando lugar al deseo del analista como una X, como enigma promoviendo un momento de separación que permitió al analista tomar su lugar y al niño el suyo, deteniendo  su acción  para comenzar  con el juego significante, a desplegar su decir por medio del dibujo, de la dramatización y a contar historias para ir tejiendo su novela familiar.

De allí, que sea necesario que el analista se despoje  de la persona que es para ocupar la posición que le será atribuida en la transferencia. Pues cada vez que el analista interviene desde sus pasiones e ideales cae la función operadora del deseo del analista, y que en este caso,  admitir la pérdida dio paso a su aparición  y con ella la instalación del dispositivo analítico.    

Por estas razones el control del acto analítico se impone, hay desconocimiento por parte del analista de su acto, interrogarlo hace que el analista se sustraiga de sus etiquetas, del saber teórico adquirido y pueda captar si algo de su verdad más profunda pudo pasar a su palabra como  analista. 

En este sentido, es desde la ignorancia que cada analista mantendrá la interrogante sobre su acto,  así entiendo la expresión que Lacan trae en la Dirección de la Cura cuando señala “poner al analista en el banquillo (…) para observar que está menos seguro de su acción cuanto que en ella está más  interesado su ser[8]

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1 Freud, S (1912) Consejos al Médico en el tratamiento psicoanalítico. En Obras completas. Volumen II. Biblioteca Nueva p.1656

2 Freud, S (1919)  Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. En Obras completas. Volumen II. Biblioteca Nueva p. 2460

3 Demoullin, C (2003) ¿El Psicoanálisis, Terapéutico? Editorial NO TODO. P 93

4 Lacan, J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder. P 567

5 Lombardi, G (2012) El Juicio Intimo del Analista. Revista Aun Nº3 p72

6 Farías, F (2018) Los Juicios en el análisis. X Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXV Jornadas de Investigación XIV. Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. p 275

7 Demoullin, C (2003) ¿El Psicoanálisis, Terapéutico? Editorial NO TODO. P 97

8 Lacan, J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder p567 

 

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                                                                         Seminario Permanente RHIPNA 2023-2024 
                                                                                                               1ta Sesión 30/09/2023


        Angustia /s

                                De la fobia al terror, elementos de la estructura clínica

Martine Menès  


Trabajo presentado en la apertura del  Seminario Permanente RHIPNA Internacional.

30 de Septiembre de 2023 

 

1.   La fobia transitoria de la neurosis infantil

Para abordar esta cuestión, es necesario primero situar la fobia en su aparición más común, a saber, en la neurosis infantil.

¿Qué es la neurosis infantil? Fue en 1926 cuando su especificidad como momento estructural de la infancia fue claramente declarada por Freud. Hasta entonces, había utilizado el término con más frecuencia para referirse a la neurosis en el niño, como en la observación de El hombre de los lobos[1] en 1914 a la que dio el título de "Extractos de la historia de una neurosis infantil" porque consideraba que su paciente sufría una neurosis en la infancia, diagnóstico que más tarde sería invalidado por lo que siguió. Sin embargo, Freud ya había identificado en 1909 con Hans una "neurosis infantil por excelencia". Refiriéndose al episodio fóbico de Hans, declaró inmediatamente que estaba "tentado de atribuir a esta neurosis infantil una importancia muy especial como tipo y modelo"[2]. Este niño, escribió, no estaba más enfermo que muchos otros niños. Estas fobias tan frecuentes están relacionadas con la angustia, pues el niño debe hacer frente en el curso de su educación de civilizado a dificultades inevitables y superar los componentes instintivos de su naturaleza[3].

Así pues, no es hasta 1926[4] que se pronuncia con mayor firmeza: "... nosotros (...) nos sentimos ahora tentados de considerar la neurosis infantil no como la excepción, sino como la regla (...) En la mayoría de los casos, esta crisis neurótica de la infancia parece disiparse espontáneamente", a la entrada en la fase de latencia añadió en su 34ª Conferencia de 1933.

Por lo tanto, es legítimo formular la hipótesis de que lo que Freud había llamado hasta entonces el Edipo se incluye ahora en la llamada neurosis infantil: "El niño humano no

puede completar su evolución hacia la civilización sin pasar por una fase más o menos acentuada de neurosis".

El trabajo de la neurosis infantil es de hacer con la angustia de castración, es decir, con lo Real de la existencia. Lacan, al final del Seminario I, compara su desarrollo con el de los tiempos lógicos de un psicoanálisis espontáneo: el instante de ver, el momento de comprender, el momento de concluir.

Las fobias de la infancia comienzan con la constatación de una falta en el Otro, son una protección contra la angustia de castración.

 

Aparición de la desaparición

Un fenómeno lógico que anticipa y abre hacia la neurosis infantil es el reconocimiento de la ausencia posible del partenaire en posición materna, es decir, dicho en términos lacanianos, del Otro primitivo, real. En efecto, no es más que a partir de la alternancia entre presencia/ausencia que el niño plantearse algunas preguntas sobre el deseo del Otro, dado el caso materno. Freud que, como todos los clínicos de la infancia aprendía escuchando, observa el juego de su nieto de 18 meses con un carrete, que hace aparecer y desaparecer, acompañando su acto con los significantes opuestos: Fort (se ha ido), Da (ahí está). Nótese que el niño psicótico nunca juega a este juego, del que todas las versiones del escondite son un equivalente. Para ello, en efecto, es necesario haber detectado la falta, salir del total(itarismo).

El pequeño sujeto, en la travesía de la neurosis infantil, hace la prueba de lo imposible. Lo imposible de la completitud (una de cuyas consecuencias es la ausencia de relación sexual), lo imposible de escapar a la falta, a la elección forzada del sexo, a la muerte. Como escribe Lacan, se enfrenta al enigma “súbitamente actualizado de su sexo y de su existencia"[5]. Período metafísico de encuentro con un Real, con un saber que se apresurará a reprimir, a olvidar.

Delante de lo que Freud, y todo el psicoanálisis que le siguió, continúa llamando castración, el niño busca un responsable, es una última tentativa de negar lo Real. Es ahí en ese momento que aparece la necesidad de un agente, el padre en el mito edípico. La presencia real de un padre no se impone para que la operación sea efectiva; el lobo hace perfectamente el asunto.

Es un significante, por supuesto, pero ya no hay lobos en nuestras tierras, lo que testimonia que la función padre es llevada por el lenguaje. No importa que objeto pueda tomar este estatuto fóbico; él se reduce a una simple palabra, significante del que las significaciones son, no obstante, inducidas por la cadena significante del sujeto. Por ejemplo, el significante caballo, objeto fóbico de Hans, no se elige por azar, sino porque él es portador de una serie de rasgos tomados del Otro (padre, madre).

El significante de la fobia no es el agente, sino el representante del agente de la castración. Él recupera así una función de localización de la angustia; al menos el sujeto sabe a qué tiene miedo. El objeto fóbico desvía la atención sobre sí mismo y así focaliza la angustia o provoca la huida. Esto es muy legible en el caso de Hans (Seminario IV). Hans hace llamado a un padre que prohíba suficientemente (que no existe) para impedir que los dientes de la madre se cierren sobre él, pero sin embargo, punto demasiado inquietante pues entonces él se arriesgaría a tomar la figura monstruosa del ogro.

 

La fobia tratamiento de la angustia

En Inhibición, síntoma y angustia (1926), el síntoma fóbico encuentra su lugar en la segunda teorización de la angustia, en la que la angustia provoca la represión y, por tanto, la precede, y no al revés. Y Freud se apoya en el ejemplo de las fobias: "la posición de angustia del yo (moi) (allí) es siempre el elemento primario y lo que empuja a la represión"[6]. Al situar de esta manera la angustia del yo muy precozmente, anticipa la formalización lacaniana de la castración vinculada enseguida al agujero en el Otro de los significantes. Freud definió entonces la fobia como un síntoma de sustitución con un mecanismo de desplazamiento del objeto acompañado de una transformación de la pulsión en su contrario, de ahí la inhibición que la acompaña siempre. En el caso de Hans, que Freud retoma en ese momento, el síntoma es el miedo del caballo y la inhibición trata sobre la imposibilidad de salir. " Nosotros creemos, escribe Freud, conocer el motor de la represión…es la angustia delante de una amenaza de castración…Ser mordido por el caballo... es un sustituto del contenido: ser castrado por el padre (éste es el agente de la castración en la versión edípica de Freud que cree en el padre). Es este contenido el que ha sufrido la represión. (...) La angustia de la fobia… es la angustia de castración"[7]

Freud no hace de la fobia una neurosis específica sino el estilo mismo de la neurosis infantil que precede a la elección de la estructura en un momento decisivo: la cuestión de la castración se plantea pero el sujeto aún no ha elegido cómo responder a ella. Por lo tanto considera ya la fobia como un momento de pasaje, de la perversión polimorfa a la estructura, lo que Lacan llamará placa giratoria, hacia las neurosis.

Lacan en un largo primer tiempo sigue a Freud en su elaboración  a propósito de la fobia. También él, muy pronto (1938) considera la fobia en la infancia como un momento de pasaje: "La fobia, en la forma en que esta se observa con la mayor frecuencia en el niño: la que tiene por objeto al animal. Esta no es sino una forma sustitutiva de la degradación del Edipo, en la medida en que en ella el animal grande representa de un modo inmediato a la madre como gestadora, al padre como amenazante, al hermano menor como intruso.[8]" Después, en el Seminario IV sobre La relación de objeto[9], 1956/57, Lacan articula, también él, fobia y angustia, y confirma que la angustia es angustia de castración,  primera, que acompaña a todas las experiencias de separación, comenzando por la inaugural, estructural.

La fobia es un síntoma de defensa, un "puesto avanzado". El miedo interviene como elemento que defiende de lo que por naturaleza carece de objeto representable, a saber, la angustia (incluso cuando Lacan sitúa ahí el objeto a, este permanece irrepresentable). El deseo está prevenido... de la castración. En fin, en este mismo Seminario IV, Lacan hace de la fobia una suplencia que viene a hacer las veces de metáfora del Nombre del Padre, es decir que supone que ella podría, más allá de su función de agente en la neurosis infantil, instalarse para sostener la estructura (¿una forma de pre-neurosis no decidida?). Y cuando Lacan utilice los nudos para representar la estructura del inconsciente, hará de Hans un neurótico, en el sentido de estructura, no de la patología. La fobia del pequeño Hans, dice, sostiene "en este nudo triple en el que los tres círculos se mantienen unidos: es en esto que él es neurótico; cortado uno, los otros dos se mantienen unidos."[10] Se trata en este momento de la enseñanza de Lacan del nudo olímpico. Con el nudo borromeo (dos años más tarde), de cuatro, uno se puede preguntar si la fobia que persiste más allá de la neurosis infantil no sería un nudo sintomático de suplencia.

En fin, en el seminario De un Otro al otro, lección del 7 de mayo de 1969, Lacan vuelve a la fobia como placa giratoria que abre a los dos órdenes[11] de la neurosis, histeria y neurosis obsesiva, síntoma que se cura espontáneamente, dice él como Freud, nos ocupemos de él o no. Continúa explicando el mecanismo a través de la perversión. En la perversión, el sujeto intenta devolver al Otro el objeto a; es la posición originaria del niño que pone en juego su integridad. El riesgo es ser devorado por amor por la propia madre. "Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre.”[12]. Con la fobia, el niño se aleja de ser él mismo el objeto. Remarquemos que la mayoría de los significantes fóbicos de la infancia tienen grandes dientes y/o son sospechosos de un deseo de devorar (los monstruos en la oscuridad). ¿Es esto, por debajo del deseo canibalístico maternal, un recuerdo de la mordedura inicial del significante sobre el viviente, mordedura que lo convierte en parlêtre?

 

2.      El pánico no es fobia 

Los síntomas fóbicos transitorios de la neurosis infantil no toman el valor de certeza, lo que los diferencia de los pánicos en la psicosis: el niño sabe muy bien que no hay ningún lobo bajo su cama, pero aun así... Esta fórmula es homóloga a la de la perversión, pero aquí se trata de la perversión polimorfa de la infancia, un intento de protesta ante la castración.

El objeto fóbico es siempre susceptible de aparecer de manera contingente, y ésta es otra diferencia con respecto a los pánicos psicóticos ligados a un objeto fijo, permanente, como la imagen precisa de un lobo parado sobre sus patas traseras en un libro de cuentos para el Hombre de los lobos. El Hombre de los lobos no tiene miedo del lobo, tiene miedo de esta representación.

Las fobias de la neurosis infantil se distinguen radicalmente de los terrores fóbicos de la psicosis, más intensamente ligados con situaciones precisas. Una fobia no es la angustia, ella es una solución a la angustia, mientras que en el pánico, incluso cuando está ligado a un objeto (por ejemplo, un niño paralizado cuando oye el ruido de una aspiradora), el sujeto está abandonado a la angustia.

El caso de El Hombre de los lobos[13], que Freud nombra de neurosis infantil, mientras que Lacan se sirvió de él para ilustrar el mecanismo de la forclusión, es decir, el mecanismo propio de la psicosis, calificándolo en una rara ocurrencia en su enseñanza como estado límite, es un ejemplo célebre de discusión diagnóstica. Freud expone en su texto, aparecido en 1918, las sesiones con este joven adulto que acudió a verle para tratar lo que él llamaba graves trastornos obsesivos. Identifica, sin sacar la consecuencia estructural, que si el Hombre de los Lobos "con su fobia a los animales, no hubiera presentado también una piedad obsesiva, su historia no se distinguiría por nada de llamativo de la de los otros niños"[14]. Esto significa que su caso se distingue del de una neurosis infantil estructural. Para este paciente, Freud describe un episodio fóbico precedido por una neurosis del niño que continuó hasta la edad adulta como una neurosis obsesiva, diagnóstico que sería cuestionado por su última analista, Ruth Mack-Bruswick, y más tarde por Lacan. 

Freud comienza relatando el episodio fóbico que apareció alrededor de los 4 años. El niño "tenía un miedo espantoso a la imagen de un lobo en un libro de cuentos", no al lobo como significante, sino al dibujo de un lobo cuya particularidad era estar representado erguido sobre sus patas traseras, en una imagen muy humanizada. Sergei tenía poco más de tres años: "... como era de esperar, con las primeras excitaciones genitales comenzó la investigación sexual infantil y nuestro pequeño pronto se vio confrontado al problema de la castración. En ese momento logró observar a dos niñas mientras orinaban. (...) Desautorizó la idea de que ahí veía corroborada la herida con la que amenazaba la ñaña, y se entregó a la explicación de que era la “cola de adelante” de las niñas. (...) la idea de la castración le preocupaba (...) en aquella época todavía no tenía miedo a los lobos", a pesar de que éstos ocupaban un lugar destacado en las historias que le contaban. Muestra una curiosidad sexual perfectamente banal y se entrega a algunas investigaciones. Hace numerosas observaciones sobre la diferencia entre los sexos, hace preguntas sobre el nacimiento. Le interesan mucho las historias de lobos que pierden su cola. La castración realizada en los cuentos, pero que él aún no teme, va a volver negada en el sueño de los lobos que tienen colas sustitutas.

Hasta aquí, la descripción podría ser la de una "neurosis infantil" en curso.

Luego sigue lo que Freud llama una neurosis de apariencia obsesiva: "Sus años de infancia habían estado dominados por graves trastornos (...) bajo la forma de una fobia a los animales, transformada luego en una neurosis obsesiva de contenido religioso", acompañada de rituales, compulsiones, pensamientos obsesivos indecorosos y terrores fóbicos cuyo tono iba mucho más allá de las fobias estructurales de la infancia. Esta ruidosa sintomatología comenzó alrededor de los 4 años con el famoso sueño de angustia: la ventana se abre de repente y Sergei percibe en el marco seis o siete lobos que le miran fijamente. El niño se despierta gritando, "con gran terror de ser devorado". A falta de la represión necesaria y suficiente producida por la neurosis infantil[15], queda fijado a una angustia existencial en la que la expresión metafórica del amor: "Te comería" es potencialmente realizable.

Freud interpreta el sueño como un recuerdo encubridor de la escena primitiva. Afirma que el sueño remite al paciente a una escena de coito a tergo entre sus padres, observada a la edad de 18 meses. Que esta escena primitiva fuera real, como Freud estaba convencido, o imaginada a partir de otras observaciones más discretas, no cambia en nada su carácter de revelación de la falta materna. Freud la interpreta según su versión del Edipo, que supone establecido y eficiente (esto será desmentido) en su paciente soñador: los ojos del niño se abren sobre el marco fantasmático del cuadro de la escena primitiva envuelta de lo blanco de las ropas de una pícara siesta de verano de la que él está excluido. Pero, ¿no es más bien que el niño mira el horror de lo Real que le fija y que guarda toda su crueldad primitiva por el hecho de no comprender nada de esta visión que se le aparecía en toda su violenta desnudez? Los lobos posados en el árbol son representantes del deseo enigmático e inquietante del Otro de la mirada.

Pues si el enigma del deseo de la madre surge allí, ningún significante vino a responder.

Lo que vendrá más tarde son preocupaciones hipocondríacas delirantes, en particular sobre algo lo que aparece ahí donde no debería haber nada: un grano en la nariz, que lanza a Sergei a una loca carrera de espejo en espejo para comprobar su integridad amenazada.

Su cura termina con un sueño en el que se arranca a él mismo y que precede a su autonominación por un nombre prestado del otro, Freud en este caso: Wolfmann, El hombre de los lobos para siempre: Un hombre le arranca a una Espe (un lapsus linguae para Wespe: avispa) sus alas.

ESPE, S, P, ése soy yo, declara el soñador: Serguei Pankejeff, su nombre propio, el que nunca volverá a usar pero que le servirá de sinthome de suplencia. Es un decir del analista, bajo forma de nominación, que va a hacer, más o menos, suplencia, no realmente el 4º nudo del sinthome, porque ahora sabemos que el llamado Hombre de los Lobos sufrirá toda su vida con una psicosis declarada y con síntomas invalidantes.

Concluyo con una situación más actual, lo que llamamos "fobia escolar". La mayoría de las veces no se trata en absoluto de una fobia, sino de una verdadera angustia, incluso terror, que se desarrolla en manifestaciones somáticas: incapacidad para levantarse de la cama, pánico cuando se acerca el colegio, vómitos, etc. El joven acaba encerrándose en su habitación, viviendo virtualmente con las pantallas; evita el contacto, se aísla cada vez más. La escuela, el colegio, el instituto, no ha sido más que el elemento desencadenante y la cuestión de la estructura psíquica se plantea en cada caso.

Parafraseando a Lacan, que decía que "no es psicótico el que quiere", podríamos decir que "no es fóbico el que quiere".

Traducción: Francisco José Santos Garrido


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

[1] Freud S., (1918), “ Extrait de l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op. cit

Freud S., (1909), “ Analyse d’une phobie chez un petit garçon de 5 ans ”, Cinq psychanalyses, op. cit. p. 197.

Freud S., (1909), idem, p. 195.

Freud S., (1926),  “ Psychanalyse et médecine ”,  Ma vie et la psychanalyse, Paris ; Idées/Gallimard, 5 950, p.137/138.

Lacan J., « L’instance de la lettre dans l’inconscient », Ecrits, op.cit., p.519.

6 Freud S., (1926),  Inhibition, symptôme, angoisse, Paris ; PUF, 1981,  p.28.

7 Idem, p.27.

8 Lacan J., (1938), “ Les complexes familiaux ”, Autres écrits, op. cit., p 96 (version Castellano p.85).

9 Lacan J. (1956/57), Le séminaire Livre IVLa relation d’objet, op. cit., p. 246.

10 Lacan J., Les non-dupes errent, leçon du 11 XII 1973, op. cit.

11 Lacan J., (1968/1969), Séminaire D’un Autre à l’autre, leçon du 7 Mai 1969, inédit.

12 Lacan J., (1969/70), Le séminaire Livre XVII, L’envers de la psychanalyse, op. cit., p.129. (v. castellano p.118)

13 Freud S., (1918), “ Extrait de l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op. cit.

14 Freud S., (1918), “ Extrait de l’histoire d’une névrose infantile ”, Cinq psychanalyses, op. cit., p 456.

15  Menès M., La ‘névrose infantile’, un trauma bénéfique, Editions du Champ lacanien, Paris, 2006.

 

 PERÍODO: 2020- 2022 


LOS RASTROS DEL GOCE 

RHIPNA. Madrid, 2020.  Xavier Campamá

INTRODUCCIÓN

Recordar es traer a la memoria algo percibido, aprendido, conocido o retener algo en la mente. Su etimología, procedente del latín, tiene un aire poético: “volver a pasar por el corazón”.

Podría rescatar de lo anterior tres palabras: recordar, memoria y corazón, para adentrarme, inicialmente, en cómo concibe el psicoanálisis la actividad de recordar.

S. Freud desde los inicios de su labor clínica con los pacientes mediante el método psicoanalítico apoyado en la consigna de la libre asociación, se percató de que los síntomas que padecían sus pacientes tenían una explicación, ya que se podía acceder a un saber, pero que les era completamente ajeno, desconocido, por el hecho de ser inconsciente.

La idea primaria del análisis es que se trataba de hacer consciente eso inconsciente que producía psicopatología, mediante el ir encadenando asociaciones de recuerdos hasta el corazón de lo sintomático. Seguramente muchos recordamos aquella antigua película de Alfred Hitchcock, Spellbound, que aquí se tradujo como “Recuerda”, es decir, que pronto pasó a la cultura un retazo de esta vertiente de cómo operaba el psicoanálisis.

Pero la investigación freudiana profundizó mucho más y también, desde aquellos tiempos, el psicoanálisis no ha cesado de progresar, lo que hoy en día nos permite situar mucho mejor de lo que se trata.

Por el hecho de que los humanos somos seres hablantes, podemos crear mundos imaginarios, engañar, abrirnos nuevas posibilidades en el pensar, en crear nuevos objetos, hacer avanzar la ciencia, etc. Pero la contrapartida es que las palabras, los significantes que manejamos de alguna manera matan la experiencia real, es decir, de lo vivido algo se pierde y algo queda, como una huella mnémica, que decía Freud, una marca que se registra como memoria y además inconsciente. Puesto que el inconsciente es efecto del lenguaje, sintetizaba Lacan. Diferente es el caso del bebé que tiene relación con lo real puesto que no habla, en todo caso es hablado por quienes le rodean, incluso antes de su nacimiento, algo que pone de relieve C. Soler en su curso impartido en el 2012 -13 con el título “Lo que queda de la infancia”

Según lo dicho, el sujeto queda dividido entre aquello que cree ser, lo que le es consciente, y aquello otro que está en él mismo operando de una forma decisiva en su vida y que es de carácter inconsciente. Es uno de los grandes descubrimientos del psicoanálisis.

Además, la condición humana, en tanto seres hablantes, nos aleja completamente del mundo instintivo propio de los mamíferos, lo que hace de la sexualidad humana algo de lo más variopinto, sino pensemos en que un sujeto pueda satisfacerla por medio de un objeto fetiche, otro mediante la fustigación, un tercero exhibiéndose, otra ubicándose como sexless –asexuado- otro en una posición transexual, otra como homosexual, aquel como heterosexual, etc.

Recientemente, apareció la noticia de una nueva modalidad de feminismo en Corea del sur, en la que subyace una forma de oponerse a las imposiciones del llamado poder patriarcal, la cual consiste en “los cuatro noes”: no a las citas, al sexo, al matrimonio y a los hijos. 

Esta ejemplificación nos sitúa de lleno en la complejidad de la sexualidad humana, en la imposibilidad del encuentro armónico entre los sexos, porque no hay pulsión genital o como Lacan precisó en “Radiofonía”, aunque parezca paradójico: no hay relación/proporción sexual, pues en el inconsciente no hay representación de lo que es ser un hombre para una mujer y viceversa, no hay algo preestablecido como en el instinto entre el macho y la hembra en los mamíferos. Ese es el precio que pagamos por el hecho de ser seres hablantes, la falta introducida por el lenguaje en lo real de la sexualidad que es lo que calificamos como castración desde el psicoanálisis, de manera que la forma que nos queda para abordar la sexualidad es sintomática, lo cual quiere decir que es un apaño, la vía posible para confrontarnos a lo traumático que siempre tiene el sexo atravesado por el lenguaje, de ahí que cada cual, en realidad, goza del inconsciente por el que es determinado como sujeto.

Otra de las grandes revoluciones establecida por Freud fue demostrar que había una sexualidad infantil. Ésta se manifiesta en lo que calificó como pulsiones parciales, las cuales atañen a zonas recortadas del cuerpo, de ahí la denominación de parciales, que introducen un goce que va unido a las demandas que entran en juego entre el crío y el Otro fundamental que lo cuida desde sus propios deseos inconscientes. Dichas pulsiones son: la oral, la anal, la escópica y la invocante. Por ejemplo, en la pulsión anal la zona erógena excitada es el ano y el tracto rectal, aquí la demanda del Otro pone en escena el entregar las heces, como por ejemplo sucede en la educación esfinteriana, el niño puede hacerlo como un regalo a la mamá, pero puede negarse, puede retenerlas, etc. Todo lo cual configura lo que el lenguaje permite articular en esa demanda pulsional y nos da la proyección de cómo un determinado sujeto podrá irse situando frente a los otros. Así: cagar, cagarse, ser cagado por el Otro, hacerse cagar, retener el objeto, negarse a las demandas del Otro. Posiciones que podemos reconocer adoptan diferentes sujetos en la vida, haciéndose ir mal en todo aquello que tratan de construir, negándose a aprender en la escuela y un largo etc. Existe, recordemos, toda una cohorte sintomática que concierne a lo anal: diferentes manifestaciones de la encopresis, el estreñimiento pertinaz de origen psicógeno…

Además de la anterior modalidad de goce hay la que entra en escena al poner en juego el deseo que lleva a la búsqueda de un partenaire sexual. Freud también lo encontró en la infancia utilizando el mito de Edipo, lo que ya forma parte de nuestra cultura y es bien conocido: el niño desea sexualmente a la madre y entra en conflicto ambivalente con el padre, al mismo tiempo lo ama y desea eliminarlo. Es así como se inicia el pequeño sujeto en el mundo del deseo, deseo sostenido por un fantasma propio –nombrar el matema del fantasma, según Lacan-  Pero no puedo detenerme en detallar más.

Concluyo esta introducción, el sujeto humano atravesado por el lenguaje se ve exiliado del instinto animal y su sexualidad, hemos visto, que se configura en una heterogeneidad de goces: pulsionales, fantasmáticos y sintomáticos.

MEMORIA, REPETICIÓN Y RECUERDO

El sujeto en análisis, sea niño, púber o adulto, habla de sus malestares sintomáticos e inevitablemente trae recuerdos de su pasado, cuestiones que observa se le repiten, constituyéndose en mensajes que dirige al psicoanalista. La perspicacia de Freud, en el tiempo que investigaba sobre los sueños, fue darse cuenta de que creemos recordar nuestra historia pero, en realidad, está muy fragmentada, falseada, olvidada, apedazada… En realidad, el pasado es inalcanzable como tal, más que de memoria podría hablarse de desmemoria. Como decía al inicio, el recuerdo ya es pérdida, lo real del suceso se perdió y en parte queda algo que es del orden del significante.

Antes de entrar propiamente en el tema del recuerdo encubridor, quiero situar algunas cuestiones conexas. Lo más significativo de lo que diré está extraído de Freud en sus escritos “Recordar, repetir y reelaborar” (1914) “Más allá del principio de placer” (1920) y del Seminario 11 de Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.

Freud deja que sus analizantes hablen “libremente” con el convencimiento de que van a aparecer cuestiones significativas de su sintomatología, es decir, espera que hayan “retornos”. Podemos preguntarnos ¿qué lo segura? La misma dinámica significante por la que el sujeto ha sido constituido. Sin embargo, hay algo mucho más potente que vuelve, que insiste y Freud nombró con el término repetición, que no son los retornos significantes. En realidad, lo nombró como compulsión o automatismo de repetición, que no hay que entender como una especie de reproducción siempre de lo igual.

La repetición es una forma de memoria y vamos a observar el porqué. Freud localiza que en los análisis de sus pacientes existe un límite a la rememoración y que hay algo que escapa y va más allá de la misma, siendo eso mismo lo que puede localizarse en forma de repetición, en algo que puja una y otra vez en el propio sujeto. ¿De dónde arranca esta dinámica?

Imaginemos al pequeñín frente a situaciones que tienen un carácter traumático, como pérdidas, separaciones, encuentro con algo de lo real sexual como antes explicaba. En un primer momento no hay con qué afrontar esa situación, sería pensable como la experiencia real en tanto imposible de retener, pero en cuanto esa experiencia real puede ser marcada simbólicamente con lo que se denomina rasgo unario, hay inscripción en el sujeto y al mismo tiempo pérdida. El rasgo unario, es un significante único que no va encadenado a otros y es lo que nos puede dar pistas del componente de insistencia de repetición de lo igual, de valor de trauma inaugural. De esta forma la repetición se compone, por una parte, del encuentro con lo real de carácter traumático para el sujeto y, por otra parte, del rastro simbólico de un rasgo unario, que Lacan acuñó con la notación S1.

El hecho de que lo simbólico no puede absorber lo real traumático e insista vía la repetición, gracias al rasgo unario que se constituyó, lo podemos leer como una modalidad de memoria recurrente.

Me parece muy importante el haber introducido la repetición como un acervo de memoria insistente en tanto irrupción de lo real del goce, a pesar del propio sujeto, antes de adentrarnos en lo que se entiende por recuerdo encubridor, pues la primera modalidad la encontraremos siempre en todo psicoanálisis.

MEMORIA Y RECUERDO ENCUBRIDOR

La memoria también es el lugar significativo de lo olvidado, de lo no recordable, podría decirse también que es lugar de creación. Así lo recogía Freud al señalar cómo los sujetos tienen recuerdos muy escasos y fragmentarios de la primera infancia, justo en el tiempo en el que los niños tienen una gran capacidad de asimilación de información y de diferentes aprendizajes. Pero, claro, en paralelo a todo esto están sucediendo vínculos capitales como son las relaciones con las personas significativas que le rodean, poniéndose en juego la dimensión del amor, el odio, las identificaciones, los deseos, los goces pulsionales y fantasmáticos, adoptando una posición sintomática que es lo que, en definitiva, definirá mejor lo que es la particularidad de cada sujeto.

Freud durante muchos años se dedicó a rastrear, recopilar y teorizar todo aquello que localizaba como una falla en el recordar. De manera que, por ejemplo, observó que existían recuerdos donde se combinaban aspectos de escenas vistas, con otras donde se podía destacar lo escuchado pertenecientes a otro momento de la vivencia del sujeto. El recuerdo, en este caso, es una especie de resultante compuesta por piezas procedentes de puzles diferentes.

No se trata, entonces, de creer en la existencia de unos recuerdos fiables que acuden a los archivos de una memoria fiel a los sucesos acontecidos en su total integridad.

Cuando Freud escribe su obra “Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) estudia con sumo detalle, entre otros temas, las perturbaciones que le pueden suceder a cualquier “sujeto normal” en su acción de tratar de recordar algo, vividas como tropiezos egodistónicos, como es el caso del olvido de nombres propios que ilustra con el magnífico ejemplo autobiográfico del olvido del pintor Signorelli. Pero también pone el acento en lo significativo del olvido de palabras extranjeras en aquellos sujetos que manejan varias lenguas. Abunda, igualmente, en los ejemplos de olvidos de nombres y de frases, así como en el de impresiones y designios.

Un caso particular que llamó la atención a Freud es lo que denominó recuerdos encubridores (Sobre los recuerdos encubridores -1899- y Psicopatología de la vida cotidiana, cap IV) Lo característico es que son recuerdos de apariencia banal, indiferente, pero que pasados por el proceso analítico conducen a lo que subyace, ocultado y de carácter relevante. Él diferencia entre un recuerdo encubridor reciente que remite a un contenido reprimido del pasado, como es el caso de la infancia y, viceversa, un recuerdo encubridor de la infancia que remite a un contenido latente posterior.

Lo que podemos observar es que se produce un falseamiento mnémico tendencioso de un contenido que el sujeto no quiere recordar que, para Freud, sería la evitación de un conflicto, de la vivencia de algo chocante, de ahí que se reprima “lo sustantivo”, dice, y después quede transformado, lo cual primordialmente se realiza mediante un desplazamiento o metonimia significantes, pero también por condensación o metáfora. Ambos, mecanismos que establecía como básicos del funcionamiento del inconsciente.

Para un analista, el recuerdo encubridor, por más banal que aparente, es de lo único que dispone cuando lo relata el analizante y no deja de ser el cabo de una cadena elaborativa de asociaciones a producir hasta conducir al corazón de lo que está en juego, lo veremos en el caso de que hablaré al final.

Hay un aspecto a destacar en la forma de presentarse el recuerdo encubridor y es que el sujeto, al relatarlo, se describe como viéndose a sí mismo en la escena. Hay un desdoblamiento, el sujeto se ve en la escena y al mismo tiempo es observador de la misma. Freud puntúa que se trata de una elaboración secundaria, de una retraducción a lo visual y lo plástico en una época posterior, la del despertar del recuerdo. Podemos preguntarnos si esto es una condición necesaria para darle a un recuerdo el estatuto de recuerdo encubridor. Porque también se podría afirmar que todo recuerdo siempre tiene algo de encubridor.

Obsérvese que esta peculiaridad subrayada por Freud nos trae lo que teorizó respecto de los sueños, en cuanto a su carácter visual y donde también el soñador se puede encontrar en la escena explícita o implícitamente. Y lo mismo sucede con la actividad de fantasear. Lo ilustro con el caso de un pequeño paciente al que en la escuela ya le habían colgado el diagnóstico de TDA, de la escala diagnóstica del DSM, y que muy pronto en las sesiones pudo referir todo lo que imaginaba en el aula escolar en lo que para él eran las “aburridas clases”. Se trataba en su fantasear de sus proezas como futbolista marcando ingente cantidad de goles a su equipo rival y recogiendo aplausos y trofeos, o también se imaginaba siendo un bombero salvando de las llamas a niñas reales o imaginadas que le gustaban, que luego se enamoraban de él, etc.

Si avanzamos un poco más puede afirmarse que todo el tiempo nos estamos moviendo en el terreno del deseo que lleva al niño, al adolescente y al adulto a buscar a su partenaire sexual. Por supuesto con las diferencias que lo real corporal impone a la infancia. Es la castración, para ambos partenaires y, por tanto, el deseo, lo que permite la aproximación de los cuerpos. Uno supone que el otro es o tiene algo atrayente, lo que a él le falta, para así realizar el buen encuentro que se cree complementa.

Pero ¿qué produce realmente la aproximación a un cuerpo y no a otro? Aquí es Lacan quien clarifica la cuestión, al añadir la dimensión del partenaire pero a nivel del goce. Eso me va a suponer un paréntesis, un desarrollo muy en síntesis.

Él estableció lo que llamó el objeto pequeño a, del cual hay que diferenciar varias facetas. Voy apoyarme en la imagen de una vasija, un pote, pues representa bien dos aspectos, la parte material que conforma el continente y la otra parte que es el vacío que hay en dicha vasija. La ventaja de este ejemplo es que nos permite entender sencillamente, aún a riesgo de simplificar las cosas, que ese vacío puede llenarse. Entonces el objeto pequeño a como vacío estructurante para el sujeto, se vivencia como pérdida de goce, pero ella misma apunta a una búsqueda o compensación, a un llenado, mediante los llamados plus-de-gozar de los objetos pulsionales, antes mencionados, o también los objetos de consumo tan actuales en nuestro tiempo.

Hemos visto que lo que nos aproxima al partenaire es el deseo, pero en realidad se puede precisar más diciendo que para el cuerpo a cuerpo hace falta que se ponga en juego el goce. Está el deseo por alguien, pero tras el deseo lo principal es que actúa el objeto pequeño a, causa del deseo. Lo podemos imaginar así: alguien desea a otro/a porque reviste la imagen con que se le presenta con el objeto a que causa su deseo, el cual envuelve algún objeto pulsional que en realidad es propio, aunque se crea ubicado en el otro y que de hecho constituye su goce. Se observa bien la manera en que se articulan en el partenaire las dos vertientes del objeto pequeño a: como falta, que lo causa, y como plus-de-gozar como intento de taponarla. Lo cual como muchos conocen está comandado por el fantasma fundamental de cada sujeto.

Vuelvo al aspecto que subrayaba Freud del aspecto visual y plástico del recuerdo encubridor y en el que el sujeto se ve a sí mismo dentro de la escena, que más bien lo ubicaría del lado de la fantasía que lo dota de una particular intensidad. Lo sustantivo pero opaco al recuerdo encubridor, tiene que ver con lo anteriormente desarrollado: los deseos del sujeto, sus condiciones de goce y el amor en juego.

DOS EJEMPLOS: EL FETICHISTA Y UN FRAGMENTO DE UN CASO CLÍNICO

Primero voy a tomar algo de lo que dicen Freud y Lacan a propósito del fetichismo, pues me parece una buena introducción de lo que después aparecerá en el caso que voy a presentar.

A parte de la bibliografía ya dicha sobre el recuerdo encubridor en Freud, hay que añadir “Fetichismo” (1927) y “La escisión del yo en el proceso defensivo” (1938) así como la relectura que realiza Lacan sobre el fetichismo en su Seminario 4, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.

Freud toma el término de recuerdo pantalla como un sinónimo de recuerdo encubridor, pero tal vez descriptivamente más adecuado para algunas ejemplificaciones como es el caso del fetichismo.

¿Por qué un sujeto queda fijado a qué lo posible de su satisfacción sexual requiera cómo condición necesaria la presencia de un objeto llamado fetiche? Freud realiza un análisis exquisito y gráfico, correspondiente a su época, en que las mujeres llevaban vestidos hasta el tobillo, de cómo se producía el momento de aparición del objeto fetiche y su fijación en un sujeto infantil.

Todo niño se ve confrontado, más allá de la falta introducida por el lenguaje en lo real de la sexualidad que calificamos como castración, a traducciones de la misma que pasan por lo real y lo imaginario, pero de efectos determinantes para la construcción de la subjetividad. Por ejemplo la diferencia anatómica entre los sexos, el imaginar que las niñas y las mujeres también poseen un pene…

Entonces propone que algunos pequeños ante la castración del Otro, para el ejemplo la propia madre, van a adoptar una conclusión muy llamativa: dan una respuesta consistente en renegar de la castración de la madre. El niño situado a los pies de la madre, como decía pensemos en los vestidos largos de aquella época, en su observación se detiene en el borde de su vestido, no más arriba del tobillo, como puede ser en el zapato. Y así ese zapato se puede constituir en el sustituto de lo que no se alcanza a ver pero que está articulado para el sujeto: el falo imaginario imprescindible para constituir simbólicamente a la madre como madre fálica. De esta forma, para este caso el zapato se conforma como el objeto fetiche del falo que la madre no tiene pero debería tener. Como dice Freud ese objeto fetiche se erige como monumento de lo que, en realidad subyace: “el horror a la castración”

Es interesante la relectura que hace Lacan de este hecho, pues puntúa que en este caso el recuerdo encubridor o recuerdo pantalla, muestra claramente la interrupción que se produce en la cadena significante de la memoria del sujeto cual película que se detiene, justo un momento antes de verse confrontado a la castración, erigiendo así el recuerdo pantalla y encubridor con el fetiche zapato. Pero esa misma cadena continúa velada de ahí en adelante.

Ahora voy a hablar de un fragmento de un caso que atendí, se trata de un sujeto de treinta y tantos años que consultó por unas dificultades que definía como no poder terminar de autonomizarse, pues aún vivía en el domicilio materno, esta mujer había enviudado cuando el analizante tenía veinte años, acomodada económicamente y aún más gracias a una nueva pareja con la que vivía desde hacía unos ocho años. Pero este no poder autonomizarse también estaba connotado de una gran dependencia económica de aquella. Sus ingresos de los últimos años dependían de que la nueva pareja de la madre le ofreciese alguna colaboración, pues por sí mismo no salía adelante. También se quejaba de que no conseguía tener una relación duradera con una mujer como para terminar siendo una pareja, tenía relaciones muy escasas y distantes con alguna mujer y siempre terminaba por ser dejado o desengañarse. Le parecía extraño pues se veía bien parecido, cosa en la que su madre insistía, y también simpático.

En el tiempo de las entrevistas preliminares relató haber sido un estudiante discreto salvo en plástica en que era sobresaliente, se aburría en las clases y se quedaba “colgado” pensando en el recreo, las vacaciones o pensando los dibujos que haría en su tiempo libre, aquello que en su decir le motivaba más. De hecho terminó estudiando Bellas Artes, lo que le conectó con un mundo bohemio y de consumo de porros y alcohol. Sus capacidades mostradas no dieron un fruto en ninguna proyección iniciada.

En una ocasión le pregunté qué recordaba de su infancia y explicó que ya se entretenía mucho dibujando, de pequeño recordaba hacer casas con montañas al fondo y luego ya hacía cómics de lucha y más mayor le encantaba el tema de las amazonas y, entonces, sus cómics pasaron a incluirlas frecuentemente. Le atraían estas figuras de mujeres fuertes, dominantes e independientes.  De hecho, también había jugado mucho a montarse historias en las que ellas formaban parte de las mismas. También le gustaba jugar al fútbol, pero lo señala como algo promovido por su padre y a lo que se prestó de hecho, había sido una de sus actividades extraescolares junto a formarse en dibujo y pintura.   También recordaba que le agradaba mucho encerrarse en un armario y en el desván, pero no pudo dar cuenta de que hacía o qué encontraba de placentero en esa acción. Como veremos enseguida, este recuerdo tenía la connotación de un recuerdo encubridor.

Voy a recortar bastante, pero el progreso de su análisis le llevó a detallar que esas mujeres con las que tuvo relación, tenían algunos de esos rasgos que le atraían de la figura de la amazona, el tenía que ir tras ellas pues eran muy suyas, eran mujeres muy capaces, muy seguras de sus convicciones y él se sentía en inferioridad.

Su madre era descrita como una mujer soberbia, muy bella, culta, con una gran afición por el arte, que procedía de una familia burguesa y acaudalada, con un carácter fuerte, poco afectuosa pues recordaba haber sido mejor cuidado por las mujeres de servicio. El reconocía una relación nada fácil con ella, pues enseguida lo trataba de inútil y solo se sentía reconocido por su aspecto físico.

Al padre lo describió como un administrativo muy trabajador en su empresa, de carácter taciturno, cuya única afición era el fútbol. Procedente de una familia sencilla. Nunca pudo entender cómo podían hacer pareja sus padres, pues entre ellos no observaba muestras de afecto y los veía muy diferentes.

Cuando pudo hablar de la cama describió unos encuentros sexuales en que acostumbraba a sentirse como un títere.

Un día trajo un recuerdo más detallado de encerrarse dentro de un armario o de un desván, le vino a la memoria que siendo niño se encerraba dentro de un armario de una tía materna que el quería mucho porque era más afectuosa con él. Ese era el armario donde la tía guardaba sus zapatos y recuerda que los miraba, los acariciaba y los olía. Siempre que iba allí trataba de hacerlo, hasta que más mayor fue reprendido en diferentes ocasiones y abandonó esa actividad no sin pesar.

Fue poco después que pudo explicitar más detalladamente su rasgo fetichista al referir que los encuentros sexuales con mujeres que para él eran satisfactorios era cuando ellas follaban con los zapatos de tacón puestos.

Mucho después añadió que, frecuentemente, se masturbaba viendo fotos o vídeos de mujeres calzadas.

Fragmento de un caso que nos muestra claramente la condición de goce de un sujeto fetichista y como en su análisis ese recuerdo calificable de encubridor, nos va abriendo en una cadena asociativa al corazón de su fijación, el objeto que causa finalmente su deseo.


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Tratamientos del cuerpo del niño y el adolescente en nuestra época y en el psicoanálisis.

Cuerpos. Pubertades[1]

Autor: Francisco José Santos Garrido

Me planteo en escrito dos momentos. El primero, que he llamado “Cuerpos”, en el que presento algo sobre lo que me tiene al trabajo sobre el cuerpo. Después, un apartado sobre “Pubertades”, en el que exponer algunas citas y decires que en este tiempo de estudio me han resultado evocadoras.

Cuerpos

LOM, el hombre borromeo hecho Uno por el anudamiento de las tres consistencias[2], real, simbólica e imaginaria y es por este anudamiento que tiene un cuerpo, no lo es[3]. “El hombre tiene un cuerpo, o sea que habla con su cuerpo, dicho de otro modo, que parlêtre por naturaleza”[4]. Parlêtre, hablaser que tiene también una definición borronea: la palabra vehículo de sentido se ve conectada “no solo con el sentido gozado, sino con el campo de lo Real, del goce Real”[5].

Y es que el decantar “el inconsciente sin sujeto”, como recoge Colette Soler en su seminario “Vuelta sobre la función de la palabra”, desplaza las líneas de fuerza de la clínica del sujeto en su relación al Otro, hacia una clínica del ser hablaser, del parlêtre. Y en lo que respecta a este ser hablante, “no es solamente sujeto, tiene un cuerpo que está implicado en los efectos sintomáticos del inconsciente”[6].

La vuelta que en la Escuela se ha dado de pasar dos veces por la cuestión del cuerpo la entiendo como un poner en evidencia este desplazamiento que agujerea la concepción de lo pensable de un psicoanálisis y avanza en un campo que está por desarrollar, el campo lacaniano[7].

En “Advenimientos de lo real” se recogió este desplazamiento de los años setenta de Lacan: “el síntoma de goce del cuerpo, del cuerpo síntoma que suple la no relación, no está determinado por el Otro, por su palabra y su discurso”[8]. El inconsciente saber sin sujeto “es solidario de la definición de acto analítico”[9]. Y, lo que hoy nos convoca, el saber sin sujeto “abre al no sin el cuerpo[10].  Entonces, este “tener un cuerpo” es solidario del inconsciente real como saber fuera de sentido.

Lacan en el Seminario XXIII, sobre el cuerpo del parlêtre: “En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia – consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo, a cada rato, levanta el campamento”[11]. Este levanta el campamento, que viene de una expresión francesa difícilmente traducible al castellano. Parece que es este anudamiento el que le diera esa consistencia pero no evita que el cuerpo a cada rato se largue, se abra, se raje, o como se dice en Castilla, salga pitando.

Y es que “El cuerpo está afectado de los pensamientos del ser” [12], como si el cuerpo fuera uno mismo, el ejemplo de las lágrimas.

Para tener un cuerpo es necesario que un nudo borromeo sea hecho, donde el goce fálico y el goce del sentido estén anudados[13]

Colette en el artículo “Tener un cuerpo…borromeo” habla de una doble imposición del inconsciente: hablado impone el ser; saber gozado impone el tener del cuerpo, y no el cuerpo imaginario, no el cuerpo mortificado del simbólico, sino el cuerpo substancia, sustancia gozante.

“Lo verdadero es que LOM tiene, al principio”[14] y “Tener es poder hacer algo con”[15], pero se introduce entonces también el que pueda no tener lugar, aspecto reseñable para la clínica.


Pubertades

De entrada, agradezco el encuentro con el texto de Martine Menès “El tránsito adolescente, tratamiento de lo imposible”[16], por ir a la veta de lo que me interesaba transmitir en este apartado.

Freud en Las metamorfosis de la pubertad comienza escribiendo “La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual (…) se pone el servicio de la función de reproducción”[17].

Tal vez pudiera decirse que hay en la pubertad una actualización, apuntalamiento siguiendo a Freud, del encuentro que hizo el niño con algo que ya no se ajustaba solo a lo decible, encuentro inaugural marcado con “un significante que encarnó el goce”[18]. ¿Cómo se relaciona este significante con algo de las marcas de la lalengua? Y, ahora el púber se encuentra con la castración “que es algo que a los 14 años, se evita mal”, decir de Lacan recogido por David Bernard[19].

La temporalidad de la pubertad, y su relación con el trauma, ya fueron abordadas por Freud muy tempranamente en 1985: “Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo que solo con efecto retardado (nachträglich) ha devenido trauma. Causa de este estado de cosas es el retardo de la pubertad respecto del restante desarrollo del individuo.”[20]

Lacan habla de un “momento límite complexual”, que podría ordenarse de un modo muy distinto, en función de un vínculo entre la maduración del objeto a y la edad de la pubertad[21].

Partir de la pubertad como la maduración del objeto a que organiza lo pulsional creo que nos mantiene en la vereda del descubrimiento freudiano. Es esta “madurez”, término utilizado por Lacan, la que pone al descubierto que no es de madurez de lo que se trata en el sentido general del término.

La puesta en funcionamiento del objeto a “maduro” impulsado por lo real del cuerpo, haría entonces el paso de las teorías sexuales infantiles a la construcción del fantasma. Es esta madurez del objeto a la que hace que lo pulsional se encarne en el adolescente de una manera tan desbocada, cada uno según sus marcas pulsionales, en un exceso que, aunque calme transitoriamente, no puede hacer olvidar en el neurótico ni la castración ni la no relación sexual ni el ser mortal. Me pregunto por el síntoma y Lacan en el Seminario VI dice “los detritus, más o menos incompletamente reprimidos en el Edipo, resurgirán en el nivel de la pubertad bajo la forma de síntomas neuróticos”[22],

Esta maduración del objeto a en la pubertad pone en primer plano “Lo que no se elige”, o tal como ha sido traducido “Lo que usted no podría elegir”[23], título de un texto de Colette Soler. Entre el lado mujer y el lado hombre, dice, los sujetos han elegido. “Y más tarde, más fuertemente aún: ellos se autorizan en sí mismos, los seres sexuados.”[24] Autorizarse al sexo como nos recordaba Alejandro Rostagnotto en las jornadas del pasado 12 de septiembre[25], puede ser uno de los efectos de un psicoanálisis. Colette en este texto recuerda que “podríamos decir que es el goce el que elige, allí donde responde y en las formas con las que responde, todo o no todo, hace ley…sexual”. Y en cuanto a ese autorizarse ellos mismos, aparece el cuerpo, de nuevo, un autorizarse como lo que son en tanto cuerpos, pero que no es ni el yo ni el sujeto, hablando propiamente. El margen de elección que le queda al que dice “yo” es “el de la posición que tomará ante eso que lo eligió. Rechazo, consentimiento, paciencia, entusiasmo, hay muchas”[26]

En este sentido, el seminario “Las formaciones del inconsciente”, en la lección del 22 de enero de 1958, y a colación de los tiempos del Edipo, Lacan nos dice que “El niño tiene todos los títulos para ser un hombre, y lo que más tarde se le pueda discutir en el momento de la pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del todo con la identificación metafórica con la imagen del padre”[27]¿Qué se le puede discutir? ¿Cómo se quedaría esta cita releída con la padre-versión?

Lacadée sintetiza la cuestión del cuerpo en un artículo dedicado a la adolescencia: “La relación del cuerpo se vive en el registro de lo imaginario, él mismo anudado a los significantes de la lalengua que afectan al cuerpo, así como a la dimensión imposible que ex – siste al cuerpo y a la lengua a título de real como límite último del sentido sexual y mortal”[28].

 Dejo a Wedekind y lo que tanto Freud como Lacan dijeron de su “Despertar de la primavera” para otro momento.

            Hasta aquí solo un marco para seguir trabajando.

           

Madrid, 6 de octubre de 2020



[1] Este texto corresponde a la introducción teórica que se expuso en las Jornadas RHIPNA de Pereira, el mes de octubre de 2020.

[2] Soler, C. (2013). El inconsciente reinventado. Buenos Aires: Amorrortu. p. 88.

[3] Lacan, J (2012). Joyce el síntoma. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós. P. 591.

[4] Lacan, J (2012). Joyce el síntoma. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós., p. 592.

[5] Soler, C. (2013). El inconsciente reinventado. Buenos Aires: Amorrortu. p. 88.

[6] Soler, C. (2019). Retour sur la “fonction de la parole”. Paris : Editions Nouvelles du Champs lacanien. p. 157.

[7] Me hago eco del decir en la conferencia de Colette Soler que tuvo lugar con motivo del 20º Aniversario del Foro de Medellín el pasado mes de septiembre de 2020.

[8] Soler, C. (2016). Advenimientos de lo real. De la angustia al síntoma. Los monográficos de Pliegues nº6. San Sebastián: Federación de los Foros del Campo Lacaniano España F-9, p. 27

[9] Ibidem, p. 190.

[10] Ibidem, p. 200.

[11] Lacan, J. (2006). El sinthome. Buenos Aires: Paidós. p. 64.

[12] Soler, C. (2015). Avoir un corps…borroméen. Revue des Collèges de Clinique psychanalytique du Champ Lacanien 14, p. 60.

[13] Ibidem, 64

[14] Lacan, J (2012). Joyce el síntoma. Otros escritos. Argentina: Paidós. P. 591.

[15] Ibidem, p. 591.

[16] Menès, M.  Le passage adolescent, traitement de l’impossible. Mensuel 98. Consultado en https://www.champlacanienfrance.net/sites/default/files/menes_M98.pdf

[17] Freud, Las metamorfosis de la pubertad, p. 189.

[18] Soler, C. (2018). Advenimiento de lo real. Pre-texto de la Cita Internacional de Barcelona, septiembre 2018 abril 2017. Consultado en https://www.champlacanien.net/public/docu/3/rdv2018pre1.pdf

[19] Lacan, J. (1972). Discours de conlusion. Letteres de l’École freudienne de Paris, nº 9, décembre 1972, p.513. Según lo citó Bernard, D. (2019). Lacan avec Wedekind. Une autre lecture de l’adolescence. Rennes : Presse Universtaires Rennes.

[20] Freud, S. (2010). Proyecto de Psicología. En Obras completas. Volumen I. Buenos Aires: Amorrortu. p. 403.

[21] Lacan, J. (2006). El seminario de Jacques Lacan. Libro 10.  La angustia. Buenos Aires: Paidós. p.279.

[22] Lacan, J. (2014). El seminario de Jacques Lacan. Libro 6. El deseo y su interpretación. Buenos Aires: Paidós. p 382.

[23] Soler, C. (2009), Lo que usted no podría elegir. Aun. Publicación de Psicoanálisis 1, (1).  Consultado en https://www.forofarp.org/images/AUN%201%20-%20Version%20final%201R.pdf

[24] Ibidem, p. 16.

[25] "Les effets de la passe sur l'École, vus par l'AE". EPFCL-France - 12 septiembre de 2020. Material no editado.

[26] Ibidem, p. 21

[27] Lacan, J. (2007). El seminario de Jacques Lacan. Libro 5. Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Paidós. P.201.

[28] Lacadée, P. (2015). Urgence de vie. La Cause de désir 89, p. 33.


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Teorías sexuales infantiles.

Autor: Trinidad Sanchez-Biezma de Lander.

         “A menudo cuando estoy descansando y no sé qué hacer conmigo misma, tengo la sensación de que me agradaría pedirle a mi madre algo que no me puede dar”.

Van Ophuijsen.

Desde tiempos remotos lo femenino y lo maternal coinciden y  se confunden en el cuerpo de la mujer, resaltando el lado enigmático de su representación. En su interior reposa el enorme poder de dar vida o de dar muerte. La metáfora del “continente negro”, y la fantasía infantil de “todo tiene pene”, son maneras, formas de pensamiento que evitan el encuentro con lo originario que las mujeres encarnan.

Lo visible y lo invisible se ofrece como pantalla de proyección a dudas inquietantes, a fantasmas enigmáticos, a zozobras arcaicas. El misterio de la mujer pasea por la ribera de una angustia sin nombre. La falta femenina huele a desconocimiento y facilita la emergencia de mecanismos psíquicos primitivos que, en tanto creencias se implantan en el orden de lo siniestro, incluso de lo intolerable.

Así, las mujeres devienen personajes de leyenda, y en su lado maternal, más allá de la diferencia sexual pero sin duda gracias a ella, lo irrepresentable siniestro, lo materno peligroso. Verdadera cabeza de Medusa.

Freud nos habla de una actividad diurna fantaseadora que es realizadora de deseos y que es importante para comprender los sueños. En, “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, dirá que: “las fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre” (Freud, S, 1908/1073:1350). No lo explica, pero a renglón seguido estudia una clase particular que fue consciente alguna vez. Señala que la fantasía inconsciente “integra una importantísima relación con la vida sexual del individuo, pues es idéntica a la que él mismo empleó como base de la satisfacción sexual, en un periodo de masturbación” (Ibid: 1350). Luego, por efecto de la represión desaparece la masturbación, y su fantasía pasa de ser consciente a inconsciente, siendo retoños “premisas psíquicas más inmediatas de toda una serie de síntomas histéricos” (Ibid: 1350).

El fantasear se ofrece pues, como un camino para rastrear la perdurabilidad de las teorías sexuales infantiles; en el “Poeta y los sueños diurnos”, coloca expresamente los sueños diurnos  al lado de la poesía como continuación, y luego, como sustitutos de los juegos infantiles. Este vínculo se precisa porque tanto el fantasma del adulto como el juego del niño y de la niña, tienen su origen en el enfrentamiento con la falta en el Otro.

Freud nos enseña que las teorías sexuales infantiles no son solamente cosas de niños. Lo infantil constituye el núcleo de la estructura del sujeto, alojan la verdad del hombre y de la mujer, sin distinción de edades cronológicos, como lo propio de la sexualidad.

El niño elucubra teorías, con el término de pulsión epistemológica se designa el empuje a la invención propia de los niños. Por un lado, el niño ordena durante un tiempo que el cuento se cuente siempre de la misma forma, garantizando así, que las palabras vuelvan todos los días al mismo lugar. En ese momento reniega de la sorpresa del chiste y opta por lo que vuelve, por lo que se repite; pero de un día para otro una inversión paradójica afecta esa satisfacción, y lo que vuelve al mismo lugar se convierte en angustia, en sufrimiento. Son esas rumiaciones que vuelven una y otra vez como una obsesión, esas pesadillas que se reproducen sin cesar, ese trauma que promete volver a repetirse.

Así el placer de lo familiar, de lo conocido que se anunciaba siempre con las mismas palabras, se convierte en lo más extranjero, en lo más temido.

“Estas falsas teorías sexuales (...) aunque todas yerran de un modo grotesco, cada una de ellas contiene alguna parte de verdad, asemejándose en esto a aquellas teorías (...) edificadas por los adultos como tentativas de resolver los problemas universales que desafían el pensamiento humano” (Freud, S, 1908/1973:1265).

Verdad que como ficción produce una serie de argumentos, de elucubraciones. Verdad impuesta por la pulsión y constituida a imagen de la organización libidinal del niño, en la medida en que la pulsión nombra la relación compleja de la sexualidad con el psiquismo y es solidaria del cuerpo y del goce.

Teorías que son la primera respuesta ante el enigma del deseo del Otro, y que operan con criterio de verdad, como creencias. Primeras respuestas axiomáticas del sujeto que son el preludio de la constitución fantasmática.

Freud les da un lugar fundamental en la constitución de las neurosis y de los síntomas: “para lo que se demuestra indispensable es para la concepción de las neurosis mismas, en las cuales conservan aún todo su valor tales teorías y ejercen una influencia determinante sobre la estructura de los síntomas” (Ibid:1263). Son pues parte de la neurosis infantil; son fijaciones, restos ligados a la satisfacción propia de la vida sexual del niño que permanecen vigentes aunque ocultos, y determinan la vida erótica.

La fijación se inscribe a partir y en el mismo lugar que la defensa, de forma tal que es a la vez una fijación al trauma y  fijación del trauma. De esta ambigüedad de la fijación dará fe la respuesta sintomática constituida por la amnesia histérica, entendida por Freud como el revés de la reminiscencia.

La reminiscencia es una especie de búsqueda, búsqueda de eso que es inolvidable, ese personaje pre-histórico al que posteriormente nadie llega a igualarse; luego la elección por el padre y luego el fantasma mudo y consolador. La reminiscencia  es inseparable de la acción del psicoanálisis donde se construye lo olvidado, donde la verdad de estas construcciones posee el valor terapéutico de recuerdo recuperado.

Lo que planteo hoy es justamente este sentimiento de certeza, de verdad, esta convicción de re-hallazgo. Lo olvidado construido se fija y desde allí se torna inaccesible a una crítica lógica, cuál un delirio psicótico;  y Freud apelará a la ficción de una memoria vinculada con un contenido de verdad histórica, tomado en la represión de tiempos originarios olvidados.

Y es que detrás de la madre de todos los días, tal vez se esconda una mujer extraña. En el tejido de su ternura, entre los hilos de sus demandas se encuentra otra, una mujer que tiene deseos que el niño, que la niña no entiende. Seguramente el padre no puede acompañar a este niño frente a la extrañeza de esta mujer porque solo sabe de la versión de mujer que mejor se acomoda al objeto de sus fantasías sexuales infantiles.

Es un momento difícil. El niño amado que aportaba satisfacción en un momento dado siente miedo, puede ser devorado. La angustia es no saber, nunca se sabe qué quiere el Otro, la angustia es la sensación del deseo del Otro. La sensación del deseo que angustia marca con su impronta la geografía. Súbitamente hay lugares por los que no quiere pasar, animales que no puede mirar, espacios que antaño familiares se vuelven insoportables, personas que antes amadas producen ahora un inmenso sentimiento de encierro, de invasión.

Luego, cuando la pulsión golpea, cuando su escritura se despliega y se satisface en el gasto inútil, en el derroche, pero también en la restricción más extrema, en el control exasperado, en la insatisfacción quejosa de pretender contabilizar lo incontabilizable, el dolor secretamente programado hace su aparición. Con ese goce el niño se fabrica una respuesta; fabrica un fantasma que dé cuenta, que le permita interpretar el deseo del  Otro, fantasma que se edifica sobre un real pulsional. El niño se inventa un cuento sobre lo que él es en el deseo de ella, una versión que intenta tapar el enigma siempre angustiante de la castración materna. Una respuesta sobre su ser que le permita interpretar su mundo.

Si bien no podemos rastrearlas con precisión, lo que nos interesa es el tiempo de latencia, como lo señala Freud, entre las teorías sobre la sexualidad y las fantasías primordiales, como dos tiempos necesarios en la constitución de la sexualidad.

Teorías y fantasías que se hilan como respuestas a la pregunta de los comienzos del sujeto, de la sexualidad, de la diferencia entre los sexos, del deseo, en la medida que la castración, lo real del sexo hace límite al saber.

Punto que puede abrir en el análisis la posibilidad particular de lograr que la otra historia se haga oír; singular historia formada por retazos: una voz, el espacio de un murmullo, tal vez la imagen imborrable de un momento, huellas de nuestras aventuras más precoces con el Otro inolvidable perdido para siempre en el tiempo de la separación.

El análisis es un relato que se lee y se relee, los personajes aparecen para desaparecer luego quedando de ellos apenas un nombre. Un acontecer hace resurgir una certeza que hemos llegado a pensar. La certeza insiste, estalla en palabras pero no se fija en ellas. ¿Y si esa certeza no fuera nada?.

La historia que tanto nos conmovía pierde su carga afectiva, palidece y se funde en el decorado convirtiéndose cada vez en algo más borroso e incierto. “Hice para mí  misma -dice Virginia Wolf en: “Una habitación propia”- lo que el psicoanálisis hace para sus pacientes. Expresé una emoción honda y vieja, y al expresarla la expliqué y luego la dejé atrás”.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

-Van Ophuijsen. “Declaración de una paciente obsesiva”. En:     

 ¿Por qué las mujeres aman a los hombres y no a su madre?.   

 Haamon M.C: Paidos 1995. p 75

-Freud, S. (1908/1973). “Fantasías histéricas y su relación con la 

 bisexualidad”. En: Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva. 

-Freud, S. (1908/1973). “Teorías sexuales infantiles”. En: Obras

 completas. Madrid, Biblioteca Nueva.

-Freud, S. (1905/1973). “Tres ensayos para una teoría sexual”.

 En: Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva.

 


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PERÍODO: 2018-2020

LATENCIA: SEXUALIDAD Y ESTRUCTURA

Autor: Mónica M. Palacio Colorado

Ponencia presentada en la Jornada Sexualidad infantil y siglo XXI. 
RHIPNA – Pereira-17 de junio de 2017

La sexualidad infantil, tiene manifestaciones diversas y complejas que aún, en el siglo XXI, nos plantea cuestionamientos y la necesaria obligación de tratar de aportar desde nuestra lectura de Freud y Lacan y por su puesto desde la propia clínica, algunos elementos para su comprensión. 
Me quiero centrar en la pregunta sobre las prácticas sexuales de nuestra actualidad. Pues por la observación y la inmersión en el mundo infantil y adolescente he podido seguir la emergencia de ciertos fenómenos.
No estoy por fuera de intervenciones educativas con niños que realizan sexting, que deben saber ustedes es un término que se refiere al intercambio voluntario de imágenes, fotos o videos de carácter íntimo o erótico entre adolescentes, en el contexto de una relación de amistad o de noviazgo.  Y el gromming que es una práctica en la que un adulto inicia y mantiene una relación virtual con un niño o adolescente haciéndose pasar por alguien de su edad, manipulando la información, haciéndose su amigo y que lo puede iniciar en prácticas sexuales como el sexting o encuentros en la vida real que pueden implicar un riesgo para el más joven.
Claramente este tipo de prácticas infantiles o adolescentes son facilitadas por la pantalla que hace función de intermediario y que permite a los niños asumir practicas más osadas que ponen en escena sus fantasías y en particular que movilizan unas prácticas sexuales inéditas en un momento particular de la constitución subjetiva.
En 1908 en La Moral Sexual Cultural y la Nerviosidad Moderna Freud (FREUD, La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna., 1908) deduce lo que se puede entender como una fórmula: lo síntomas individuales, para él la neurosis, dependen de los valores morales de la época y de la posibilidad de ésta tramitar el goce sexual.
La indagación y referencias que elige Freud para ampliar sus hipótesis son múltiples y apuntan todas con Von Ehrenfels, Erb, Binswanger, Von Krafft-Eibing hacia la función y origen de la nerviosidad causada o producto de la modernidad. Leer la pagina 165 es un retrato de lo que sería nuestro mundo actual, y Freud dirá “Así este cuadro de conjunto muestra ya una serie de peligros en nuestro desarrollo cultural moderno” (FREUD, La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna., 1908, pág. 165) y no están en un error – los autores que él cita - , sino que resolver que la causa de la neurosis es producto del desarrollo cultural es insuficiente, pues el raciocinio de Freud lo conduce a decir, la cultura a parte del progreso se ocupa de la sofocación de la pulsión sexual, lo nocivo de la cultura para los hombres será entonces como lo dije más arriba la regulación del goce, es lo que Freud desarollará ampliamente casi 20 años después en el malestar en la cultura y que Lacan podrá formalizar con sus teoría sobre los discursos, donde el lazo social es posible por la regulación del goce.
Freud puede decir entonces que hay una moral sexual cultural que regula el goce sexual subyacente a la producción de los síntomas. Y en la evolución de lo que llamamos cultura, lazo social, es claro que en nuestra época se ha pasado de la represión por la vía de la moral sexual cultural a la educación de la sexualidad (MESA, 2006) es decir de la prohibición a la prescripción y ello no es sin efectos para los niños y jóvenes.
Centrémonos entonces en la sexualidad infantil. Sabemos todos que Freud en sus tres ensayos de teoría sexual (FREUD, Tres ensayos de teoría sexual, 1905) introdujo lo esencial de lo que se podía constatar en cuanto a las características de la sexualidad. Yo quiero retener varias: Una. Propia a todo ser humano desde el nacimiento. Dos: Es una sexualidad autoerótica, es decir el niño obtiene el placer sexual de su propio cuerpo. Tres: Se satisface por medio de las zonas erógenas, que no están al servicio de la reproducción, dirá Freud, y esto es básico por la ignorancia del niño de lo que es el conducto vaginal y de la producción de esperma en el genital masculino, es decir, el niño a pesar del placer descubierto en los genitales, desconoce que sirven para reproducirse, desconoce que sirven incluso para acoplarse, hay un no saber, diría yo característica fundamental de la sexualidad infantil.  Cuarta: se despliega con respecto al complejo central de la infancia, el complejo de Edipo que introduce al niño en una lógica particular frente a las figuras parentales. Y quinta: permite al niño elaborar teorías sexuales sobre el origen, sobre el nacimiento y sobre el sexo, lo que inaugura la pulsión de saber y abre la vía para que haya acceso al saber intelectual. Cada una de estas características ameritaría un despliegue particular, pera ya esbozadas nos permiten ver la amplitud de lo que se juega.

Freud en este ensayo parte de los hechos que todos quienes están en contacto con niños pequeños pueden constatar, él parte de la observación y de los comportamientos y acciones cotidianas de los niños, pero pasar de constatar a admitir o reconocer aún hoy es un poco perturbador para mucho adultos  incluso inadmisible, más 100 años después.  ¿Por qué? En particular los padres, aunque digan que la sexualidad infantil y sus formas de expresión en juegos, imitaciones, exploración, preguntas o curiosidad, son normales, cuando es su hijo el que explora, juega o pregunta  no solo divide a los adultos padres, quienes niegan que eso provenga de él, tuvo que ser aprendido, incitado, etc., de modo que hay un circulo, pues los demás padres suponen igual, que el niño tuvo que ver algo en casa que lo incita a reproducirlo, a hablar de esa manera, mientras que los padres suponen que son los hijos de los otros y no ellos mismos quien alimenta esa sexualidad que desacomoda.
Mis preguntas sobre las razones para ello insisten. Y me respondo ya preparando este tema, dos cosas. La primara es más evidente y es que los padres escuchan las preguntas de los niños o interpretan su actuar desde la propia sexualidad: adulta y exclusivamente genital y la segunda, menos evidente y por tanto fundamental, y hace parte de los planteamientos de Freud es que la sexualidad infantil es inadmisible del hecho que no queremos saber nada de eso, que es el mismo fundamento del inconsciente: eso de lo que no se quiere saber: que nos conduce a nuestro desconocimiento. Pasión por la ignorancia que engendra en la época de Freud ataques contra él y contra el psicoanálisis, y que hoy aun engendra horror y desmentida, pero que a nosotros nos implica interrogar.
La sexualidad humana, con esta base tendrá dos oleadas en su evolución. La primera es la descrita por las características de lo infantil sexual. Y la segunda que despunta con la pubertad y todo el movimiento biológico del ser humano que se dispone para la reproducción y por tanto para el ejercicio de una sexualidad genital que implica la elección de objeto en una reedición de la elección infantil primera.
Retengamos aun otro elemento. El niño no tiene cómo tramitar lo sexual en la infancia, pues no tiene los mecanismos psíquicos para ello, ya dijimos que ignora la función de la procreación y de la copulación, para los que orgánicamente tampoco está preparado su cuerpo infantil.
Entre esos dos momentos bien delimitados por Freud, está  un momento fundamental llamado periodo de Latencia. Conservo la palabra periodo porque designa ese fragmento de tiempo específico entre la infancia y la adolescencia, momento no ubicado en términos de edad o incluso de madurez sino de momento lógico de salida del Edipo que le permite al niño tramitar algo del exceso de lo sexual infantil.

 El neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva sofocación…durante este periodo de sofocación llamada de latencia total o parcial se edifican los poderes anímicos que más tarde se presentarán como inhibiciones del camino de la pulsión sexual y angostarán su curso a manera de unos diques (el asco, el sentimiento de vergüenza, los reclamos ideales en lo estético y lo moral). Se tiene la impresión -dice Freud - de que en el niño civilizado estos diques son obra de la educación, que sin duda aporta un tanto, pero -dice él- este desarrollo es de condicionamiento orgánico. Fijado hereditariamente y llegado el caso puede llegar a producirse sin ninguna ayuda de la educación.
Durante el periodo de latencia el aflujo de las mociones sexuales no ha cesado, pero su energía es desviada del uso sexual y aplicada a otros fines. 
“las mociones sexuales de estos años infantiles serían, por una parte, inaplicables, pues las funciones de la reproducción están diferidas, lo cual constituye el carácter principal del periodo de la latencia…por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias que constituyen, para la eficaz sofocación de ese displacer, los mencionados diques psíquicos: asco, vergüenza, moral. ” p. 162
El periodo llamado de latencia, es un periodo de diferimiento de la pulsión sexual, que no supone dice Freud un cese total de la actividad sexual, ciertas prácticas pueden persistir durante el mismo y “hasta el estallido reforzado de la pulsión sexual en la pubertad” 162 (FREUD, Tres ensayos de teoría sexual, 1905, págs. 160-162)
Aparentemente lo que es el desarrollo sexual del niño, en palabras de Freud, parece verse interrumpido, en el sentido de que no tiene un ejercicio tal visible, tan evidente como lo que ocurre con el niño pequeño. Y según esto es porque se prepara, poR medio de los diques anímicos, que me parece insistir no son propios de la cultura, aunque bien ésta ayuda, permiten someter algo del exceso de la pulsión a una cierta regulación y por ende que la latencia cumpla su función, que entiendo siguiendo a Freud es una función de trámite de lo real de lo sexual que sin este tiempo no sería posible.
Aquí me voy a referir a una conferencia de Bernard Nominé (Nominé, 2001), quien aproximándose a este tema propone un esquema que sitúa la latencia como un espacio, talvez un corte entre la infancia y la vida adulta / entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta.




 Es evidente la función de corte y separación cuando se ve así ubicada. Y es que como periodo, que para nada introduce estadio evolutivo, sino como periodo, tiempo, introduce más bien y con las indicaciones de Freud, un tiempo necesario para la reorganización de los sexual, que antes de la latencia tiene un carácter perverso, pues carece de los dispositivos anímicos y fisiológicos que den tramite a la función sexual genital.
Es muy importante entonces retomar la característica de desconocimiento, de ignorancia de la sexualidad infantil. El niño ignora, aunque el aparato genital funcione, el niño ignora, desconoce su función y desconoce para qué puede servir, no solo el genital sino el placer que le dispensa. La función de no saber es lo que se juega en la sexualidad infantil y la latencia preserva de alguna manera ese no saber, pues es el tiempo lógico que precede la ejecución del acto.
Cito a Freud en la Nota Autobiográfica de 1925-4.
El carácter más notable de la vida sexual humana es su acometida en dos tiempos con una pausa intermedia. En el cuarto y quinto años de vida se alcanza una primera culminación, pero luego se disipa ese florecimiento temprano de la sexualidad, las aspiraciones hasta entonces vivas caen bajo la represión y sobreviene el período de latencia, que se extiende hasta la pubertad y en el cual se instituyen las formaciones reactivas de la moral, la vergüenza, el asco. La doble acometida del desarrollo sexual parece exclusiva del ser humano entre todos los seres vivos, y es quizá la condición biológica de su predisposición a la neurosis. (Freud S. , 1924(1925))
Yo quisiera insistir en este asunto de una característica puramente humana en cuanto a lo sexual que se determina en dos tiempos, pues entre los dos hay una ruptura, latencia, represión dice aquí Freud, corte dijimos nosotros, tiempo “durante la cual se edifican las restricciones éticas como formaciones protectoras contra las mociones de deseo del complejo de Edipo” (Freud S. , 1922-1923), de allí que afirmemos que es un tiempo  de trámite, predisposición biológica dice Freud, pero no se trata por tanto de un hecho fisiológico, se trata más bien de una hecho de estructura de la condición sexual del ser humano. Un hecho que preserva el no saber de la sexualidad precoz de la infancia, que permite la reorganizaicón de lo sexual en el segundo tiempo de la pubertad, donde lo real del cuerpo pulsional despierta en el niño las viejas mociones.
Bernard Nominé (Nominé, 2001, pág. 8), dice que la latencia es un tiempo de corte en el saber. Lo cito: “el niño goza sexualmente pero él no lo sabe. Él no sabe para qué le sirve ese goce Y cuando el adulto sabe a qué le sirve, ha olvidado que él gozó en tanto niño”. Este hueco en el saber, es entonces esencia. Es a esta exigencia constitucional humana si seguimos a Freud que responde el periodo de latencia.
Este periodo de latencia podría no darse, Freud refiere para ello dos condiciones: Una, la precocidad sexual referida a la precocidad madurativa del aparato genital y la segunda el encuentro con un seductor que provoca la emergencia de la sexualidad adulta en el niño y la emergencia de lo adulto quiere decir la sexualidad ligada al saber de la procreación y del coito. Los niños abusados en el acto de repetir la escena, o a su vez de seducir  innumerables veces  a sus iguales da cuenta de ese saber y da cuenta de la fijación a cierto modo de goce propiamente adulto: penetración, felación, etc.
Así, retomo a Nominé, el periodo de latencia representa un vacío, una distancia necesaria entre el goce existente en la infancia y el saber, es decir la significación aportada por la vía sexual del adulto. El periodo de latencia es la manera de objetivar lo que Lacan llama la división del sujeto: el sujeto está dividido entre el goce y el saber.
Hay una relación particular entre el goce del niño y el saber del adulto que explica un poco lo que ocurre en nuestra época, pues centra la atención en lo perverso, o la perversión, que es denunciada de todas maneras y en todos los ámbitos. El niño goza sin  saberlo, pero lo perverso que la sociedad actual restaura o introduce es la continuidad entre ese goce-sin saber (infantil) y el saber adquirido en la vida sexual del adulto, continuidad entre goce y saber que cierra la hiancia o el corte producido por la latencia. Si el niño en edad infantil tiene acceso a dicho saber el tiempo de latencia necesario no se produce y se producen las fijaciones de goce perverso que muchos niños y adolescentes repiten a diario.

                                                   


Hoy los niños no necesitan un seductor, pedófilo abusador. La cultura es lo suficientemente perversa para que el encuentro sea más factible que en tiempos de Freud.
El tierno amor de los padres, en el fondo un poco infantil, no es otra cosa que el narcisismo de los padres renaciendo y que en su transformación  en amor de objeto, revela su esencia original. Pero en la confusión de funciones, en el borramiento de la diferencia sexual y de las generaciones, son los niños los que son expuestos y la infancia un poco abolida. Las familias están sometidas al discurso del amo actual que no requiere más el ordenamiento de los sexos, de las generaciones y por tanto no se refiere más  a los términos que exigían y procuraban normas, o que limitaban e incluso prohibían, no se tratan valores como el pudor, supone la subversión completa de lo intimo, pero si es un discurso que habla de lo sexual en términos científicos, de derechos y por supuesto de la libre expresión y elección. El niño del siglo XXI casi que vuelve a ser el “pequeño hombre” de la Edad Media, con la única diferencia que es idealizado por la familia y en general por la cultura haciendo que el tiempo de la infancia se perpetué pero con el saber perverso del fin de lo sexual genital.
La experiencia educativa a la que hago referencia al inicio y que me ha permitido ver este asunto cultural sexual actual, me permite desde la observación plantearme preguntas sobre os efectos subjetivos de cierta practicas. Niños de 5 o 6 años que aprendiendo a escribir introducen en sus pantallas (regalo del niño dios ode cumple) las palabra mágicas que los introducen no solo al mundo de la sexualidad adulta sino al de la pornografía: resultado, manifestaciones sexuales repetitivas (como aquellos que son abusados) con compañeros de su edad y que solo tras largas indagaciones los mismos padres revelan, no solo la falta de control de lo que hacen sus hijos con esas pantallas (aunque han escuchado hablar de los bloqueos parentales) sino además aunque estén cerca y siempre presentes la falta de sentido común frente al comportamiento sexual infantil: desmentida dice Freud.
La erotización del cuerpo y las relaciones del niño. Hablo de la erotización de las niñas con su  ropa de mujer seductora, la erotización de las fiestas infantiles animadas con la música del amo sexual. Música que por el desconocimiento no-saber del que ya hablamos los niños repiten hasta el cansancio sin saber lo que allí está dicho, escuchen con atención la canción “Despacito” y sabrán, porque son adultos, de lo que hablo y tal vez ustedes y yo no nos sabemos toda la letra pero me atrevo a decir que todo niño colombiano ha cantado, repetido y hasta imitado el baile y el gesto…eso no es suficiente para perversamente borrar la discontinuidad entre goce y saber, pero conduce a las fiestas adolecentes en las que a los 13 o 14 años los niños, como en la ruleta rusa, van teniendo actos sexuales de felación o penetración con el partenaire de juego que sigue en el “turno”, parece que lo acéfalo de la pulsión que está allí de lleno, prolongando lo perverso de la sexualidad infantil, perversión generalizada dice Colette Soler.
Para terminar señalo igualmente el fenómeno creciente y para mi modo de ver alarmante de niños y niñas transgenero incluso transexuales que en países como Argentina desde los derechos de la población sexual diversa permite con toda legalidad asignar en la libreta de “identidad” un género diferente para un niño o niña de 3 o 4 años…y por tanto comenzar un tratamiento hormonal para un cambio de sexo. Dejo esta pregunta abierta para señalar la dimensión del discurso en el tratamiento de la infancia.  

Trabajos citados

FREUD, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual (Vol. VII). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.
FREUD, S. (1908). La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna. (Vol. IX). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editorres.
FREUD, S. (1922-1923). DOS ARTICULOS DE ENCICLOPEDIA “PSICOANÁLSIS” Y “TEORIA DE LA LIBIDO” (Vol. XVIII). Buenos Aires: Amorrortu editores.
FREUD, S. (1924(1925)). PRESENTACIÓN AUTOBIOGRAFICA (Vol. XX). Buenos Aires: Amorrortu editores.
MESA, C. (2006). Adolescencias contémporaneas: de la educación sexual al saber en exceso. . Informes psicologicos. N° 8.
NOMINÉ, B. (2001). La adolescencia o la caida del angel. Marraio.


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PERÍODO: 2012-2014

La  genitalidad en la Adolescencia
                                
Autor Beatriz Elena Maya 

En el presente texto me propongo señalar que hay una diferencia radical entre la noción de sujeto desde el punto de vista evolutivo y pensarlo desde la estructura del lenguaje, tal como Jacques Lacan lo propone, de tal manera que no se puede hablar de un sujeto adolescente.

Freud habló de la adolescencia en su texto Tres ensayos para una teoría sexual, más precisamente de pubertad. A partir de acá podremos preguntarnos si se puede hacer una relectura de Freud con las propuestas de Lacan. 

Para ello tenemos que interrogar si ¿Lo que Freud propone en tres ensayos para una teoría sexual, es la constitución del sujeto del inconsciente, tal como lo define Lacan? Responderlo nos permitirá aclarar si cuando Freud habla de una doble acometida de la sexualidad, se refiere a dos momentos de estructuración, de tal manera que podamos afirmar que la adolescencia es un segundo momento lógico de estructuración subjetiva. ¿Se trata del Yo en la adolescencia o del sujeto del inconsciente?.

Si volvemos al seminario dos, El yo en la teoría de Freud vemos a Lacan hacer ingentes  esfuerzos por diferenciar el yo,del sujeto, relacionando este último con el corazón del ser y señalando que no es una entificación de este de lo que se trata. Así, podemos preguntarnos si la expresión “sujeto adolescente” no está entificando al sujeto del que se trata en psicoanálisis lacaniano y más bien, empleamos la palabra sujeto como persona, lo que nos situaría en un lugar distinto.

¿Qué autoriza a hacer estas preguntas? Habría varios frentes que permiten leer a Freud con Lacan, en relación al tema de la adolescencia. El primero es la teoría de la libido, el segundo la noción de objeto, el tercero las fases del desarrollo libidinal, el cuarto el primado de la genitalidad.

Tomemos uno de ellos. Es cierto que Freud plantea en Tres ensayos que en la pubertad hay un primado de la genitalidad, lo dice así:

“Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual. Hasta ese momento actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas singulares qué, independientemente unas de otras, buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual; para alcanzarla, todas las pulsiones parciales cooperan, al par que las zonas erógenas se subordinan al primado de la zona genital” (Freud, 1978: 189)

 ¿Qué dice Lacan al respecto?
En el seminario uno, Los escritos técnicos de Freud, Lacan señala como, hablar de etapas o de evolución, era para Freud inspirarse en el pensamiento de su época, con una gran influencia de un texto de Ferenczi que planteaba las cosas de esta manera, pero también señala como repetir esto sin cuestionarlo es problemático:D3
“Freud se apoya en el artículo de Ferenczi-publicado en 1913-sobre el sentido de la realidad. Es muy pobre. Fue Ferenczi quien comenzó a meterle en la cabeza a todo el mundo los famosos estadios. Freud se refiere a ellos. En esa época estamos solamente en las primeras tentativas teóricas de articular la constitución de lo real y, para Freud, oír una respuesta fue de gran ayuda. Ferenczi le aportó algo, y Freud se sirvió de ello. (…) Este artículo de Ferenczi ejerció una influencia decisiva. Sucede con él como con las cosas reprimidas, su importancia es mayor cuanto menos se las conoce. Igualmente, cuando alguien escribe una insigne tontería, porque nadie la lea no deja de producir efectos. Porque, sin haberla leído, todo el mundo la repite” (Lacan, 1981: 195)

Insignes tonterías repetimos nosotros cuando nos situamos frente al otro como quien sustenta el saber y no sometemos la teoría a una revisión de fuentes directas, Lacan mismo señala algo que no marcha para él en Freud, pero lo argumenta a lo largo de su obra. Por ejemplo en el seminario 2 encontramos esto: D4
“También a esto se debe que cuanto más sabemos, mayores son los riesgos. Todo lo que les enseñan, de modo más o menos predigerido, en los pretendidos  institutos de psicoanálisis- estadios sádico, anal, etc-, todo eso es desde luego muy útil, sobre todo para los que no son analistas. Sería estúpido que un psicoanalista los descuidara sistemáticamente, pero es preciso que sepa que no es ésa la dimensiónen la que opera. El psicoanalista debe formarse, moldearse en un dominio diferente de aquel en que se sedimenta, en que se deposita el saber que poco a poco se va formando en su experiencia.”(Lacan, 1983: 36)


No es en la dimensión de los estadios que se enseña en la universidad, en la que opera un analista, eso se lo deja a la psicología evolucionista; es en lo que la experiencia analítica le permite, experiencia que no es otra que la del propio análisis a partir de la cual puede autorizarse para tenerla con otros.

Ahora bien, en el seminario cuatro La relación de objeto hay todo un capítulo bien interesante sobre el asunto de las fases del desarrollo a partir de la lectura que hace Lacan de Freud. En primer lugar nos indica que Los tres ensayos para una teoría sexual hay que leerlos con mucho cuidado, poniendo atención a las notas agregadas que son muy posteriores, por ejemplo, la teoría de la libido que aparece allí, es de 1920 después de Introducción al narciso. Así mismo, lo que introduce Freud en el texto La organización genital infantil, le permite autocorregirse. En tres párrafos Freud da cuenta de una enorme honestidad de investigador, de alguien que sabe y reconoce haberse equivocado y nos da una lección para seguir, en lo que a nuestros trabajos se refiere. Freud nos muestra los pasos que dio en su investigación así:D5
1. La fundamental diversidad entre la vida sexual de los niños y la de los adultos. 2. Pasaron al primer plano las organizaciones pregenitales de la libido, así como el hecho asombroso, y grávido de consecuencias, del arranque en dos tiempos del desarrollo sexual. 3. Por último, reclamó nuestro interés (dice Freud) la investigación sexual infantil, y desde ahí se pudo discernir la notable aproximación del desenlace de la sexualidad infantil a su con formación final en el adulto. (Freud, 1976a: 145)
¿Qué es lo novedoso que introduce? Cito: D6

En la página 63 de ese volumen consigno que «a menudo, o regularmente, ya en la niñez se consuma una elección de objeto como la que hemos supuesto característica de la fase de desarrollo de la pubertad. El conjunto de las aspiraciones sexuales se dirigen a una persona única, y en ella quieren alcanzar su meta. He ahí, pues, el máximo acercamiento posible en la infancia a la conformación definitiva que la vida sexual presentará después de la pubertad. La diferencia respecto de esta última reside sólo en el hecho de que la unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de los genitales no son establecidas en la infancia, o lo son de manera muy incompleta. Por tanto, la instauración de ese primado al servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual” (Freud, 1976b: 145-146)
Una primera corrección que hace a los Tres ensayos referida a que ya desde la infancia hay elección de objeto, fijémonos como señala el punto de una radical separación entre la infancia y la adultez, en relación al primado de los genitales de esta última. Sin embargo, acerca la infancia a la pubertad y la adultez con referencia a la elección de objeto. Pero la máxima corrección que hace es en este párrafo.D7
Hoy ya no me declararía satisfecho con la tesis de que el primado de los genitales no se consuma en la primera infancia, o lo hace sólo de manera incompleta. La aproximación de la vida sexual infantil a la del adulto llega mucho más allá, y no se circunscribe a la emergencia de una elección de objeto. Si bien no se alcanza una verdadera unificación de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales, en el apogeo del proceso de desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales el quehacer genital cobran una significatividad dominante, que poco le va en zaga a la de la edad madura. El carácter principal de esta «organización genital infantil» es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de la organización genital definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo (Freud, 1976c: 146)

Es excelente esta cita para leer nuevamente los tres ensayos y darnos cuenta que Freud introduce un elemento estructural, el falo, que salva la concepción de sujeto que tenemos en el psicoanálisis y que nos separa de la idea genetista del desarrollo. Es justamente lo que anunciaba atrás acerca de lo que Lacan introduce en el seminario cuatro, en el cual se esfuerza por mostrarnos su lectura de las fases del desarrollo con su teoría significante, por eso, el llamado período de latencia es leído por Lacan como: “conservación del objeto en la memoria, es decir, transmisión significante” (Lacan, 1994:55) ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué implicaciones tiene pensar las fases como desarrollo y pensarlas en el orden significante? Pareciera cuestionar el período de latencia como la espera vacía de un renacer de la sexualidad; la sexualidad con sus objetos ya elegidos está allí, como dice,  en la memoria, es decir que cuenta por siempre. Más adelante en esta lección, Lacan dirá: D8
… La relación pregenital sólo puede aprehenderse a partir de la articulación significante del Edipo. Las imágenes y los fantasmas que constituyen el material significante de la relación pregenital provien en sí mismos de una experiencia que se ha producido en el contacto con el significante y el significado. El significante extrae su material de alguna parte en el significado, de cierto número de relaciones vivas, efectivamente ejercidas o vividas. Todo este pasado es tomado a posteriori y entonces se estructura aquella organización imaginaria que ante todo se presenta, en cuanto la descubrimos, con un carácter paradójico. Más que concordar con ella, se opone a la idea de un desarrollo armónico regular. Se trata por el contrario de un desarrollo crítico, en el cual desde el origen los objetos, tal como se les llama, de los distintos períodos, oral y anal, ya se toman por algo distinto de lo que son. Se trata de objetos ya trabajados por el significante, y revelan estar sometidos a operaciones de las que es imposible extraer la estructura significante. (Lacan, 1994: 56)
Como vemos introduce la teoría del objeto en la red significante. Para explicar este asunto, Lacan toma la vía del objeto y de la falta, construyendo con estos dos elementos las nociones de frustración, castración y privación, con las cuales trabajará a lo largo de su obra. Nos presenta la relación genital como el efecto de un a posteriori del lenguaje, nunca como una fase sexual que antecede o sigue a otra.  Además la califica de imaginaria e introduce el problema que se constituirá en el acmé de su obra, el referido a la imposibilidad de la relación sexual, como efecto de la marca del lenguaje.
Con este panorama introducido por Lacan podemos preguntarnos ¿por qué Freud no corrigió las siguientes ediciones cambiando sencillamente la idea vieja por la nueva? Tal vez quería mostrarnos cómo se conduce la construcción de una disciplina nueva; lo importante es el nuevo aporte. Así mismo, vemos como en este punto, es imposible leer a Freud sin Lacan porque corremos el riesgo de pensar la teoría psicoanalítica en el campo de las disciplinas genetistas o del desarrollo y no incluirlas dentro de la teoría de la estructura del lenguaje. Es lo que continuará haciendo Lacan en su obra, así en el seminario cinco Las formaciones del inconsciente en el que está hablando de la no respuesta del Otro, lo que reenvía al sujeto a su propia demanda, en este punto afirma que: D9
“El horizonte de esta no respuesta del Otro es lo que vemos dibujarse en el análisis, porque al principio el analista no es más que el lugar de la palabra, una oreja que escucha y no responde. (…) esto es lo que empuja al sujeto a desprenderse de aquellas formas de la demanda que se nos manifiestan en filigrana en su discurso en forma de lo que llamamos fase anal, fase oral, fase de todas las formas que ustedes quieran ¿qué queremos decir cuando hablamos de fases? No olvidemos que nuestro sujeto no vuelve progresivamente en nuestra presencia al estado de nicho de pecho. No nos entregamos a una operación de faquir que vería al sujeto remontar el transcurso del tiempo y reducirse al fin a la simiente que lo engendró. De lo que se trata es de significantes.  Lo que llamamos fases oral, anal, es la forma en que el sujeto articula su demanda mediante la aparición - en su discurso, en el sentido más amplio, en la forma en que se presentifica ante nosotros su neurosis- los significantes que se han formado en tal o cual etapa del desarrollo, y le servían para articular su demanda en las fases recientes o más antiguas.” (Lacan, 1999: 487)
En este seminario Lacan inicia la construcción del grafo del deseo con el que explicará nociones como necesidad, demanda y deseo; tres elementos estructurados a partir del lenguaje. Así la necesidad deja de ser biológica, en el ser humano, al ser atravesada por el lenguaje, lo que instaura una falta y como efecto, la discordancia entre la necesidad y el objeto, originándose la demanda que se dirige al Otro del lenguaje, del cual no se obtiene respuesta, pero que es condición necesaria para que surja un sujeto. Según Lacan, esta misma experiencia, que es vivida por todo sujeto en su propio origen, es repetida en la experiencia analítica, en la cual la demanda va a tomar un lugar importante. Ahora bien, en este seminario avanza con respecto a lo dicho en el anterior, en lo que las fases del desarrollo se refiere, puesto que claramente nos dice que dichas fases son formas de la demanda que se hacen con significantes y que es esto lo que ha de escuchar el analista, no fijarse en fenómenos a los que pueden reducirse tales fases; de este tipo de escucha es posible que se deriven las distintas formas de pensar y aplicar el psicoanálisis como un manual de fases superadas o no y, por lo tanto, pensar la clínica como el intento de hacer madurar una persona. Es la crítica que Lacan hace a los postfreudianos a lo largo de su artículo La dirección de la cura y los principios de su poder.

En este mismo seminario cinco Las formaciones del inconsciente, Lacan viene hablando de la relación del obsesivo al falo y nos entrega una reflexión muy interesante al respecto, dice: D10
“Las perpetuas ambigüedades que se ponen de manifiesto en relación con el estadio genital y el estadio fálico - ¿Se ha alcanzado el uno o el otro, ha alcanzado el niño el estadio genital antes del período de latencia, o se trata simplemente de un estadio fálico?, etcétera- Serían quizás menos oscuras si se ve que estadio fálico quiere decir simplemente acceso del deseo genital a nivel de la significación. Son dos cosas distintas. Esto se ha abordado, en primer lugar, diciendo que el niño sólo tenía que acceder al estadio fálico y muy probablemente es verdad, aunque se pueda discutir la cuestión de si la actividad autoerótica no sería genital, lo cual, a fin de cuentas, también es verdad. Pero esto no es lo importante para nosotros. No se trata del deseo genital que, en efecto, parece surgir como algo que representa un primer desarrollo de la evolución fisiológica, sino de su estructuración en el plano fálico, y esto es lo decisivo para la continuación de la neurosis”. (Lacan, 1999: 496)

Para Lacan hay una diferencia entre pensar la genitalidad como algo bilógico o pensarla como referida al falo o sea al significante. Sitúa el falo como condición para la posibilidad de la genitalidad, es decir, que la sexualidad humana, a diferencia de la animal está atravesada por el significante falo, el significante de la castración.

Párrafo contundente para demostrarnos como podemos perdernos en las fases del desarrollo psicosexual, si no se considera que significación fálica quiere decir el paso por la castración, es decir, la sexualidad en el orden significante y no en una evolución biológica. Además que la estructuración se da a partir de lo que la significación fálica produce, aquella que el lenguaje desde, el inicio, introduce. Por eso en el seminario anterior a este, el cuatro La relación de objeto ha resaltado que se trata de fases preedípicas y no pregenitales porque justamente lo que quiere señalar es que el Edipo, que él piensa en términos de la metáfora paterna, es decir, de una articulación significante, que introduce la castración, organiza dichas fases.

Entonces si tenemos en cuenta lo dicho por Lacan en relación a que las fases son formas de la demanda, lo que hace que estas dejen de ser un desarrollo psicosexual, la  fase genitales una entre otras. Así la famosa frase de Freud Wo Es war, soll Ich werden, entendida de tantas maneras y que Lacan intenta hacer volver a su verdadera significación, es interpretada por él aquí, como "Soy el propio lugar que ocupa el falo en la articulación significante”, un tema que será motivo de muchas reflexiones por parte de Lacan, pero que en este momento permite pensar el final, a partir de la fórmula freudiana, como reconocerse como falta en la estructura significante, es decir la imposibilidad de ser nombrado por el Otro.

A partir de este seminario y más afinado en el seis, El deseo y su interpretación, Lacan demostrará que del sujeto del cual él habla, es algo que está más allá del yo, es el sujeto del inconsciente articulado a partir de la demanda, el sujeto de la enunciación, sujeto confrontado con la castración que en el grafo se escribe  a partir de lo cual hará de su yo un síntoma. Podemos verlo en el grafo así:D11




Por lo tanto, dicho sujeto, efecto de la estructura, no se reduce al yo imaginario, el que él escribe i () en el grafo. Siendo las fases, formas de la demanda, no podremos asociarlas a un desarrollo físico, ni mucho menos condicionarlas un tiempo cronológico determinado. Además, de dicho sujeto de la enunciación sólo podremos saber a través de la experiencia analítica como una decantación del trabajo.

La adolescencia es conocida por un “primado genital”. Al respecto, en el seminario 7 La ética, a Lacan no le parece tan seguro afirmar esto, extrae del mismo Freud la metáfora de los vasos comunicantes que aluden a la cadena significante, es decir, que está pensando la pulsión en términos significantes y no en el sentido de un desarrollo, por otro lado, es evidente que no cree en una pulsión genital definitiva sino que, siempre se trata de subrogados, lo que luego acuñará con la frase: “No hay proporción sexual” de la que podemos decir que resume la idea de la in existencia de un objeto definitivo para la pulsión y del no encuentro genital de los sexos. En el seminario catorce, La lógica del fantasma va a demostrar matemáticamente por qué la relación genital no existe, resalto un pequeño párrafo: D12
En medio de lo cual debo retomar brevemente lo insuficiente de la definición que se nos da en el registro de una homilía bendita, respecto de eso que se llama el estadio genital, sobre lo que haría a la estructura ideal de su objeto. No es vano remitirse a esta literatura; que la dimensión tiene la ternura que se evoca sea algo respetable, no es cuestionable, sino que se la considere como una dimensión de alguna manera estructural. He aquí sobre lo que no creo vano apartar una contestación.”(Lacan, 1966-1967: s/e)
Hay un cierto tono de ironía en la expresión homilía bendita, pues lo que va a demostrar a continuación es cómo esto no es posible.
Entonces cuando hablamos de adolescente o de la adolescencia como un momento especial, tal vez nos referimos a la manifestación sintomática del yo, sin olvidar que allí hay respuestas estructurales particulares que hacen que no podamos hablar del sujeto adolescente como una generalidad sino del sujeto del inconsciente propiamente dicho, sujeto que sólo emerge en la experiencia analítica.
Por lo anterior, no hay que esperar la edad de la adolescencia para que el sujeto sepa de la no proporción sexual, del desencuentro en la sexualidad, de la castración, esto lo sabe desde que es tocado por el significante.
Ahora vayamos a otro asunto propuesto por Freud con respecto a la adolescencia:D13

“El hecho de la acometida en dos tiempos del desarrollo sexual en el ser humano, vale decir, su interrupción por el período de latencia, nos pareció digno de particular atención. En ese hecho parece estar contenida una de las condiciones de la aptitud del hombre para el desarrollo de una cultura superior, pero también de su proclividad a la neurosis.” (Freud, 1978: 214)
Está hablando de un desarrollo lineal que se interrumpe; no habla de estructura, pero lo dice en los Tres ensayos que luego cuestionará con La organización Genital infantil que hemos comentando. Recordemos que allí Freud se corrige con respecto a la separación que hizo de la sexualidad infantil y la del adulto; precisamente esa separación la haría la latencia, a partir de esto podemos preguntarnos por el verdadero estatuto de la latencia. Recordemos que Freud se autocorrige diciendo que no hay tal separación y que la única diferencia que hay es la genitalidad, que ya vimos, pasa a un segundo plano, para dar relevancia a lo fálico, que Jacques Lacan retoma para pensar la sexualidad en el orden de la estructura del lenguaje. Además, como acabamos de decir en Lacan, la genitalidad está desde el inicio. Plantear un doble momento de estructuración de la sexualidad, que estaría acorde con el planteamiento de Freud, sería es mezclar dos asuntos que no se pueden confundir.
Cuando Freud habla del período de latencia, plantea que es un periodo propio para desarrollar una cultura superior. ¿Qué quiere decir con esto?  
En el apartado Formación reactiva y sublimación dice: D14 ¿Con qué medios se ejecutan estas construcciones tan importantes para la cultura personal y la normalidad posteriores del individuo? Probablemente a expensas de las mociones sexuales infantiles mismas, cuyo aflujo no ha cesado, pues, ni siquiera en este periodo de latencia, pero cuya energía -en su totalidad o en su mayor parte- es desviada del uso sexual y aplicada a otros fines. Los historiadores de la cultura parecen contestes en suponer que mediante esa desviación de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas, y su orientación hacia metas nuevas (un proceso que merece el nombre de sublimación), se adquieren poderosos componentes para todos los logros culturales. Agregaríamos, entonces, que un proceso igual tiene lugar en el desarrollo del individuo, y situaríamos su comienzo en el período de latencia sexual de la infancia. (Freud, 1978: 161)
El tema central aquí es la sublimación entendida como renuncia a la sexualidad y el mismo Freud corregirá esta noción diciendo que se sublima con la pulsión, por otro lado, Freud hace depender el displacer en este período, de no poder acceder a la reproducción, lo que constituye un argumento algo prejuiciosos, lo dice así:D15
  Puede, asimismo, arriesgarse una conjetura acerca del mecanismo de tal sublimación. Las mociones sexuales de estos años infantiles serían, por una parte, inaplicables, pues las funciones de la reproducción están diferidas, lo cual constituye el carácter principal del período de latencia; por otra parte, serían en sí perversas, esto es, partirían de zonas erógenas y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo sólo provocarían sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias (mociones reactivas) que construyen, para la eficaz sofocación de ese displacer, los mencionados diques psíquicos: asco, vergüenza y moral. (Freud, 1978: 162)
Vale la pena revisar la teoría de la sublimación para darse cuenta que toma otro rumbo con Lacan, pero no sin el mismo Freud, lo cual pone en cuestión este planteamiento, por otro lado Lacan nos enseña que la sexualidad siempre es perversa, dejando el fin sexual de la reproducción fuera de curso. Además debemos considerar una lectura de Freud con Freud y someter estos párrafos a una revisión de la misma manera que él mismo revisó la separación tajante que hizo del niño y del adulto.
Si no podemos considerar el tiempo cronológico en la constitución subjetiva, desde la perspectiva de la estructura del lenguaje, no se podría decir que Lacan introduce los tiempos lógicos y que estos son aplicables a la sexualidad del niño, luego adolescente. Lacan habla de los tiempos lógicos resolviendo un acertijo y con esto, quiere plantear precisamente la estructuración, a partir de un tiempo retroactivo, del sujeto del inconsciente como venimos diciendo. No sería posible trasladar lo que es una noción de tiempo lógico a un tiempo cronológico, diciendo que en la adolescencia hay una retroacción de la infancia.
Insistamos en que Lacan introduce la llamada genitalidad en la lógica significante, así lo vemos en su artículo La significación del falo, definiendo el falo como el significante del deseo. Así mismo encontramos un capítulo del seminario 10 La angustia en el que Lacan se aplica a estudiar las fases del “desarrollo” anal, oral, fálica y nos aclara que de la subjetividad que habla no es psicológica ni desarrollista y dice: “ A estos accidentes del desarrollo que acabo de enumerar, a las particularidades anatómicas de las que se trata en el hombre, siempre se añade el efecto de un significante cuya trascendencia es pues evidente respecto al mencionado desarrollo”(Lacan, 2006:320).
¿Cómo entender esto? En la última parte del seminario mencionado, Lacan está explicando los pisos de la constitución del objeto y para ello se ocupa de la demanda, del deseo y del goce del Otro que se ponen en juego en la relación que el sujeto establece con dicho Otro. Si consideramos que la demanda pasa por el significante, y que es a partir de esta que se constituyen los objetos que van a determinar las llamadas fases, esto nos sitúa por fuera de toda concepción de desarrollo bilógico para colocarnos frente a un sujeto efecto del lenguaje. Por esto no encontraremos en Lacan una idea de fases de desarrollo biológicas, sino momentos estructurales.
Creo que el gran aporte que este autor hace a la lectura de Tres ensayos para una teoría sexual es, haber pensado la propuesta freudiana desde la perspectiva del significante, lo que hace que allí donde en Freud se lee algo netamente biológico, Lacan lo sitúa en la lógica del lenguaje, por ejemplo los famosos estadios del desarrollo psicosexual, como formas de la demanda, material para la escucha analítica. Así es sospechoso un trabajo de investigación que sólo se apoye en los Tres ensayos sin pasar por la revisión del mismo Freud y de los adelantos que hace Lacan a partir de dicho texto. De no hacerlo podemos caer en la psicologización del psicoanálisis pensando la adolescencia como una noción central, que desvía del verdadero interés de la experiencia analítica: producir el sujeto del inconsciente como un agujero de la estructura.
Hablar entonces de sujeto adolescente introduce un malentendido porque suponemos que se trata del sujeto del inconsciente, cuando realmente hablamos del yo, otra cosa es decir el sujeto en el adolescente que sería el mismo que en cualquier otra edad. No hay que esperar la adolescencia para encontrarse con la no proporción sexual, esta, la introduce el lenguaje al tomar el cuerpo de un sujeto y marcarlo con la castración, lo que hace que la respuesta sea siempre la espera permanente de una complementariedad, solo la experiencia analítica, llevada hasta el final, le permite al esperanzado percatarse de la imposibilidad.
                                                                                      

                                                                                              6-11-2013


Referencias bibliográficas

Freud, S., (1978) Tres ensayos para una teoría sexual. En Obras completas (Tomo VII). Buenos Aires (Argentina): Amorrortu editores (Trabajo original publicado en 1905)
-(1979) La organización genital infantil (una interpolación en la teoría de la sexualidad) . En Obras completas (Tomo XIX). Buenos Aires (Argentina): Amorrortu editores (Trabajo original publicado en 1923)
Lacan, J., (1981) El seminario de Jacques Lacan, libro 1, Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós, p 195
- (1983) El seminario de Jacques Lacan, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós.
-(1994) El seminario de Jacques Lacan, libro 4, La relación de objeto. Buenos Aires, Argentina.
-(1999) El seminario de Jacques Lacan, libro 5, Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós
-(2006) El seminario de Jacques Lacan, libro 10, La angustia. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós
-(1966-1967) El seminario de Jacques Lacan, libro 14, La lógica del fantasma,
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